MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 7 de septiembre de 2024

POR QUÉ LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO TIENE TANTO PODER QUE HA RESCATADO LA HUMANIDAD PASADA PRESENTE Y FUTURA.






LA LUZ DE JESUCRISTO COMPUESTA POR SU DIVINO CUERPO Y SU PRECIOSÍSIMA SANGRE ES LA ÚNICA ARMA QUE PRODUCE LA GRACIA QUE PUEDE DERROTAR A TODAS LAS FUERZAS INFERNALES.

Recuerdo que hace ya muchos años, cuando leí la extensa obra del Evangelio como me ha sido revelado y los dos grandes cuadernos de María Valtorta, leí que en cierta ocasión Jesús se quejaba que no había ninguna fiesta dedicada a su Preciosa Sangre.

LA DIVINA SANGRE DE JESÚS-DIOS ES LA QUE DA VIDA ESPIRITUAL A TODOS LOS QUE EN ESTA TIERRA LO AMAN, Y A TODOS LOS BIENAVENTURADOS MORADORES DEL CIELO.

Está escrito que cuando Dios creó el Universo y el hombre, lo hizo a imagen material de su perfecta espiritualidad que solo podemos entender meditando sobre las Escrituras y su Creación visible que es el mundo en que vivimos.
En este mundo, todos los seres humanos y los animales de la Tierra, del mar y de los aires, necesitan sangre para vivir. En efecto, ella es la que aporta a todo el cuerpo el oxígeno y los alimentos necesarios para hacerlo crecer y mantenerlo en vida, también con sus componentes lucha contra los seres invasores que son los germenes infecciosos (que espiritualmente hablando son los pecados del alma) que pueden dañar la salud del cuerpo, y eliminan e través de los pulmones el gas carbónico que es un veneno para el cuerpo (que espiritualmente hablando es en la Santa Iglesia el Sacramento de la Reconciliación).

Hasta los vegetales tienen la savia y las hojas que hace ese mismo trabajo gracias al "milagro" del Sol que se llama fotosíntesis, que es el proceso metabólico por el que las plantas verdes convierten sustancias inorgánicas (dióxido de carbono y agua) en sustancias orgánicas (hidratos de carbono) desprendiendo oxígeno, y lo hacen aprovechando la energía de la luz solar. Además, es el principal proceso de nutrición de las plantas y de otros organismos dotados de clorofila. Que es similar a la transustanciación​ que es, según las enseñanzas de la Iglesia católica, la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre.

Espiritualmente hablando la preciosísima Sangre de Cristo cumple esa misión en la Tierra, y es la que mantiene a los moradores del Cielo en su estado de Gloria y de Bienaventuranza eternas.
Esa es la razón de por qué dijo Jesús:

Juan 6:54-65
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí vivirá por mí. Este es el pan que bajó del cielo. Los antepasados de ustedes comieron maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá para siempre. Todo esto lo dijo Jesús mientras enseñaba en la sinagoga de Cafarnaúm

LETANÍAS DE LA PRECIOSA SANGRE DE JESUCRISTO.

Señor ten piedad de nosotros - Señor ten piedad de nosotros!
Cristo ten piedad de nosotros - Cristo ten piedad de nosotros!
Señor ten piedad de nosotros - Señor ten piedad de nosotros!
Cristo, escúchanos! - Cristo escúchanos benignamente!
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros!
Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros!
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros!
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros!

¡OH PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESUCRISTO, SANGRE DE SALVACIÓN!
R: SÁLVANOS A NOSOTROS Y AL MUNDO ENTERO!

Océano de la Sangre de Jesucristo, ¡libéranos!
Sangre de Jesucristo llena de santidad y compasión, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, nuestra fortaleza y poder, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, alianza eterna, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, fundamento de la fe cristiana, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, armadura de Dios, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, Divina caridad, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, flagelo de los demonios, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, auxilio de los que están atados, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, sagrado Vino, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, Poder de los cristianos, ¡libéranos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, defensora de la fortaleza católica ¡libéranos!

Sangre Preciosa de Jesucristo, verdadera fe cristiana, ¡libéranos!

SANGRE PRECIOSA DE JESUCRISTO, SANGRE SANADORA, ¡SÁLVANOS!

Sangre Preciosa de Jesucristo, Sangre ungidora, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, fortaleza de los hijos de Dios, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, comandante de los guerreros cristianos, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, Sangre de Resurrección ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, bebida de los Ángeles del Cielo, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, consuelo de Dios Padre, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, poder del Espíritu Santo, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, circuncisión de los gentiles, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, paz del mundo, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, luz del Cielo y de la tierra, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, arco iris en el Cielo, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, esperanza de los niños inocentes, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, Palabra de Dios en nuestros corazones, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, arma celestial, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, Divina Sabiduría, ¡sálvanos!
Sangre Preciosa de Jesucristo, cimiento del mundo, ¡sálvanos.
Sangre Preciosa de Jesucristo, Misericordia del Padre ¡sálvanos!
L: ¡Oh Preciosísima Sangre de Jesucristo!
R: ¡Lava los pecados del mundo!
L: ¡Oh Preciosísima Sangre de Jesucristo!
R: ¡Purifica el mundo!
L: ¡Oh Preciosísima Sangre de Jesucristo!
R: ¡Enséñanos como consolar a Jesús!


OREMOS.


Oh Preciosísima Sangre de nuestra salvación, creemos, esperamos y confiamos en ti. Libera a todos aquellos que están en manos de los espíritus infernales, te rogamos. Protege a los moribundos de toda obra de los espíritus malignos y dales la bienvenida a Tu eterna gloria. Ten misericordia del mundo entero y fortalécenos para adorar y consolar al Sagrado Corazón. Te adoramos, Oh Preciosa Sangre de Misericordia. Amén.
L: Oh Preciosísima Sangre de Jesucristo.
R: Sana las heridas del Sacratísimo Corazón de Jesús.
Se repite 3 veces.

miércoles, 28 de agosto de 2024

EL ABANDONO DEL PADRE A SU DIVINO HIJO, FUE LO QUE ABRIO LA PUERTA DEL LIMBO A LOS ELEGIDOS Y SELLÓ LAS PUERTAS DEL INFIERNO A SATANÁS.


JESÚS ENTREGÓ TODO LO QUE TENÍA EN ESTE MUNDO PARA
LOGRAR NUESTRA REDENCIÓN


   
       En estas palabras del ángel de la Guardia de María Valtorta, queda perfectamente explicado la gravedad del pecado, "el abismo de horror perpetrado por Lucifer", que fue el que causó a Jesús un sufrimiento tan atroz, y que es la causa de los sufrimientos pasados, presentes y futuros de toda la Humanidad; que hizo retumbar a la Creación, con los terremotos y las terribles tormentas que asolaron y aterrorizaron la Tierra, con el desgarro del velo del Templo, la salida de los justos de los sepulcros, recriminando al pueblo Judío el deicidio.

          En el relato de la crucifixión de Jesús, se ve de una manera contundente la maldad de toda la turba de los Fariseos, Escribas, Saduceos, herodianos, y la gran mayoría del Pueblo Judío. En cierta medida, pero a una escala mucho menor, es semejante al rechazo que sufrieron todos los Santos, que como Jesús, se ofrecieron como víctimas expiatorias.

          Así lo hizo San Juan de la Cruz, que fue encerrado en Toledo durante nueve meses en una estrecha cárcel oscura, de la cual se sacaba todos los Viernes, y en medio de la Comunidad de los Calzados se le azotaba públicamente. Es también el horror de sus sufrimientos a la hora de la muerte, cuando en su dura agonía, el superior ordenó al hermano enfermero, que no le atendiera, a pesar de sus tremendos dolores producidos por unos terribles edemas que el cirujano venía a cortar sin ninguna anestesia.

           Es también esa impiedad que observamos en la vida de Santa Teresita. Y yo me pregunto, ¿Cómo es posible que unos hermanos de Comunidad - que tenían que conocer perfectamente los mandamientos de la Ley de Dios, siendo el primero de ellos Amar a Dios sobre todas las cosas y al Prójimo como a uno mismo, mandamientos puestos antes de no matarás y no robarás – traten de esa manera a sus compañeros? Dirán que fue bueno para santificar aún más a esas almas, contestaré que es verdad, y que también Judas entregando a Jesús, contribuyó de alguna manera a la Redención del Género Humano. Pero eso no libra de la culpa ni a Judas ni aún menos a los hermanos de San Juan de la Cruz, o a las hermanas de Santa Teresita.

          Afortunadamente, en la otra vida veremos cuál fue el Juicio de Dios sobre estos verdugos de Cristo: Fariseos, Escribas, Saduceos y Pueblo Judío, y de todos los Religiosos que torturaron a sus hermanos Santos. Es un Juicio que me llena de alegría, porqué si la Gloria de los Santos será admirable, también la Justicia de Dios será implacable e inexorable para los verdugos.

        Verdugos que no tuvieron piedad para sus semejantes, y sabiendo que Dios pagará con la misma moneda que han usado, a ellos y a todos nosotros, comprendo lo que es el Santo Temor de Dios, y por eso, le pido de antemano Piedad y Misericordia, porque Yo también he pecado. Y me doy perfectamente cuenta del abismo tan grande que hay entre el Pecado y la Virtud, que es el que hay entre Las Tinieblas y la Luz, y dicho de otra manera, entre Satán y Dios.

         Y compadezco a todas las hordas de relativistas, que al no ver diferencia alguna entre el Vicio y a la Virtud, creen que Dios tampoco lo ve, ya que como lo dice el refrán: “Se cree el ladrón que todos son de su condición”. Y así el lujurioso se cree que todo el mundo lo es; el glotón también cree que los demás son glotones.

        Y aquí se produce un efecto pernicioso: el que no tiene temor de Dios, se cree que el que lo tiene es un impío, porqué tendría que ser como él, y para justificar sus actos, Satanás ha inducido a esos individuos que los que no piensan como ellos, son todos unos herejes, porque al no tener amor a Dios, no lo tienen al Prójimo ya que ambos van siempre ligados.
    
       Este tipo de personas, tampoco creen ni en la existencia del Demonio, ni del Infierno, y llegan a reinterpretar las Sagradas Escrituras a su manera, o escogiendo las cosas de ellas que les gustan, y desechando las que les son molestas, es decir "mutilando" esas Escrituras divinas, olvidándose lo que está escrito en el Apocalipsis: 

        "Solemnemente advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro, que si añade algo, Dios hará caer sobre él las plagas descritas en este libro. Si suprime algunas de las palabras proféticas de este libro, Dios le quitará la parte que le corresponde en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro". (Ap22, 18)

       Hace poco, un Religioso, relatando en una revista la vida de un gran Santo de su Comunidad, con una vida llena de privaciones y de penitencias, que le están llevado a los altares, no tiene reparo en afirmar: "Menos mal que el Concilio ha traído aires frescos"(sic), le escribí preguntándole si es que él creía que el Concilio había abierto la "Barra libre" para todos los creyentes, estoy aún esperando su contestación.


Del libro de Maxence Van der Meersch
VIDA DE SANTA TERESITA
  (Con licencia eclesiástica)


           […] “Los días de colada, le dejaban el sitio peor iluminado y aireado. Y, además le salpicaban a propósito espuma sucia de jabón. ¡Bien está! Buena ocasión para doblegarse, para subir ´al cabo de media hora – dice Teresa – le había tomado de verdad gusto a esta modalidad de aspersión'.

        Para ella la peor lámpara del Carmelo, la que tiene la llave estropeada y cuya mecha hay que extraer con un alfiler. Para ella el viejo cántaro que nadie quiere. Con estas cosas se siente verdaderamente feliz: ´Experimenté verdadera alegría cuando me quitaron el pequeño y bonito cántaro, y lo sustituyeron por un viejo cántaro desportillado´.

      ¿Alegría? Bien. ¿Pero cómo juzgar a quienes osan proporcionar a una desgraciada pequeña adolescente, alegrías de este género?

            Se ha roto un jarrón. ¿Quién tiene la culpa?
           “La hermana Teresa, naturalmente”.
            Le echan un sermón a Teresa:
          “¡Carece usted. Totalmente de orden! ¡Ponga usted cuidado! ¡Es insoportable!”.
            Teresa, inocente, no se defiende.
        “Sin decir nada, besaba el suelo. A continuación prometía tener más orden en lo sucesivo”.

             Para Teresa todas las sobras. Puesto que nunca se queja. Es muy cómodo. Imposible saber cuáles eran sus platos preferidos. Conclusión: “Al ver que era tan poco difícil, las hermanas de la cocina le servían invariablemente los restos”.

         Ese “invariablemente”, ¿no es una confesión terrible? Cuando un guiso se estropeaba, más allá de lo imaginable, cuando incluso los cerdos lo rechazaban, la cocinera tiene una inspiración luminosa:

       “Nadie va a querer esto. Habrá que servírselo a la hermana Teresa”. Pues, precisamente la cocinera no le tiene afecto a la hermana Teresa.

          En las Actas se relata la historia épica de cierto arenque que fue recalentado seis veces y, por último, como nos podemos figurar, fue adjudicado a Teresa.

        “La conocieron pronto en la cocina. Más si fue para admirarla, con mayor frecuencia fue sobre todo para aprovechar las sobras. Así es que sus comidas se componían muchas veces, durante dos día seguidos, de trozos de pescado frito tan resecos como una suela, de tanto haberlos recalentado.

        Y como estiman que todo eso no basta, se le pringa el cubierto con una pasta maloliente, para darle una amable sorpresa, o bien, ya que la hermana Teresa no se queja nunca, se lleva la caritativa solicitud para santificarla “hasta ponerle una vez gusanos en su ración”.

      La Superiora le ha concedido, como favor especial a su juventud y a su salud ya quebrantada por tal régimen, que tome un poco de sidra en las comidas. Pero Teresa comparte este favor con una anciana religiosa. Y cuando decimos “comparte” es una manera de hablar. Pues las carmelitas nos informan que esa ¡¡¡”buena anciana”!!!, afligida por una enfermedad que la altera mucho, se adjudicaba la botella entera, “y no se daba cuenta que no le dejaba casi nada a su vecina”. 

            Y Teresa tiene que contentarse con mirarla. Pero en la mesa hay agua, diréis. Sí. Pero Teresa, más caritativa que su distraída y sobre todo egoísta y glotona compañera de mesa, no quiere hacer el feo de beber agua delante de ella, por miedo a humillarla y hacerle ver su glotonería y su crueldad de vieja desagradable… Y así pues, en resumidas cuentas, Teresa se pasa casi todas sus comidas sin beber.


Palabras del Ángel Azarías a María Valtorta


        [...] ¡Qué gozo poder tener prendida la mirada en la Divinidad! Esta es, María la bienaventuranza del Cielo. Como tú ya lo ves, al completarse el último detalle de la desgarradora y completa pasión del Redentor, fue permitido que se ocultase a su Espíritu la Divinidad. Y entonces, el Voluntarioso, el Heroico y Silencioso en el dolor lanzó el grito de su completo dolor:"¡Padre!" ¿Por qué me has abandonado?".

            ¡Oh, si se profundizase en la inmensidad, en lo acabado del dolor que aquel grito encierra! El Cielo se estremeció por El y la Divinidad hubo de violentarse a Si misma para resistir y no tener compasión a fin de que todo quedase reparado y cumplido para la expiación de la Humanidad que había abandonado a Dios para seguir al Tentador.

        Los ángeles temblaron ante el desconocido aspecto de la Divinidad, por primera vez inmisericorde, y lloraron al meditar y comprender plenamente el abismo del pecado perpetrado por Lucifer y los otros rebeldes, instaurando el Mal y provocando los sufrimientos consiguientes que culminaron en los sufrimientos de la Gran Víctima. Superaron al obedientísimo y dulcísimo Verbo poniéndole en parangón con lo que era, es y será la creación. Y hasta en el reino de las Tinieblas, aquel grito provocó un bramido, apagando hasta el último y tenaz pensamiento de poder ser un día perdonados. 


