MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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domingo, 22 de junio de 2025

YO SOY LA VIDA VERDADERA, PERMANECED EN MÍ, AMADOS MÍOS Y NO CONOCERÉIS LA MUERTE


JESÚS ES EL ALIMENTO Y LA VIDA DEL ALMA





          Está escrito en el libro del Génesis, que a Adán y Eva, se les permitió comer de todo fruto del  jardín del Edén, salvo del fruto del árbol del conocimiento del mal y del bien, también se dice que en ese jardín, estaba plantado el árbol de la Vida, naturalmente, este relato es un discurso expresado en un lenguaje material, ya que estaba destinado a un Pueblo, que aún no estaba preparado para captar el lenguaje espiritual, que solo puede ser entendido por la acción del Espíritu Santo, que para la humanidad manchada por el pecado original, solo puede ser comprendido gracias a la Pasión y muerte de Jesús, que restituye la conexión que existía entre la Humanidad y Dios.

          Acciones producidas por el fruto prohibido:

        -Hedonismo, disfrute desenfrenado de la vida material, que propicia el olvido de Dios, ya que favorece la idolatría, que es adorar a la materia, que es perecedera, y por consiguiente - ya que el amor, como lo dice San Juan de la Cruz, iguala al amador con el objeto amado - el alma, además de faltar al amor de Dios, al que le debe todo, hasta el aire que respira, también falta al amor al prójimo, ya que al ser los  bienes materiales escasos, este es visto como un competidor, y de ahí nace el odio hacia él. El alma incumple pues el primer Mandamiento de la Ley de Dios, que es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

         “No améis el mundo, ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porqué todo lo que hay en el mundo – los apetitos desordenados, la codicia de los ojos y el afán de grandeza humana – no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y todos sus atractivos pasan. Pero el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.” (1 Jn 2-15,17).

         Jesús es el antídoto al veneno inoculado por Satanás:

          Este antídoto, que es el cuerpo y la Sangre de Jesús es pues el árbol de la Vida plantado en el Jardín del Edén, ya que gracias a su Pasión, nos ha ofrecido su Cuerpo que sigue presente en la Eucaristía, que es el alimento que da la Vida al alma, y su Sangre que  elimina el veneno del fruto del árbol prohibido, estos dos Sagrados Alimentos, son los que nos hacen hijos de Dios, y nos capacitan para amar incondicionalmente a Dios y al Prójimo, condición que se había perdido.

        “Considerad el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre, hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a Él. Queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es". (1 Jn 3-1,2)

Dice Jesús:
En verdad, entre el martirio atroz pero breve, ayudado por coeficientes sobrenaturales y naturales, y la lucha secreta, oscura y continua, tiene mayor peso sobre las balanzas de Dios, o al menos, un peso de distinto género, pero precioso, esta última.




DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 
(18-8-1.943)




Dice Jesús:

          “Continúo explicando los pasajes que creo oportunos:
          Está dicho: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida…” Y tal pensamiento se ha aplicado a Mí. Sí, soy Árbol de la Vida, y me doy a vosotros como alimento en la Eucaristía y mi visión será alimento gozoso de los vencedores en la otra vida. Pero hay otro significado que muchos ignoran precisamente porque muchos que me comentan no son “vencedores”.

           ¿Quién es vencedor? ¿Qué es necesario para serlo? ¿Obras resonantes de heroísmo? No. Entonces serían demasiado pocos los que vencen. Son vencedores los que vencen en sí a la Bestia que quisiera someterles. En verdad, entre el martirio atroz pero breve, ayudado por coeficientes sobrenaturales y naturales, y la lucha secreta, oscura y continua, tiene mayor peso sobre las balanzas de Dios, o al menos, un peso de distinto género, pero precioso, esta última.
         
            No hay mayor tirano que la carne y el Demonio, y los que hacen de la carne un espíritu y del Demonio un vencido, son los “vencedores”. Pero para serlo, es necesario haberse dado totalmente al Amor. Totalmente: quien ama con todas sus fuerzas, no reserva nada para sí mismo, y no reservándose para sí mismo, no lo hace ni para la carne ni para el Demonio. Lo da todo a su Dios, y Dios lo da todo a su amador.
         Le da su Verbo. Esto es lo que le da de comer al vencedor, ya desde esta tierra, no podía darle nada mayor. Le da a Mí, Verbo del Padre, para ser el alimento del espíritu consagrado al cielo.

          Mi Palabra desciende a nutrir las almas que se han dado totalmente a su Dios y Señor. Mi Palabra viene para seros sacerdote y guía a quienes buscáis la guía verdadera. Vosotros que habéis entendido la Verdad, sabéis que solo esto es necesario, vivir de mi Palabra, creer en mi Palabra, caminar según mi Palabra.

         ¿Qué pensaríais de uno que quisiera vivir a base de golosinas, licores y tabaco? Diríais que moriría, porque ese no es el alimento que se necesita para vivir sanos. Lo mismo sucede a quien se afana con miles de exterioridades y no se preocupa de lo que es el núcleo de toda la vida del alma: mi Palabra.

          ¿Por qué la Misa, por qué la Eucaristía, por qué la Confesión no os santifica como debería suceder? Porque para vosotros son formalismos, no las hacéis fecundas atendiendo a mi Palabra. Peor aún, sofocáis a mi Palabra, que Yo lanzo desde lo alto del Cielo para llamaros e iluminaros, bajo la tibieza, bajo la hipocresía, la culpa más o menos grave.

          No me amáis, eso es todo. Amar no quiere decir hacer de vez en cuando una visita superficial de cortesía mundana. Amar quiere decir vivir con el alma unida, fundida, encendida, con su último fuego que alimenta a otra alma. Entonces en la fusión se realiza también la comprensión.

          Yo hablo, no ya lejos, desde lo alto de los cielos, sino que hago morada – y conmigo el Padre y el Espíritu, porque somos una sola cosa – Yo hago morada en el corazón que me ama y mi Palabra no es ya un susurro, sino Voz plena, ya no es aislada, sino continua. Entonces, soy el Maestro verdadero. Soy aquel que hace ahora 20 siglos, hablaba incansablemente a las muchedumbres, y que ahora encuentra su delicia en hablar a los predilectos que le saben escuchar y de los cuales hago mis canales de Gracia.

