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POR LA INTERCESIÓN DE MARÍA, EL AGUA DE LAS TINAJAS SE TRANSFORMÓ EN VINO, LO QUE SIGNIFICA QUE DONDE HAY PRESENCIA DE DIOS, EL MATRIMONIO ES BENDECIDO POR SU GRACIA |
Hoy día 5 de diciembre de 2.017, ha
aparecido en los medios de comunicación españoles, que en el año 2.050, este
País será el más envejecido del mundo después de Japón, y que habrá cerca de 78
jubilados por cada 100 personas que estén trabajando. La Comunidad europea,
advierte que se tendrán que tomar medidas para remediar esta situación
insostenible para la economía, con entrada de emigrantes, o con aumento de la
natalidad.
Tal como está España, y conociendo la
mentalidad actual de mis compatriotas y sobre todo la de los políticos, que
solo están interesados en asegurar su puesto, esta última solución me parece
irrealizable, por culpa de ellos, ya que para granjear votos, están
obsesionados por votar leyes que van en contra de la natalidad, como el aborto
libre y gratuito, la píldora del día después, el divorcio exprés, suprimiendo
toda la burocracia que antes era
necesaria para separarse, bastando en que ambos cónyuges estén de
acuerdo para que sea automática.
Del punto de vista religioso, esta
mentalidad actual es un pecado, cuya gravedad solo Dios puede valorar, ya que
el matrimonio, que antes de la venida de Cristo era un simple contrato, ha sido
transformado en un Sacramento indisoluble, y sobre todo abierto a la
procreación.
Dictado de Jesús a María Valtorta con
comentarios muy duros en contra de la mentalidad de la gente sobre el
matrimonio en 1.944, ¿Qué dirá ahora, que ha ido a muchísimo peor?. ¡Que Dios
tenga misericordia de nosotros, pobres pecadores! Estas son las palabras de
Jesús al final del dictado:
Más, ¿Quién comprenderá esta página? La leeréis sin advertir su sabor
santo, como si hubiera empleado el idioma de un planeta desconocido. Os
parecerá un tema trillado y es, en cambio, una doctrina celestial. Os mofaréis
de ella vosotros, los sabios del momento. Y no sabéis que Satanás se ríe de
vuestra estupidez, pues ha logrado convertir en condena lo que Dios ha creado
para vuestro bien, o sea el matrimonio como unión humana y Sacramento. Y esto
ha sido culpa de vuestra incontinencia, de vuestra bestialidad.
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA
VALTORTA
(22 de marzo de 1.944)
Dice Jesús:
“Las
familias en las que no domina Dios, sino
la sensualidad y el interés y, por lo tanto, las derivaciones de Satanás, no
son familias, ellas son el origen de grandes desgracias que, desde el interior
de la célula familiar, se irradian y arruinan los grupos nacionales y, a partir
de estos, también la paz mundial. Sucede así porque están creados sobre una
base de sensualidad e interés, y por lo tanto, no se elevan hacia lo que es
santo; por el contrario, como hierbas malsanas nacidas en el barro, se
arrastran siempre por el suelo.
Dice el ángel a Tobías: “Te mostraré quienes son esos sobre los cuales tiene poder el demonio”
¡Oh,
en verdad hay cónyuges que desde la primera hora de su unión están bajo el
poder demoníaco! Es más, lo están ya antes de ser cónyuges. Lo están desde que
toman la decisión de buscar un compañero o una compañera, pero no lo hacen con
un recto fin, sino con solapados cálculos en los que imperan de forma soberano
el egoísmo y la sensualidad.
Nada
hay más sano y más santo que dos seres que se aman honestamente y se unen para
perpetuar la raza humana y ofrendar almas al Cielo.
La
dignidad del hombre y la mujer que se convierten en padres es la segunda
dignidad, después de la de Dios. Ni siquiera la dignidad real es semejante a
ella, porque aún el más sabio de los reyes no hace más que gobernar a sus
súbditos. En cambio, los padres atraen sobre sí la mirada de Dios y raptan a
esa mirada una nueva alma, que encierran en la envoltura de la carne nacida de
ellos. Casi diría que en ese momento tienen a Dios como súbdito, porque Dios
crea inmediatamente una nueva alma, para el honrado amor de ambos, que se une
para dar a la Tierra y al Cielo un nuevo ciudadano.
¡Oh,
si pensaran en el poder que tienen y al que Dios asiente inmediatamente! Los
ángeles no tienen tanto poder. Pero los ángeles, al igual que Dios están
dispuestos a adherir de inmediato al acto de los esposos fecundos y a
convertirse en custodios de la nueva criatura. Más como dice Rafaél, son muchos
los que abrazan el estado conyugal, de modo tal que ahuyentan a Dios de sí y de
su propia mente y se abandonan a la libido. Sobre estos, el demonio ejerce su
poder.
