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jueves, 24 de julio de 2014

DIÁLOGO DE DIOS CON LOS CONDENADOS QUE HAN ESCOGIDO LIBREMENTE SU DESTINO: EL ÁNGEL AZARÍAS OPINA SOBRE LA SOCIEDAD ACTUAL



EL JUICIO FINAL




























Extraordinario mensaje de Azarías, ángel de la Guardia de María Valtorta, que viene a confirmar la Doctrina tradicional, enseñada desde los orígenes del cristianismo por los Apóstoles, los Santos Doctores, y la Iglesia católica.

1º - El mundo ha sido creado por Dios para que el hombre lo conozca, lo venere y siga sus mandamientos; si en algún tiempo, nadie cumple con esas obligaciones, ocurriría lo que pasó en el diluvio y en Gomorra y Sodoma: el mundo sería destruido.

2º- En su gran mayoría, el mundo no obedece las Leyes de Dios, pero subsiste, porque hay Santos que sufren y oran a Dios por los pecadores y lo alaban con Santo temor de no ofenderle, y con encendido Amor.

3º - Dios antiguamente mandaba Profetas para recordar a los hombres que se apartaban de su Ley y para anunciar los acontecimientos futuros, entre ellos el más importante: La venida del Mesías para redimir a toda la Humanidad.

4º - Hoy día la misión de algunas almas, escogidas por Dios no es ese tipo de profetismo, ya que todo ha sido revelado y cumplido con la venida de Cristo Jesús, su misión consiste en recordar a la gente que se está apartando del camino recto, queriendo adaptar la Doctrina a las modas del tiempo: La Teología de la secularización, la Doctrina “descafeínada" o "light”, con un Dios que es incapaz de castigar a nadie porque todos somos hijos suyos, cuando esta filiación solo se obtiene por un cambio radical del comportamiento.

5º - Dios Todopoderoso, ha puesto el hombre en este mundo, dotándolo de libertad para escoger entre el Bien y el Mal, es decir entre Dios y Satanás, esta situación es la que transforma el alma en Hijos de la Luz, o en hijos de las Tinieblas, para ello el hombre tiene toda una vida, ya que algunos pueden resucitar unos momentos antes de comparecer ante el Juicio de Dios, debido a las oraciones de los Santos, a la acción del Cuerpo Místico de Cristo, o a alguna buena acción que haya realizado en vida, que solo Dios conoce.


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Dice Azarías:

“Las culpas de los pueblos son tales y tantas que, de no ser infinita la benignidad de Dios y su paciencia divina, hace ya tiempo que el mundo habría sido destruido como un horror del Universo; horror que tendría que desaparecer por cuanto en una Creación perfecta no deben subsistir cosas ignominiosas.

Más en el mundo, que a la sazón es ya el vestíbulo del Infierno y feudo de Satanás, existen siempre justos, raros, es cierto, como las estrellas en una noche de tempestad y como las palmeras en la inmensidad árida de los desiertos. Y como ya se echa de ver por el episodio de Abraham, Dios está dispuesto a usar de misericordia hasta con los pecadores y salvarlos del castigo si entre ellos hay justos que ruegan. Salvarlos de las desventuras materiales y morales mientras dura su vida, y darles tiempo de tornar al Señor hasta cuando llegue su ocaso - No salvarlos después de la vida si merecieron castigo, ya que en el día de Dios ya no sirven las súplicas de los justos para salvar a los que están muertos a la Gracia. 

La Justicia requiere su curso. Y si hasta con ira y descompasadamente ellos le gritan al Eterno Juez: “Tú nos odias y defraudas nuestra parte de bien”, Él les responderá justamente: “No, os dí vuestra parte, queríais gozar, gozar de las riquezas, del poder, de la lujuria y de las francachelas, conseguido todo ello a cualquier precio. Todo eso lo habéis tenido y os dejé gozarlo como queríais. La elección fue vuestra, elección que Yo respeto y os la dejo para siempre.

