MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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domingo, 3 de diciembre de 2017

LA OBEDIENCIA, FRUTO DE LA HUMILDAD, ES LA QUE NOS HARÁ HIJOS DE DIOS. TERRIBLES PALABRAS DE JESÚS PARA LOS IMPÍOS, QUE HAN ABANDONADO A DIOS PARA ENTREGARSE AL MUNDO



JESÚS, QUE ERA DIOS ENCARNADO, MARÍA LA
 CRIATURA MÁS PERFECTA DE LA CREACIÓN,
OBEDECÍAN A SAN JOSÉ





Dijo Jesús que el que no es como un niño, no entrará en el Reino de los Cielos, lo que caracteriza un niño es la obediencia hacia sus padres, porque sabe que tiene que aprender de ellos, ya que para él, tienen un conocimiento perfecto de la vida, y que les debe todo, el alimento, el vestido, y el cariño que recibe. Sus padres le han enseñado que para salir adelante en la vida, tiene que obedecer y que a veces si recibe una reprimenda, proporcional a la falta, es por su propio bien y por eso, nunca les guarda rencor, muy al contrario les ama con todo su cariño.
La mayoría de los niños que no han querido obedecer, de mayores han vivido una vida cargada de dificultades y de sufrimientos, ya que una persona que en su juventud ha sido desobediente, nunca podrá doblegarse ante todas las obligaciones de la vida, será una persona rebelde a todas las leyes que impone la sociedad, y lo que es peor a las Leyes espirituales, y por ello, será un desgraciado en esta vida y un réprobo en la eternidad.


De los Cuadernos de María Valtorta
(16 de Marzo de 1.944, en plena 2ª  guerra mundial)
  

Hebreos 5, 7.8.12.14; 6, 1.4.6.8.
Dice Jesús:

“Quiero que tú y muchos otros consideréis una virtud de la que os ha derivado un gran bien, el bien más grande, así como su contrario os ha venido un gran mal, el mal mayor: Ya te he hablado de ello, más tu sufrimiento no te ha hecho recordar las palabras. Te las repito porque me urge que las conozcáis.
Dado que os amaba infinitamente, Yo quise ser vuestro Redentor. Más no lo fui únicamente por la Sabiduría, ni por la potencia, ni por la Caridad. Estas son tres características, tres dotes divinos, y los tres obraron en la Redención del Género humano, pues os instruyeron, os conmovieron con milagros, os redimieron con el Sacrificio.
Más, Yo era el Hombre. Y por serlo, debía poseer esa virtud cuya pérdida había perdido el hombre, y redimiros con ella. El hombre se había perdido por haber desobedecido al deseo de Dios. Yo, el Hombre, he debido salvaros obedeciendo al deseo de Dios.

Dice Pablo que Yo, “tras haber ofrecido, en los días de mi vida mortal, plegarias y súplicas con fuertes gritos y con lágrimas, para salvar al hombre de la muerte espiritual, fui escuchado por mi reverencia”. Y agrega que, habiendo alcanzado la perfección porque había aprendido (o sea, porque había cumplido con obediencia), me convertí en la causa de Salvación eterna para todos los que me obedecen.

Por lo tanto, Pablo dice: - con palabras que el Espíritu hace verdaderas – que Yo, el hijo de Dios hecho Hombre, alcancé la perfección por medio de la obediencia y pude ser Redentor gracias a ella. Yo, el Hijo de Dios alcancé la perfección con la obediencia. Yo redimí con la obediencia.
Si meditáis profundamente acerca de esta verdad, tenéis sentir lo que siente el que está solo sobre una elevada ensenada marina y, desde allí mira fijamente la profundidad y la inmensidad del mar y le parece hundirse en ese abismo líquido del que no conoce ni la profundidad ni los confines.

¡Es la obediencia! Es ese mar ilimitado y abismal en el que me sumergí antes que vosotros para volver a la Luz a los que habían naufragado en la culpa. Es el mar en el que tendrían que sumergirse todos los verdaderos hijos de Dios para ser redentores de sí mismos y de sus hermanos. Es el mar que no tiene solamente grandes profundidades y grandes olas, sino también playas bajas y pequeñas olas que parecen bromear con la arena de la orilla, esas olitas que tanto le gustan a los niños, que juegan con ellas.
La obediencia no está hecha solamente de horas excelsas en las que obedecer significa morir como hice Yo, en las que obedecer significa arrancarse del lado de una Madre como hice Yo, en las que obedecer significa renunciar a la propia morada como hice Yo, al dejar el Cielo por vosotros. La obediencia está hecha también de cosas minúsculas de cada hora, que van cumpliéndose  sin refunfuños, a medida que se presentan.

¿Qué es el viento? ¿Es siempre un torbellino que inclina la cima de los árboles seculares y la dobla, la quiebra, la echa al suelo? No, no solo es eso. También es viento, cuando con mayor levedad, que una caricia materna, peina las hierbas del prado y el trigo en el que brotan los retoños y a penas los hace ondular, como si la cima de sus verdes tallos se estremeciera de alegría al ser rozados por esa brisa ligera. Las pequeñas cosas son la brisa ligera de la obediencia. ¡Son pequeñas, pero cuanto bien hacen!

Ahora es primavera. ¡Qué dulce sería esta estación, si la sangre no la manchara! Las plantas, que saben amar y obedecer al Creador, están poniéndose atavíos hechos de esmeralda y se engalanan con flores como una novia. Los prados parecen un encaje, un terciopelo bordado de flores y los bosques muestran su felpa perfumada bajo una bóveda de cimas verdes y sonoras. Más, si no existieran los tenues vientos de abril y también las alocadas ráfagas de Marzo, ¡cuántas flores quedarían sin fecundar y cuantos prados sin agua! Por lo tanto, las flores y las hierbas habrían nacido para morir sin una finalidad. El viento empuja a las nubes, y de este modo, riega flores e hierbas; el viento hace que las flores se besen – lleva a las plantas lejanas el beso de las otras, igualmente lejanas – y en su alegre carrera de ramo en ramo, de árbol en árbol, de huerto en huerto, fecunda y hace que esas flores se conviertan en fruto.
También la menuda obediencia a todas las cosas que Dios os presenta a través de los acontecimientos del día, hace lo que el viento con las plantas y las hierbas de los prados y huertas. De vosotros, que sois flores, hace frutos, frutos de vida eterna.

¡Bienaventurados los que, atrapados en el torbellino del Amor y de su amor, cumplen el sacrificio total de sí mismos, los pequeños redentores que me perpetúan y que llegan a la obediencia suprema al beber de mi mismo cáliz de dolor! Más, bienaventurados también los que, aún sin tener el coraje de decirle al torbellino de Amor: “Te amo; heme aquí, tómame”, saben doblarse al viento leve del Amor, del Amor que sabe graduar las fuerzas del hombre, su hijo, y dar a cada uno esa presión determinada que es capaz de soportar.

¡Oh, hijos!, os parece que la prueba es muchas veces superior a vuestra fuerza. Y nunca como ahora os parece que es así. Pero os sucede porque os empecináis, porque sois soberbios y desconfiados. Queréis obrar por vosotros mismos y no os abandonáis en Mí. No soy un verdugo. Soy el que os ama. Soy un Padre bueno. Y si no puedo anular la Justicia, al menos aumento, para compensar, la Misericordia. Y la aumento tanto más, cuando más crece la necesidad de Justicia, debido a la marea de delitos, de blasfemias, de desobediencias a la Ley, que inunda la Tierra.

Naufragáis en esa marea. Naufragáis los inocentes, los casi inocentes, los culpables, los grandes culpables, Más, si para estos últimos, la profundidad del naufragio estará en las profundidades de Satanás (y esto, ya en vida porque, aunque finjan vivir en paz, están destruidos por una conciencia que les acosa y no lo deja en paz), para las dos otras categorías esa profundidad estará en mi Misericordia, está en ella para los que son casi inocentes y está en mi Corazón para los inocentes. Más como Misericordia y Corazón, ya son Cielo, para estos, tras los consuelos que no les niego en la Tierra – como tú sabes - , ya está preparado el Cielo.

También le dije otra cosa a tu espíritu, y tu espíritu no pudo hacérsela escribir a tu carne agotada; te la repito ahora.
En toda esta enseñanza mía, no hay lección o visión que os haya dado sin seguir un diseño educativo mío, que no comprendéis o que comprendéis con atraso y de modo parcial. Si meditarais con la lucidez de la intuición, veríais que las lecciones que os doy por medio de los dictados o las contemplaciones del portavoz, están relacionados siempre con hechos que están a punto de producirse. Lo hago para daros una ayuda sobrenatural. Suponiendo que el mundo no se degrade total y bestialmente, estas páginas harán mucho bien a las almas también en el futuro, porque contienen enseñanzas  de Ciencia eterna; más, para vosotros que vivís en esta hora fatal, son también una guía y consuelo en las horas que estáis viviendo.

