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viernes, 29 de noviembre de 2024

LA PREDICACIÓN OCULTA DEL APÓSTOL ANDRES, MAESTRO DE LA HUMILDAD








El trabajo oculto del Apóstol Andrés




          Vemos en el Apóstol San Andrés la excelsa Virtud de la humildad, que hace el bien y trabaja para el Reino de Dios queriendo que nadie lo sepa. Esa Virtud, tan poco común en nuestros días en donde se está cacareando por todas partes que la Fe es esencialmente comunitaria, y se desprecia los que son como el Apóstol Andrés, tachándolos de oscurantistas y de retrógrados, es un comportamiento de los más apreciados por Jesús.

           Andrés es el ejemplo de los contemplativos que para alabar a Dios y hacer el bien, quieren quedar ocultos a los ojos de los hombres, sabiendo que el Dios Todopoderoso lo ve y es tan bueno, que está dispuesto a hacer el Bien, aunque ni el mismo Dios – lo que es imposible – lo viera.

         Lo contrario de San Andrés es el Fariseo, ser despreciado por Jesús, que todo lo hace por lo que dirán, y que en vez de esconderse para que sus acciones no sean manifiestas a los ojos de los hombres, hace sonar el clarín para avisar de su “hazaña”. Son los actuales fundadores de asociaciones que se confiesan "Sin ánimo de lucro", pero que tienen gran ánimo de lucrarse en su soberbia, para ser conocidos de todos, dan conferencias, y les gusta aparecer en los Medias. Ese tipo de personas han caído en el pecado de los antiguos fariseos, que se hacen repelentes hasta para el manso, paciente y humilde Jesús.

        San Andrés es la imagen del verdadero creyente, grato a Dios, con una profunda humildad, tiene el perfume de la santidad. El Fariseo es la imagen de Satanás, el falso creyente, desagradable a Dios, de una gran soberbia, tiene el hedor de los réprobos.



DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS 
DE MARÍA VALTORTA



            (…) Jesús está de pie, echando migas a los gorriones (…)
Andrés se dirige hacia Jesús, de vuelta de algo que le han encomendado: “Paz a Ti, Maestro”.

Y a ti, Andrés. Ven aquí un poco conmigo. Tú puedes estar con los pajarillos. Eres como ellos. ¿Te das cuenta?: cuando ellos saben que quien se les acerca los quiere, pierden el miedo. Mira lo confiados que son, y seguros y alegres. Primero estaban casi junto a mis pies ahora estás tú y están alertas…Mira, mira…mira ese gorrión, es más audaz y se está acercando, ha comprendido que no hay ningún peligro. Y detrás de él, vienen los otros. ¿Ves cómo comen? ¿No es igual que para nosotros, que somos hijos del Padre?   
Él nos sacia de su amor. Y cuando estamos seguros de ser amados y de que nos ha invitado a su amistad, ¿Por qué tener miedo de Él y de nosotros? Su amistad debe de hacernos audaces incluso entre los hombres. Cree esto: solo el malhechor debe tener miedo de sus semejantes; no el justo, como tú eres”.

Andrés se ha puesto colorado y no habla.

Jesús le arrima hacia Sí, y le dice sonriendo: “Habría que uniros a ti y a Simón en un mismo néctar, diluiros y daros de nuevo forma. Seríais perfectos. Con todo…si te dijera que, a pesar de ser tan distinto al principio, serías perfectamente igual a Pedro al final de tu misión ¿lo creerías?”.

“Si Tú lo dices, es cierto. Ni siquiera me pregunto como podrá ser, porque todo lo que Tú dices, es Verdad. Me alegraré de ser como Simón, mi hermano, porque es un hombre justo y te hace feliz. ¡Simón vale! Me siento muy contento de que sea una persona que vale. Valiente, fuerte. ¡Bueno, también los demás!...”

“Y ¿tú, no?”.

“¿Yo?...Tú eres el único que puede estar contento de mí…”.