          ¡Cuánta vida os doy! Vida verdadera, Vida santa, Vida eterna, Vida gozosa con mi Palabra que es palabra del Padre y Amor del Espíritu. Si, en verdad, al “vencedor” Yo le doy de comer el fruto del árbol de la Vida. Os lo doy ya en esta Tierra con mi doctrina espiritual que vuelvo a traer entre los hombres a fin de que no todos los hombres perezcan. Os la doy en la otra Vida estando con vosotros para siempre.

          Yo soy la Vida verdadera. Permaneced en Mí, amados míos, y no conoceréis la muerte”.


      




viernes, 11 de abril de 2025

DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO DE MARÍA VALTORTA. SUFRIMIENTOS DE MARÍA PARA RESTABLECER LA DIGNIDAD DEL SER HUMANO DEGRADADO POR EL PECADO ORIGINAL.




SUBLIMES PALABRAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, QUE EXPLICAN DE UNA MANERA TRANSCENDENTAL COMO RESTITUYÓ AL GÉNERO HUMANO, Y EN PARTICULAR A LA MUJER SU DIGNIDAD PERDIDA POR CULPA DEL PECADO ORIGINAL, AL VENCER A SATANÁS, APLASTANDO SU CABEZA, QUE SIMBOLIZA TODAS SUS ARTIMAÑAS PARA DERROTAR A TODA LA HUMANIDAD, PARA QUE LUEGO VENGAN A PREDICAR ¡QUE MARÍA NO ES LA CORREDENTORA, SINO UNA SMPLE DISCÍPULA!
AQUÍ HABRÍA QUE APLICAR LO QUE DIJO S. JUAN DE LA CRUZ: "SI ALGUNO, FUESE PRELADO O NO, LE PREDICARA DOCTRINA DE ANCHURA Y MÁS ALIVIO, ÁUN QUE SE LO CONFIRME CON MILAGROS, NO LO CREA NI LO ABRACE, SINO PENITENCIA Y DESASIMIENTO DE TODAS LAS COSAS".



              Dice María:
      “Te había prometido que Él vendrá a traerte su paz. ¿Te acuerdas de la paz que tenías durante los días de Navidad, cuando me veías con mi Niño? Entonces era tu tiempo de paz, ahora es tu tiempo de sufrimiento. Pera ya sabes que es en el sufrimiento donde se conquista la paz y toda la gracia para nosotros y para el prójimo. Jesús-Hombre tornó a ser Jesús-Dios después del tremendo sufrimiento de la Pasión; tornó a ser Paz, Paz en el Cielo del que había venido y desde el cual, ahora, derrama su Paz sobre aquellos que en el mundo le aman. Más durante las horas de la Pasión, Él, Paz del mundo, fue privado de esta paz. No habría sufrido si la hubiera tenido, y debía sufrir plenamente.

        Yo, María, redimí a la mujer con mi Maternidad divina, más se trataba solo del comienzo de la redención de la mujer. Negándome, con el voto de virginidad, al desposorio humano, había rechazado toda satisfacción concupiscente, mereciendo gracia de parte de Dios. Pero no bastaba, porqué el pecado de Eva era árbol de cuatro ramas: soberbia, avaricia, glotonería, lujuria. Y había que quebrar las cuatro antes de hacerle estéril en sus raíces.

       Vencí la soberbia humillándome hasta el fondo.


        Me humillé delante de todos. No hablo ahora de mi humildad respeto a Dios; ésta deben tributarsela al Altísimo todas las Criaturas. La tuvo su Verbo. Yo, mujer debía también tenerla. ¿Has reflexionado, más bien, alguna vez, en qué tipo de humillaciones tuve que sufrir de parte de los hombres y sin defenderme de manera alguna? Incluso José que era justo, me había acusado en su corazón. Los demás, que no eran justos, habían pecado de murmuración sobre mi estado, y el rumor de sus palabras, había venido, como ola amarga, a estrellarse contra mi humanidad.

      Y estas fueron sólo las primeras de las infinitas humillaciones que mi vida de Madre de Jesús y del género humano me procuraron. Humillaciones de Pobreza; la humillación de quien debe abandonar su tierra; humillaciones a causa de las reprensiones de los familiares y de las amistades que, desconociendo la verdad, juzgaban débil mi forma de ser Madre respeto a mi Jesús, cuando empezaba a ser ya un Hombre; humillaciones durante los tres años de su Ministerio; crueles humillaciones en el momento del Calvario; humillaciones hasta en el tener que reconocer que no tenía con qué comprar ni sitio ni perfumes para enterrar a mi Hijo.

       Vencí la avaricia de los Progenitores renunciando con antelación a mi hijo.

          Una madre no renuncia nunca a su hijo, si no se ve obligada a ello. Ya sea la Patria, o el amor de una esposa, o el mismo Dios quienes piden al hijo a su corazón, ella se resiste a la separación. Es natural que sea así. El hijo crece dentro de nosotros, y el vínculo de su persona con la nuestra jamás queda completamente roto. A pesar de que el conducto del vital ombligo haya sido cortado, siempre permanece un nervio que nace en el corazón de la madre (un nervio espiritual, más vivo y sensible que un nervio físico) y arraiga en el corazón del hijo, y que siente como si le estiraran hasta el límite de lo soportable, si el amor de Dios o de una criatura, o las exigencias de la Patria alejan al hijo de la madre; y que se rompe, lacerando el corazón, si la muerte arranca el hijo a su madre.

         Yo renuncié desde el momento que lo tuve, a mi Hijo. A Dios se lo dí, a vosotros os lo dí. Me despojé del Fruto de mi vientre para dar reparación al hurto de Eva del fruto de Dios.

       Vencí la glotonería, tanto del saber como del gozar, aceptando saber únicamente lo que Dios quería que supiera, sin preguntarme a mí misma, sin preguntarle a Él, más de cuanto se me dijera.

      Creí sin indagar. Vencí la gula del gustar porqué me negué todo deleite del sentido. Mi carne la puse debajo de las plantas de mis pies. Puse la carne, instrumento de Satanás, y con ella el mismísimo Satanás, bajo mi calcañar para hacerme así un escalón para acercarme al Cielo. ¡El Cielo!... Mi meta. Donde estaba Dios. Mi única hambre. Hambre que no es gula sino necesidad bendecida por Dios, por este Dios que quiere que sintamos apetito de Él.


        Vencí la lujuria, que es la gula llevada a la exacerbación.


