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viernes, 18 de noviembre de 2016

EL ÁNGEL DEL APOCALIPSIS CON UN PIÉ EN EL ABISMO Y EL OTRO EN LA TIERRA, DEBAJO DEL ARCO IRIS QUE SON LOS SIETE ESPÍRITUS DE DIOS, SIMBOLIZA A TODA LA HUMANIDAD


EL ÁNGEL DEL APOCALIPSIS






Libro del Apocalipsis (Ap. 10, 1-11)

Vi otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube; tenía sobre su cabeza el arco iris, y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego, y en su mano tenía un librito abierto.

Y poniendo el pié derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, gritó con poderosa voz como león que ruge: Cuando gritó hablaron los siete truenos con sus propias voces. Cuando hablaron los siete truenos iba yo a escribir; pero oí una voz del Cielo que me decía: "Sella las cosas que han hablado los siete truenos y no las escribas"(...)

La voz que yo había oído del cielo de nuevo me habló y me dijo: "Ve, toma el librito abierto de mano del ángel que está sobre el mar y sobre la Tierra. Fuime hasta el ángel diciendo que me diese el librito. Él me respondió y me dijo: "Toma y cómelo, y amargará tu vientre, más en tu boca será dulce como la miel. Tomé el librito de mano del ángel y me puse a comerlo, pero cuando lo hube comido sentí amarga mis entrañas. Me dijeron: Es preciso que de nuevo profetices a los pueblos, a las naciones y a los reyes numerosos.



REFLEXIÓN PERSONAL

Yahveh, después del grave pecado de desobediencia, de irreverencia y de orgullo, cometido por nuestros primeros padres, Eva y Adán, procreadores materiales del género humano, fueron culpables de una gravísima afrenta a su Creador, ya que obedecieron al eterno enemigo de Dios, que les ofrecía "ser como dioses". A pesar de ello, Yahveh fue compasivo y se apiadó de ellos y de su descendencia, al fallar su plan A, aplicó entonces el único plan que podría rescatar a la humanidad en poder de Satán: el doloroso y costosísimo plan B.

Este consistía en la aparición de un nuevo Adán y una nueva Eva, Creadores espirituales de la nueva Humanidad, un nuevo Padre, que sería Jesús y una nueva Madre, la Virgen María, que anularían la culpa original, pagando el rescate que consistía nada menos que en entregar sus vidas de pobreza, humillaciones y Pasión, para la Redención del ser humano. 

Dios tenía que invertir todo el mecanismo de Lucifer, para poder restablecer el orden de las cosas: Adán y Eva desobedecieron para disfrutar materialmente de la vida, se entregaron pues al egoísmo que dice: "Quiero lo bueno para mí y lo malo para tí", de ahí nacieron todas las envidias, las guerras, los odios y los crímenes como el de Caín hacia su hermano Abel. Al contrario, nuestros divinos Redentores vivieron para libéranos del egoísmo con el Amor que dice: "Quiero lo malo para Mí y lo bueno para ti".

La naturaleza creada por Dios para deleite del hombre, se rebeló, nacieron las malas hierbas, las fieras, las tempestades, las sequías, las inundaciones y toda las calamidades que azotan y seguirán azotando la humanidad hasta el fin del mundo. Y el hombre pasó de tener la naturaleza a su servicio, a tener que ganar el pan con el sudor de su frente, y conoció el sufrimiento, las penas y la muerte.

Y esta condición de la Humanidad está simbolizada alegoricamente con una visión simbólica del libro del Apocalipsis, en donde se lee que Juan vio un Ángel que es el símbolo de la Humanidad, queestá a caballo con un pié en el mar que simboliza la mentira y el abismo, por eso se dice en el Apocalipsis que en la nueva Creación, el mar no existía ya, y un pié en la tierra que simboliza la Salvación. Ese Ángel tenía también un libro abierto en la mano, que es el conocimiento del bien y del mal, que ofreció Satán a nuestros primeros padres.

Le dijo el Ángel a San Juan: come el libro, y te sabrá dulce en la boca y amargo en las entrañas, Eso es lo que se ha explicado más arriba, lo que inoculó Satanás a través del fruto prohibido: el disfrute inicial del pecado, y las amargas consecuencias del mismo.

Ese veneno inoculado por la ingestión de la fruta prohibida, y que conduce a la muerte del cuerpo y del alma, tiene un antídoto que si bien no evita la muerte del cuerpo, por lo menos evita la segunda muerte que es la muerte eterna del Alma, es el plan B de Dios, que Satán a pesar de su inteligencia de Arcángel más subido, nunca pudo ni imaginar.

Ahora bien, para que ese antídoto, que no es otro que Jesús, el fruto del Árbol de la Cruz, que es la Stma. Virgen María, sea eficaz, hay que tomarlo, y eso quiere decir asimilarlo, y entonces como solo actúa en el alma, la persona que lo asimila de verdad, vuelve a renacer como lo dijo Jesús a Nicodemo, y se transforma otra vez de hombre degradado en el pecado, en un ser nuevo, casi idéntico a Adán y Eva antes de la caída, es decir que pueda recobrar otra vez la inocencia y el Paraíso perdidos. Y digo casi idéntico porqué Adán y Eva no tenían que morir.

Y eso de que el hombre recobra la Inocencia y el Paraíso perdidos, lo explica muy bien San Juan de la Cruz, cuando describe los grados de amor del Alma, que son los peldaños de la escala mística que nos conducen a Dios, y por los que se sube después de terribles pruebas de purificación, que son necesarias para restablecer la salud del alma.

En los últimos grados de esa escala, dice el Santo Doctor que aún en presencia del más horrendo de los crímenes, el alma no es capaz de ver ahí pecado, porque ha recobrado la Inocencia, y además arde suavemente de amor, que es dulzura constante porque en ese estado de desposorio espiritual tiene ya presencia íntima con Dios, es decir ha recobrado el Paraíso perdido, purificado por las espadas llameantes de los Querubines que guardan su entrada.

No somos pues todos Hijos de Dios por el Espíritu hasta que no hayamos asimilado en esas condiciones ese antídoto, y ese es el error de los famosos “quietistas”, que se creen que por la muerte de Jesús todos somos hijos suyos y estamos a salvo porqué un Padre no puede condenar a sus hijos al suplicio eterno, como me dijo cierto Obispo.

Y ese es el mayor triunfo de Satán, que quiere hacer creer que ese divino antídoto no es necesario, y no es necesaria tampoco ninguna transformación de nuestra parte, ya que como lo dicen muchos teólogos en nuestros días: “Hay que estar a gusto, Dios te quiere como eres, con tus pecados”, en vez de decir: “A pesar de nuestros pecados, que todos tenemos, Dios nos quiere, y hasta la muerte del pecador, lo sigue amando, porqué con el amor y no con el odio, es como se puede obtener el cambio, esperando ver en él una conversión que lo lleve por el camino recto. 

El Santo temor de Dios, que produce el arrepentimiento cuando hemos caído, provoca el firme deseo de no volver a caer, lo que exige de nosotros una lucha continua contra el mal, es decir contra el mundo, el Demonio y la Carne, los tres enemigos del alma”.









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