MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

**
****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

rep

viernes, 13 de septiembre de 2019

JESÚS EXPLICA COMO Y POR QUÉ HAY QUE AMAR A NUESTROS ENEMIGOS Y VERDUGOS, ESTA ACTITUD ES LA QUE TUVO JESÚS EN LA CRUZ Y QUE TRAJO LA REDENCIÓN DEL GÉNERO HUMANO.


LA CONVERSIÓN  PABLO HA SIDO PORQUE ESTEBAN HA REZADO POR ÉL
CUANDO LO LAPIDABAN




Dice Jesús:

[...] Es el amor que Yo quiero en ti para con todos los que te odian… ¡Si supieras qué milagros obra este amor que damos a nuestros enemigos irreductibles, a los inconvertibles! Son milagros directos, para ellos mismos – como fue el amor de Esteban por Saulo, ese amor que le obtuvo el encuentro. [...] .
.
******************

El mérito de amar a una persona es proporcional al grado de imperfección de esa persona.

Hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, aquí está explicado de una manera sublime, ya que está dicho por Jesús a la gran mística María Valtorta, como tiene que ser el amor al prójimo. Jesús explica de una manera que no presta a confusión como tiene que ser el amor al prójimo. En mi larga vida he conocido todo tipo de interpretaciones, algunos dicen que el prójimo, como su nombre lo indica es el que está prójimo a nosotros, otros, interpretando falsamente la parábola del buen Samaritano, los que nos quieren y cuidan.

Jesús dice claramente que el prójimo son todos los hombres, y en especial los que son nuestros enemigos, ya que como lo dice Jesús en el Evangelio, ¿Qué mérito hay en amar a nuestros amigos?, los pecadores también lo hacen. Personalmente confieso que a mi me ha costado mucho comprender este punto de vista, por eso el mismo Jesús dice que es muy difícil amar a nuestros enemigos, y que conseguirlo es una gracia de Dios, que no está al alcance de los soberbios. 

Lo que más me ha ayudado a comprenderlo es la escalofriante descripción de los sufrimientos del Infierno hecha por Jesús a María Valtorta, cuando le explica que todos los sufrimientos del mundo unidos no se pueden comparar a los del Infierno, y solo se pueden comparar con los sufrimientos que tuvo en la Cruz, pero estos eran temporales, mientras que los infernales son eternos, pensar que los más grandes pecadores por abyectos que sean pueden convertirse por oraciones y amor de compasión hacia ellos, me han ayudado a comprenderlo. Para remate aclaratorio, la Stma. Virgen María ha dicho a los pastorcillos de Fátima: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!". 





María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos.



  De los cuadernos de María Valtorta 
(16 de Mayo de 1.947)



Dice Jesús:
“¿Quieres saber cuál fue el apóstol que amó más que cualquier otro? Fue Juan, en verdad. Amó más antes y después de la Pasión, antes y después de Pentecostés. Yo y él: dos océanos de amor, de los cuales  el segundo es poco menor que el primero, en el que se vierte y funde.

¿Y cuál es el Apóstol que amé más? Fue Judas de Keriot. No me mires con esos ojos asombrados, no te sobresaltes. Es así. Amé a Judas de Keriot más que a cualquier otro. Ahora voy a explicártelo y comprenderás.
Juan era el predilecto. Ya se sabe. Es verdad. Era bueno, puro, fiel. Es natural que atrajera el amor de Dios y el amor del Hombre, es decir el amor de Jesús Dios-Hombre.

Más dime: ¿es más fatigoso cumplir una acción que exige un esfuerzo continuo y que ya con anterioridad sabemos que es inútil, o cumplir otra que, en lugar del esfuerzo, comporta júbilo y reposo? Es más fatigoso la primera, ¿no es verdad? Y ¿quién tendrá el mayor mérito?, ¿el que cumple la primera o la segunda? ¿el que cumple la primera, hecha con el único fin de cumplir completamente el propio deber, sin esperanzas de obtener una recompensa, o la segunda que en cada minuto, nos gratifica inmediatamente lo que hacemos? Tendrá mayor mérito el que cumple la primera.

