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domingo, 10 de julio de 2016

REFLEXIÓN SOBRE LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO





          Esta conocida Parábola de Jesús, que tomada literalmente puede inducir a engaño, tiene sin embargo un significado muy  profundo y encierra maravillosas enseñanzas sobre la verdadera Doctrina de Jesús. Es una Parábola que explica perfectamente lo que es el amor al prójimo, y consecuentemente el amor de Dios, también nos enseña, aunque sea de una manera velada, como será el juicio de Dios para las almas: Misericordia para los misericordiosos y Justicia inexorable para los que no se apiadaron de los necesitados, y que no se arrepintieron de sus pecados.

          Conozco personalmente una persona, muy religiosa desde joven y muy inteligente, que se ha dejado engañar por Satanás, y ha interpretado esta Parábola literalmente y personalmente, sin apoyarse en las enseñanzas de la Iglesia. Cuando el maestro de la Ley le pregunta a Jesús ¿Quien es mi prójimo?, el Señor le relata la famosa Parábola del buen Samaritano, y le pregunta: 

            [...]  "¿Quien de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?"
El otro contestó:
            - "El que tuvo compasión de él".
Jesús le dijo: 
            - "Vete y haz lo mismo". (Lc 10, 36-37)

       Pues bien, esta persona, saca la conclusión de que el prójimo es solo el Samaritano, que ha socorrido al atracado, y efectivamente, si interpretamos literalmente las palabras de Jesús parece que el prójimo es únicamente el que se porta bien con nosotros, y los demás al no ser nuestro prójimo, no tenemos que amarlos. Como consecuencia de ello, apoyándose en esta interpretación de la Parábola, ha cortado las relaciones con todas las personas que no son de su agrado, porque según él no se han portado bien con su persona.

          Además de no tener amistades, y vivir aislado, ha cortado las relaciones con la mayoría de sus familiares, todo porque según él, no son su prójimo, y no se puede aplicar el mandamiento "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

          En realidad, esta Parábola, no según una interpretación personal, sino según la interpretación de la Iglesia Católica, y la de los santos Padres es bien distinta: Se puede resumir en dos frases, y un relato:

-¿Quien es mi prójimo?
- El relato del hecho.
- Vete y haz lo mismo.

          El Samaritano, era despreciado por los Judíos, el que cayó en manos de los maleantes era seguramente Judío, sin embargo lo socorrió a pesar de la enemistad tan profunda, semejante al odio que había entre Protestantes y Católicos en las guerras de Religión, o la que existe hoy día entre las dos facciones de los Musulmanes, y no pasó de largo como el sacerdote y el levita.

     En una palabra: se apiadó de un ser humano y mostró compasión por el que sufre, lo que denota un alma, semejante a Cristo, que se apiada y socorre al maltratado y abandonado, curando a los enfermos de cuerpo y alma con sus milagros, a pesar de ser pecadores, es decir de haberle ofendido, ya que todo pecado es una ofensa más o menos grave a Dios.

         El beneficio que granjea el alma con esta actitud de perdón y  misericordia, es de una provecho transcendental: Por razones de Justicia, que es uno de los Espíritus más importante de Dios, se le pueden aplicar la bienaventuranza de Jesús: 

    "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"

       De este "teorema" de Dios, que se ha demostrado en los razonamientos anteriores: amor a nuestros enemigos y misericordia para los necesitados, se pueden deducir las observaciones siguientes:

           Dios nos tratará de la misma manera que hemos tratado a los demás, es decir que en el día del Juicio, si hemos sido misericordiosos con los demás, Dios será misericordioso con nosotros, si hemos perdonado a los demás, Dios nos perdonará, y esto por las razones de Justicia de Dios, que se reflejan en las múltiples enseñanzas del Evangelio, de la Doctrina de la Iglesia y de la vida y de las enseñanzas de los Santos.

           El Infierno está lleno de gente que no ha perdonado y que ha odiado a sus semejantes; en el Cielo no se admiten a los que tienen odio y rencor hacia sus semejantes, incluso si se han portado mal con ellos, ya que el deber del alma en este mundo es perdonar para que se nos perdone, y rezar por los que nos maltratan, para que cambien de vida, lo cual solo se puede conseguir con nuestra actitud de perdón, y con la acción de Dios a través de la oración, como así nos lo enseña Jesús en el Evangelio.





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