           En efecto, todo vicio no refrenado conduce a un vicio mayor. Y la gula de Eva, ya de por sí, digna de condena, la condujo a la lujuria; efectivamente, no le bastó ya el satisfacerse sola sino que quiso portar su delito a una refinada intensidad; así conoció la lujuria y se hizo maestra de ella para su compañero. Yo invertí los términos y, en vez de descender, siempre subí; en vez de hacer bajar, atraí siempre hacia arriba; y de mi compañero, que era un hombre honesto, hice un ángel.

            Es ese momento en que poseía a Dios, y con Él sus riquezas infinitas, me apresuré a despojarme de todo ello, diciendo: “Que por Él se haga tu voluntad y que Él la haga”. Casto es aquel que controla no sólo su carne, sino también los afectos y los pensamientos. Yo tenía que ser la Casta para anular a la impudicia de la carne, del corazón y de la mente. Me mantuve comedida sin decir ni siquiera de mi Hijo, que en la Tierra era sólo Mío, como en el Cielo era solo de Dios: “Es Mío y para Mí lo quiero”.

         Y a pesar de todo no era suficiente para que la mujer pudiera poseer la Paz que Eva había perdido. Esa Paz os la procuré al pié de la Cruz, viendo morir a Aquel que tú has visto nacer. Y, cuando me sentí arrancar las entrañas ante el grito de mi hijo, quedé vacía de toda feminidad de connotación humana: ya no carne, sino Ángel.

       María la Virgen desposada con el Espíritu, murió en ese momento; quedó la Madre de la Gracia, la que os generó la Gracia desde su tormento y os la dio. La hembra, a la que había vuelto a consagrar mujer la noche de Navidad, a los pies de la Cruz conquistó los medios para venir a ser Criatura del Cielo.

      Esto hice Yo por vosotras, negándome toda satisfacción, incluso las satisfacciones santas. De vosotras, reducidas por Eva a hembras no superioras a las compañeras de los animales, he hecho – basta con que lo queráis – las santas de Dios. Por vosotras subí y, como a José os elevé. 

         La roca del Calvario es mi Monte de los Olivos. Ese fue mi impulso para llevar al Cielo, santificada de nuevo, el alma de la mujer, junto con mi carne, glorificada por haber llevado al Verbo de Dios y anulado en Mí hasta el último vestigio de Eva, la última raíz de aquel árbol de las cuatro ramas venenosas, aquel árbol que tenía hincada su raíz en el sentido y que había arrastrado a la humanidad a la caída, y que hasta el final de los siglos y hasta la última mujer os morderá las entrañas.

       Desde allí, donde ahora resplandezco, envuelta en el rayo del Amor, os llamo y os indico cual es la medicina para venceros a vosotras mismas: La Gracia de mi Señor y la sangre de mi Hijo.

     Y tú, voz Mía, haz descansar a tu alma con la Luz de esta alborada de Jesús para tener fuerza en las futuras crucifixiones que no te van a ser evitadas, porque te queremos aquí, y aquí se viene a través del dolor; porque te queremos aquí, y más alto se viene cuanto mayor ha sido la pena sobrellevada para obtener Gracia para el mundo.

        Ve en Paz, Yo estoy contigo”.



LA VIRGEN MARÍA DERROTÓ A LUCIFER PORQUE NOS DIO EL ANTÍDOTO DEL FRUTO PROHIBIDO: SU HIJO JESÚS EL FRUTO DE SUS ENTRAÑAS QUE DEVOLVIÓ AL GENERO HUMANO LA DIGNIDAD PERDIDA



SEÑOR DIOS TODOPODEROSO, NO PERMITAS QUE NOSOTROS QUE TE AMAMOS
A PESAR DE NUESTROS DEFECTOS, NOS LLEGUEMOS A CONDENAR
MEJOR ES MORIR ESTANDO EN GRACIA, QUE VIVIR MÁS
SI NOS PODEMOS CONDENAR



Está escrito que Dios hizo el mundo y a los hombres a su imagen y semejanza, y que vio en cada una de las seis etapas de la Creación que lo que hizo era bueno. Por culpa del pecado de Adán que obedeció a Satanás y desatendió las recomendaciones de Dios, que le prohibió comer de la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, para no morir, le hizo adorar a las criaturas en vez del Creador, se produjo la simbiosis entre el alma inmortal y la Creación que es mortal, y sobrevino la muerte de la carne, y la muerte del alma, en vez de la simbiosis entre esa alma y Dios, que era la glorificación de esa carne, y la vida eterna.

Gracias a Jesús el sublime Redentor, que se apiadó del pecado del hombre que transmitió a toda su descendencia, Dios nos ha dado una segunda oportunidad para recobrar la vida del cuerpo y la del alma, con su muerte en la Cruz, perdonó la falta de Adán y por su Gloriosa Resurrección triunfó de la muerte y nos devolvió la posibilidad de ser Hijos de Dios, y de resucitar en la Gloria como Él.

Dios ha puesto en el mundo una nueva Eva, sin pecado original, la Inmaculada Virgen María, que no comió del fruto prohibido, pero engendró en su Ser Inmaculado el nuevo Adán, que es su divino Hijo Jesús que es Dios disfrazado de hombre, que se ofreció en la Cruz como fruto del árbol de la vida, para que con su sangre y el agua de su costado nos perdone y desarraigue las raíces del pecado original que Satanás había sembrado en la humanidad. 
Ese fruto comido, es decir asimilado por los hombres que siguen sus mandamientos, es el antídoto del veneno de la Serpiente, ya que ese alimento neutraliza su acción, y además transforma ese veneno en medicina para curar las enfermedades del alma, así como ciertos venenos de las serpientes sirven para curar enfermedades del cuerpo, o para matar las células cancerosas. 

Y así las almas, viendo las consecuencias del pecado, y la bienaventuranza de las virtudes, se apartan del mal para entregarse al bien. Es lo que ocurre a los Santos, que oyendo y viendo las consecuencias de los que se entregan al pecado, dan gracias a Dios por haberse apartado del mundo y de la carne, que son las dos armas más poderosas que utiliza Satanás para llevar las almas a la perdición y apartarlas de Dios. 



Sabiduría 3, 1-9.


Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. 
A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz. 
A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad. 
Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su Rey para siempre. 
Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos. 
En esta enseñanza del Libro de la Sabiduría, está explicado de una manera clara la dicotomía que existe entre la mentalidad del mundo y la de Dios. Para el que no cree, y pone toda su fe, esperanza y amor en las cosas de este mundo, se ha perdido todo cuando esta fe está defraudada por la falta de estos elementos primordiales para ellos.
Pero para los que han puesto su fe en las cosas de Dios, están iluminados por la Sabiduría, y saben que tiene que morir el hombre viejo para renacer y conseguir ser hijos de Dios para poder entrar en el Reino eterno de Dios, el Reino de la felicidad, de la Paz, del Amor, de la sublime belleza, de la salud, y de la eterna Juventud.


San Pablo a los Romanos 6, 3-9.


Hermanos: 
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? 
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. 
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. 
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. 
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. 
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. 
Palabras clarísimas del Apóstol San Pablo, que no necesitan mayor aclaración, salvo recriminar lo que dijo el famoso teólogo Jesuita Ricardo Franco (R.I.P.), que Dios le haya perdonado: "San Pablo tiene una visión "veterotestamentaria" de la Ley de Dios"(sic), es decir una visión anticuada, le pedí unas aclaraciones a esta opinión, preguntándole: "¿Entre la visión de San Pablo, puesto por Dios como faro de la Iglesia pasada, presente y futura, y la interpretación personal suya, fruto de las modas relativistas actuales, como dijo S.S. Benedicto XVI, Con cual hay que quedarse?". Naturalmente  no obtuve ninguna respuesta, creo que tendrá que dármela en el más allá.

Es verdaderamente increíble la labor incansable de Satanás, y su astucia, siempre utiliza el mismo cebo, y atrapa a muchísima gente: "Dios es Misericordia, el pecado es una consecuencia de una pobre alma descarriada, por eso te puedes permitir todos tus caprichos y vicios, ya que Dios es un Padre "perdonador", ¿Para qué arrepentirte si Dios conoce y comprende todas las debilidades del hombre?
Esta tentación es como el veneno de algunas serpientes que paralizan el sistema nervioso, parando la respiración y el corazón, lo que lleva irremisiblemente a la muerte.





Mateo 25,31-46.

Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. 
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? 
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? 
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. 
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Siempre me he preguntado ¿Cómo es posible que haya sacerdotes y hasta Obispos que lean esas palabras del Evangelio, y que vayan predicando que el Infierno está vacío, como me lo dijo cierto Arzobispo, o que Dios va a proclamar un perdón para todos los condenados, siendo hombres o demonios, como lo dicen algunos predicadores como Hans Kung. Aquí está demostrado como la arrogancia y la soberbia ciegan a las almas que no son de Dios. 

Y son arrogantes y soberbios porque se atreven a cambiar el sentido de las Escrituras, aprobadas y puestas en práctica desde hace milenios por Padres de la Iglesia, Santos Doctores, confesores de la fe, y confirmado por las apariciones de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. 




domingo, 23 de marzo de 2025

EL JUICIO DE DIOS SEGÚN LO DICE JESÚS A MARÍA VALTORTA








 Dice Jesús:

              Volver al Origen, presentarse ante el Juez Jesús, no significa ir a un lugar determinado ni tampoco ir al pie del trono eterno. En realidad, estas son formas para ayudar vuestro pensamiento.
     El alma que abandona la carne que ha animado, se encuentra inmediatamente frente a la Divinidad que la juzga, sin necesidad de ascender y presentarse en los umbrales del Reino bienaventurado. Es verdad fundamental que Dios está en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar. Y, por lo tanto, el encuentro se produce en cualquier lugar. La Divinidad colma de Sí todo lo Creado. Por lo tanto está presente en todo lugar de la Creación. Quien juzga soy Yo, más siendo inseparable del Padre y del Espíritu Santo, omnipresentes en todo lugar.

          El juicio es rápido, así como fue rápida toda la Creación, que ocupó solo un milésimo de la más pequeña de vuestras unidades de tiempo. Más en el átomo del instante creativo, el alma tiene tiempo de entrever el Santísimo origen que la crea y de llevarse el recuerdo de Él para que sea instintiva religión y guía en la busca de la fe, de la esperanza, de la caridad que, si observáis bien, son confusamente como germenes informes también en las religiones menos perfectas (la fe en una divinidad, la esperanza de un premio otorgado por dicha divinidad, el amor hacia ella). 

          Y esta última observación de Jesús, da a entender el por qué todos los pueblos de todas las civilizaciones, y de los salvajes, tienen en sí la noción de que existe una o varias divinidades, al ser un germen informe, que es como un gen implantado por Dios en el alma en ese instante de su creación.

     Por eso también la gran mayoría de los científicos y paleontólogos, "ateos como cabras", se permiten decir que nuestra Religión Católica fue copiada de una religión anterior, ya que son incapaces de pensar que el Creador ha puesto ese germen en todas las almas, son pues como lo dice el refrán, como el Maestro Ciruela, "que no sabía leer y fundó una escuela".
       
      Del mismo modo, en el átomo del juicio particular, el espíritu tiene tiempo de comprender lo que no quiso comprender en la vida terrenal, lo que odió como enemigo o burló o negó como vana mentira, o al que sirvió con un desapego que exige reparación, y tiene tiempo de llevar consigo el recuerdo al lugar de expiación o de condena eterna, para suscitar llamas de amor por la eterna Belleza, o torturas punitivas debidas a la desazón por el Bien perdido, un Bien que la conciencia inteligente les reprochará haber querido perder voluntariamente. Y junto con sus pecados, lo recordará, pero será terrible, porque no podrán contemplarlo.


           La creación del alma y el juicio particular son los dos átomos de instantes en la que el alma de los hijos del hombre, conocen intelectualmente a Dios en la medida que es justo y suficiente darles un agente para tender al propio Bien, que han entrevisto apenas, pero que ha quedado impreso en la substancia que, por ser inteligente, libre, simple, espiritual, comprende prontamente, tiene libre voluntad, deseos simples y movimientos o inclinación, o apetito si preferís, para reunirse con medio del Amor con Aquel de donde proviene, y para lograr su fin, cuya Belleza ya intuye, o para separarse de Él, con odio perfecto y alcanzar al que es su infame rey, conservando en el recuerdo de ese odio un tormento, el mayor de los tormentos infernales, una desesperación, una maldición indescriptibles .


