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sábado, 12 de mayo de 2012

CONTRA LOS QUIETISTAS QUE PREDICAN AL DIOS “RELATIVISTA” Y UNA DOCTRINA "DESCAFEINADA"



Jesús cambiará su cayado de Pastor por el cetro de Juez y Rey Todopoderoso



Tremendas palabras de Jesús, que se aplican hoy más que nunca, por tantos predicadores que ocultan o mutilan el Evangelio, predicando solo lo que les gusta, evitando a toda costa de hablar del Infierno, de Satanás, y del Juicio de Dios que aquí explica muy bien el mismo Jesús, que tendrá dos fases, como así lo explica la Santa Iglesia Católica: el Juicio particular de cada alma que tendrá lugar a la hora de la muerte, y el Juicio final que tendrá lugar al fin del Mundo, y que reunirá a toda la humanidad en el valle de Josafat.

Observación de Jesús explicando que se puede orar en todos los sitios, no solo en las Iglesias: el mundo entero, obra de Dios es un lugar de oración, oraron los Santos mártires en las Cárceles, Noé en el arca, Jonás en el vientre de la ballena, y tantos otros en todos los sitios donde se hallaban por sus ocupaciones o por su trabajo. No hay nadie como los grandes místicos y ermitaños para comprender y poner en práctica esas recomendaciones de Jesús.


En la Vida de San Juan de la Cruz, leemos que cuando era Prior en el Convento de los mártires de Granada, repartía a sus frailes en varios lugares del campo, en donde se dominaba toda la Vega de Granada y la imponente mole de Sierra Nevada, y los dejaba solos diciéndoles. "Quedaros aquí, dando alabanzas a Dios, que está presente en toda la Creación".



Del Evangelio tal como me ha sido revelado de María Valtorta


            (…) Justo es santificar las fiestas y alabar al Señor en los lugares de oración, más toda la creación puede ser un lugar de oración si la criatura sabe convertirla en eso con su elevación hacia el Padre. Lugar de oración fue el arca de Noé, a la deriva sobre las olas; y el vientre de la ballena de Jonás; lugar de oración fue la casa del Faraón cuando José vivió en ella; y la tienda de Holofernes para la casta Judith.

             ¿Y no era, acaso, sagrado para el Señor el lugar corrompido en que, esclavo vivía el Profeta Daniel; sagrado por la santidad de su siervo, que santificaba el lugar, hasta el punto de merecer las altas profecías de Cristo y el Antecristo, clave de estos momentos y de los últimos tiempos? Pues con mayor razón será santo este lugar que, con los colores, los perfumes, la pureza del aire, la riqueza de los cereales, las perlas del rocío, habla de Dios Padre y Creador y dice: “Creo; quered creer vosotros, pues de Dios damos testimonio”. Sea, por tanto, la sinagoga de este sábado; leamos en ellas las páginas eternas escritas sobre las corlas y las espigas, teniendo como sagrada lámpara el Sol.

    He nombrado a Daniel. Os he dicho: “sea este lugar nuestra Sinagoga”. Esto trae a la memoria el gozoso “Benedicite” de los tres santos jóvenes entre las llamas del horno: “Cielos y aguas, rocío y escarcha, hielos y nieves, fuegos y colores, luces y tinieblas, relámpagos y nubes, montes y colinas, todo vegetal nacido, pájaros, peces, animales todos, alabad y bendecid al Señor, junto con los hombres de humilde y santo corazón”. Este es el resumen de este canto santo que tanto enseña a los humildes y santos. Podemos orar y merecer el Cielo en cualquier lugar. Lo merecemos cuando hacemos la voluntad del Padre.

            Hoy al amanecer se me ha hecho la observación de que, si todo viene de voluntad divina, también esta quiere el error de los hombres. Es un error, un error además muy difundido. ¿Puede, acaso, un Padre querer que el hijo se haga merecedor de condena? No, no puede. Y, a pesar de ello, vemos en las familias que algunos hijos se hacen tales. Incluso teniendo un padre justo que les señala el bien que hay que hacer y el mal que hay que evitar: ninguna persona recta acusará a ese padre de haber estimulado al hijo al mal.

         Dios es el padre, los hombres son los hijos. Dios señala el bien, y dice: “Mira, te pongo en esta circunstancia para tu bien”; o también, cuando el Maligno y los hombres que le siguen procuran desgracias a los hombres, Dios dice: “Mira, en esta hora penosa, actúa así, de forma que este mal sirva para eterno bien”. Os aconseja, pero no os fuerza. Pues bien, entonces, si uno, aun conociendo lo que sería la voluntad de Dios, prefiere hacer todo lo contrario, ¿se puede decir que tal cosa contraria es voluntad de Dios? No, no se puede.

          Amad la voluntad de Dios, amadla más que a la vuestra, y seguidla contra las seducciones y los poderes de las fuerzas del mundo, de la carne y del demonio. También estas cosas tienen su voluntad, más en verdad os digo que bien infeliz es quien ante ellas se doblega.

         Me llamáis Mesías y Señor. Decís que me amáis y me entonáis alabanzas. Me seguís, y tal cosa parece amor. Y, sin embargo, en verdad os digo que no todos de entre vosotros entrarán conmigo en el Reino de los Cielos. Incluso entre mis más próximos y antiguos discípulos habrá quien no entre, porque muchos harán su voluntad o de la carne, el mundo o el demonio; no la de mi Padre. No quien me dice: “¡Señor!, ¡Señor! Entrará en el reino de los Cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre mío; solo éstos entrarán en el Reino de Dios.

           LLEGARÁ UN DÍA EN QUE YO, QUIEN OS ESTÁ HABLANDO, TRAS HABER SIDO PASTOR, SERÉ JUEZ. NO OS CONFIÉIS ILUSAMENTE EN MI ASPECTO ACTUAL. AHORA MI CAYADO CONGREGA A TODAS LAS ALMAS DISPERSAS Y SE MUESTRA DULCE PARA CONDUCIROS A LOS PASTOS DE LA VERDAD;  ENTONCES, EL CAYADO SERÁ SUSTITUIDO POR EL CETRO DEL JUEZ REY, Y MUY DISTINTA SERÁ MI POTENCIA. ENTONCES SEPARARÉ, NO CON DULZURA SINO CON JUSTICIA INEXORABLE, LAS OVEJAS QUE SE ALIMENTAN DE VERDAD DE AQUELLAS OTRAS QUE MEZCLARON VERDAD Y ERROR O SE NUTRIERON SOLO DE ERROR. UNA PRIMERA VEZ Y LUEGO OTRA HARÉ ESTO. 

     ¡AY DE AQUELLOS QUE ENTRE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA COMPARECENCIA ANTE EL JUEZ NO SE HAYAN PURGADO, NO PUEDAN PURGARSE DE LOS VENENOS! LA TERCERA CATEGORÍA NO SE PURGARÁ. NINGUNA PENA PODRÍA PURGARLA. HA QUERIDO SOLO EL ERROR, EN EL ERROR PERMANEZCA.

     Pues en ese momento habrá incluso, entre estos, quien gima: “¿Cómo es esto, Señor? ¿No hemos profetizado en tu nombre, no hemos arrojado demonios y realizado muchos prodigios en tu nombre?”. Pero Yo, en ese momento, muy claramente les diré: “Sí, habéis osado revestiros de mi Nombre para aparecer como no erais; habéis querido hacer pasar por vida en Jesús vuestro satanismo. El fruto de vuestras obras os acusa.         

       ¿Dónde están los salvados por vosotros? ¿Dónde se cumplieron vuestras profecías? ¿A que llevaron vuestros exorcismos? ¿Quién fue el cómplice de vuestros prodigios? ¡Oh, si muy potente es mi enemigo, pero no está por encima de Mí, Os ayudó, sí, para aumentar su botín; por obra vuestra se ensanchó el círculo de los que fueron arrastrados a la herejía. 

         Realizasteis prodigios, sí, incluso aparentemente mayores que los de los verdaderos siervos de Dios, que no son histriones que dejan estupefactos a las muchedumbres, sino que son humildad y obediencia que dejan estupefactos a los ángeles.

    Mis siervos verdaderos, con sus inmolaciones, no crean fantasmas, sino que los cancelan de los corazones; ellos, mis verdaderos siervos, no se imponen a los hombres, sino que muestran a Dios a los corazones de los hombres; lo único que hacen es cumplir la voluntad del Padre y llevan a otros a cumplirla (de la misma forma que una ola impulsa a la que precede y atrae a la que la sigue), sin colocarse en un trono para decir: “Mirad”. 

Ellos, mis siervos verdaderos hacen lo que Yo digo, sin pensar sino en hacerlo, y sus obras llevan ese signo mío de paz inconfundible, de mansedumbre, de orden. Por tanto, puedo deciros: “Estos son mis siervos, a vosotros no os conozco, alejaos de Mí, vosotros, obradores de iniquidad”.

    "Esto diré entonces. Tremenda palabra será. Estad atentos a no merecérosla. Id por el camino seguro de la obediencia – aunque sea penoso – hacia la gloria del Reino de los Cielos.
Ahora gozáos vuestro reposo del sábado alabando a Dios con todo vuestro ser. La paz sea con todos vosotros”.

   Y Jesús bendice a la muchedumbre antes de que esta se disperse en busca de sombra, hablando en grupos, comentando las palabras oídas. Con Jesús se quedan los Apóstoles y el escriba Juan, que no habla, pero medita profundamente, escudriñando todos los gestos de Jesús.
    Concluye así el ciclo del monte.





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