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sábado, 22 de abril de 2023

DE MARÍA VALTORTA: DIOS EXIGE A LAS ALMAS, EN ESPECIAL DE LOS PASTORES QUE CUIDAN DE SU REBAÑO, UN ESPÍRITU DE SANTIDAD, DICE JESÚS QUE SON RESPONSABLES DEL 90% DE LAS OVEJAS DESCARRIADAS..


Señor, ten piedad de mí que soy un pobre pecador y estoy
profundamente arrepentido, porque no he sabido
corresponder dignamente a tu Sacrificio
 





ORACIÓN PARA PEDIR LA MISERICORDIA DE DIOS


Todos los seres humanos, estamos obligados a enseñar a los demás con nuestro ejemplo, el que no obra de esta manera tendrá que rendir cuentas a Dios. San Juan de la Cruz ha escrito que tendremos que rendir cuentas de cada palabra malsonante que hayamos pronunciado, y que a muchos que tenían contacto místico con Dios, al tener un defecto que podían advertir escuchando a su conciencia, Dios no se lo advirtió y si no se han corregido, serán reprimendados a la hora del Juicio.

Al vernos culpables de tal delito en nuestra persona, creo que tenemos que humildemente pedir perdón a Dios por nuestros defectos, tenemos siempre que recordar con mucho temor las palabras del Evangelio:

No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?. Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de Mí, obradores de iniquidad" (Mat 7-21, 23).

Ni  quiero oír esas Palabras de Jesús, prefiero sinceramente morir antes que encontrarme en esa situación, recuerdo siempre lo que decía el Santo cura de Ars desde el púlpito, llorando a lágrima viva, y estremeciendo a toda la asamblea: 

"¡Maldito de Dios! ¡maldito de Dios por toda la eternidad,! ¡que desgracia tan grande!".

Y las palabras del Santo Cura de Ars, patrono de los Sacerdotes del mundo entero a un compañero suyo, que le alababa su santidad:

"¡Amigo mío, Ud no sabe lo que es pasar de ser un Párroco y tener que comparecer ante el tribunal de Dios!".

Pedimos entonces humildemente perdón a Dios, pues confiamos en su Misericordia; mi mujer y yo rezamos todos los días por nuestros seis hijos, alguno de ellos apartados de la fe, y confío que por nuestras continuas oraciones, se convertirán antes de presentarse ante el Tribunal de Dios. 



¡AY DE LOS QUE NO PREDICAN CON EL EJEMPLO!
(De los Cuadernos de María Valtorta 13-11-1.943)


Isaías 6, 6.
Dice Jesús:

“Para merecer transmitir la Palabra de Dios, es necesario tener labios y corazones puros. Corazón puro, porque del corazón salen los afectos que mueven pensamiento y carne.

¡Ay de aquellos que no sean puros en sí mismos y osen hablar en mi Nombre con alma de pecado! Estos no son mis discípulos y apóstoles. Son mis ladrones. Porque me roban mis almas para dárselas a Satanás.

Las almas, sean las que siguen al sacerdote con respeto y fe, sea las que desconfiados los observan, están sujetas a reflexionar, porque tienen una razón, sobre la conducta del Sacerdote. Y si ven que quien dice: “Sé paciente, honesto, casto, bueno, caritativo, magnánimo, perdona, ayuda”, es lo contrario, apresado por la ira, por la dureza, por el sentido, por el resentimiento, por el egoísmo, se escandalizan y, aunque no se alejen de la Iglesia, siempre reciben un golpe. Son como topetazos, que vosotros dais contra el edificio de la Fe en los corazones, aunque no se caigan, se dañan, y basta un empujón de Satanás para hacerlos caer.

Son demasiados los que, entre vosotros imitan al duodécimo Apóstol, y por bajos intereses humanos venden parte de Mí – las almas que bañadas con mi Sangre os he confiado – al Enemigo de Dios y del hombre. El estado actual. al menos en un cincuenta por ciento - y soy muy indulgente - depende de vosotros, sal hecha insípida, fuego que no calienta más, luz que humea y no resplandece, pan hecho amargo y consuelo convertido en tormento, porque a las almas ya heridas, que vienen a vosotros buscando apoyo, les presentáis un panorama lleno de espinas: dureza, anticaridad, indiferencia, rigorismo ante las almas que vienen a vosotros para escuchar una palabra paterna donde esté el eco de mi dulzura, de mi perdón, de mi misericordia.