      […] He dicho "sed perfectos” para liberar el espíritu de los antiguos de esa sensación de temor que les impedía acariciar la idea de ser dignos de semejar al Padre, a su Padre. Hacía demasiados siglos que el Altísimo era para ellos el Dios terrible y, ante la tremenda Inmensidad de Dios, el amor, la esperanza y la fe quedaban sobrecogidas. Más ya había llegado el tiempo de la Misericordia, del Perdón, de la Paz, de la Amistad, del vínculo filial con Dios. Por lo tanto, he ahí la orden de perfección ilimitada: “Sed perfectos como el Padre”. Y con tal orden, también la implícita seguridad que impulsa a osar “porque, con tal que lo deseéis, podéis llegar a serlo”.


         […] Y el hecho de que la mayor parte de las almas vive de un modo tal que parece desmentir mi afirmación, no niega lo que Yo digo, sino que es la demostración de la enorme perversión del hombre en sus afectos y deseos, debida a sus alianzas con el Mal. En verdad son muchos los que sofocan con el dogal de los vicios y los pecados la propia alma, tras haberla hecho esclava de Satanás, de quien se han vuelto aliados. La ahorcan definitivamente para no seguir oyéndola gritar y llorar al recordar que el Mal no es lícito y que existe el castigo para quien lo practica. 

          Estos son los que, de hijos de Dios, se vuelven criaturas-hombre por la pérdida de la Gracia y que luego de hombre pasan a ser demonios, pues el hombre, apartado del Bien, es como una enredadera que se trepa al Mal para sostenerse. Donde no existe la Ley sobrenatural, difícilmente existe la ley moral y si existe es siempre imperfecta. Y donde la Ley moral es imperfecta o está ausente, vive de modo total o parcial la triple concupiscencia.

              Más si parece que la mayor parte de las almas cambia con su modo de actuar el natural recuerdo y deseo de Dios y la propia voluntad de tender hacia un fin gozoso, hay que recordar que en el hombre existe la criatura carnal y la espiritual y que el hombre posee el libre albedrío que siempre está al servicio de la parte más fuerte. Ahora bien, si uno va debilitando las almas por culpa de los vicios y los pecados, es seguro que el alma se volverá débil y que, al mismo tiempo, se fortificará la parte animal, que avasallará la más débil hasta matarla. Más no por ello podrá negarse que el alma ha sido creada con capacidad para recordar y desear naturalmente su fin.



DIFERENCIA ENTRE LAS CRIATURAS TOCADAS POR
LA GRACIA DE DIOS Y LAS PAGANAS


                  La índole del alma es la índole espiritual. Por eso el alma tiene deseos espirituales, aunque en los que no están regenerados por el Bautismo y que, por lo tanto están privados de la Gracia, tiene solo deseos conforme al reino espiritual de donde proviene y en donde siente que instintivamente que está el espíritu Supremo. En cambio en las almas vueltas a la Gracia por la regeneración del Bautismo y mantenidas y robustecidas en dicha Gracia por los demás Sacramentos, la atracción del alma a su fin se produce divinamente, pues la Gracia – es decir, nuevamente Dios - atrae hacia sí a los hijos dilectos, se los acerca cada vez más, los coloca cada vez más en la Luz a medida que van ascendiendo gradualmente, en la espiritualidad, de modo que la separación disminuye y la vista es cada vez más intensa, el conocimiento más vasto, la comprensión más amplia, el amor más perfecto, hasta llegar a la contemplación, que es ya unión y fusión de la criatura con su Creador, un acto temporáneo e imborrable y transformador, porque el abrazo del Fuego de la Divinidad que encierra a su criatura extasiada imprime un carácter nuevo a estos seres vivientes, que ya están separados de su condición humana y espiritualizados en Serafines, y que son doctos en la Sabiduría que Dios les otorga al darse a ellos como ellos a Él.

          […] Las almas recuerdan ¿Por qué lo hacen? Porque Dios, así como le dio a Adán la esperanza de una Redención, de esa Redención, a fin de mitigar contemporáneamente el rigor de la condena, del mismo modo le dejó el recuerdo del tiempo feliz para que le confortara en el dolor del exilio y para que fuera para los hijos de Adán el estímulo santo de amar al que para ellos era el Desconocido.

           Y no solo eso, pues, al crear las almas, Dios no privó a los hijos de los hombres de esa natural inclinación hacia la Divinidad que, por si sola puede ayudar a alcanzar el fin por el cual ha sido creado el hombre: amar al Señor, al Dios Omnipotente y Omnipresente, cuyo Todo incorpóreo colma el infinito y a quien el hombre siente, más o menos exactamente, y ve en todo lo que le rodea, le penetra y le asombra. En los salvajes se tratará del fragor del rayo o del duradero esplendor de la aurora boreal; para los idólatras consistirá en la potencia del león o en la vida anfibia del caimán; para los creyentes en las religiones reveladas, aunque no perfectas, en las manifestaciones naturales consideradas como acciones o manifestaciones de cada dios.

         En el ciudadano pensador o científico, en los fenómenos celestes o en el admirable organismo de los cuerpos; en el creyente, además que en la Doctrina, en la vida misma del alma, que se manifiesta con sus luces y con los latidos que corresponden a otros latidos, aún más ardientes, de un Amor eterno que la ama; en la maravilla del nacimiento y en el misterio de la muerte de una parte de lo humano mientras que la otra vive una vida más verdadera.

            Pero en todos los casos y en todas las cosas, el hombre siente una Presencia invisible y potente, tanto si la niega – y al negarla ya admite su existencia, pues se niega sólo lo que existe y que sabe que otros muchos creen – como si la odia y con su odio confiesa que Ella existe, como si la ama y con su amor proclama que la cree real y que un día espera no ya creer (en Ella) sino gozar en Ella.

                Dios hizo lo siguiente: dejó en el hombre la inclinación hacia el Bien supremo. ¿Y no es esto recuerdo? ¿Os parece que no podía hacerlo justamente Él, que es Omnipotente y que desde hace milenios gobierna la Creación sin esfuerzo ni cansancios y que sin un instante de pausa, crea almas, juzga almas, conoce al instante todas las acciones de las mismas, o mejor, las pre-conoce, pues el Pasado, el Presente y Futuro son un existir único ante su Pensamiento, las sigue en su desarrollo, las juzga sin confusiones ni errores y juzga las almas, que tras su orden, abandonan la carne a la que se las había mandado y vuelven al mundo ultraterrenal ya supercreadas, recreadas o, quizás deba decir, destruidas por la libre voluntad del albedrío?

