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lunes, 23 de abril de 2012

RESUMEN DE LA DOCTRINA MÍSTICA DE SAN JUAN DE LA CRUZ



LAS ALMAS DE LOS SANTOS INOCENTES Y LOS ABORTADOS
SUBEN AL CIELO, Y ESTÁN ALABANDO A DIOS





LA ABSOLUTA NECESIDAD DE LA CRUZ PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA


Las insensatas palabras de S. Juan de la Cruz para los que no tiene fe, verdadera locura para el mundo, y sublime Sabiduría para el Creyente, como así lo dice San Pablo, las explica con toda claridad el místico Doctor, reformador del Carmelo, que ha dado tantos Santos a la Iglesia.

S. Juan de la Cruz, siempre me ha seducido no solo porque mi madre, que en paz descansa, ha sido terciaria de la orden del Carmen y toda mi juventud la oí hablar de él, con profunda sabiduría, siendo así que en la misa de su entierro en Francia, el Sacerdote explicó que todas sus lecturas consistían en las obras de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa y de Santa Teresita, - tres sublimes doctores de la Iglesia - pero sobre todo porqué todas las afirmaciones de San Juan de la Cruz están siempre razonadas y demostradas, lo que se adapta perfectamente a cualquier espíritu cartesiano, que necesita explicaciones para entender los acontecimientos.

Para alcanzar la Vida Eterna que es la fusión y la transformación del alma con la Divinidad, cuya imagen es la unión de la esposa con el Esposo, reflejada en el Cantar de los Cantares, el alma tiene que depurarse completamente de todas sus imperfecciones, lo que tiene lugar en las noches de los Sentidos, y para desarraigar esas tendencias, tiene que pasar por la noche pasiva y activa del del Espíritu, horrenda noche, por la cual han caminado todos los Santos que  han conseguido unirse en esta tierra con la Divinidad siguiendo la doctrina de la Cruz.

Y tiene que depurarse de todas esas imperfecciones porqué, según lo explica el Santo, dos contrarios no pueden caber en un mismo sujeto, como así lo enseña la filosofía. Como Dios es la infinita Pureza y Perfección, a la fuerza, la impureza e imperfección tienen que quedar aniquiladas, entonces el alma libre de todas sus ataduras, se transforma en Dios, y es Dios por participación porqué se ha fundido en Él.

         Todos en más o menos grado somos imperfectos y tenemos tendencia a ir tras nuestros apetitos desordenados: apetitos materiales, que el Santo no describe porqué para él y para los que siguen sus enseñanzas, ya los supone superados, pero sobre todo apetitos e imperfecciones espirituales como son la pereza, la gula, la soberbia, la ira, la envidia, etc…, etc… En sus escritos de la Subida al Monte Carmelo van detallados todos esos defectos espirituales, de una manera tan clara que se ve uno reflejado en cada uno de ellos.

La alegoría del tronco de leña en el fuego, es la que elige S. Juan de la Cruz para explicar este proceso de unión mística con Dios: El alma imperfecta, para transformarse en ascuas ardientes, tiene que comenzar su proceso, desechando todas sus imperfecciones, lo que se traduce por el humo y el hervor de la humedad de la madera, que hasta huele mal, necesarios para que pueda transformarse en ascuas puras y relucientes, es decir en el fuego que es el mismo Dios.

Ese humo y hervor de la humedad de la madera significan la purificación del alma que es  el sufrimiento de la Cruz, verdadera espada flameante de los Querubines que guardan la Entrada del Paraíso.

Decía S. Juan de la Cruz a un hermano que le reprochaba su gran penitencia:

“Si en algún tiempo, hermano mío alguno, fuese Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni la abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de todas las cosas y jamás, si quiere llegar a la posesión de Cristo, lo busque sin la Cruz”.

Los que no han querido o no han podido pasar por esta purificación en esta tierra, si han de entrar en el Reino de los Cielos, tendrán que hacerlo en el Purgatorio. A este efecto, dice el Santo que se gana más aquí en una hora de sufrimiento que muchos años en el Purgatorio.

Recuerdo en el día de su fiesta, algunos pasajes de su vida que me impactaron de manera tal, que han quedado grabados en mi memoria:

-Su gran humildad que se encuentra siempre en todos los Santos, y está siempre ausente de los grandes pecadores: a este respeto el Santo afirmaba que el que tiene verdadera presencia de Dios, es de una humildad tal, que aunque la quiera disimular, no  puede hacerlo, por mucho que intente ocultarlo.

Recuerdo haber leído en su Vida, que al ser increpado con acritud en su convento, por un hermano, se puso de rodillas ante él, besando el suelo, lo que apagó la furia de su contrincante.

Como siempre, para que se entienda mejor, el Santo lo explica con la alegoría del rayo de sol que es la presencia de Dios, cuando penetra en una habitación oscura que es el alma: este rayo ilumina y pone en evidencia hasta las más insignificantes motas de polvo que flotan en el aire, las cuales representan las imperfecciones del hombre.

Fue el Alma del Reformador del Carmelo que ha dado tantos grandes Santos a la Iglesia, siendo Santa Teresa el Cuerpo que hizo posible las fundaciones y las reglas del Carmelo. Su sublime doctrina en donde relata lo que siente el Alma cuando poco a poco se va acercando a Dios, y la descripción de las sensaciones que experimenta en presencia de la Divina Majestad, no ha sido superada aún, ni creo que nunca lo será, por ningún ser humano.

Y así lo vemos, escondido y arrobado en una Ermita del Convento en Segovia, cuando era Prior, y llamado por un Hermano para atender a un asunto del mundo, tener que golpearse los nudillos de las manos en las paredes, para volver en sí, nudillos que tenía descalabrados de tanto golpearlos.

  Su amor a la Cruz: después de su estancia en la cárcel de nueve meses en Toledo, recluido por sus hermanos Carmelitas Calzados, en una estrecha habitación sacándolo todos los viernes a Capítulo para ser azotado públicamente, alimentado con unas pobres sardinas, y después de haberse escapado, se refugió en el Convento de las Carmelitas Descalzas, para esconderse de sus perseguidores, ahí, agarrado a las rejas, confesaba a las Hermanas, su alegría por haber sufrido ese prolongado calvario.

     Su continua penitencia, que le hizo azotarse por haber descansado más de la cuenta después de un largo viaje, que le hizo rechazar unas pequeñas truchas en una posada, diciendo a su compañero que eso no era manjar de un Descalzo, en sus caminatas por Andalucía cuando era Definidor del Carmelo.

Es famosa, y mundialmente conocida en el mundo de la mística, toda su doctrina, y la gran repercusión de sus obras y de su vida, no solo en el mundo católico, pero incluso en otras creencias cristianas, y hasta en otras religiones monoteístas. Quizá el hecho más sobresaliente de su vida, reflejado en famosos cuadros, es cuando Jesús se le apareció con la Cruz a cuestas, y le preguntó: “Juan, ¿que quieres por tus servicios?” a lo cual, el Santo le contestó: “Señor ¡Sufrir y ser despreciado por vuestro amor!”, petición que fue aceptada por Jesús, que le hizo partícipe de su Pasión en su vida y hasta su muerte en el convento de los Descalzos de Úbeda.

 Naturalmente, esa vida de éxtasis y de penitencias le acarreaba intensas persecuciones de parte de Satán. A este respeto, siendo confesor de las Carmelitas en una casa contigua al Carmelo de Ávila, en donde el Santo logró transformar una comunidad de más de 200 monjas relajadas en autenticas ascetas, cuentan que su compañero lo encontró tirado por el suelo, el cual le confesó que “No sabía como el demonio lo había dejado con vida.”

La causa de esos ataques de parte del demonio, y por qué Dios los permite, el Santo explica la causa en sus obras: de la misma manera que Dios se comunica con los Santos en sus visitas místicas, que le causan esos arrobamientos, y que le dejan completamente enajenado, levantándolos del suelo por la aspiración de la divinidad, que lo sustrae momentáneamente de este mundo, para asomarlo  al “tercer cielo”, de la misma manera, por razones de Justicia, da licencia al Demonio para sumergirlo en el Reino del terror.










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