Esta profunda reflexión del Ángel Azarías, me hace pensar que probablemente los demonios creían que la Redención no se podía operar por Dios. Al haber pecado los primeros seres humanos, sin pedir perdón a Dios, era justo que redimiera otros seres humanos, por eso cuando Cristo pronunció esas palabras, velando su naturaleza divina al decir "Dios mío, ¿porqué me has abandonado?", Jesús se encontró entonces como un hombre, solo con la ayuda del Espíritu Santo y de su ángel de la consolación que le atendió en el Jardín de los olivos y en el desierto donde fue tentado por Satanás.

Cuando Cristo pronunció esas palabras se operó la Redención, y se confirmó la Victoria de Dios, lo que provocó el grito de terror y de rabia de Lucifer y de todos sus demonios, que creían que nunca dos seres humanos que eran la Stma. Virgen María y Jesús cuando fue abandonado por su Padre, iban a perdonar la culpa de los que no pidieron perdón, como Lucifer y sus tenebrosos ángeles  también así lo hicieron.
También provocó un grito de alegría a todos los que habían muerto antes de la venida de Cristo y que estaban en el Limbo, donde bajó Jesús cuando resucitó, para llevarlos con Él al Cielo. 

           No. La Tierra se estremeció, se rasgó el velo del Templo y se abrieron los sepulcros con el grito imponente con que el Mártir entregó su Espíritu. Más lo que hizo estremecer a la Tierra, rasgarse el velo y salir de los sepulcros a los justos fue el deicidio consumado, la señal dada a los incrédulos y odiadores, y la alegría de los justos expectantes. ¡Oh! y esto aconteció al tiempo que el grito de abandono completo sacudió a los espíritus, a todos los espíritus, triturándolos con una angustia como jamás fuera ni será, porque el abandono de Dios, al no poder ya verle, es la prueba más atroz para los vivientes y el castigo mayor para los que pasan a la otra vida.






viernes, 16 de agosto de 2024

EL INCREÍBLE DISCERNIMIENTO DE LOS ESPÍRITUS QUE DIOS INFUNDE A LOS SANTOS,

El Santo cura de Ars, Patrono de todos los sacerdotes
del mundo entero.




Extraordinario relato de cómo la Presencia del Espíritu Santo en el alma de un pobre sacerdote, que echaron del seminario por su incapacidad intelectual, y que se transformó en  un verdadero modelo de entrega, dedicación y perfección por su ejemplo y virtudes, hasta el punto de proclamarlo Patrono de los Sacerdotes del mundo entero, le puede infundir un conocimiento de las almas similar al que tuvo el mismo Jesús.

Y es que Dios infunde en esas almas que han llegado a la perfección su mismo Espíritu, que es similar al que tuvo Jesús en su diálogo con la Samaritana, cuando leyó su alma de una manera tal que la dejó completamente asombrada. 


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De la Vida del Santo Cura de Ars 
de Francis Trochú


[...] Un día el Rdo. Guillaumet, que fue durante muchos años Superior de la Inmaculada Concepción de Saint-Didier se dirigía a Ars. Era el año 1855, o 1856 en el vagón del tren no se hablaba sino de las maravillas de la bendita aldea; el nombre del cura de Ars corría de boca en boca. Sentada al lado del sacerdote, una señora vestida de riguroso luto escuchaba en silencio. Al ver  que en la estación de Villefranche el sacerdote se disponía a bajar, abrió por fin los labios y dijo : ”Señor cura, permítame que le siga hasta Ars… Lo mismo da ir a un sitio que a  otro, ¿No es verdad? Viajo para distraerme.”

El sacerdote se ofreció a guiarla cuando estuviese en el pueblo. El coche que tomaron en Villefranche, los dejó delante de la Iglesia. Se acababa el catecismo de las once, y el Señor Guillaume hizo que la señora se pusiera en el espacio entre el templo y la casa parroquial. La espera no fue muy larga. El cura de Ars, revestido todavía de sobrepelliz apareció… Detúvose delante de la señora enlutada, la cual, para imitar a los demás, se había puesto de rodillas. Se inclinó a su oído, y le dijo: “Se ha salvado”, la desconocida tuvo un sobresalto. El cura de Ars repitió: “Se ha salvado”.  Un ademán de desconfianza fue toda la contestación de aquella forastera. Entonces el Santo le dijo otra vez silabeando: “Le digo a Ud. que se ha salvado. Está en el Purgatorio, y hay que rezar por él… Entre el parapeto del puente y el agua, tuvo tiempo para hacer un acto de contrición. La Santísima Virgen María le alcanzó esa gracia. Acuérdese Ud. del mes de María hecho en su habitación. Algunas veces su esposo, aunque irreligioso, se unía a las oraciones de usted. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento y el supremo perdón.”

El señor Guillaumet no entendía esas palabras, a pesar de oírlas perfectamente por estar junto a la viuda. Hasta el día siguiente no supo que luces  maravillosas de Dios habían iluminado a su siervo. La señora pasó en la soledad y en la oración, las horas que siguieron a la entrevista con el cura de Ars. Su fisionomía no era la de antes: había recobrado la paz.

Poca antes de partir, fue la viuda a dar las gracias al Rdo. Guillaumet. “Los médicos me obligaron a viajar por mi salud, le dijo; pero lo que en realidad tenía era una desesperación horrible al pensar  en el fin trágico de mi marido. Era incrédulo, y yo no vivía sino para llevarlo por buen camino. Pero no tuve tiempo. Murió de suicidio voluntario… No me lo podía imaginar sino condenado. ¡Oh, no verle nunca más!... Y, sin embargo, ha oído usted lo que me ha dicho el cura de Ars: “¡Se ha salvado!” ¡LE VERÉ, PUES EN EL CIELO!... ¡Señor cura, ya estoy curada!".

Me permito aquí hacer un comentario sobre la terrible mentalidad que existía en aquella época en la Iglesia Católica: el que se suicidaba no tenía derecho a misas de cuerpo presente dentro de una Iglesia, y no se podía enterrar en un cementerio católico, ¡es increíble los errores que provenían de la adaptación de la Iglesia a la mentalidad de una época!

Solamente se cita un caso en el cual el Cura de Ars pareció temer por la suerte de un difunto. Si en este sentido hizo otras confidencias acerca de ellas, se habrá guardado secreto. “Una persona, recién llegada de París o de sus alrededores, refiere Hipólito Pagès, le preguntó dónde estaba el alma de uno de sus parientes recientemente fallecido. Recibió esta respuesta, sin comentario alguno: “No quiso confesarse a la hora de la muerte.” Desgraciadamente, era muy cierto: el moribundo había rechazado al sacerdote. El Cura de Ars no podía saberlo de antemano”.

Por el contrario, en muchas ocasiones, el Cura de Ars consoló grandemente a muchas personas, asegurandoles que el alma de algún ser querido había volado al cielo.
“¡Oh, qué felicidad tener los padres en la bienaventuranza!”, decía a una joven, cuya madre acababa de morir. Ha sido muy paciente durante su larga enfermedad. Dios la ha recibido y ruega por usted”.

La señorita de Bar, dice la señora des Garets, pariente nuestra, acababa de perder a su madre cuya vida había sido bien probada. Fue a Ars y, al entrar en la sacristía, el santo cura le salió al encuentro y le dijo: “Señorita, ¿ha perdido usted a su madre?... Está en el cielo. –así lo creo, señor cura.

-¡Oh, sí, está en el cielo!” y al presentarle los rosarios de su madre para que los bendijera, los tomó y besó con respeto como una reliquia.

La señora Murinais, después de haber consagrado su vida a la práctica de las buenas obras, murió tras larga y penosa enfermedad. “Es inútil hija rezar por ella, me respondió. Y cuando la cuñada de la difunta le pidió que celebrasen misas para el descanso de su alma, se negó a ello, diciendo:“no tiene necesidad”.




jueves, 15 de agosto de 2024

LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EXPLICA A MARÍA VALTORTA COMO FUE SU GLORIOSA ASUNCIÓN



María coronada por los ángeles como su Reina,
aparece protegiendo a sus hijos bajo su manto.