          Pero a vosotros, que cogéis siempre el sentido material de las palabras y no el sentido de las mismas, esta expresión os haría reaccionar como ante un anatema. Entonces diré: almas feas, deformes, mutiladas y desviadas porque han borrado voluntariamente el recuerdo del Divino. Porque, más que cualquier lección que se pueda aprender en todo tipo de escuelas, precisamente es este recuerdo el que le enseña al alma a perseverar en las virtudes, por amor del propio Dios y por la esperanza de llegar a poseérle un día, más allá de la vida, en la Vida sin fin.

          […] Amadme a Mí más que a la ciencia. Bendecidme a Mí y no a vuestro saber. Y amad también al “niño” que tomé para colocarlo entre vosotros. Y, junto conmigo, bendecid al Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque una vez más se ha revelado a un ser pequeño en vez de haberse revelado a los sabios.   
                                                   
           […] Yo os lo digo: El Señor no muestra su Reino a los doctos sino a los que están iluminados por la Gracia y viven en el amor; y solo Dios elige, coge y posa en la cumbre del monte, donde el Cielo está tan cerca que el espíritu puede gritar, ardiendo, las palabras que debían ser el grito de todos los hombres: “He aquí a mi Dios. ¡Le veo! ¡Le siento! ¡Le conozco! Estoy devorado y recreado por el Amor.
     
            Pequeño Juan, también puedes recordarles que el hombre tiene un ángel como custodio y que este espíritu no está inerte junto al hombre sobre el cual refleja las luces que él mismo, por ser ángel, reverbera al adorar la infinita Luz. Quédate en paz, alma mía”.


miércoles, 19 de marzo de 2025

LA MUERTE ES UN DON CUANDO TOMA EL HOMBRE EN ESTADO DE GRACIA, MUCHAS VECES DIOS, LLAMA A UN ALMA A SU PRESENCIA ANTES DE QUE COMETA UN PECADO MORTAL, QUE VE INMINENTE.




        Como dijo Jesús, cuando lo prendieron, "Este mundo no es mi Reino", es decir, por que por razones de Justicia, Dios no puede intervenir cuando el hombre que es libre,  reniega de los mandamientos de Dios, y por eso, Jesús tampoco puede siempre realizar milagros de sanación en el alma y el cuerpo, porque pudiendo leer los corazones, sabe que estas acciones son inútiles o perjudiciales para la Salvación de las almas.

       Si Jesús-Dios forzara la libertad humana, obligando a una persona a a seguir el camino trazado por sus enseñanzas, que esa alma no quiere seguir, tendría que dejar también a Satanás, por razones de equidad, constreñir igualmente la libertad del hombre, el cual se transformaría en réprobo, en contra de su voluntad.

         Es por esa razón que el Demonio tentó a Jesús de una manera muy astuta, al decirle que se tirara desde el alero del templo, y que sus ángeles evitarían que su pie tropezara en la piedra, haciendo una entrada triunfal en el Templo de Jerusalén. Porque entonces, todos los espectadores admirados estarían obligados a creer y seguir a Jesús, tanto los buenos como los malos, se apuntarían todos, y ya no se podría separar el trigo de la cizaña. 

          Por eso, Cristo nunca se manifestó con su Gloria, solo lo hizo a San Juan, Santiago y San Pedro en el monte Tabor en su Gloriosa Transfiguración, y mandó que no se hablara de ello a nadie hasta su Resurrección, y cuando hacía un milagro, siempre le decía al beneficiario: "No se lo digas a nadie" 

         En la Vida del Santo Cura de Ars, escrita por Monseñor Trochú, se cuenta que vino una Señora ciega desde muy lejos para que le devolviera la vista, el Santo le dijo que si Dios la curase, no tendría la salvación asegurada, pero que si permanecía ciega, se salvaría. La Señora volvió desde donde había venido muy triste, pero resignada.

              Cuando de pequeño, en Francia, estudié la historia, recuerdo que San Luis Rey de Francia, había recibido esa enseñanza de su madre Blanca de Castilla: "Prefiero verte muerto, antes que verte cometer un pecado mortal". 

        Y la explicación a esa mentalidad es la siguiente: La presencia de Dios en un alma Santa, le infunde el conocimiento y la certeza de la diferencia infinita que hay entre el pecado y la Virtud.

          Y Dios infunde de tal manera en el alma esta certeza, que prefiere morir antes que pecar mortalmente, ya que este pecado significa la muerte del alma, es decir el horror del Infierno, y la pérdida por toda la eternidad de la infinita felicidad: la Vida Eterna. Por esa razón, muchas personas, incomprensiblemente para nosotros, gozando de buena salud corporal, se mueren de repente, solo Dios sabe que si hubieran permanecido con vida, quizás se hubieran condenado.





DEL POEMA DEL HOMBRE-DIOS
DE MARÍA VALTORTA

       (...) Una mujer, llorando llama a Jesús entre la multitud, mientras suplica que le dejen pasar para ir donde el Maestro.
       "Es Arria, la gentil que se ha hecho hebrea por amor. Una vez curaste a tu marido, pero... ".
         "Me acuerdo, ¡dejadla pasar!".
         La mujer se acerca, se arroja a los pies de Jesús, llora.
         "¿Qué te pasa, mujer?".
         "¡Rabí, Rabí! ¡Piedad de mí!, Simeón...!"

       Uno de Guerguesa le ayuda a hablar: "Maestro, usa mal la salud que le diste. Se ha hecho duro de corazón, rapiñador; y ya ni siquiera parece israelita. La verdad es que la mujer es mucho mejor que él, a pesar de haber nacido en tierras paganas. Y su dureza y rapacidad le acarrean peleas y odios. Y por una pelea ahora está malherido en la cabeza, y el médico dice que casi es seguro que se quede ciego".

               "¿Y Yo, qué puedo hacer en ese caso?".
         "Tú...curas...Ella, ya lo ves se desespera... Tiene muchos hijos, y pequeños todavía. La ceguera de su marido significaría miseria para toda la casa... Es verdad que es dinero mal ganado... Pero la muerte sería una desventura, porque un marido es siempre un marido, y un padre es siempre un padre, aunque en vez de amor y pan, dé traiciones y palos... ".

         "Le curé una vez y le dije: "No peques más". Él ha pecado más. ¿No había acaso prometido que no iba a pecar más? ¿No había hecho voto de no volver a ser usurero y ladrón, si Yo le curara; es más, de devolver a quien pudiera lo mal adquirido, y de usar lo mal adquirido - para el caso de no poder devolverlo - en favor de los pobres?".

