MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 30 de enero de 2016

LA REINA DEL SUR SE LEVANTARÁ EL DÍA DEL JUICIO CONTRA TODOS LOS HEDONISTAS Y LOS VIVIDORES QUE IGNORAN EL EVANGELIO.




"La Reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar" (Mateo 12: 42).

Cuantos Profetas, y cuantos justos estaban esperando el Mesías, y hubieran deseado oír y ver al Hijo de Dios, el Ser más Sublime que haya pisado la Tierra, lleno de Majestad, triunfador de Satanás con su poder expulsando los demonios, con sus prodigiosos milagros, devolviendo la vista a los ciegos, soltando la lengua a los mudos, liberando a los paralíticos, sanando a los enfermos, multiplicando los panes y los peces, resucitando los muertos, mandando al mar y a los vientos, que le obedecieron inmediatamente, evitando el hundimiento de la barca con los Apóstoles.

El que predicó en el Sermón de la montaña el mensaje más maravilloso: Las Bienaventuranzas, el que tiene la llave del Reino del Cielo y del Hades, el que hizo el Cielo y la Tierra, y el Universo infinito, de una dimensión inalcanzable, hecho a su imagen y semejanza, porque Él también es infinito en poder, gloria, majestad y es fuente de todas las Virtudes, el Creador de la Belleza, el que posee la fuerza infinita que hace temblar hasta los ángeles más subidos como los Serafines y Querubines.

La Reina de Saba, que es la Reina del Sur, ha venido para ver la Sabiduría de Salomón, se quedó admirada, pero los Judíos del tiempo de Jesús no creyeron y hoy tampoco, muchos no creen, el simbolismo místico está en el Juicio de Salomón.

Las dos mujeres que dicen que el niño es suyo, representan a toda la Humanidad, los hijos de Dios son los misericordiosos, condición necesaria y suficiente para alcanzar la Salvación, es el simbolismo del Amor que dice: "Lo bueno para ti y lo malo para mí", y esto es lo que ocurrió con la verdadera madre misericordiosa, que antes de ver descuartizado a su hijo prefirió dárselo a la mala madre, que quería que lo mataran con tal de no renunciar a su deseo, tenía lo que es contrario al amor, el odio que dice: "Lo bueno para mí y lo malo para ti".

El Evangelio de los invitados a la boda, simboliza lo que es el mundo: Un filtro para diferenciar los buenos, hijos de Dios que se mueven por Amor, de los malos, hijos de Satanás, que se mueven por egoísmo y odio.


Parábola de la Gran Cena (Lc 14-15,24)

"Uno de los convidados que oyó esto dijo:
-Dichoso el que pueda participar en el banquete del Reino de Dios.
-Jesús le respondió:

-Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. A la hora de la cena, envió a su criado a decir a los invitados: "Venid, que ya está todo preparado". Pero todos, uno tras otro, comenzaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses".

Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas; te ruego que me excuses.

Otro dijo: "Acabo de casarme y por tanto no puedo ir".

El criado regresó y refirió lo sucedido a su señor. Entonces el Señor se irritó y dijo a su criado: "Sal de prisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y los cojos".

El criado le dijo: "Señor, se ha hecho como mandabas y todavía hay sitio". El Señor le dijo entonces: "Sal por los caminos y las veredas y convence a la gente para que entre, hasta que se llene mi casa. Pues os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados probará mi cena".



Interpretación mística

El Señor que invita a la cena: Dios Todopoderoso, que quiere que todos hereden su Reino.

El criado: Los enviados por Jesús-Dios para anunciar el Reino de Dios desde los Profetas, y su Santa Iglesia Católica.

El que ha comprado el campo: El que ha puesto su fe en las cosas terrenales.

El que ha comprado los bueyes y que va a probarlos: El que ha puesto su esperanza en las cosas de este mundo.


El que se ha casado: El que ha puesto su amor en las cosas de este mundo.