Y te digo aún: ¿sabes qué tipo de amor tiene el que, solo por un amor y un deber heroicos hacia Dios y hacia sus hermanos, sigue ocupándose y preparándose de beneficiar al hermano malvado para intentar volverle bueno y dar gloria al Señor? Tiene un amor perfecto. Ese tipo de amor que lo cumple todo y todo lo perdona, que lo supera todo, llevado por el fin perfecto de hacer una obra grata a Dios. ¿No lo logra? ¿ya se sabe que no lo logrará? ¿Se sabe que Dios sabe que no lo logrará? No importa. Lo hace lo mismo. Es el heroísmo del deber cumplido a la perfección. Y también demuestra la perfección del sentimiento, porque si uno no amase en Dios a uno que se sabe que es delincuente, traidor, incorregible en sus sentimientos perversos, no podría amar a un delincuente tal. Pero lo ama porque experimenta el amor sublime que henchía mi corazón en la Cruz, cuando Yo no rezaba por los justos e invocaba en cambio, el perdón del Padre para los que eran mis asesinos.

Es el amor que Yo quiero en ti para con todos los que te odian… ¡Si supieras qué milagros obra este amor que damos a nuestros enemigos irreductibles, a los inconvertibles! Son milagros directos, para ellos mismos – como fue el amor de Esteban por Saulo, ese amor que  le obtuvo el encuentro conmigo camino de Damasco -, o milagros indirectos.

 El amor no se pierde. Ni siquiera una parte infinitesimal de amor, de esta moneda, de esta levadura, de este bálsamo que es el amor, queda sin dar frutos porque lo recogen los ángeles, la nota Dios sube al tesoro de los cielos y allí - ¡Oh, misteriosas operaciones de Dios! – sirve para adquirir, hacer crecer, y medicar almas esclavas de Satanás, almas estáticas con su justicia apenas delineada, almas heridas y enfermas. El amor que ofrecemos por la conversión de  los que nos crucifican y que no da frutos hacia ellos debido a su perversa voluntad, va a fecundar para la gracia otras almas, desconocidas en la Tierra, y que en cambio, serán conocidas en el Cielo.

Escúchame aún para volver a Judas, he dicho: “Al que mucho ama, mucho se le perdona”. Es verdad y es justo. Cuanto más uno ama, más  merece el perdón del que ha sido ofendido. Más también es exacto de que quien más perdona, demuestra amar mucho. Y el que siempre lo perdona todo, lo perdona siempre hasta la llegada de la hora del juicio, no solo ama mucho, sino totalmente. Así amé a Judas de Keriot. Lo amé totalmente, también a los otros los amé así, especialmente a Juan. Más era justo amarlos así. Eran buenos, aun en sus defectos, y me amaban con todas sus fuerzas. ¿Eran fuerzas mínimas, imperfectas? ¿siguieron siéndolo hasta el final, hasta que el Espíritu Santo los renovó? No importa. Eran todas las fuerzas que tenían. ¡Pero a Judas!, ¡amar a Judas! ¡amar totalmente a Judas, aun no ignorando los mínimos repliegues de su tenebroso corazón!, amarle porque está dicho “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Ves, alma Mía, muchos repiten esta exhortación desde el púlpito, desde la cátedra, desde el altar y el confesionario y creen conocerla bien porque dicen: “El segundo mandamiento es amar al prójimo como a si mismo”. Más pocos, pocos maestros en el espíritu, a los muchos ignorantes en el espíritu hacen considerar un aspecto esencial del mandamiento del amor. Y es este. Se ha dicho: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” sin aclarar si se trata de un prójimo bueno, de un prójimo malvado, de un prójimo dócil o rebelde, de un prójimo afectuoso o llevado a odiar. No está aclarado. Se ha dicho: “Amarás a tu prójimo”. Le amarás por completo, si es bueno o malvado, con un amor gozoso o doloroso, pero siempre lo amarás a todo él.

Este amor que abarca a todo el prójimo exige un espíritu cabal de misericordia, de mansedumbre, de humildad, ¡porque es difícil, si, muy difícil amar a determinados prójimos” Hay que estar muy, muy, muy bien fundados en la caridad para poder hacerlo. Más tampoco aquí os falta el modelo. He aquí vuestro Modelo: ¡soy Yo, Jesús! Imitádme y seréis perfectos, tal como Yo lo deseo para vuestro eterno gozo.

 La horrenda y tenebrosa figura de Judas, que ampliamente he revelado en la Obra, no carecía de fin. ¡Por cierto no me he deleitado en ilustrar esa maraña de serpientes infernales! Más os la he revelado porque haciéndole, también he revelado de qué modo los maestros en el espíritu y también todos los cristianos deben obrar respecto a los muchos Judas que pueblan la Tierra y que ningún hombre deja de encontrar en su jornada mortal.
Les digo a los maestros en el espíritu y a todos: “Imitadme en este perfecto amor y poseeréis un amor semejante al de Jesús; vuestro Maestro”.





No hay comentarios: