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miércoles, 10 de julio de 2024

EL AMOR A DIOS NOS ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO, LOS QUE NO LO CONSIGUEN EN LA TIERRA TENDRÁN QUE APRENDER A AMARLO EN EL PURGATORIO.



Dios ha entregado su bien más preciado que es su Hijo
para evitarnos los horrores del Infierno a cambio.
Dios solo nos pide nuestro amor incondicional.



El famoso lema que dice que Amor con amor se paga se aplica para la relación espiritual entre el alma y su Creador. A Él le debemos todo lo que poseemos, nuestro cuerpo con sus 5 sentidos, nuestra comida, nuestro vestido y nuestro trabajo, solo por eso Dios merece nuestro más profundo agradecimiento,
Pero, al ser hijos de Adán, este nos trasmitió una enfermedad hereditaria, fruto del grave pecado de Soberbia que arraigó en su espíritu y en el de sus descendientes, pecado que es el causante de todos los sufrimientos de la humanidad, ya que deformó el espíritu de inocencia, impulsándole al egoísmo, al desprecio y al odio de su prójimo, que es lo que ocurrió con Caín que mató por envidia a su hermano Abel, fue el primer asesino de la Humanidad. 
Dios Todopoderoso y Misericordioso, sabiendo que este pecado de falta de amor, que se transformó en odio por el veneno de Satanás, imposibilitaba a las almas entrar en su Santo Reino, mandó a su Hijo como víctima expiatoria, para devolver al ser humano su dignidad perdida y hacerlo apto para ser un morador del Paraíso perdido. 
Por esa razón, como lo dice San Juan de la Cruz, además del agradecimiento que le debemos por habernos creado, le debemos también correspondencia con la sublimidad del Amor que es la Adoración y la entrega absoluta a sus mandamientos, ya que eramos esclavos de Satanás, y hemos sido redimidos por Él. Para entrar en los Cielos tenemos que recobrar la Inocencia perdida, que es una tarea harta difícil, por eso Dios da toda una vida para conseguirlo, los que no lo consiguen tendrán que aprender a amar en la escuela del Purgatorio.





DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(21 de Octubre de 1.943)


Dice Jesús:


"Vuelvo a reanudar el tema de las almas acogidas en el Purgatorio... He dicho que las almas purgantes solo sufren por amor y expían con amor. Estas son las razones de este modo de expiación.
Si vosotros, hombres inconscientes, consideráis atentamente mi Ley en sus consejos y mandamientos, veis que gira totalmente alrededor del Amor, a Dios y al prójimo. Es el primer mandamiento, Yo Dios, me impongo a vuestro amor reverencial con toda la solemnidad digna de mi Naturaleza respecto a vuestra nada: "Yo soy el Señor tu Dios".

Os olvidáis de ello demasiadas veces, hombres que os creéis dioses y, si no tuvierais en vosotros un espíritu vivificado por la Gracia, solo seríais polvo y podredumbre, alimañas que unís a la animalidad la astucia de la inteligencia poseída por la Bestia, que os hace cometer obras de animales, peor que de animales: de demonios.

Decíoslo  mañana y noche, a medio día y a media noche, cuando coméis, cuando bebéis, cuando vais a dormir, cuando os despertáis, cuando trabajáis, cuando descansáis, decíoslo cuando amáis, cuando contraéis amistades, cuando mandáis y cuando obedecéis, decíoslo siempre:  "Yo no soy Dios. La comida, la bebida, el sueño, no son Dios. El trabajo, el descanso, las ocupaciones. las obras de genio, no son Dios. La mujer, o peor las mujeres no son Dios. Las amistades no son Dios. Los superiores no son Dios. Uno solo es mi Señor que me ha dado esta vida para que con ella merezca la Vida eterna, que me ha dado vestidos, alimentos, moradas, que me ha dado el trabajo para que me gane la vida, la genialidad para que de muestra de ser rey de la Tierra, que me ha dado capacidad de amar y criaturas para amar "con santidad" y no con concupiscencia, que me ha dado el poder, la autoridad para que los convierta en medios de santidad y no de condenación.

