MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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viernes, 26 de marzo de 2021

COMO CUANDO Y POR QUÉ JESÚS DICE “BASTA” PARA QUE EL ALMA SE PRESENTE ANTE ÉL PARA EL JUICIO PARTICULAR



JESÚS CAMBIARÁ SU CAYADO DE PASTOR DE LA TIERRA
 POR UN CETRO REAL EN EL CIELO, SU JUICIO SERÁ
INEXORABLE


Vale la pena trabajar en esta Tierra para que cuando estemos citados para el Juicio tengamos buenos abogados que nos defiendan, y nos den fortaleza espiritual para esta hora tan tremenda, ya que ante la presencia de la Gloria y Majestad de Dios y de su Corte celestial, quedaremos pasmados y paralizados. 

Los mejores abogados son además de nuestra Madre del Cielo, María Santísima, a la cual le hemos pedido todos los días en la oración del Santo Rosario que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

Y también nuestra humildad, que ante la presencia real de Dios, nos hará decir lo que teníamos pensado todos los días en esta Tierra: "Señor, yo soy un pobre pecador, te quiero y te pido perdón por haberte ofendido".

Otros abogados, son las personas que hemos socorrido materialmente, no solo desde el punto de vista económico, pero sobre todo desde el punto de vista espiritual, no solo con nuestra prédica, pero sobre todo por nuestro ejemplo.
A este respeto, he leído que había un gran orador que era famoso por sus magníficas predicaciones, vino un potentado que había asistido a su discurso, y le dijo que quería convertirse a la Religión católica. El Predicador le preguntó que cual era el discurso que había influido es esta decisión, el hombre le dijo, que no era el discurso que lo convenció, porque como era extranjero no entendía muy bien su lenguaje. 
Lo que le convenció fue su humilde chófer que era católico practicante y que era una extraordinaria persona, eso era lo que había influido en su conversión.




DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 9-8-1.943


Dice Jesús:
“Temen la muerte quienes no conocen el Amor y no tienen la conciencia tranquila. ¡Y son la mayoría! Estos, cuando por enfermedad o por edad o por cualquier otro hecho, se sienten amenazados por la muerte, temen, se afligen o se rebelan. Intentan también, con todas las fuerzas y medios, huir de ella. Inútilmente porque cuando la hora está señalada, ninguna precaución sirve para hacer retroceder la muerte.
La hora de la muerte siempre es justa porque es dada por Dios. Solo Yo soy el Dueño de la vida y de la muerte y si bien no son míos ciertos medios de muerte, usados por el hombre por incitación demoníaca, siempre son mías las sentencias de muerte, dadas para quitar a un alma de demasiado tormento terreno o para impedir mayores culpas de aquella alma.
Ahora, observa, el don de vida, de una larga vida, ¿por qué puede ser dado por MÍ? Por dos motivos.

-El primero: porque la criatura que goza de él es un espíritu iluminado que tiene misión de faro para otros espíritus aún envueltos en las nieblas de la materialidad. Muchos de mis santos han llegado a la ancianidad precisamente por esto. Y solo Yo sé cómo anhelaban en cambio venir a Mí.

-El segundo: doy larga vida para proveer el medio, todos los medios, a una criatura informe para formarse. Estudios, amistades, encuentros santos, dolores, alegrías, lecturas, castigos de guerras o de enfermedades, todo viene dado por Mí para tratar que un alma crezca en mi Edad, que no es como la vuestra. Porque Yo quiero decir que crecer en mi Edad quiere decir crecer en mi Sabiduría, y se puede ser adultos en mi Edad, teniendo la edad de niños en la vuestra, o viceversa ser niños en mi Edad teniendo cien años en la vuestra. Yo no miro la edad de vuestra carne que muere: miro vuestro espíritu, ¡Y quisiera que fuerais espíritus que saben caminar, hablar, actuar seguros, y no balbucientes, tambaleantes e incapaces de hacer como niños!

Esto explica el porque Yo diga mi “Basta” muy rápidamente para criaturas que encuentro adultas en la Fe, en la Caridad, en la Vida. Un padre desea siempre reunirse con sus hijos y ¡Con cuanta alegría, terminada la educación o el servicio militar, les estrecha contra su corazón! ¿Hará de otro modo el Buen Padre que tenéis en los Cielos? No. Cuando ve que una criatura es adulta en el espíritu, arde en el deseo de tomarla consigo y si, por piedad del pueblo, deja algunas veces a sus siervos sobre la Tierra a fin de que sean imán y brújula para los demás, otras no resiste y se da la alegría de poner una nueva estrella en el Cielo con el alma de un santo.