También vosotros, como los primeros cristianos de Pablo, “os habéis hecho algo débiles en entender… y aún tenéis necesidad de nuevo, que os enseñen los primeros rudimentos de la palabra de Dios, y estáis obligados a alimentaros con leche y no con un alimento sólido”. Os habéis vuelto niños, pero no lo sois por la inocencia y la ingenuidad, no lo sois por la fe segura, sino por vuestra incapacidad de caminar en la fe y de comprender sus verdades.

¡Habéis retrocedido tanto! Las palabras de la Justicia son solo un sonido que resuena en vuestro oído y, a veces ni siquiera lo percibís. No es para vosotros alimento de Vida. No puede serlo, porque no lo asimiláis. Por vuestra culpable indiferencia, por vuestra culpable simpatía hacia la culpa, vuestro espíritu está atacado de infantilismo y ya no posee ese zumo que lo hace capaz de convertir en propia nutrición el alimento robusto de los adultos en la fe. O no tenéis religión, o tenéis una religión que consiste en una coreografía de formalidades y sentimentalismo.

Más, ¿sabéis qué quiere decir: “Religión”? Quiere decir seguir a Dios y su Ley; no es solo cantar bellos himnos, hacer bellas procesiones o bellas funciones religiosas, concurrir a prédicas elegantes, ser el miembro A o B de una determinada asociación. Todas estas son cosas que estimulan  vuestro sentimiento, y nada más. Religión quiere decir hacer del hombre-animal el hombre semi-Dios. A través de la Religión  es necesario anular la animalidad en sus muy variadas formas, que van de la carne al pensamiento.
¡Abajo la gula!
¡Abajo la lujuria!
¡Fuera la avaricia!
¡Abajo la apatía!
¡Que se mate a la mentira y a la soberbia!

Sed castos, caritativos, humildes, honestos; en fin, sed como Dios quiere y como Yo os he enseñado a ser. Entonces seréis adultos en la religión, en la fe; seréis hombres verdaderamente formados que “tenéis aleccionadas vuestras facultades al discernimiento del bien y del mal por la práctica”.

Por este motivo, dejo de lado las enseñanzas elementales y vengo a instruiros sobre lo más perfecto, porque quiero llevaros a ese nivel.
Seréis pocos. Se tratará solo de los que tienen sed de justicia, sed de Verdad, sed de Saber. Más a estos, mis bienaventurados, les doy un pan que les ayuda a gustar cada vez más el otro Pan, que soy Yo Eucaristía. También en mi vida pública hice preceder el Pan de la Palabra al Pan del Sacramento, pues Aquel siempre debe preparar para Este. La iglesia docente existe para eso, para perpetuar mi ministerio de Maestro y haceros capaces de extraer del Sacramento el máximo poder vital.

Más ¡Ay de quienes, tras haber sido iluminados, prefieren volver a las tinieblas! ¡Ay de los que, tras haber saboreado el alimento celestial, prefieren los bocados de Satanás! ¡Ay de los que, luego que el Espíritu Santo les dio la conciencia de la Verdad, volvieron a ser brutos, deshonrándose a sí mismos! No es posible que tras haber precipitado, vuelvan por penitencia.

Pues, si es verdad que Yo concedo abundantemente mi perdón a la debilidad del hombre, soy inexorable con quien quiere permanecer en el Mal, tras haber elegido el Mal, espontáneamente, como propio rey.

Y vosotros, a quienes hago gustar la dulzura de la palabra de Dios, que se difunde nuevamente para hacer frente a la excesiva mudez sacerdotal, a la excesiva ceniza tibia, cuando tendría que ser fuego vivo, que se difunde para neutralizar en mis noveles discípulos el veneno de Satanás, que circula por la Tierra; vosotros, por quien levanto los velos que ocultan los secretos de mi jornada humana y los misterios del siglo futuro, vosotros, sed dignos de tal don. Convertíos en espigas lozanas y no en árida paja, lista para el fuego. Seréis espigas para el trigo eterno. Renaceréis en el Cielo.

¡Oh, la alegría de estar fuera del mundo, la alegría de estar donde está Dios! Cuando exhalé mi Espíritu y pude volver a ver al Padre, experimenté una beatitud como no la había experimentado nunca en toda la eternidad. Y aún perdura porque ahora sé que quiere decir estar separado del Cielo, estar separado de Dios. Sufrí en Mí todas las experiencias para poder defenderos ante el Altísimo. Más en verdad os digo que mi misma bienaventuranza será la vuestra cuando estéis aquí, fuera del exilio, conmigo, junto al Padre, en la Patria del Amor.

¡Oh, hijos, estaréis en la Patria del Amor, allí donde no hay más odio ni delitos, donde no hay más llanto y terror”.












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