Las obras de María Valtorta, contemporánea de la Madre Teresa de Calcuta, eran las lecturas favoritas suyas; el Santo Padre Pío de Pietrelcina, no solo leí sus obras, pero además obligaba esa lectura a sus penitentes. La asociación francesa "Les amis de María Valtorta", que se dedica a propagar sus lecturas con conferencias y reuniones, confirma estos hechos constantemente afirmando que sus relatos, con nombre de Pueblos hoy desaparecidos, y costumbres y paisajes de Palestina del tiempo de Jesús, dejan asombrados a los historiadores.  

Descripción de la Santísima Virgen María del misterio de su sublime Asunción a los Cielos, como Madre de la Humanidad, explica como la parte más sublime de su alma se unió en un arrobamiento y éxtasis divino ante el trono de Dios, quedando su Cuerpo incorrupto en una misteriosa dormición, hasta que su cuerpo fue llevado por los ángeles para unirse con su alma y como su Hijo, ser una Criatura con su cuerpo glorificado, siendo la primicia de lo que será para los elegidos en la Resurrección final, cuando los cuerpos glorificados o corruptos se presentarán ante la Divinidad para el Juicio final y conocer su eterno destino.

En ese Juicio habrá desaparecido para siempre la señal que puso Yahvé a Caín para ocultar su crimen, es decir que en esos cuerpos resucitados, aparecerán las huellas de sus pecados y de sus virtudes. Los pecados no perdonados afearán los cuerpos de los condenados que al no amar a Dios, han aborrecido a sus semejantes, pero las virtudes de los que han sabido amar, aparecerán con sus cuerpos hermosos, ya que tuvieron sus pecados perdonados y sus inclinaciones perversas eliminadas después del lavacro con la Sangre y el Agua que salió del costado de Cristo, previo a su comparecencia como Juez y Rey Universal.

Para los que han sabido amar a la Madre de Dios, y nuestra Madre celestial, la tendrán por abogada, ya que una madre vela siempre por la salud espiritual de sus hijos, y los defiende de todo peligro.



DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO
DE MARÍA VALTORTA
(14 de Abril de 1.948)


Dice María:

“¿Yo morí? Si, si se quiere llamar muerte a la separación acaecida entre la parte superior del espíritu y el cuerpo; no, si por muerte se entiende la separación entre el alma vivificante y el cuerpo, la corrupción de la materia carente ya de la vivificación del alma y, antes, la lobreguez del sepulcro y, como primera de todas estas cosas, el angustioso sufrimiento de la muerte.
¿Cómo morí, o mejor como pasé de la Tierra al Cielo. Antes con la parte inmortal, después con la perecedera? Como era justo que fuera para la Mujer que no conoció mancha de culpa.
En este anochecer – ya había comenzado el descanso sabático – hablaba con Juan. De Jesús. De sus cosas. Aquella hora vespertina estaba llena de paz. El sábado había apagado  todos los rumores de humanas obras.  Y la hora apagaba toda voz de hombre o de ave. Sólo los olivos de alrededor de la casa, emitían su frufrú con la brisa del anochecer: parecía como si un vuelo de ángeles acariciaba las paredes de la casita solitaria.

Hablábamos de Jesús, del Padre, del Reino de los Cielos. Hablar de la Caridad y del Reino de la Caridad significa encenderse con el fuego vivo, consumir las cadenas de la materia para dejar libre el espíritu en sus vuelos místicos. Si el fuego está contenido dentro de los límites que Dios pone para conservar a las criaturas en la Tierra a su servicio, es posible arder y vivir, encontrando en el fuego no consumación sino perfeccionamiento de vida. Pero cuando Dios quita los límites y deja libertad al Fuego divino de incidir sin medida en el espíritu y de atraerlo a sí sin medida, entonces el espíritu respondiendo a su vez sin medida al Amor, se separa de la materia y vuela al lugar desde donde el Amor le invita: y es el final del destierro y el regreso a la Patria.

Aquel atardecer, el ardor incontenible, a la vitalidad sin medida de mi espíritu, se unió a una dulce postración, una misteriosa sensación de que la materia se alejaba de todo lo que la rodeaba; como si el cuerpo se durmiera, cansado, mientras  el intelecto, avivado más su razonar, se abismara  en los divinos esplendores.
Juan, amoroso y prudente testigo de todos mis actos desde que fue mi hijo adoptivo según la voluntad de mi Unigénito, dulcemente, me persuadió de que buscara descanso en el lecho, y me veló orando. El último sonido que oí en la Tierra fue el susurro de las palabras del virgen Juan. Para mí fueron como la nana de una madre junto a la cuna. Y acompañaron a mi espíritu en el último éxtasis, demasiado sublime como para ser descrito. Acompañaron a mi espíritu hasta el Cielo.

Juan, único testigo de este delicado misterio, me avió. Él solo me avió, envolviéndome en el manto blanco, sin cambiarme de túnica ni de velo, sin lavacro y sin embalsamamiento. El espíritu de Juan – como se ve claro por sus palabras del segundo episodio de este ciclo que va de Pentecostés a mi Asunción – ya sabía que no me iba a descomponer, e instruyó al Apóstol sobre lo que había que hacerse. Y él, casto y amoroso, prudente respecto a los misterios de Dios y a los compañeros lejanos, decidió custodiar el secreto y esperar a los otros siervos de Dios, para que me vieran todavía y sacaran, al verme consuelo y ayuda para las penas y fatigas de sus misiones. Esperó como estando seguro de que llegarían.

Pero el decreto de Dios era distinto. Como siempre, bueno para el predilecto; justo, como siempre, para todos los creyentes. Cargó los ojos del primero, para que el sueño le ahorrara la congoja de ver como se le arrebataba también mi cuerpo; dio a los creyentes otra verdad que les ayudara a creer en la resurrección de la carne, en el premio de una vida eterna y bienaventurada concedida a los justos; en las verdades más poderosas  y dulces del Nuevo Testamento – mi Inmaculada Concepción, mi divina maternidad virginal - ; en la naturaleza divina y humana en mi Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nacido no por voluntad carnal sino por desposorio divino y por divina semilla depositada en mi seno; en fin, para que creyeran que en el Cielo está mi corazón de Madre de los hombres, palpitante de vibrante Amor por todos, justos y pecadores, deseoso de teneros a todos junto a sí, en la Patria bienaventurada, por toda la eternidad.

Cuando los ángeles me sacaron de la casita, ¿mi espíritu había venido a mí? No. El espíritu ya no tenía que bajar de nuevo a la Tierra. Estaba en adoración delante del Trono de Dios. Pero cuando la Tierra, el destierro, el tiempo y el lugar de la separación de mi Señor, Uno y Trino fueron dejados para siempre, entonces el espíritu volvió a resplandecer en el centro de mi alma, despertando a la carne de su dormición; por lo que es cabal hablar, respecto a mí de Asunción al Cielo en alma y cuerpo, no por mi propia capacidad, como sucedió en el caso de Jesús, sino por ayuda angélica. Me desperté de aquella misteriosa y mística dormición, me alcé, en fin volé, porque ya mi carne había conseguido la perfección de los cuerpos glorificados. Y amé. Amé a mi Hijo y a mi Señor, Uno y Trino, de nuevo hallados, los amé cómo es destino de todos los eternos vivientes”.





viernes, 19 de julio de 2024

ÚNICAMENTE LA CARIDAD RESUCITA A LOS MUERTOS PORQUE SIN CARIDAD ESTAMOS MUERTOS. LA CARIDAD HECHA CARNE HA VENIDO A ENSEÑAR EL AMOR COMO SALUD.

EL HOMBRE TIENE QUE ESCOGER ENTRE EL AMOR Y EL ODIO
Bella imagen del ángel tenebroso, teniendo en sus manos un dragón,
que es el odio; y el ángel de Dios, teniendo en su mano
 una preciosa ave, que es el Amor



         Este discurso del Ángel Azarías, ángel de la guardia de María Valtorta, es para mí - aparte de la Biblia, y sobre todo de las Palabras de Jesús en el Evangelio, con las Epístolas de los Apóstoles -, el más sublime de los que se han pronunciado, y que han sido oídos por un ser humano. Estas palabras son una verdad que "muerde" a toda la retahíla de progresistas que predican insistentemente la Doctrina "descafeínada" de los teólogos progresistas tipo Hans Kung, Massiá, Queiruga y tantos otros que son los abanderados de la teología de la secularización, del relativismo, y del inmovilismo con sus discursos anestesistas: "Dios te quiere como eres, hagas lo que hagas, Dios siempre te querrá, ¡hay que estar a gusto con sus pecados!".