Son dos atracciones y dos aspiraciones que vienen de un agente único: el Amor. El alma, aquí donde tú estás, atrae a sí a Dios, y Dios desciende a encontrar sus delicias junto a la criatura amante que vive de Él. El alma aspira a subir para estar eternamente y sin velos con su Dios. Dios, desde el centro de su ardor, atrae a Sí el alma, así como el sol atrae la gota de rocío, y aspira a tenerla junto a Sí, gema encerrada en su triple fuego que da la Bienaventuranza.

Los brazos levantados del alma encuentran los brazos tendidos de Dios, María. Y cuando se tocan, se rozan velozmente, es el éxtasis sobre la Tierra; cuando se aprietan de una manera duradera, es la Bienaventuranza sin fin en el Cielo, de mi Cielo que he creado para vosotros, amados míos, y que me dará un sobreabundar de alegría cuando esté colmado de todos mis dilectos.
¡Qué eterno día de inmensurable alegría, de nosotros que nos amamos: Nosotros, Dios uno y trino; y vosotros, los hijos de Dios!
Pero, los otros que para su desgracia no han entendido mi Amor, no me han dado su amor, no han entendido que solo una ciencia es útil: la del Amor, para aquellos, la muerte es temor. Tienen miedo. Más miedo tienen aún si sienten que han actuado poco bien o mal del todo.

La boca mentirosa del hombre - porque raramente la boca del hombre dice la verdad, tan bella y bendita, la Verdad que Yo, Hijo de Dios y palabra del Padre, os he enseñado a decir siempre – la boca mentirosa del hombre dice, para engañar y consolar a sí mismo y engañar a los demás. “Yo he actuado y actúo bien”. Pero la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo vuestro yo y bajo el ojo de Dios, acusa el hombre de no haber actuado, y de no actuar nada bien, como proclama.

Por lo tanto, un gran miedo les oprime: el miedo del Juicio de Aquel a quien los pensamientos, los actos, los afectos del hombre, no le están ocultos. Pero si me teméis tanto como Juez, oh desgraciados, ¿Por qué no evitáis tenerme como Juez? ¿Por qué no me hacéis vuestro Padre? Pero si me teméis, ¿por qué no actuáis según mis órdenes? ¿No me sabéis escuchar cuando os hablo con voz de Padre que os guía, hora tras hora, con mano de amor? Pero al menos obedecerme cuando os hablo con voz de Rey. Será obediencia menos premiada porque es menos espontánea y dulce a mi Corazón. Pero será siempre obediencia. Y ¿por qué entonces no la hacéis?

La muerte no se evita. Bienaventurados los que vendrán en esta hora con vestiduras de Amor al encuentro de aquel que llega. Plácida como el tránsito de mi padre de la Tierra, que no conoció sobresaltos porque fue un justo que no tenía en su vida ningún reproche, así será la muerte de éstos. Gozosa como el sueño de mi Madre que cerró los ojos en la tierra sobre una visión de Amor, ya que de amor fue toda su vida que no conoció pecado, y los abrió en el Cielo, despertándose en el corazón de Dios, así será el fin de los enamorados.

¿Sabes, alegría Mía, que bonito será también para ti? Esta mañana, cuando Yo-Eucaristía venía, tú has tenido un sobresalto  de éxtasis porque me has visto darte a Mí mismo. Pero esto no es nada. Un granito de éxtasis puesto en tu corazón. Uno solo, para no destruirte, porque lo has notado… has creído morir de la emoción. Pero cuando sea el momento, verteré un río de alegría, porque no será ya necesario mantener tu vida humana y nos iremos juntos.

Ánimo, aún un poco de dolor por amor de tu Jesús y después tu Jesús abolirá para ti el dolor para darte a Sí mismo, completamente a Sí mismo, alegría sin medida”.

En efecto, esta mañana he tenido una impresión tan viva que he estado a punto de gritar; porque se grita no solo por miedo o por dolor, sino también por demasiada alegría. He creído que el corazón cediera en la alegría y yo muriera así, con la hostia aún sobre la lengua.





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