Dice Jesús:
[...] Es el amor que Yo quiero en ti para con todos los que te odian… ¡Si supieras qué milagros obra este amor que damos a nuestros enemigos irreductibles, a los inconvertibles! Son milagros directos, para ellos mismos – como fue el amor de Esteban por Saulo, ese amor que le obtuvo el encuentro. [...] .
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El mérito de amar a una persona es proporcional al grado de imperfección de esa persona.
El mérito de amar a una persona es proporcional al grado de imperfección de esa persona.
Hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a sí mismo, aquí está explicado de una manera sublime, ya que está
dicho por Jesús a la gran mística María Valtorta, como tiene que ser el amor al
prójimo. Jesús explica de una manera que no presta a confusión como tiene que
ser el amor al prójimo. En mi larga vida he conocido todo tipo de interpretaciones, algunos dicen que el prójimo, como su nombre lo indica es el que está prójimo a nosotros, otros, interpretando falsamente la parábola del buen Samaritano, los que nos quieren y cuidan.
Jesús dice claramente que el prójimo son todos los hombres, y en especial los que son nuestros enemigos, ya que como lo dice Jesús en el Evangelio, ¿Qué mérito hay en amar a nuestros amigos?, los pecadores también lo hacen. Personalmente confieso que a mi me ha costado mucho comprender este punto de vista, por eso el mismo Jesús dice que es muy difícil amar a nuestros enemigos, y que conseguirlo es una gracia de Dios, que no está al alcance de los soberbios.
Lo que más me ha ayudado a comprenderlo es la escalofriante descripción de los sufrimientos del Infierno hecha por Jesús a María Valtorta, cuando le explica que todos los sufrimientos del mundo unidos no se pueden comparar a los del Infierno, y solo se pueden comparar con los sufrimientos que tuvo en la Cruz, pero estos eran temporales, mientras que los infernales son eternos, pensar que los más grandes pecadores por abyectos que sean pueden convertirse por oraciones y amor de compasión hacia ellos, me han ayudado a comprenderlo. Para remate aclaratorio, la Stma. Virgen María ha dicho a los pastorcillos de Fátima: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!".
Jesús dice claramente que el prójimo son todos los hombres, y en especial los que son nuestros enemigos, ya que como lo dice Jesús en el Evangelio, ¿Qué mérito hay en amar a nuestros amigos?, los pecadores también lo hacen. Personalmente confieso que a mi me ha costado mucho comprender este punto de vista, por eso el mismo Jesús dice que es muy difícil amar a nuestros enemigos, y que conseguirlo es una gracia de Dios, que no está al alcance de los soberbios.
Lo que más me ha ayudado a comprenderlo es la escalofriante descripción de los sufrimientos del Infierno hecha por Jesús a María Valtorta, cuando le explica que todos los sufrimientos del mundo unidos no se pueden comparar a los del Infierno, y solo se pueden comparar con los sufrimientos que tuvo en la Cruz, pero estos eran temporales, mientras que los infernales son eternos, pensar que los más grandes pecadores por abyectos que sean pueden convertirse por oraciones y amor de compasión hacia ellos, me han ayudado a comprenderlo. Para remate aclaratorio, la Stma. Virgen María ha dicho a los pastorcillos de Fátima: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!".
María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos.
De los cuadernos de María Valtorta
(16 de Mayo de 1.947)
(16 de Mayo de 1.947)
Dice Jesús:
“¿Quieres
saber cuál fue el apóstol que amó más que cualquier otro? Fue Juan, en verdad.
Amó más antes y después de la Pasión, antes y después de Pentecostés. Yo y él:
dos océanos de amor, de los cuales el
segundo es poco menor que el primero, en el que se vierte y funde.
¿Y
cuál es el Apóstol que amé más? Fue Judas de Keriot. No me mires con esos ojos
asombrados, no te sobresaltes. Es así. Amé a Judas de Keriot más que a
cualquier otro. Ahora voy a explicártelo y comprenderás.
Juan
era el predilecto. Ya se sabe. Es verdad. Era bueno, puro, fiel. Es natural que
atrajera el amor de Dios y el amor del Hombre, es decir el amor de Jesús Dios-Hombre.
Más
dime: ¿es más fatigoso cumplir una acción que exige un esfuerzo continuo y que
ya con anterioridad sabemos que es inútil, o cumplir otra que, en lugar del
esfuerzo, comporta júbilo y reposo? Es más fatigoso la primera, ¿no es verdad?
Y ¿quién tendrá el mayor mérito?, ¿el que cumple la primera o la segunda? ¿el
que cumple la primera, hecha con el único fin de cumplir completamente el
propio deber, sin esperanzas de obtener una recompensa, o la segunda que en
cada minuto, nos gratifica inmediatamente lo que hacemos? Tendrá mayor mérito
el que cumple la primera.
