Hace tiempo, en los medios de comunicación, ha aparecido un
suceso estremecedor: en un accidente de tráfico, un automóvil cayó en un
barranco contiguo a la carretera. Este vehículo permaneció oculto con sus dos
ocupantes en el interior; al cabo de mucho tiempo, el padre apareció muerto
abrazado a su hijo de tres años, que permaneció vivo porque su padre lo
protegió de la muerte con su cuerpo.
Enseguida me vino a la mente la figura de Jesús-Dios,
nuestro Salvador, que gracias a su tremendo sacrificio, nos rescató de una
muerte eterna, ya que por culpa del pecado de Adán, el vehículo en el cual
estamos todos subidos que es la Tierra donde vivimos, se había precipitado, por
el pecado de Adán en el barranco de la perdición, que era la trampa urdida por
Satanás.
Y también me acordé de la señal de los cristianos, que es
la santa Cruz, en donde el Salvador está con los brazos abiertos para abrazar a la
humanidad que quiera buscar refugio en sus brazos, y para ello, como el padre
del accidente, nos da su vida para que tengamos la Vida eterna, ya que si lo abrazamos con amor, resucitaremos con Él. Este sublime
sacrificio abarca a la Humanidad entera, porqué el que lo realiza es decir
Jesús, es el único que puede ofrecer a Dios la ofrenda que es perfecta y digna de Él, que es de
un valor infinito en cuanto a su precio y su universalidad. Por eso se dice en la Misa: Por Él, con él y en Él, en unión con el Espíritu Santo, te damos a Tí, Padre Omnipotente, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Solo esta Víctima perfecta, puede redimir el tremendo
pecado de Adán, que quedó para siempre marcado en los "genes" de la Humanidad,
para todos los que quieran acogerse al perdón divino. Y así en el abrazo de Jesús-Dios,
volver a renacer comiendo del fruto del árbol de la Vida ya, que es el antídoto
del árbol del conocimiento del bien y del mal, que es el árbol de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario