MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 25 de mayo de 2016

LAS INDULGENCIAS, TESORO INAGOTABLE PARA TODOS LOS CREYENTES DE BUENA VOLUNTAD.

LAS INDULGENCIAS SON UN TESORO INAGOTABLE
YA QUE CON ELLAS SE PUEDE PAGAR
LA ENTRADA EN EL REINO DE DIOS
       


Este escrito es el que muestra el tesoro inagotable obtenido por los méritos extraídos de la Comunión de los Santos y de Jesús, Rey de una riqueza infinita, que además acumuló todo el botín arrancado tras su gloriosa Victoria contra el "Príncipe Negro", que era el dueño de este mundo por el pecado de Adán y Eva, de la misma manera que Moisés y su Pueblo arrancaron al Faraón el botín de Egipto para trasladarse a la Tierra Prometida, donde mana la leche y la miel.

             Ese botín se ha entregado a la Santa Iglesia, para que lo distribuya gratuitamente a los fieles que se lo pidan, para así acceder más rápidamente a tomar posesión del Reino de los Cielos. Desgraciadamente para ellos, mucha gente de hoy piensa que estas indulgencias no tienen valor alguno, porque se basan en un razonamiento puramente humano, desconociendo las famosas palabras de San Pablo que dice: "La sabiduría de este mundo es necedad para Dios, de la misma manera que la Sabiduría de Dios es locura para el mundo". 

              Creo recordar que fue en la Vida de Santa Teresa de Jesús, en donde leí que veía las almas subir al cielo, las muy ancianas rejuvenecidas con una edad de unas treinta años, la mayoría decía que las veía ir al Purgatorio, salvo a una de ellas que subió al cielo directamente gracias a las indulgencias.





            De los Cuadernos de Mª Valtorta 
(Dictado del 4 de Agosto de 1.944)

Dice Jesús:

      (...) Alguien te preguntó cómo se conceden esas indulgencias que no están convalidadas por un notorio milagro y qué luz las ilumina. Esto es uno de los escollos contra los cuales se estrellan o en que quedan atascados los ánimos ignorantes en cuanto a la Fe. Por eso, Yo os instruyo en esa verdad; Yo que soy el buen Maestro qué quiere vuestra cognición y no vuestra ignorancia porque conocer es amar, conocer es salvarse y Yo que soy  Rey además de Maestro, como soy el Rey bueno, quiero que os salvéis porque un Rey bueno ama a sus súbditos y, por lo tanto, no quiere verlos en poder del dolor, de la indigencia, de la muerte; un rey bueno quiere verlos salvos en los confines de su reino.

            Las indulgencias se conceden por los medios extraídos de los tesoros de la Comunión de los Santos, a partir del tesoro del Santo entre los santos – es decir, Yo Jesús – hasta el de los justos. Así como los prados en primavera, después de un tibio chubasco nocturno, se muestran constelados de flores al beso del sol, así, bajo el rocío de la gracia, Yo veo florecer en los áridos campos de la Tierra las almas justas y vivir,  perfumar y morir con la corola tendida al Cielo, en el que vuelcan su vida y sus fragancias que luego, fundidas con las luminosas de los Bienaventurados, vuelven a la Tierra para santificarla. Felices de esos terrones que las acogen y saben hacer florecer sobre la árida piedra un nuevo espíritu, hijo de Dios.

           ¿Teméis acaso que los infinitos millones de días de indulgencia no correspondan a la suma de los méritos? ¡Oh, no temáis! Yo multiplico por un nombre infinito de veces los méritos de los santos porque los fundo con los míos, que son infinitos. Son tan grandes que, aún que cada hombre gozase de ellos todos los días por la suma total de todos los días de indulgencia obtenidos por todas las plegarias de la Tierra, los tesoros de los méritos no disminuirían.

           ¿Teméis en cambio, que quien debe aplicarlos los aplique erróneamente? Yo le dije a Pedro: “Lo que desates en la Tierra será desatado en el Cielo”. En consecuencia si le he dado facultad a mi Pedro, y a los que de él descienden, para absolver de las culpas – y por lo tanto, para soltarles del nudo del Maligno -, es lógico que le haya dado también la facultad de tomar entre los tesoros del Cielo las riquezas que os perdonan también las deudas, o parte de la misma, que queda tras de la absolución de la condena. Si al que está investido de mi Espíritu le es posible juzgar y absolver, ¿Cómo puede no serle posible aplicar riquezas ciertas?.

           Puede juzgarse una culpa personalmente. Esto sucede raramente en mi Tribunal, porque Yo remedio los olvidos de mis jueces y les ilumino cuando examinan. Solo a los que no son dignos de ser tales, les privo de la Luz. Más para las almas, esto no es un peligro, porque Yo suplo con mi Misericordia hacia ellas y las encamino hacia otros sacerdotes dignos de guiarlas. Yo velo siempre. Puede juzgarse una culpa personalmente. Por eso, hay tantas diferencias, mayor o menor severidad entre los jueces. Más los méritos de los santos son ciertos, son seguros aún en su vastedad. Por consiguiente, no hay que temer que, cogiéndolos a manos llenas, el Jefe de la Iglesia y los Jefes de las diócesis se encuentren algún día con que deben aplicar lo que ya no existe. Y por lo tanto, quedaos  tranquilos.

              Me critican diciendo: “Mas ¿es justo disponer esta indulgencia aquélla para ésta o aquella plegaria, o práctica o festividad?”.

              No os preocupéis. Os hago notar que, en lo que atañe al culto, mis Pastores están guiados divinamente; más aunque no fuera justo, Yo no permitiría que se burlara la confianza de las almas. Y por eso, esta o aquella plegaria, o práctica o festividad, darán a las almas la indulgencia correspondiente a las mismas por el mérito de la fe de las almas. Y Yo no descuido nunca dicho mérito y dicha fe; por el contrario, los premio seguramente.

           Tomemos en consideración también el caso de un Pastor que concede indulgencia a algo que no  la merece, o peor a algo que es erróneo. O peor aún: consideremos que el Pastor está privado de la Luz porque la culpa mortal ha matado su espíritu. ¿Acaso por ello las almas serán defraudadas del tiempo de indulgencia concedido a ese hecho? No, no sucederá jamás. Las almas buenas cumplen ese acto con un fin santo y recto. O sea, que su obra parte de un punto santo para llegar a uno aún más santo: la Comunión de los Santos. Si a mitad de camino se levanta el pilar de un error, no crea obstáculos a su marcha, porque su obra vuela, no se arrastra se remonta sobre el escollo, lo sobrepasa muy por encima y va a sumergirse directamente en los tesoros celestes, sin menoscabo alguno.

          Yo premio la verdadera fe Acordaos de una gran verdad: todo acto de fe es un fruto del amor. El amor es por si mismo la indulgencia total que anula la multitud de los pecados (1, Pedro 4,8.). Aunque una indulgencia hubiera sido aplicada sin ninguna autoridad, para el alma que, por amor mío, intenta obtenerla, está reservado y aplicado el indulto de mi amor infinito, que la librará de toda sombra de muerte espiritual, para vivir y ver la Luz.

         Ve en paz, estoy contigo.”