En mi Reino solo entran los que vivieron castos, sobrios, justos, misericordiosos, aquellos que sufrieron y lloraron, incluso por vuestra causa, y que amaron a Dios, al prójimo y hasta a vosotros que les afligíais. Marchad. ¿Acaso no decíais que era necedad dejar el gozo para el futuro y cordura gozar del presente seguro? Así os lo concedo. Pues gozásteis en el corto presente, sufrid ahora en el presente eterno”.

Los justos ruegan por los pecadores. ¡Ay si no fuese así! Al lavacro diario y perpetuo de la Sangre Divina se mezclan las plegarias y lágrimas de los justos. Y esta rociada de caridad purifica el mundo de este exceso de inmundicia que la Infinita Misericordia no podría soportar. Por eso el mundo puede subsistir por más que el ojo de Dios lo mire con una severidad que a nosotros los Ángeles, nos impresiona.

Si acaso transcurriese tan solo un día sin que en todo el Orbe se realizara una obra buena; si ocurriese que una vez algún día en que los justos se hicieran pecadores, la luz ya no iluminaría la Tierra, porque sería destruida, porque la Justicia Divina la habría eliminado de las obras creadas.

Lo que os digo puede daros la medida de cuánto sea el valor de la Justicia de los hombres a los ojos de Dios. Una de las causas de justicia es el sincero y humilde conocimiento de si mismos y de las obras de Dios en vosotros. Esta es una de las sabidurías más difíciles de encontrar en los cristianos, aun en los mejores. Una equivocada valoración de las virtudes hace que, efectivamente, para ser humildes, se hagan insinceros y, a lo mejor, hasta hipócritas, sin pensar que con ello se hacen, incluso desagradecidos.

Hay muchos que, siendo buenos, poseyendo dones particulares y sabiendo que son buenos por recibir dones especiales del Señor, por una falsa humildad dicen de sí, ser pérfidos o que carecen de esos dones que los demás reconocen en ellos.

Pues bien, aún en esto se requiere justicia, prudencia, humildad y sinceridad sumas. Prudencia en mantener oculto el don gratuitamente recibido, a fin de que su conocimiento no degenere en fanatismo de la gente, en turbación del beneficiado, en pérdida del tiempo – que, por otra parte podría ser empleado en servicio del Señor -, en tentación y tal vez de pecado de orgullo. Es de obligación no ponerse en ocasión de tentación.

El hombre, aún que sea el mayor favorecido por Dios, debe tener siempre presente que es un hombre, no debiendo por tanto preciarse de ser perfecto ni lisonjearse temerariamente de que, por más que cometa alguna imprudencia, el Señor la reparará en atención a su hijo predilecto. Está bien dirigirse al Padre, diciéndole que no nos induzca en tentación, pero es obligado comportarse de forma que se evite ponerse en peligro de tentación.

[…] La prudencia, que es siempre compañera de un reservado silencio, que no admite propaganda y oculta lo extraordinario bajo las apariencias de vida ordinaria, no debe por lo demás, degenerar nunca en falsa humildad ni en mentira.

Cuando y con quien es, por deber, necesario para vosotras, queridas almas extraordinarias debéis hablar o responder a quien puede interrogaros, no debéis por falsa modestia, decir: “Yo nada tengo pues soy la más grande pecadora, cuando por dentro, sentís que aún que seáis almas muy pequeñas, con todo por la Gracia de Dios, no sois pecadoras hasta el punto de disgustar al Señor. Eso sería mentir. Si estuvierais convencidas de serlo, el manifestarlo solo sería la humilde confesión de la culpa y miseria contenida en vosotras. 