¿Qué diferencia hay entre el
lecho del pecado y el lecho de dos cónyuges que no rechazan el placer, pero
rechazan la prole? No hagamos acrobacias de
palabras y de razonamientos embusteros. La diferencia es pues muy pequeña, si
por enfermedades o imperfecciones, es aconsejable o no se concede tener hijos,
en estos casos, es necesario saber ser continentes y vedarse esas
satisfacciones estériles, que no son más que la satisfacción de los sentidos.
En cambio, si nada se opone a la creación, ¿por
qué transformáis una ley natural y sobrenatural en un acto inmoral, que
falsifica su finalidad?
Cuando cualquier satisfacción honesta os aconseja no aumentar la prole,
sabed vivir como esposos castos y no como simios lujuriosos. ¿Cómo pretendéis
que el ángel de Dios vele sobre vuestra casa, cuando la convertís en una cueva
de pecado? ¿Cómo queréis que Dios os proteja, si le obligáis a apartar con
disgusto la mirada de vuestro nido mancillado?
¡Oh, que míseras son las familias que se
forman sin una preparación a lo sobrenatural, las familias de que se ha
desterrado a priori toda la busca de la Verdad y donde, aún peor, se burla la
palabra de la Verdad que enseña qué es y porque existe el Matrimonio!
¡Qué
míseras son las familias que se forman sin elevar ningún pensamiento hacia las
alturas, que se forman estimuladas únicamente por el aguijón de un apetito
sexual y de una consideración financiera!
¡Cuántos
cónyuges aceptan la inevitable costumbre de la ceremonia religiosa! He dicho
costumbre, y lo repito, porque para la mayor parte no es más que una costumbre
y no una aspiración del alma a tener a Dios en ese momento.
Más después de la ceremonia, ¡no
piensan más en Dios, y hacen del Sacramento un festín, y del festín un desahogo
de bestialidad!
Pero,
según mi pensamiento, el Sacramento no termina después de la ceremonia
religiosa; al contrario, comienza con ella y dura tanto como la vida de los
cónyuges, así como el acto de procesar no dura cuanto la ceremonia religiosa,
sino tanto como la vida del religioso o la religiosa.
El
ángel le enseña a Tobías que, si antepone el acto de plegaria, el acto será un
acto santo, bendito, fecundo de júbilos verdaderos y de prole.
Esto
es lo que habría que hacer: ir al matrimonio impulsados por el deseo de tener
prole, pues esa es la finalidad de la unión humana, además de tener presente a
Dios en toda hora. Cualquier otra finalidad es una culpa deshonrosa para el
hombre en cuanto ser, con uso de razón, y ofensiva para el espíritu, que es
templo de Dios y huye indignado. Dios no es un carcelero opresivo. Dios es un
Padre bueno, que se alegra con la honrada alegría de los hijos y que responde a
los santos abrazos de los mismos con bendiciones celestiales y con la
aprobación evidenciada de la creación de un alma nueva.
Más,
¿quién comprenderá esta página? La leeréis sin advertir su sabor santo, como si
hubiera empleado el idioma de un planeta desconocido. Os parecerá un tema
trillado y es, en cambio, una doctrina celestial. Os mofaréis de ella vosotros,
los sabios del momento. Y no sabéis que Satanás se ríe de vuestra estupidez,
pues ha logrado convertir en condena lo que Dios ha creado para vuestro bien, o
sea el matrimonio como unión humana y Sacramento. Y esto ha sido culpa de
vuestra incontinencia, de vuestra bestialidad.
Os repito las palabras de Tobías a su mujer, para que las recordéis y
las tengáis como ejemplo, si aún podéis hacerlo porque sobrevive en vosotros un
resto de dignidad humana. Las palabras son estas:
“Nosotros somos hijos de Santos y no podemos unirnos como los gentiles
que no conocen a Dios”.
Que
estas palabras sean vuestra norma, pues aunque habéis nacido donde la santidad
ya había muerto, el Bautismo hizo siempre de vosotros hijos de Dios, que es el
Santo de los santos y, por eso, podéis decir siempre que sois hijos de santos,
del Santo, y podéis comportaros de acuerdo con ello. Entonces, tendréis “una descendencia en la que se bendecirá el nombre
del Señor” y se vivirá en su Ley.
Y
cuando los hijos viven en la Ley divina, se benefician los padres, porque dicha
Ley enseña virtud, respeto, amor, y los primeros que se benefician, después de
Dios, son los afortunados progenitores, los cónyuges santos, que han sabido
hacer de su unión un rito perpetuo y no un vergonzante vicio”.
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