          El Ángel explica claramente que cuando se odia, se corta como con un cuchillo la unión con Dios, y el alma muere y se vuelve putrefacta, solo el arrepentimiento profundo y sincero opera el Milagro de Dios, que resucita el alma, hecho que solo es posible en esta Tierra cuando el trigo aún no ha madurado y está mezclado con la cizaña sembrada por Satanás, como lo dice el Evangelio.

    Y quiero aquí añadir unas observaciones personal: el mono dicen que comparte el 99% de los genes del ser humano, pero el mono que es un cuadrumano, está declarado en la Biblia como animal impuro, y al no tener alma, es un ser virtual es decir un espejismo, porque para Dios que es eterno, lo importante es solo lo que es también eterno, ya que está escrito que Dios hizo el hombre a su imagen y semejanza, naturalmente la mayoría de los antropólogos obcecados y soberbios, que siendo finitos quieren explicar la Creación que es infinita, consideran el mono como un ser humano y algunos están empeñados en clasificarlos en esa categoría. 

           El alma humana puede morir por el pecado que siempre es odio, pero en este mundo gracias a la Comunión de los Santos, gracias a las oraciones de los hermanos, puede lograr en esa alma abrir un resquicio para que penetre en ella la Luz divina, y lograr el arrepentimiento que es la sublimidad del amor, en ese caso Dios puede resucitar al alma muerta y devolverle la Vida, hecho que será imposible a la muerte de la persona, porque la mies estando segada no puede volver a crecer, y el trigo irá en los graneros de Dios y la cizaña al fuego eterno, como así lo explica Jesús.


PALABRAS DEL ÁNGEL AZARÍAS A MARÍA VALTORTA (23-6-1.946)


           [...] El temor de Dios preserva de las culpas y dota de vista segura al espíritu del hombre, y el espíritu que "ve" no puede dejar de creer en Dios y en sus Palabras y, de esta suerte salvarse de la muerte espiritual. Juan, el Precursor, predicaba el temor de Dios para descombrar los caminos al Cristo que venía a salvar a su pueblo. Jesús, el Salvador, predicó el amor por los caminos de la Salvación.

             El temor precede siempre al amor; y diré así, la incubación del amor es la metamorfosis del sentimiento en un grado más elevado. El temor es todavía del hombre mientras que el amor es ya del espíritu. El hombre que teme a Dios se halla, a no dudar en el buen camino siempre que su temor a Dios sea justo, es decir, que no sea un ignorante e irracional miedo de Dios, más con todo, es siempre un camino trillado por quien no han desplegado las alas para volar a un desconocimiento más alto de lo que es Dios, esto es: Misericordia y Amor. El hombre que teme sigue sintiéndose el castigado por la culpa antigua y las suyas actuales. En cambio el hombre que ama, se siente el "perdonado" por los méritos de Cristo y revestido con ellos, de modo que el Padre ya no lo ve como súbdito, sino como hijo. El temor es bueno para tener sofrenada con las riendas a la materia; más el Amor es óptimo para dotar de calor de santidad al espíritu.

       Con solo el temor, el culpable se arrepiente; más su arrepentimiento es todavía mudo y oscuro al estar sofocado, cual llama bajo el celemín, por el temor al Dios Juez. El culpable que al temor añade el Amor, suspira y su alma se encuentra ya en una luz que le ayuda a hablar al Padre y a ver su estado espiritual porque, no ya las culpas graves, pero también las veniales e imperfecciones se le presentan cual pobre capa de hierba bajo árboles altísimos y, a su vista, puede, no solo talar los árboles, más también arrancar los brotes, limpiando así el terreno para sembrar en él las virtudes gratas a Dios.

               Por tanto el culpable cuya fortaleza estriba en el amor, no solo posee el arrepentimiento perfecto - porque se arrepiente, no ya por temor al castigo, pero por la pena de haber causado pena a su Dios amado - sino que en el mismo amor tiene su absolución primera. Y en verdad, pocas veces aquel que ama con todo lo que esto es, llega a las culpas mortales. Solo un asalto imprevisto y feroz de Satanás y de la carne podrán abatirle momentáneamente. Más en general, el amor preserva de caer y cuanto más fuerte es, tanto más débil será el pecar, lo mismo en número que en gravedad, hasta ir menguando el pecado, quedan solo imperfecciones apenas aparentes en aquellos que alcanzaron el perfecto amor, es decir la Santidad.

               El Apóstol Juan, el bendito y amoroso Juan, os da en la Epístola la medida de lo que puede la caridad y las cumbres que alcanza. Y, en contraposición, os hace ver el abismo en que se precipita quien no tiene la caridad:

"Nosotros sabemos haber sido transportados de la muerte a la Vida porque amamos a los hermanos"-

                ¡De la muerte a la Vida! María, ¡que frase tan lapidaria!  El hombre, si no ama, ha muerto, es un muerto. Y si ama, el hombre, tras haber sido muerto, resucita y adquiere la Vida. ¿Cómo puede ser? ¡Esto es un verdadero milagro! Los pobres, los verdaderos pobres del mundo, es decir aquellos que no conocen a Dios, no pueden asimilar esa verdad y se ríen de ella, como palabras de locos. Más el que cree, el que realmente cree la comprende perfectamente.

              Dios es caridad, por eso el que ama está en Dios ¿Quién es el que da y devuelve la vida? Dios. Sea que traiga al hombre del barro y lo vivifique con el aliento divino espirando sobre la forma de creta, sea que coopere a la formación de los hombres creando un alma para el embrión animal que fue concebido en un seno, el alma: la vida del hombre que no es un bruto y que, sin esta vida de su existencia, no estaría ni materialmente vivo porque a él para estarlo, no le basta tener como los animales, la respiración en las narices sino que debe poseer esta alhaja espiritual, esta vena espiritual que le mantiene unido al Seno Santísimo de su Creador y nutrido por el que es Espíritu, Luz, Sabiduría y Amor. Y sea por fin a aquel que entregó su alma, el que la vuelva a infundir resucitándolo, es siempre el "Quiero" Divino el que hace vivir a la criatura.

Mas la criatura  tiene una vida en su vida: su alma, y esta que, al ser inmortal, no muere por la muerte física, puede muy bien morir si, como antes he dicho, se separa del seno de su Señor. El odio, cualquiera que sea su forma y testimonio, es el cuchillo que corta la ligadura que une el Señor con el alma, una vez separada del Señor, muere. 

Por eso únicamente la caridad es la que de los muertos hace vivos. Porque sin Caridad estáis muertos. Y muertos estaban muchos, y más antes que la Caridad hecha Carne viniera a enseñar el Amor como Salud.

        Por eso puede muy bien decir el Apóstol Juan, que los verdaderos cristianos han sido trasladados de la muerte a la Vida por la Caridad que tiene su mandamiento de amar a los hermanos hasta el holocausto, dando así el ejemplo del Amor perfecto. El mandamiento del Amor, que los buenos acogen, es como el soplo de Vida inspirado al barro para hacer de él a Adán, o el Fiat que se repite en cada infusión del alma en un germen de hombre y, sobre todo, como el grito del Resucitador: "¡Yo te lo digo: levántate!" y el "¡Lázaro, ven afuera!" a los resucitados de Palestina.

              Dios, que vuelve a entrar con el Amor, devuelve la Vida a los muertos mediante el Amor. Más el que no ama continúa en la muerte, esto es en el pecado, porque el pecado en todas sus formas es odio. El hijo que no respeta a sus padres y los oprime con exigencias y egoísmos, el que daña a su prójimo con la violencia, el hurto, la calumnia y el adulterio es un homicida. Lo es igualmente al que hace morir de vergüenza o de dolor, lo mismo que quien lleva las almas a la desesperación con actos que le arrebatan la paz, la fe, el honor, la estima y el medio de trabajar, de vivir y de procurar la vida a sus familiares, como también el que con su ferocidad sanguinaria o sutiles persecuciones morales lleva a hacer desesperar de Dios y a morir odiándole, son homicidas de sus hermanos y es como si tratasen de matar a Dios en una nueva crucifixión, porque Dios está en vuestros hermanos y vuestros hermanos en Dios del que son hijos, y el homicida de sus hermanos, aquel que, material, moral o espiritualmente odia a sus hermanos, no hiere tan solo a estos sino que, a través de ellos, hiere también a Dios y, como todos los deicidas, está muerto. 

               En el Reino de Dios, no entran los muertos. El Reino de Dios se inicia en el espíritu del hombre sobre la Tierra mediante la unión de Dios y se completa en el Cielo con su plena posesión. Aquí en la Tierra, Dios en vosotros; y en el Cielo vosotros en Dios. Más Dios no entra en la putrefacción de muerte y la putrefacción de muerte no entra en el Cielo.

 En la Jerusalén Eterna, como no habrá Templos "Porque su Templo es el Señor en el que todos estaremos"; como no habrá necesidad de sol ni de luna porque su esplendor es Dios y su luminaria el Cordero; como no habrá puertas por no ser necesarias para Ella, ni Tiniebla para odiarla; así tampoco habrá en ella nada impuro y corrompido, nada muerto sino que tan solo estarán quienes hayan escrito sus nombres en el libro de la Vida, o sea en la Caridad que es la Vida. "En eso conocemos la Caridad de Dios: en que dio su Vida por nosotros".

               

               

domingo, 14 de julio de 2024

ALEGORÍA DE LA VEJEZ. BELLÍSIMA ANTIGUA IMAGEN FRANCESA DE UN RETIRO ESPIRITUAL, CON ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Temed a Dios para no retroceder, para avanzar,
amadlo (S. Agustín)



INTERPRETACIÓN MÍSTICA DE LA ALEGORÍA
 DE LA VEJEZ (Sirac 11, 9-10. 12, 1-8)


Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio.

Es el momento de seguir los impulsos que te incitan a conocer y aprender, para que puedas adquirir experiencia en la lucha que tendrás que mantener para lograr tu subsistencia, mundo lleno de oportunistas, que está plagado de mentiras, y de gente que siempre se aprovecha y abusa de los indefensos. Se trata de disfrutar decentemente de la vida, siguiendo las Leyes de Dios. Pero existe siempre una limitación al disfrute de los deseos, por eso dice el libro de Sirac de tener cuidado, porque Dios, que aborrece el pecado, pedirá cuenta de todos tus actos.

Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.

Consejos muy acertados: la Juventud es para vivirla con alegría, ya que un joven triste será toda su vida un amargado, Por eso no solo en los humanos y también en los animales, el Creador ha puesto el poderoso instinto que los empuja al Juego, que es como “cargar las baterías” de la vida para así poder afrontar todas las dificultades venideras.

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: "No encuentro en ellos ningún placer"; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia.

La juventud es como una primavera, donde todo sonríe, esto lo vemos en la alegría de los niños, que siempre están felices, pero luego vendrá el verano y el otoño de la vida, donde los cinco sentidos corporales, que comunican al alma los sentimientos, empezarán a “desgastarse”, haciendo perder al hombre sus facultades, perdiendo poco a poco la intensidad del sentido del gusto, de la vista, del oído y del olfato, y debilitando sus fuerzas, lo que se traduce en las nubes cargadas de lluvia, preludio del Invierno, que es el final de la existencia humana.

En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones.

Los guardianes de la casa que son las tres potencias del alma, la memoria, el entendimiento y la voluntad, se debilitarán, eso es lo que le ocurrirá hasta los hombres más vigorosos, las moledoras que son los dientes, serán pocos, los ojos que son las que miran por las ventanas, perderán su acuidad visual, las puertas de la calle cerradas, son el impedimento de los ancianos para desenvolverse en este mundo; no se percibirán los sonidos que es el declinar el ruido de los molinos, ya no se oirán por eso el canto de los pájaros, ni se podrán oír las canciones.

Entonces se temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino. El almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle.

Las fuerzas que han declinado por la vejez, hacen temer subir por las cuestas empinadas, y causarán miedo para enfrentarse a cualquier imprevisto, ante la falta de las fuerzas, el pelo se volverá blanco, como un almendro en flor, los ruidos en los oídos, que son como el sonido de las cigarras, se oirán en los oídos que son las alcaparras. Es la vida humana que se apaga, con los sufrimientos y las molestias de la vejez, comparadas a plañideras que rondan la calle.

Sí, acuérdate de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo dio.

Es entonces cuando el hombre tiene que prepararse para el encuentro con Dios, antes que sobrevenga la muerte que es la hebra de plata que se corta por mandato de Dios, liberando el alma que está contenida en esa ampolla de oro, que al romperse, retorna a su Creador, cuando se haga pedazos el cántaro que es el cuerpo mortal, al romperse la cuerda del aljibe, que es la que la mantenía con vida.

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!



miércoles, 10 de julio de 2024

EL AMOR A DIOS NOS ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO, LOS QUE NO LO CONSIGUEN EN LA TIERRA TENDRÁN QUE APRENDER A AMARLO EN EL PURGATORIO.



Dios ha entregado su bien más preciado que es su Hijo
para evitarnos los horrores del Infierno a cambio.
Dios solo nos pide nuestro amor incondicional.



El famoso lema que dice que Amor con amor se paga se aplica para la relación espiritual entre el alma y su Creador. A Él le debemos todo lo que poseemos, nuestro cuerpo con sus 5 sentidos, nuestra comida, nuestro vestido y nuestro trabajo, solo por eso Dios merece nuestro más profundo agradecimiento,
Pero, al ser hijos de Adán, este nos trasmitió una enfermedad hereditaria, fruto del grave pecado de Soberbia que arraigó en su espíritu y en el de sus descendientes, pecado que es el causante de todos los sufrimientos de la humanidad, ya que deformó el espíritu de inocencia, impulsándole al egoísmo, al desprecio y al odio de su prójimo, que es lo que ocurrió con Caín que mató por envidia a su hermano Abel, fue el primer asesino de la Humanidad. 
Dios Todopoderoso y Misericordioso, sabiendo que este pecado de falta de amor, que se transformó en odio por el veneno de Satanás, imposibilitaba a las almas entrar en su Santo Reino, mandó a su Hijo como víctima expiatoria, para devolver al ser humano su dignidad perdida y hacerlo apto para ser un morador del Paraíso perdido. 
Por esa razón, como lo dice San Juan de la Cruz, además del agradecimiento que le debemos por habernos creado, le debemos también correspondencia con la sublimidad del Amor que es la Adoración y la entrega absoluta a sus mandamientos, ya que eramos esclavos de Satanás, y hemos sido redimidos por Él. Para entrar en los Cielos tenemos que recobrar la Inocencia perdida, que es una tarea harta difícil, por eso Dios da toda una vida para conseguirlo, los que no lo consiguen tendrán que aprender a amar en la escuela del Purgatorio.





DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(21 de Octubre de 1.943)


Dice Jesús:


"Vuelvo a reanudar el tema de las almas acogidas en el Purgatorio... He dicho que las almas purgantes solo sufren por amor y expían con amor. Estas son las razones de este modo de expiación.
Si vosotros, hombres inconscientes, consideráis atentamente mi Ley en sus consejos y mandamientos, veis que gira totalmente alrededor del Amor, a Dios y al prójimo. Es el primer mandamiento, Yo Dios, me impongo a vuestro amor reverencial con toda la solemnidad digna de mi Naturaleza respecto a vuestra nada: "Yo soy el Señor tu Dios".

Os olvidáis de ello demasiadas veces, hombres que os creéis dioses y, si no tuvierais en vosotros un espíritu vivificado por la Gracia, solo seríais polvo y podredumbre, alimañas que unís a la animalidad la astucia de la inteligencia poseída por la Bestia, que os hace cometer obras de animales, peor que de animales: de demonios.

Decíoslo  mañana y noche, a medio día y a media noche, cuando coméis, cuando bebéis, cuando vais a dormir, cuando os despertáis, cuando trabajáis, cuando descansáis, decíoslo cuando amáis, cuando contraéis amistades, cuando mandáis y cuando obedecéis, decíoslo siempre:  "Yo no soy Dios. La comida, la bebida, el sueño, no son Dios. El trabajo, el descanso, las ocupaciones. las obras de genio, no son Dios. La mujer, o peor las mujeres no son Dios. Las amistades no son Dios. Los superiores no son Dios. Uno solo es mi Señor que me ha dado esta vida para que con ella merezca la Vida eterna, que me ha dado vestidos, alimentos, moradas, que me ha dado el trabajo para que me gane la vida, la genialidad para que de muestra de ser rey de la Tierra, que me ha dado capacidad de amar y criaturas para amar "con santidad" y no con concupiscencia, que me ha dado el poder, la autoridad para que los convierta en medios de santidad y no de condenación.

Yo puedo hacerme semejante a Él porque Él lo ha dicho: "Dioses  soy", pero solo si vivo su Vida, esto es: su Ley, pero solo si vivo su Vida, esto es su Amor. Uno solo es Dios; Él, yo soy su hijo y súbdito, el heredero de su Reino. Pero si desierto y traiciono, si me creo un reino mío en el que quiero ser Dios humanamente, entonces pierdo el verdadero Reino y mi condición de hijo de Dios decae y se degrada al de hijo de Satanás, porque no se puede servir  a la vez el egoísmo  y el Amor, y quien sirve al primero sigue al enemigo de Dios y pierde el Amor,  o sea, pierde a Dios.

Quitad de vuestra mente y de vuestro corazón todos los falsos dioses que os habéis colocado, comenzando por el dios de barro que sois vosotros mismos cuando no vivís en Mí Acordáis de cuanto me debéis  por cuanto os he dado - y más os habría dado si no hubierais atado las manos a vuestro Dios con vuestra forma de vida - lo que os he dado para cada día y para la vida eterna.

 Para esta, Dios os ha dado a su Hijo, para que fuera inmolado como cordero sin mancha y lavase vuestras deudas con su Sangre, y no hiciera así como en los tiempos Mosaicos, recaer la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la cuarta generación de los pecadores, que son "quienes me odian" porque el pecado es ofensa a Dios y quien ofende odia.

No alcéis otros altares a dioses no verdaderos. Tened sólo y exclusivamente al Señor Dios vuestro, y no en altares de piedra, sino sobre el altar vivo de vuestro corazón. Servirle a Él y ofrecerle verdadero culto de Amor, de Amor, de Amor, hijos que no sabéis amar, que decís, decís, decís palabras de oración, solo palabras, pero que no hacéis del amor vuestra oración, la única que agrada a Dios.

Recordad que un verdadero latido de amor, que suba como una nube de incienso de las llamas de vuestro corazón enamorado de Mí, tiene para Mí un valor infinitas veces mayor que miles y miles de oraciones y ceremonias realizadas con el corazón tibio o frío. Atraed mi Misericordia con vuestro amor. ¡Si supierais que activa y grande es mi Misericordia hacia quien me ama! es una ola que pasa y lava cuanto constituye mancha en vosotros. Os da una estola cándida para entrar en la Ciudad santa del Cielo, en la que la Caridad del Cordero que se ha dejado inmolar por vosotros resplandece como el sol.

[...] El amor que no habéis sabido profesarme en la Tierra me lo tenéis que dar en el Purgatorio. Por eso os digo que el Purgatorio solo es sufrimiento de amor.
Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a la espalda la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amado poco a Él. Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y no habiendo merecido el Paraíso, os lo merezcáis ahora encendidos de caridad, ardiendo por cuanto habéis sido tibios en la Tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de horas de expiación de amor, lo que no habéis suspirado  miles y miles de veces en la Tierra por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A cada vez que habéis vuelto las espaldas al Amor, corresponden años y siglos de nostalgia amorosa. Años y siglos según la gravedad de vuestra culpa.

Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz encuentro del primer juicio, cuyo recuerdo tenéis con vosotros para haceros aún más viva el ansia de Amor, suspiráis por Él, lloráis su lejanía, os lamentáis y arrepentís de haber sido vosotros la causa de tal lejanía y os hacéis cada vez más permeables a ese fuego encendido de la caridad a ese supremo bien.
Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo son lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la incandescencia de amor os penetra más fuerte y más adentro, y entre el resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo del Dios visto en aquel instante.

Así como en la vida de la Tierra cuanto más crece el amor, más sutil se hace el velo que cela al viviente de la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino cuanto más crece la purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo fuego. Es como un sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasado del merecido y bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la posesión pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como un candelero arrojado en un incendio.

¡Oh! gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de ese reino de espera al Reino del Triunfo, ¡Oh, conocimiento perfecto del Perfecto Amor!

Ese conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por voluntad de Dios, pero que no se puede describir con palabras humanas. Cree que merece la pena sufrir toda una vida para poseerla desde el momento de la muerte, Cree que no hay caridad mayor que  procurarla con las oraciones a quienes amaste en la Tierra y que ahora comienzan su purificación en el amor, a quienes en vida tantas y tantas veces cerraron las puertas del corazón. Ánimo, bendita a quien son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y sube. Por ti misma y por quienes amas en el más allá. Deja consumar en el amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor en el Purgatorio para abrir las puertas del Cielo a quienes amas. Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuanto es débil y pecó.

 Los Serafines salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación del amor y le enseñan el "Sanctus" eterno para cantar al pie de mi Trono".
                             






lunes, 24 de junio de 2024

UNO DE LOS MILAGROS MÁS PORTENTOSOS DE JESÚS: LA TEMPESTAD CALMADA


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Uno de los milagros más grandes de Jesús
La tempestad calmada




Este es uno de los milagros más extraordinarios y estremecedores de Jesús, que da testimonio de su Divinidad, porque solo Dios puede con su poder infinito mandar callar al viento para que enmudezca, y aplacar al mar enfurecido por la tormenta que iba a engullir la embarcación donde estaban Jesús con sus discípulos.

Este relato contiene una extraordinaria enseñanza: Jesús, aunque parezca dormido ante los peligros de la Vida, y las acechanzas de Satán, está perfectamente enterado de todos los acontecimientos, y solo espera nuestra llamada suplicante para defendernos del peligro, por grave y grave que sea. Como Dios, Jesús es invencible y puede hacer posible, para los que tienen fe en Él, los problemas que parecen insolubles.

 Y aquí me permito otra opinión personal: siempre me pregunté: ¿Por qué el hombre solo se acuerda de Dios cuando tiene necesidades?, cumpliendo así el famoso proverbio castellano, que dice: “Solo se acuerdan de santa Bárbara cuando truena”. ¿Por qué el hombre no se acuerda de Dios, cuando es feliz y dichoso, dándole constantes gracias por ser tan bueno, con él?

 Sobre todo ¿Por qué no se da constantemente gracias a Dios, en este mundo en donde se ve tanta desdicha, sabiendo que lo que se tiene en la tierra es un bien perecedero, que no tiene nada que ver con el Bien eterno, que solo se encuentra en el Santo Reino de Dios? A ese respecto, Adán y Eva eran en eso menos culpables, ya que antes del pecado, estaban en un mundo donde no existía aún el sufrimiento, debido a las desgracias, al hambre, a la injusticia y la muerte, y al ser inocentes no podían saber la terrible consecuencia de sus actos, creo que por eso merecieron un Redentor.

Al contrario de Lucifer y sus ángeles, eran seres mucho más inteligentes y por eso conocían las consecuencias del mal, pero al estar cegados por la Soberbia, cuyo fruto es el odio, y al querer ser semejantes a Dios, no merecieron  un posible Redentor.







PARA EL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO
DE MARÍA VALTORTA


          Ahora que todos duermen les voy a expresar mi alegría. He “visto” el Evangelio de hoy.

          Tenga en cuenta que esta mañana, mientras lo leía, me he dicho a mí misma: “Este es un episodio evangélico que no veré nunca porque se presta poco a una visión”. Sin embargo, cuando menos me lo esperaba, ha venido a llenarme de alegría.

               Cuanto sigue es lo que he visto.
        Una barca de vela, ni demasiado grande ni demasiado pequeña, una barca de pesca en la que se pueden mover cómodamente cinco o seis personas, surca las aguas de un hermoso lago de color azul intenso.
           Jesús duerme en la popa. Va vestido de blanco, como de costumbre. Tiene la cabeza reclinada sobre el brazo izquierdo; debajo del brazo y la cabeza, ha colocado su manto azul-gris doblado varias veces. Está sentado, no echado, en el fondo de la barca; su cabeza apoya sobre esa porción de entablado que está en el extremo de la popa (no sé como la llaman los marineros). Duerme plácidamente. Se le ve cansado. Está sereno.

          Pedro guía el timón. Andrés se ocupa de las velas. Juan con otros dos que no conozco está poniendo en orden maromas y redes en el fondo de la barca, como si tuvieran ocasión de prepararse para la pesca (quizás nocturna). Yo diría que el día se encamina al atardecer, pues el sol desciende ya hacia occidente. Todos los discípulos se han subido las túnicas, de forma que, sujetas con el cinturón, están abolsadas a la altura de la cintura, para así estar más libres de movimientos y poder desplazarse mejor sobre la barca, salvando remos, cestas y redes, sin que las túnicas estorben; todos se han quitado el manto.

          Veo que el cielo se oscurece y el sol se esconde detrás de unos nubarrones de tormenta que han aparecido de improviso detrás del pináculo de una colina. El viento les empuja velozmente hacia el lago. Por el momento, el viento está alto y el barco se mantiene sereno; eso sí, adquiere una tonalidad más oscura y su superficie se frunce: no son todavía olas, pero empieza a agitarse el agua.

          Pedro y Andrés observan el cielo y el lago, y organizan las maniobras para acercarse a la orilla. Pero, he aquí que el viento se abate sobre el lago y en pocos minutos todo bulle y espuma. Olas que se embisten mutuamente, que chocan contra la barquilla, levantándola, bajándola, girándola en todas las direcciones, impidiendo las maniobras del timón, como el viento la de la vela, que ha de ser arriada.

          Jesús sigue durmiendo. No le despiertan ni los pasos, ni las azogadas voces de los discípulos, ni el silbar del viento; ni siquiera los latigazos de las olas contra los costados y la proa. Sus cabellos ondean al viento. Le alcanza alguna salpicadura del agua. Pero Él duerme. Juan saca de debajo de un entablado su manto y, desde la proa corre a la popa, y le tapa; le cubre con delicado amor.

          La tempestad se hace cada vez más amenazadora. El lago está tan negro, que parece que en él se haya derramado tinta; estriado por la espuma de las olas. La barca traga agua. El viento la va empujando cada vez más mar adentro. Los discípulos ya sudan haciendo las maniobras y achicando por la borda el agua vertida adentro por las olas. Pero no sirve de nada; se ven chapoteando ya en el agua, hasta la mitad de las piernas, y la barca se hace cada vez más pesada.
          Pedro pierde la calma y la paciencia. Deja a su hermano el timón, y bamboleándose, se llega a Jesús y le menea vigorosamente.
                     Jesús se despierta y levanta la cabeza.

Me permito aquí hacer un inciso, para explicar cómo se debe obrar ante una situación de gravísimo peligro: Primero es necesario arropar a Jesús, como lo ha hecho Juan, lo que significa darle amor, y adorarle más que nunca cuando hay peligro. Luego hay que pedir insistentemente con la oración y mucha humildad ayuda a Jesús, porque Él siempre responde, es lo que hace Pedro, cabeza de la Iglesia, meneando y despertando a Jesús que estaba aparentemente dormido.

            “¡Sálvanos, Maestro que perecemos!” grita Pedro (tiene que gritar para ser oído). Jesús mira a su discípulo fijamente, mira a los demás y luego al lago. “¿Tenéis fe en que os puedo salvar?”.

          “Rápido, Maestro” grita Pedro, mientras una verdadera montaña de agua originada en el centro del lago, se precipita contra la pequeña barca; tan alta y espantosa que parece una verdadera tromba de agua. Los discípulos, que la ven venir se arrodillan y se agarran dónde pueden y como pueden, convencidos que ha llegado el final.

          Jesús se alza. Está erguido sobre el entablado de la barca: figura blanca sobre el color lívido de la tempestad. Extiende los brazos sobre la enfurecida ola y dice al viento: “¡Detente y calla!”, y al agua: “¡Cálmate, lo quiero!”.

          Y la tromba se disuelve en espuma, que cae inocua: un último bramido que se transforma en susurro; y también el viento, transformándose en suspiro su último silbido. Sobre el lago pacificado vuelve el cielo despejado, la esperanza y la fe, al corazón de los discípulos.

          Es imposible describir con palabras la Majestad de Jesús: hay que verla par entenderla. Me deleito con ella en mi interior, pues todavía tengo su presencia, y pienso en cuán plácido era el sueño de Jesús y tan potente su imperio sobre el viento y las olas.

             Jesús dice luego:

          “No te voy a comentar el Evangelio en el sentido en que lo hacen todos. Voy a ilustrarte los preliminares del pasaje evangélico.
           ¿Por qué dormía Yo? ¿No sabía acaso que la borrasca estaba llegando? Sí, lo sabía. Yo solo lo sabía. Y entonces ¿Por qué dormía?

          Los apóstoles eran hombres, María; animados sí de buena voluntad, pero todavía muy “hombres”.  El hombre se cree siempre capaz de todo. Y si se da el caso de que realmente sea hábil, se envanece y se llena de apego por su “habilidad”.

          Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran buenos pescadores y, por tanto, se creían insuperables en las maniobras marineras. Yo, para ellos, era un gran “rabí”, pero no valía nada como marinero. Por ello, me creían incapaz de ayudarles, y cuando subían a la barca para atravesar el Mar de Galilea, me rogaban que estuviera sentado porque no era capaz de nada más. También lo hacían por afecto, porque no querían darme trabajos físicos, si bien el apego a sus capacidades era el elemento más importante.

          María, Yo solo me manifiesto en casos excepcionales. Generalmente os dejo libres y espero. Aquel día, cansado como estaba y habiéndome solicitado que descansara, o sea que les dejase actuar a ellos – a ellos que tan duchos eran – me puse a dormir… y a constatar como el hombre “es hombre” y quiere actuar por sí solo, y no percibe que Dios solo quiere ayudarle. Veía en esos “sordos espirituales”, a todos los sordos y ciegos del espíritu que durante siglos y siglos acarrearían su propia ruina por querer “actuar por sí solos”, teniéndome a Mí, abierto a sus necesidades, en espera de su llamada pidiendo ayuda.

          Cuando Pedro gritó “¡Sálvanos!”, mi amargura se disipó como una piedra por su propio peso.

          Yo no soy “hombre”, soy el Dios-Hombre. No actúo como vosotros, que, cuando uno ha rechazado vuestro consejo o ayuda, y luego le veis en problemas, aunque no seáis tan malos que os alegréis de ello, si lo sois siempre en cuanto que os lo quedáis mirando desdeñosamente y con indiferencia – y no os conmovéis ante su grito que pide ayuda – con grave ademán que significa: “¿No me has aceptado cuando te quería ayudar? ¡Pues ahora arréglatelas solo!”. No, Yo soy Jesús, soy Salvador, y salvo, María, salvo siempre, en cuanto se me invoca.

           Más vosotros, bienquistos hombres, podríais objetar: “¿Y por qué permites que se formen tempestades en el individuo o en la colectividad?”.

          Si con mi poder destruyese el Mal (del tipo que fuera), acabaríais creyéndoos autores del Bien – que en realidad es un don Mío – y no os volveríais a acordar jamás de Mí, jamás.

           Tenéis necesidad, bienquistos hijos, del dolor para acordaros de que tenéis un padre, como el hijo pródigo, que se acordó de que lo tenía cuando pasó hambre. Las desventuras sirven para convenceros de vuestra nada, de vuestra insipiencia – causa de tantos errores – y de vuestra maldad – causa de tantos lutos y dolores -, de vuestras culpas - causa de castigo que vosotros mismos os proporcionáis – y de mi existencia, potencia y bondad.

        Eso es lo que os dice el evangelio de hoy, “vuestro” evangelio de la hora presente, pobres hijos míos. Llamadme. Jesús duerme sólo porque está angustiado de ver vuestro desamor hacia Él. Llamadme y acudiré”.