Los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos: Los que han renunciado a los bienes terrenales y han escogido los bienes celestiales, los que han descubierto el tesoro escondido en el campo y han vendido todo para comprarlo.

Los que han sido persuadidos por los caminos y las veredas: Los que son de regiones lejanas y que están atraídos por la Doctrina de Cristo, porque siguen la voz de su Conciencia puesta por Dios en su corazón, como la Reina del Sur.







RELATO DEL EVANGELIO DE HOY; ENSEÑANZAS DE JESÚS, DEL POEMA DEL HOMBRE-DIOS DE MARÍA VALTORTA


Imagen relacionada
Uno de los milagros más grandes de Jesús
La tempestad calmada




Este es uno de los milagros más extraordinarios y estremecedores de Jesús, que da testimonio de su Divinidad, porque solo Dios puede con su poder infinito mandar callar al viento para que enmudezca, y aplacar al mar enfurecido por la tormenta que iba a engullir la embarcación donde estaban Jesús y sus discípulos.


Este relato contiene una extraordinaria enseñanza: Jesús, aunque parezca dormido ante los peligros de la Vida, y las acechanzas de Satán, está perfectamente enterado de todos los acontecimientos, y solo espera nuestra llamada suplicante para defendernos del peligro, por grave y peligroso que sea. Como Dios, Jesús es invencible y puede hacer posible, para los que tienen fe en Él, los acontecimientos que parecen insolubles.

 Y aquí me permito otra opinión personal: Siempre me pregunté: ¿Por qué el hombre solo se acuerda de Dios cuando tiene necesidades?, cumpliendo así el famoso proverbio castellano, que dice: “Solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena”. ¿Por qué el hombre no se acuerda de Dios, cuando es feliz y dichoso, dándole constantes gracias por ser tan Bueno, con él?
           Sobre todo ¿Por qué no se da constantemente gracias a Dios, en este mundo en donde se ve tanta desdicha, sabiendo que lo que se tiene en la tierra es un bien perecedero, que no tiene nada que ver con el Bien eterno, que solo se encuentra en el Santo Reino de Dios? A ese respecto, Adán y Eva eran en eso menos culpables, ya que antes del pecado, estaban en un mundo donde no existía aún el sufrimiento, debido a las desgracias, al hambre, a la injusticia y la muerte, y al ser inocentes no podían saber la terrible consecuencia de sus actos, por eso merecieron un Redentor.


Al contrario de Lucifer y sus ángeles, eran seres mucho más inteligentes y por eso sabían las consecuencias del mal, pero al estar cegados por la Soberbia, cuyo fruto es el odio, y al querer ser semejantes a Dios, no merecieron a un posible Redentor.







PARA EL EVANGELIO DE HOY 28 DE ENERO  DE 2.017


          Ahora que todos duermen les voy a expresar mi alegría. He “visto” el Evangelio de hoy.

          Tenga en cuenta que esta mañana, mientras lo leía, me he dicho a mí misma: “Este es un episodio evangélico que no veré nunca porque se presta poco a una visión”. Sin embargo, cuando menos me lo esperaba, ha venido a llenarme de alegría.

                 Cuanto sigue es lo que he visto.
          Una barca de vela, ni demasiado grande ni demasiado pequeña, una barca de pesca en la que se pueden mover cómodamente cinco o seis personas, surca las aguas de un hermoso lago de color azul intenso.

              Jesús duerme en la popa. Va vestido de blanco, como de costumbre. Tiene la cabeza reclinada sobre el brazo izquierdo; debajo del brazo y la cabeza, ha colocado su manto azul-gris doblado varias veces. Está sentado, no echado, en el fondo de la barca; su cabeza apoya sobre esa porción de entablado que está en el extremo de la popa (no sé como la llaman los marineros). Duerme plácidamente. Se le ve cansado. Está sereno.