Y
te digo aún: ¿sabes qué tipo de amor tiene el que, solo por un amor y un deber
heroicos hacia Dios y hacia sus hermanos, sigue ocupándose y preparándose de
beneficiar al hermano malvado para intentar volverle bueno y dar gloria al
Señor? Tiene un amor perfecto. Ese tipo de amor que lo cumple todo y todo lo
perdona, que lo supera todo, llevado por el fin perfecto de hacer una obra
grata a Dios. ¿No lo logra? ¿ya se sabe que no lo logrará? ¿Se sabe que Dios
sabe que no lo logrará? No importa. Lo hace lo mismo. Es el heroísmo del deber
cumplido a la perfección. Y también demuestra la perfección del sentimiento,
porque si uno no amase en Dios a uno que se sabe que es delincuente, traidor,
incorregible en sus sentimientos perversos, no podría amar a un delincuente
tal. Pero lo ama porque experimenta el amor sublime que henchía mi corazón en
la Cruz, cuando Yo no rezaba por los justos e invocaba en cambio, el perdón del
Padre para los que eran mis asesinos.
Es el amor que Yo quiero en ti
para con todos los que te odian… ¡Si supieras qué milagros obra este amor que
damos a nuestros enemigos irreductibles, a los inconvertibles! Son milagros
directos, para ellos mismos – como fue el amor de Esteban por Saulo, ese amor
que le obtuvo el encuentro conmigo
camino de Damasco -, o milagros indirectos.
El amor no se pierde. Ni siquiera una parte
infinitesimal de amor, de esta moneda, de esta levadura, de este bálsamo que es
el amor, queda sin dar frutos porque lo recogen los ángeles, la nota Dios sube
al tesoro de los cielos y allí - ¡Oh, misteriosas operaciones de Dios! – sirve
para adquirir, hacer crecer, y medicar almas esclavas de Satanás, almas
estáticas con su justicia apenas delineada, almas heridas y enfermas. El amor
que ofrecemos por la conversión de los
que nos crucifican y que no da frutos hacia ellos debido a su perversa
voluntad, va a fecundar para la gracia otras almas, desconocidas en la Tierra,
y que en cambio, serán conocidas en el Cielo.
Escúchame
aún para volver a Judas, he dicho: “Al que mucho ama, mucho se le perdona”. Es verdad
y es justo. Cuanto más uno ama, más
merece el perdón del que ha sido ofendido. Más también es exacto de que
quien más perdona, demuestra amar mucho. Y el que siempre lo perdona todo, lo
perdona siempre hasta la llegada de la hora del juicio, no solo ama mucho, sino
totalmente. Así amé a Judas de Keriot. Lo amé totalmente, también a los otros
los amé así, especialmente a Juan. Más era justo amarlos así. Eran buenos, aun
en sus defectos, y me amaban con todas sus fuerzas. ¿Eran fuerzas mínimas, imperfectas?
¿siguieron siéndolo hasta el final, hasta que el Espíritu Santo los renovó? No
importa. Eran todas las fuerzas que tenían. ¡Pero a Judas!, ¡amar a Judas!
¡amar totalmente a Judas, aun no ignorando los mínimos repliegues de su
tenebroso corazón!, amarle porque está dicho “amarás a tu prójimo como a ti
mismo”.
Ves,
alma Mía, muchos repiten esta exhortación desde el púlpito, desde la cátedra,
desde el altar y el confesionario y creen conocerla bien porque dicen: “El
segundo mandamiento es amar al prójimo como a si mismo”. Más pocos, pocos
maestros en el espíritu, a los muchos ignorantes en el espíritu hacen
considerar un aspecto esencial del mandamiento del amor. Y es este. Se ha
dicho: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” sin aclarar si se trata de un
prójimo bueno, de un prójimo malvado, de un prójimo dócil o rebelde, de un
prójimo afectuoso o llevado a odiar. No está aclarado. Se ha dicho: “Amarás a
tu prójimo”. Le amarás por completo, si es bueno o malvado, con un amor gozoso
o doloroso, pero siempre lo amarás a todo él.
Este
amor que abarca a todo el prójimo exige un espíritu cabal de misericordia, de
mansedumbre, de humildad, ¡porque es difícil, si, muy difícil amar a
determinados prójimos” Hay que estar muy, muy, muy bien fundados en la caridad
para poder hacerlo. Más tampoco aquí os falta el modelo. He aquí vuestro
Modelo: ¡soy Yo, Jesús! Imitádme y seréis perfectos, tal como Yo lo deseo para
vuestro eterno gozo.
La horrenda y tenebrosa figura de Judas, que
ampliamente he revelado en la Obra, no carecía de fin. ¡Por cierto no me he
deleitado en ilustrar esa maraña de serpientes infernales! Más os la he
revelado porque haciéndole, también he revelado de qué modo los maestros en el
espíritu y también todos los cristianos deben obrar respecto a los muchos Judas
que pueblan la Tierra y que ningún hombre deja de encontrar en su jornada
mortal.
Les
digo a los maestros en el espíritu y a todos: “Imitadme en este perfecto amor y
poseeréis un amor semejante al de Jesús; vuestro Maestro”.
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