Y darme cuenta de que trabajas silenciosamente y con más profundidad que los otros. Porque en los doce hay quien llama la atención en forma proporcionada a su trabajo, hay quien la llama mucho más de cuanto trabaja y hay quien solo trabaja sin llamar la atención; un trabajo humilde, activo, ignorado…los otros pueden creer que este no hace nada, más Aquel que ve, sabe las cosas.

      Existen estas deferencias porque aún no sois perfectos, y existirán siempre en los futuros discípulos, entre aquellos que vengan después de vosotros, hasta el momento en que el Ángel proclame con voz de trueno. “El tiempo ha terminado”. Siempre habrá ministros de Cristo en que estarán nivelados lo que hacen y la atracción hacia ellos de las miradas del mundo: los maestros.

Y existirán, por desgracia, aquellos que solo serán rumor y gestos externos, solo externos, los falsos pastores de poses histriónicas… ¿Sacerdotes?; no: mimos. Nada más. No es el gesto el que hace al sacerdote, y tampoco el hábito. No hacen al Sacerdote ni su cultura terrena ni las relaciones influyentes de este mundo; es su alma, un alma tan grande que anule la carne.

Todo espíritu, mi sacerdote… así lo sueño, así serán mis santos sacerdotes. El espíritu no tiene voz, ni pose de trágico; es inconsistente porque es espiritual, y por tanto, no puede llevar peplos o máscaras; es lo que es: espíritu, llama, luz, amor; habla a los espíritus, habla con la castidad de las miradas, de los hechos, de las palabras, de las obras. El hombre mira, y ve  a un semejante al suyo. Pero más allá de la carne y por encima de ella, ¿Qué ve?: algo que le hace detenerse en su caminar apresurado, meditar y concluir:

Este hombre, semejante a mí tiene de hombre solo el aspecto; el alma es de ángel”. Y si se trata de un incrédulo concluirá: “Por él creo que hay un Dios y un Cielo”; y, si es lujurioso dice: “Éste, igual a mí, tiene ojos de Cielo; freno mi sentido para no profanarnos”; si se trata de un avaro, decidirá: “Por el ejemplo de este, que no tiene apego a las riquezas, yo ceso de ser avaro”; si es un iracundo, una persona violenta, en presencia del manso, se vuelve un ser más sereno. Todo esto puede hacer un sacerdote santo. 

Y, créelo, siempre existirán, entre los sacerdotes Santos, los que sepan incluso morir por el amor a Dios y al prójimo y hacerlo tan silenciosamente (después de haber ejercitado la perfección durante toda la vida silenciosamente), que el mundo ni siquiera se dé cuenta de ellos. Pero, si el mundo no acaba siendo enteramente un lupanar y un lugar de idolatría, será por estos. Los héroes del silencio y de la laboriosidad fiel. Y tendrán tu sonrisa, pura y tímida. Porque siempre habrá Andréses; ¡por gracia de Dios por suerte para el mundo, los habrá!

“Yo no creía merecer esas palabras… No había hecho nada para suscitarlas…”

Me has ayudado a llevar hacia Dios a un corazón; y es el segundo que conduces hacia la Luz”.

“¿Porqué ha hablado? Me había prometido…”

“Nadie ha hablado. Pero Yo sé las cosas. Cuando los compañeros duermen, cansados, tres son los que están en vela (…): el Apóstol de silencioso y activo amor hacia los hermanos pecadores; la criatura a la que su alma aguijonea hacia la salvación; y el Salvador que ora y vela, que espera y tiene esperanza… Mi esperanza es esta: que un alma encuentre su salud… Gracias, Andrés. Sigue así. Bendito seas por ello”.

“¡Maestro, pero no digas nada a los otros… A solas, hablándole a una leprosa en una playa desierta, hablándole aquí a una mujer cuyo rostro no veo, algo se hacer. Pero si los otros lo saben, especialmente Simón (y quiere venir)… yo ya no sé hacer nada… No vengas ni siquiera Tú… porque me avergüenzo de hablar delante de Ti”.

“No iré contigo. Jesús no irá, pero el Espíritu de Dios ha ido siempre contigo. Vamos a casa. Nos están llamando par la comida”.

Y todo cesa entre Jesús y el manso discípulo.
(….)







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