¡Pobres almas! Bramáis contra ellas. ¿Y por qué no bramáis contra vosotros mismos? ¿Os apetece ser los rivales de los anticristos del sanedrín? Pero ese tiempo pasó. Puse una losa sobre él, porque merecía que se le sepultara para que no dañase más, y erigí mi trono de Piedad y de Amor con una Mesa y una Cruz en los que un Dios se hace Pan y un Dios se hace hostia para la redención de todos.
Aprended de Mí, Sacerdote eterno, como se es sacerdote. Ser sacerdotes quiere decir ser angélicos, quiere decir ser santos. En vosotros las gentes deberían de ver a Cristo con una evidencia total. ¡Ay! con cuanta frecuencia les mostráis un aspecto más parecido al de Lucifer.

¡De cuántas, de cuántas almas pediré cuenta a mis sacerdotes! Os repito el dicho de Pablo. Y creed que haríais mejor confesando abiertamente que no podéis permanecer más en ese camino en vez de vivir como vivís. Solo vosotros adjuraríais de Mí. Permaneciendo, separáis de Mí a tantas almas. Dejad ya de una vez de lado tantas franjas y tantos cuidados.

Para cultivaros volved a los textos y pedid a Dios que os purifique mente y corazón con el fuego de la continencia y del amor para poder entenderlos como deben de ser entendidos. Porque, sabedlo, habéis convertido las ardientes piedras preciosas de mi Evangelio en pedruscos opacos manchados de fango, si es que no los habéis convertido en piedras de condenación para lapidar las pobres almas, dando a las palabras del amor tal rigidez que hiela y lleva a la desesperación.

Sois vosotros quienes os merecéis esas piedras, porque si un rebaño es despedazado por los lobos, o precipita por un barranco, o pace en hierbas venenosas, ¿de quien es la culpa en el 90%? Del pastor perezoso o borracho que, mientras las ovejas peligran, se da al libertinaje, o duerme, o se ocupa de negocios y comercios.
Pedid a Dios con la penitencia de una vida que os limpie de tanta humanidad, que un serafín os purifique continuamente con el carbón encendido junto al altar del Cordero, podría decir: del Corazón del Cordero, que arde desde la eternidad por el celo de Dios y de las almas.

La penitencia solo mata lo que hay que matar. No temáis por vuestra carne que no deberíais amar más de lo que merece: poquísimo, y que amáis como algo precioso. Mis penitentes no mueren de esto. Mueren por la caridad que les abrasa. es la Caridad la que les consume y no los cilicios y las disciplinas. Prueba de ello es que algunas veces alcanzan edades longevas y con tal integridad física que los preocupados por la carne no logran. Mis santos muertos en edad juvenil son los que ardieron en la hoguera del Amor, no los destruidos por las austeridades.

La penitencia da Luz y agilidad de espíritu porque doma el gigante tentáculo de lo humano que os tiene clavados en el fondo. la penitencia os arranca de lo bajo y os eleva hacia lo alto, al encuentro del Amor.

Sencillez, caridad, castidad, humildad, amor al dolor, son las cinco mayores piedras preciosas de la corona sacerdotal. Desapego de las preocupaciones, longanimidad, constancia, paciencia son las otras piedras preciosas. Hacen una corona de piedras preciosas puntiagudas  que aprietan en un círculo el corazón. Pero es precisamente por estar así apretado, permaneciendo herido por ello, por lo que aquel corazón aumenta su resplandor haciéndose vivo rubí en una corona de diamantes.
Ni siquiera os digo: "Tened el corazón de mi Pedro"; os digo: "Tened el corazón de mi Juan". Deseo este corazón en vosotros porque fue el perfecto corazón apostólico desde el alba hasta el atardecer de su sacerdocio.

La mente de Pedro la infundo Yo en mi Vicario, pero el corazón lo debéis hacer vosotros mismos. Y ese corazón es indispensable en quien es mi sacerdote: desde el altísimo Santo mío, que es cándido de alma y de pensamiento como de aspecto, siendo la Hostia mayor de esta cruenta misa que es la Tierra, hasta mi más pequeño ministro, que parte el Pan y la Palabra en un pueblecito perdido: unas pocas casas que el mundo ignora tener sobre su superficie, pero que la Eucaristía y la Cruz hace grande como un palacio, más que un palacio, lo hace semejante al mayor Templo de la Cristiandad, porque en un sagrario de oro cuajado de perlas, o en uno mísero, esta el mismo Cristo Hijo de Dios, y las almas que ante Él se postran - vestidas de purpura cardenalicia y de manto real, o cubiertas con túnica humilde y vestiduras pobres - son iguales para Mí. Hijos, Yo miro el espíritu. Y bendigo allí donde hay mérito. No me dejo seducir por lo que es el mundo, como hacéis vosotros con frecuencia.

Cambiaos el corazón, sacerdotes. En gran parte la salvación de esta humanidad está en vuestras manos. No hagáis que en el gran día Yo deba fulminar numerosas filas de consagrados responsables de inmensas ruinas, que desde los corazones han inundado al mundo.




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