Más si la conciencia os asegura que vuestra pequeñez no se halla manchada con culpa grave, no debéis mentir. Y sobre todo no lo debéis hacer con el secreto deseo de oír que se os diga: “No, si tú eres una santa”, para complaceros con ello. Con el espíritu rendido ante la potencia amorosa de Dios que os ama, responded sinceramente al que tiene derecho a interrogaros: “Si, el Señor ha hecho en mí estas cosas por más que yo sea pobre e imperfecta”.

No fue imperfecta María al cantar su salmo. Reconocía humildemente las grandes cosas que le había hecho Dios para que su alabanza subiese al Cielo junto con la de su pariente, prototipo de todas las almas que habrían de alabar al Señor a través de María que es el Instrumento suave y Santo de las obras del Señor y de vuestra salvación.

Tampoco es soberbio Pablo cuando dice: "Imitadme". Simplemente les dice a sus fieles que le imiten porque la Misericordia de Dios, unida a la voluntad del hombre, había hecho de él, Pablo, un retrato acabado de Cristo, Así como en otra ocasión manifestó sus culpas pasadas y confesó que, siendo ya Apóstol, le golpeó el ángel de Satanás, así también dice aquí: "Imitadme", como en otro lugar dice sinceramente haber gozado de las Revelaciones del Señor y haber sido arrebatado al tercer cielo.

[...] Igual sucede con los instrumentos de Dios. Deben resplandecer. En lo alto de su esfera especial donde Dios los colocó, separados, disgregados del resto del mundo, desconocidos por su nombre y domicilio, e ignorados tal vez durante años como tales instrumentos especiales aún después de su muerte, deben no obstante resplandecer. Y ¿Cómo? Con su santidad de vida, con su incansable trabajo acorde con los quereres de Dios, con su amor y las demás virtudes que en los momentos precisos "magnifican al Señor por las grandes cosas realizadas en ellos", pero siempre iluminan porque el Señor, al vivir en ellos de un modo total, trasluce y emana de ellos su Luz y su Santidad, y como navegantes perdidos en un mar tenebroso y agitado, los espíritus se dirigen a estos faros solitarios azotados por las tempestades del enemigo, y de los enemigos de Dios y de sus instrumentos, más fuertes y heroicos, siempre dispuestos a acoger la Luz y a irradiarla sobre los náufragos para que logren salvarse.

Las almas buscan a Dios. Muchas veces os parecerá que no lo hacen. Nada sabéis vosotros de los espirituales sufrimientos de las almas encerradas en un ser con cuerpo y sentimientos que son enemigos de Dios. Los mismos poseedores de estas almas envilecidas ni se percatan de las lágrimas de su alma obcecada y encadenada que se agita y busca la Luz desde el fondo de su cárcel de la que alguna vez intenta evadirse y buscar a Dios, aspirar un sorbo de aire celestial, saturar su alma espiritual de una Luz del Cielo y recoger palabras arcanas que llevan consigo en su secreto interior.

Palabras que, al parecer se dijeron y recogieron en vano, pero qué, a lo mejor, resurgen en el lecho de muerte venciendo en la última batalla al entregar el espíritu a Dios. Palabras que, tal vez, cierran una salida al error y al delito, palabras que alguna vez, sacan a un espíritu del abismo permitiéndole retornar al camino de Dios.

No son necesarias muchas palabras. Ninguna tal vez. Basta verse: una mirada. Vuestros ojos miran de un modo que ya no es terreno. No sois vosotros los que miráis. Es Cristo que mira a través vuestro. Miráis pero no veis al hombre que tenéis delante. Lo que veis es su alma con vuestra alma. Y así, es por mirar con el alma tras haber colmado vuestra mirada de Luz celestial, por lo que no miráis al modo de todos los demás.