Yo puedo hacerme semejante a Él porque Él lo ha dicho: "Dioses  soy", pero solo si vivo su Vida, esto es: su Ley, pero solo si vivo su Vida, esto es su Amor. Uno solo es Dios; Él, yo soy su hijo y súbdito, el heredero de su Reino. Pero si desierto y traiciono, si me creo un reino mío en el que quiero ser Dios humanamente, entonces pierdo el verdadero Reino y mi condición de hijo de Dios decae y se degrada al de hijo de Satanás, porque no se puede servir  a la vez el egoísmo  y el Amor, y quien sirve al primero sigue al enemigo de Dios y pierde el Amor,  o sea, pierde a Dios.

Quitad de vuestra mente y de vuestro corazón todos los falsos dioses que os habéis colocado, comenzando por el dios de barro que sois vosotros mismos cuando no vivís en Mí Acordáis de cuanto me debéis  por cuanto os he dado - y más os habría dado si no hubierais atado las manos a vuestro Dios con vuestra forma de vida - lo que os he dado para cada día y para la vida eterna.

 Para esta, Dios os ha dado a su Hijo, para que fuera inmolado como cordero sin mancha y lavase vuestras deudas con su Sangre, y no hiciera así como en los tiempos Mosaicos, recaer la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la cuarta generación de los pecadores, que son "quienes me odian" porque el pecado es ofensa a Dios y quien ofende odia.

No alcéis otros altares a dioses no verdaderos. Tened sólo y exclusivamente al Señor Dios vuestro, y no en altares de piedra, sino sobre el altar vivo de vuestro corazón. Servirle a Él y ofrecerle verdadero culto de Amor, de Amor, de Amor, hijos que no sabéis amar, que decís, decís, decís palabras de oración, solo palabras, pero que no hacéis del amor vuestra oración, la única que agrada a Dios.

Recordad que un verdadero latido de amor, que suba como una nube de incienso de las llamas de vuestro corazón enamorado de Mí, tiene para Mí un valor infinitas veces mayor que miles y miles de oraciones y ceremonias realizadas con el corazón tibio o frío. Atraed mi Misericordia con vuestro amor. ¡Si supierais que activa y grande es mi Misericordia hacia quien me ama! es una ola que pasa y lava cuanto constituye mancha en vosotros. Os da una estola cándida para entrar en la Ciudad santa del Cielo, en la que la Caridad del Cordero que se ha dejado inmolar por vosotros resplandece como el sol.

[...] El amor que no habéis sabido profesarme en la Tierra me lo tenéis que dar en el Purgatorio. Por eso os digo que el Purgatorio solo es sufrimiento de amor.
Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a la espalda la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amado poco a Él. Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y no habiendo merecido el Paraíso, os lo merezcáis ahora encendidos de caridad, ardiendo por cuanto habéis sido tibios en la Tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de horas de expiación de amor, lo que no habéis suspirado  miles y miles de veces en la Tierra por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A cada vez que habéis vuelto las espaldas al Amor, corresponden años y siglos de nostalgia amorosa. Años y siglos según la gravedad de vuestra culpa.

Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz encuentro del primer juicio, cuyo recuerdo tenéis con vosotros para haceros aún más viva el ansia de Amor, suspiráis por Él, lloráis su lejanía, os lamentáis y arrepentís de haber sido vosotros la causa de tal lejanía y os hacéis cada vez más permeables a ese fuego encendido de la caridad a ese supremo bien.
Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo son lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la incandescencia de amor os penetra más fuerte y más adentro, y entre el resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo del Dios visto en aquel instante.

Así como en la vida de la Tierra cuanto más crece el amor, más sutil se hace el velo que cela al viviente de la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino cuanto más crece la purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo fuego. Es como un sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasado del merecido y bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la posesión pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como un candelero arrojado en un incendio.

¡Oh! gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de ese reino de espera al Reino del Triunfo, ¡Oh, conocimiento perfecto del Perfecto Amor!

Ese conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por voluntad de Dios, pero que no se puede describir con palabras humanas. Cree que merece la pena sufrir toda una vida para poseerla desde el momento de la muerte, Cree que no hay caridad mayor que  procurarla con las oraciones a quienes amaste en la Tierra y que ahora comienzan su purificación en el amor, a quienes en vida tantas y tantas veces cerraron las puertas del corazón. Ánimo, bendita a quien son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y sube. Por ti misma y por quienes amas en el más allá. Deja consumar en el amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor en el Purgatorio para abrir las puertas del Cielo a quienes amas. Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuanto es débil y pecó.

 Los Serafines salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación del amor y le enseñan el "Sanctus" eterno para cantar al pie de mi Trono".
                             






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