          Pedro guía el timón. Andrés se ocupa de las velas. Juan con otros dos que no conozco está poniendo en orden maromas y redes en el fondo de la barca, como si tuvieran ocasión de prepararse para la pesca (quizás nocturna). Yo diría que el día se encamina al atardecer, pues el sol desciende ya hacia occidente. Todos los discípulos se han subido las túnicas, de forma que, sujetas con el cinturón, están abolsadas a la altura de la cintura, para así estar más libres de movimientos y poder desplazarse mejor sobre la barca, salvando remos, cestas y redes, sin que las túnicas estorben; todos se han quitado el manto.

          Veo que el cielo se oscurece y el sol se esconde detrás de unos nubarrones de tormenta que han aparecido de improviso detrás del pináculo de una colina. El viento les empuja velozmente hacia el lago. Por el momento, el viento está alto y el barco se mantiene sereno; eso sí, adquiere una tonalidad más oscura y su superficie se frunce: no son todavía olas, pero empieza a agitarse el agua.

          Pedro y Andrés observan el cielo y el lago, y organizan las maniobras para acercarse a la orilla. Pero, he aquí que el viento se abate sobre el lago y en pocos minutos todo bulle y espuma. Olas que se embisten mutuamente, que chocan contra la barquilla, levantándola, bajándola, girándola en todas las direcciones, impidiendo las maniobras del timón, como el viento la de la vela, que ha de ser arriada.

          Jesús sigue durmiendo. No le despiertan ni los pasos, ni las azogadas voces de los discípulos, ni el silbar del viento; ni siquiera los latigazos de las olas contra los costados y la proa. Sus cabellos ondean al viento. Le alcanza alguna salpicadura del agua. Pero Él duerme. Juan saca de debajo de un entablado su manto y, desde la proa corre a la popa, y le tapa; le cubre con delicado amor.

          La tempestad se hace cada vez más amenazadora. El lago está tan negro, que parece que en él se haya derramado tinta; estriado por la espuma de las olas. La barca traga agua. El viento la va empujando cada vez más mar adentro. Los discípulos ya sudan haciendo las maniobras y achicando por la borda el agua vertida adentro por las olas. Pero no sirve de nada; se ven chapoteando ya en el agua, hasta la mitad de las piernas, y la barca se hace cada vez más pesada.
          Pedro pierde la calma y la paciencia. Deja a su hermano el timón, y bamboleándose, se llega a Jesús y le menea vigorosamente.
      Jesús se despierta y levanta la cabeza.

Me permito aquí hacer un inciso, para explicar cómo se debe obrar ante una situación de gravísimo peligro: Primero es necesario arropar a Jesús, como lo ha hecho Juan, lo que significa darle amor, y adorarle más que nunca cuando hay peligro. Luego hay que pedir insistentemente con la oración y mucha humildad ayuda a Jesús, porque Él siempre responde, es lo que hace Pedro, cabeza de la Iglesia, meneando y despertando a Jesús que estaba aparentemente dormido.

            “¡Sálvanos, Maestro que perecemos!” grita Pedro (tiene que gritar para ser oído).

Jesús mira a su discípulo fijamente, mira a los demás y luego al lago. “¿Tienes fe en que os puedo salvar?”.

          “Rápido, Maestro” grita Pedro, mientras una verdadera montaña de agua originada en el centro del lago, se precipita contra la pequeña barca; tan alta y espantosa que parece una verdadera tromba de agua. Los discípulos, que la ven venir se arrodillan y se agarran dónde pueden y como pueden, convencidos que ha llegado el final.

          Jesús se alza. Está erguido sobre el entablado de la barca: figura blanca sobre el color lívido de la tempestad. Extiende los brazos sobre la enfurecida ola y dice al viento: “¡Detente y calla!”, y al agua: “¡Cálmate, lo quiero!”.

          Y la tromba se disuelve en espuma, que cae inocua: un último bramido que se transforma en susurro; y también el viento, transformándose en suspiro su último silbido. Sobre el lago pacificado vuelve el cielo despejado, la esperanza y la fe, al corazón de los discípulos.

          Es imposible describir con palabras la Majestad de Jesús: hay que verla par entenderla. Me deleito con ella en mi interior, pues todavía tengo su presencia, y pienso en cuán plácido era el sueño de Jesús y tan potente su imperio sobre el viento y las olas.

             Jesús dice luego:

          “No te voy a comentar el Evangelio en el sentido en que lo hacen todos. Voy a ilustrarte los preliminares del pasaje evangélico.
           ¿Por qué dormía Yo? ¿No sabía acaso que la borrasca estaba llegando? Sí, lo sabía. Yo solo lo sabía. Y entonces ¿Por qué dormía?

          Los apóstoles eran hombres, María; animados sí de buena voluntad, pero todavía muy “hombres”.  El hombre se cree siempre capaz de todo. Y si se da el caso de que realmente sea hábil, se envanece y se llena de apego por su “habilidad”.

          Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran buenos pescadores y, por tanto, se creían insuperables en las maniobras marineras. Yo, para ellos, era un gran “rabí”, pero no valía nada como marinero. Por ello, me creían incapaz de ayudarles, y cuando subían a la barca para atravesar el Mar de Galilea, me rogaban que estuviera sentado porque no era capaz de nada más. También lo hacían por afecto, porque no querían darme trabajos físicos, si bien el apego a sus capacidades era el elemento más importante.

          María, Yo solo me manifiesto en casos excepcionales. Generalmente os dejo libres y espero. Aquel día, cansado como estaba y habiéndome solicitado que descansara, o sea que les dejase actuar a ellos – a ellos que tan duchos eran – me puse a dormir… y a constatar como el hombre “es hombre” y quiere actuar por sí solo, y no percibe que Dios solo quiere ayudarle. Veía en esos “sordos espirituales”, a todos los sordos y ciegos del espíritu que durante siglos y siglos acarrearían su propia ruina por querer “actuar por sí solos”, teniéndome a Mí, abierto a sus necesidades, en espera de su llamada pidiendo ayuda.

          Cuando Pedro gritó “¡Sálvanos!”, mi amargura se disipó como una piedra por su propio peso.

          Yo no soy “hombre”, soy el Dios-Hombre. No actúo como vosotros, que, cuando uno ha rechazado vuestro consejo o ayuda, y luego le veis en problemas, aunque no seáis tan malos que os alegréis de ello, si lo sois siempre en cuanto que os lo quedáis mirando desdeñosamente y con indiferencia – y no os conmovéis ante su grito que pide ayuda – con grave ademán que significa: “¿No me has aceptado cuando te quería ayudar? ¡Pués ahora arréglatelas solo!”. No, Yo soy Jesús, soy Salvador, y salvo, María, salvo siempre, en cuanto se me invoca.

           Más vosotros, bienquistos hombres, podríais objetar: “¿Y por qué permites que se formen tempestades en el individuo o en la colectividad?”.

          Si con mi poder destruyese el Mal (del tipo que fuera), acabaríais creyéndoos autores del Bien – que en realidad es un don Mío – y no os volveríais a acordar jamás de Mí, jamás.

           Tenéis necesidad, bienquistos hijos, del dolor para acordaros de que tenéis un padre, como el hijo pródigo, que se acordó de que lo tenía cuando pasó hambre. Las desventuras sirven para convenceros de vuestra nada, de vuestra insipiencia – causa de tantos errores – y de vuestra maldad – causa de tantos lutos y dolores - , de vuestras culpas  - causa de castigo que vosotros mismos os proporcionáis – y de mi existencia, potencia y bondad.

          Eso es lo que os dice el evangelio de hoy, “vuestro” evangelio de la hora presente, pobres hijos míos. Llamadme. Jesús duerme sólo porque está angustiado de ver vuestro desamor hacia Él. Llamadme y acudiré”.