Al escuchar relatos ajenos, muchas veces calláis, Más, al tiempo que vuestros labios callan, vuestra alma está amando. Y, al amar, acaricia y reconforta el alma exasperada, enferma y airada que os habla. Con todo, hablad alguna vez e intercambiad palabras banales con interlocutores banales a los que queréis ocultar vuestro secreto. Más, como una nota de canto que de cuando en cuando se escapa de una sala cerrada, llenando la calle de dulzura que la recoge el pobre consolándose con ella, así también caiga de cuando en cuando de vuestros labios una perla espiritual: chispa desprendida del fuego que os posee y que vuestro interlocutor recoge, e incluso la medita, con lo que su alma despierta, reflexiona y algunas veces decide.

Nada se pierde nunca de las obras del amor. En vosotros está el Amor y todo, por ello es activo. Si, hay muchos, demasiados que viven como enemigos de la Cruz de Cristo, su fin es la perdición, su dios el vientre y su gloria la hacen consistir en su vergüenza, solo pensando en las cosas e la Tierra. Esto es así, pero muchas veces no son sino almas salvajes o asalvajadas por un complejo de circunstancias. No saben, ni conocen y es por eso que no aman ni distinguen. Las iglesias están de sobra para ellos. ¿Qué son para ellos las iglesias? Están de más los sacerdotes. ¿Qué son para ellos los sacerdotes? Son inútiles los Sacramentos. ¿Qué son para ellos los Sacramentos?

¿Sabe por ventura el salvaje que cosa es el navío que ve cruzar delante de sus costas, o el avión que cruza el cielo? Los toma por misteriosas formas mágicas y pavorosas capaces de dañarle, y si puede, las combate. ¿Sabe acaso el antropófago que representa el hombre que, en nombre de la Cruz o de la Ciencia, se aventura a penetrar en sus tierras para llevarle la fe o para estudiar las enfermedades y curarlas? Para el antropófago no es sino la presa que hay que abatir para comerla o bien al que hay que matar como hechicero maléfico.

 ¿Sabe también el salvaje o el hombre primitivo o ignorante que cosa es el suero que el médico le quiere inocular para salvarle de determinada epidemia? Para él es tan solo veneno, venganza del hombre blanco sobre las razas inferiores y, entre los blancos de los Países civilizados, y tal vez un procedimiento usado por los gobernantes para eliminar a los más desgraciados. ¿Cuántos médicos no han sucumbido linchados por el furor desatado a causa del miedo de los salvajes y los ignorantes?

No os sorprendáis por tanto, de que los salvajes espirituales que convivan con vosotros, teman, odien, huyan o se abalancen sobre todo aquello que forma parte del espíritu y de la Iglesia y vivan en su bestial ignorancia. Son unos infelices. No acuden a las corrientes espirituales que solo contemplan por ser vistosas, pero que las rehuyen. Ahora bien, ¿Quien deja de beber de un manantial fresco que brota de la ladera de un monte? Parece tan humilde, tan privado de poder milagroso... No cabe sospechas ni prevenciones contra él y se acaba bebiendo de su frescura. Así es como penetra la Gracia inadvertidamente a donde de ningún otro medio habría penetrado.

Muchos, que eran enemigos de la Cruz y vivían para su vientre y para las cosas de la Tierra, dejan de serlo gracias a las secretas operaciones de los ocultos misioneros del mundo civil, que sois vosotros, instrumentos de Dios.

Aún hay muchos que os odian: aquellos en que reina Satanás que os odia por su conducto. Más no os preocupéis ni tengáis miedo. Decíos: "Somos ciudadanos del Cielo del que nos viene Cristo, que transforma el cuerpo de nuestra humillación en Luz que no se extinguirá". Y manteneos firmes en vuestra labor. 

Y, si ni aún entre los sacerdotes de Cristo encontráis quien os tienda la mano, como recomienda Pablo a su fiel compañero y a sus Filipenses que hagan con Síntica y Evodia, estad firmes, pensando que vuestros nombres figuran escritos en el libro de la Vida, puesto que vivís, trabajáis y morís por la Gloria de Dios y el conocimiento del Evangelio.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".




          



          

         




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