El Espíritu Santo sigue derramándose sobre todos los que aman a Jesús y cumplen con sus mandamientos. |
La acción de Dios en el alma de los que le buscan, se asemeja a la educación que hay que darles a los niños para transformarlos en seres adultos, responsables y buenos ciudadanos. Igual que un niño necesita a su padre y a su madre y a un profesor preparado para poder ejercer la enseñanza adecuada, que le permita desarrollarse e incorporarse en el mundo cuando alcance la edad adulta, de la misma manera, el alma necesita la acción de Dios, y de la Virgen María, su Padre y Madre espirituales, y la de una institución espiritual: la Santa Iglesia Católica, verdadero Instituto de Enseñanza y formación divinas, fundada por el mismo Jesús.
Cuando el Sublime Redentor volvió a su Santo Reino, no nos abandonó,
sino que dejó a su Santa Iglesia Católica y a su representante: El Santo Padre,
y sus acólitos, que son los encargados de velar no solo por la educación, pero
también por el sustento espiritual del alma a través de los Sacramentos, para
que se encarguen de la enseñanza y de la salvaguardia de sus hijos, y consigan la vocación carismática, que les permitirá alcanzar la Vida y la
felicidad eternas.
La mentalidad absurda es la que oímos de ciertos individuos que dicen
que creen en Jesús, pero que no creen en la Iglesia. Esta actitud de ciertos individuos que se dicen católicos y que se toman por iluminados y las multitudinarias y ridículas sectas Protestantes, es de una
mentalidad tan insensata, que se transforma en un desprecio hacia la figura de
Jesús-Dios.
En efecto: el Salvador, Creador del Universo, es infinito en cuanto a
su poder, sabiduría e inteligencia, y que por su terrible Pasión y muerte, redimió a toda la
humanidad, entregándose bajo el poder de Satán y de sus secuaces, para lograr el
rescate y la Redención de la Humanidad, es pues completamente
absurdo, afirmar, que se desentendió completamente de esa Humanidad, que le
costó sangre, sudor y lágrimas, dejando una Iglesia y unos embajadores, sin
poderes, e incapaces de asegurar la continuidad y la eficacia de su Sacrificio.
Dijo Jesús-Dios: "Estaré
con vosotros hasta el final de los tiempos", y de una manera mística y
oculta siempre está escondido en nuestras almas, animándolas con sus
maravillosos premios, que son las visitas que encienden y reconfortan el alma,
y con sus ausencias que son los tormentos necesarios para acrecentar el deseo del
alma enamorada.
Por eso dijo San Juan de la Cruz en la Llama de Amor Viva
(Canción 2, 13):
(...) "Lo cual acaece así, porque estando estas almas
purificadas y puestas en Dios, lo que a su corruptible carne es causa de dolor
y tormento, en el espíritu fuerte y sano le es dulce y sabroso; y así es cosa
maravillosa sentir el dolor en el sabor. La cual maravilla dejó bien de ver Job
en sus llagas cuando dijo a Dios: "¡Volviéndote a mí, maravillosamente me
atormentas!"(10,16); porque maravilla grande es y cosa digna de la abundancia de
la suavidad y "Dulzura que tiene Dios escondida para los que le temen”
(Ps 30, 20), hacer gozar tanto más sabor y deleite cuanto más dolor y tormento
se siente"
Estos sentimientos son los que embargaron a los Santos y a los Mártires,
y que dejaron atónitos a los Romanos, cuando presenciaron en el Coliseo el martirio de los primeros cristianos, exterminados por las fieras salvajes entre
cantos de alabanza.
Esta actitud sobrehumana, fue también la que propició la
rápida conversión de los paganos, y la extensión de la religión Católica por el mundo
entero.
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