           "Maestro, es verdad. Yo estaba presente. Pero... el hombre no es firme en sus propósitos".

         "Es como dices. Y no solo Siméon. Muchos son los que, como dice Salomón, tienen dos pesos y balanza falsos, y no solo en el sentido material, sino también cuando juzgan y actúan en el comportamiento para con Dios. Y es también Salomón el que dice: "Desastroso para el hombre el fervor ligero por lo santo y, tras hacer un voto, volverse atrás". Y sin embargo, son demasiados los que esto hacen... Mujer, no llores. 

         Pero escucha y sé justa, ya que has elegido Religión de Justicia. ¿Qué elegirías si te propusiera dos cosas, estas: curar a tu marido y dejarlo vivir para que siga burlándose de Dios y acumulando pecados sobre su alma. o convertirle, perdonarle, y luego dejarle morir? Elige. Haré lo que elijas".

         La pobre mujer se encuentra en una lucha muy acerba. El amor natural, la necesidad de un hombre, que bien o mal gane para los hijos la moverían a pedir "vida"; su amor sobrenatural hacia su marido la mueve a pedir: "perdón y muerte". La gente calla, atenta, conmovida en espera de la decisión.

         Al fin, la pobre mujer, arrojándose de nuevo al suelo, abrazándose a la túnica de Jesús como buscando fuerzas, gime: "La vida eterna... Pero, ayúdame, Señor... " Y tanto languidece, rostro en tierra, que parece que muere.
         "Has elegido la parte mejor. Bendita seas. Pocos en Israel te igualarían en temor de Dios y Justicia. Levántate, vamos a donde él".

         "¿Pero realmente le vas a hacer morir, Señor? ¿Y yo, que voy a hacer?". La criatura humana renace del fuego del espíritu como el ave fénix mitológico; y sufre y zozobra humanamente...
         "No temas, mujer. Yo, tú, todos confiamos al Padre de los Cielos todas las cosas, y Él obrará con su amor. ¿Eres capaz de creer eso?".
           "Sí, mi Señor...".
          "Entonces, vamos, diciendo la oración de todas las peticiones y de todos los consuelos".

         Y, mientras anda, rodeado de un enjambre de personas y seguido de un séquito de gente, dice lentamente el Pater. El grupo Apostólico hace lo mismo, y con un coro bien ordenado, las frases de la oración se elevan por encima del murmullo de la muchedumbre, la cual sintiendo el deseo de oír orar al Maestro, poco a poco, va guardando silencio, de forma que las últimas peticiones se oyen maravillosamente en medio de un silencio solemne.

         "El Padre te dará pan cotidiano. Lo aseguro en su Nombre" dice Jesús a la mujer y añade, dirigiéndose no solo a ella sino a todos: "Y os serán perdonadas las culpas si perdonáis al que os haya ofendido o perjudicado. Esa persona necesita vuestro perdón para obtener el de Dios. Y todos tienen necesidad de la protección de Dios para no caer en pecado como Simeón. Recordad esto".

         Ya han llegado a casa y Jesús entra en ella con la mujer, Pedro, Bartolomé y el Zelote.

         El hombre yace, echado en la yacija, en la cara vendas y paños mojados, gesticula desasosegado y delira. Pero la voz, o la voluntad de Jesús lo hacen volver en sí y grita: "¡Perdón! ¡Perdón! No volveré a caer en el pecado. ¡Tu perdón como la otra vez! Pero también la salud como la otra vez. ¡Arria! ¡Arria!, te juro que seré bueno. No volveré a ser ni violento ni ladrón, no..." el hombre está dispuesto a todas las promesas por miedo a morir...

         "¿Por qué quieres todo esto?", pregunta Jesús "¿Por expiar o porque temes el juicio de Dios?".
         "¡Eso, eso! ¡Morir ahora, no! ¡El Infierno!... ¡He robado, he robado el dinero del pobre! he usado la mentira. He sido violento con mi prójimo y he hecho sufrir a los familiares. ¡Oh!...".
         "No miedo, se requiere arrepentimiento, verdadero, firme".
      "¡La muerte o la ceguera! ¡Qué castigo! ¡No volver a ver! ¡Tinieblas! ¡Tinieblas! ¡No!...".

         "Si es adversa la tiniebla en los ojos, ¿no te es horrenda la del corazón? ¿Y no temes la del Infierno, eterna, horrenda? ¿la privación continua de Dios?, ¿los remordimientos continuos?, ¿la congoja de haberte matado a ti mismo, para siempre en tu espíritu?  ¿No amas a esta? ¿Y no quieres a tus hijos? ¿Y no quieres a tu padre, a tu madre y a tus hermanos? ¿Y no piensas que no los vas a tener nunca más contigo si mueres condenado?".

         "¡No!" ¡No! ¡Perdón! ¡Perdón! Expiar, aquí, sí, aquí... Incluso la ceguera, Señor... Pero el infierno no... ¡Que no me maldiga Dios! ¡Señor! ¡Señor! Tú arrojas los demonios y perdonas las culpas. No alces tu mano para curarme, pero si para perdonarme y liberarme del demonio que me tiene sujeto... Ponme una mano en el corazón, en la cabeza... Libérame Señor...".

         "No puedo hacer dos milagros. Reflexiona. Si te libero del demonio te dejaré la enfermedad.... ".
            "¡No importa! Sé Salvador".
       "Sea como tú quieres. Te digo que sepas aprovechar mi milagro, que es el último que te hago. Adiós".
            "¡No me has tocado! ¿Tu mano! ¡Tu mano!".

         Jesús le complace y pone su mano sobre la cabeza y sobre el pecho del hombre, el cual, estando vendado, cegado por las vendas y la herida palpa convulsivamente para agarrar la mano de Jesús, y una vez que la encuentra, llora sobre ella, y no quiere separarse de ella; hasta que, como un niño cansado, se adormece, teniendo todavía la mano de Jesús apretada contra su carrillo febril.
         Jesús saca cautelosamente la mano y sale de la habitación sin hacer ruido, seguido por la mujer y los tres Apóstoles.
         "Que Dios te lo pague, Señor, Ora por tu sierva".
       "Sigue creciendo en la Justicia, mujer, y Dios estará siempre contigo. Alza la mano para bendecir la casa y a la mujer, y sale a la calle.

         (...) No queráis ser más que Dios, que no rechaza al pecador que se arrepiente y le perdona y le admite de nuevo junto a Él. Y aunque ese pecador os haya hecho un mal irreparable, no os venguéis ahora que ya no es un arrogante temido; antes bien, perdonad y tened una gran piedad, porque él fue pobre respeto a ese tesoro que todo hombre puede tener con solo quererlo: la bondad. Amadle, porque con el dolor que os ha causado, os ha dado un medio de merecer un premio más grande en el Cielo. Y no despreciéis a nadie, ni siquiera si es de otra raza. 

Veis que cuando Dios atrae junto a sí un espíritu, aunque sea de un pagano, lo transforma de tal modo que supera en justicia a muchos del pueblo elegido.

         Me marcho. Recordad ahora y siempre estas y mis otras palabras".
           (...) Pregunta Pedro, sin dejar el timón, después de un rato: "Maestro ¿Pero aquel hombre se va a curar o no? No he comprendido nada".
         Jesús no contesta. Pedro hace una señal a Juan, que está sentado en el fondo a los pies del Maestro, con la cabeza relajada a los pies de Jesús. Y Juan repite en voz baja la pregunta.
           "¿No se va a curar?"+
          "¿Por qué, Señor? Yo creía, por lo que he oído, que tuviera que curarse para expiar".

            "No, Juan, pecaría nuevamente porque es un espíritu débil".
           Juan vuelve a apoyar la cabeza en las rodillas y dice: "Pero Tú lo podías hacer fuerte... " y parece manifestar un débil reproche.
          Jesús sonríe, mientras introduce los dedos entre los cabellos de su Juan y, alzando la voz para que todos oigan, da la última lección del día:

         "En verdad os digo que en la concesión de Gracia hay que saber también tener en cuenta su oportunidad. No siempre la vida es un don, no siempre la prosperidad es un don, no siempre un hijo es un don, no siempre - sí, y también esto - no siempre una elección es un don. Vienen a ser dones y permanecen como tales cuando el que los recibe sabe hacer un buen uso de ellos y para fines sobrenaturales de santificación. 

       Pero cuando de la salud, prosperidad, afectos, misión, se hace la ruina del propio espíritu, mejor sería no tenerlos nunca. y a veces Dios ofrece el mayor don que podría dar no dando a los hombres lo que querrían o lo que considerarían justo tener como cosa buena. El padre de familia o el médico sabio saben qué es lo que hay que dar a los hijos o a los enfermos para no ponerlos más enfermos o para evitar que enfermen. Lo mismo, Dios sabe lo que conviene dar para el bien de un espíritu".

         "¿Entonces aquel hombre morirá?" ¡Qué casa más desgraciada!".
               "¿Sería acaso, más feliz viviendo en ella un réprobo? ¿Y él sería más feliz si, viviendo, siguiera pecando? En verdad os digo que la muerte es un don, cuando sirve para impedir nuevos pecados y coge al hombre mientras está reconciliado con su Señor".

                La quilla roza ya el fondo del lago, en Cafarnaúm.
               (...) A fuerza de brazos empujan la barca hacia arriba, a la playa, mientras ya las primeras olas fuertes vienen a azotarlos miembros semi-desnudos y los guijarros de la orilla. Y luego... alejarse rápidamente, a casa, mientras las primeras gotazas alzan el polvo de la tierra ardiente haciendo emanar fuerte olor. Y los relámpagos ya están encima del lago, mientras los truenos llenan de fragor las copas formadas por las colinas de las orillas



jueves, 13 de marzo de 2025

II/II COMENTARIOS DE LA Stma. VIRGEN MARÍA SOBRE SU ENTRADA EN EL REINO DE DIOS PARA SER DECLARADA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA; MADRE DE DIOS Y DE LA HUMANIDAD




MARÍA Stma; EN SU TRONO DE REINA DEL CIELO
 Y TIERRA  POR SER MADRE DE DIOS Y DE LA HUMANIDAD,
BIENAVENTURADOS LOS QUE SON SÚBDITOS SUYOS


María la obra más perfecta de Dios, es recibida en los Cielos como la Criatura que Dios soñó para toda la humanidad, no hay en ella el menor atisbo de mancha, o de impureza de soberbia, es la nueva Eva que nos enseña como deberían de ser todos los hombres para cumplir con la voluntad de Dios. Como Reina de todo lo creado, tiene en sus manos el poder de concedernos la divina Gracia de Dios, ya que es también medianera de todos sus dones, que dará con amor de Madre a todos los que la aman y que se acogen a su protección.


DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO
DE MARÍA VALTORTA

Diciembre 1.943
Dice María:
“Mi humildad no podía dejarme pensar que me estaba reservando tanta gloria en el Cielo. En mi pensamiento estaba casi la certeza de que mi carne humana, santificada por haber llevado a Dios, no conocería la corrupción. Porque Dios es vida y cuando de sí mismo satura y llena a una criatura, esa acción suya es como un ungüento que preserva de la corrupción de la muerte.
Yo no solo había permanecido Inmaculada, no solo había estado unida a Dios con un casto y fecundo abrazo, sino que me había saturado, hasta en mi más profundo ser, de las emanaciones de la Divinidad escondida en mi seno y que quería velarse de carne mortal. Pero el que la bondad del Eterno tuviera reservado a su sierva el gozo de volver a sentir en sus miembros  el toque de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso y de volver a oír con mis oídos su voz, y de ver con mis ojos su rostro… esto no podía pensar que me fuera concedido, y no lo anhelaba. Me habría bastado con estas bienaventuranzas  le fueran concedidas a mi espíritu, y con ello, ya se habría sentido lleno de beata felicidad mi yo.
Pero, como testimonio de su primer pensamiento creador respecto al hombre, destinado por el Creador a vivir, pasando sin muerte del Paraíso terrenal al celestial, en el reino eterno, Dios quiso que yo, Inmaculada, estuviera en el Cielo con alma y cuerpo… inmediatamente después del fin de mi vida terrena.

Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre: una vida inocente y sin conocimiento de culpas; un dulce paso de esta vida  a la Vida eterna, paso con el que, como quien cruza el umbral de una casa para entrar en un Palacio, el hombre, con su ser completo hecho de cuerpo material y de alma espiritual, habría pasado de la Tierra al Paraíso, aumentando esa perfección de su yo que Dios le había dado, con la perfección completa, tanto de la carne como la del espíritu, que el pensamiento divino tenía destinada para todas las criaturas que permanecieran fieles a Dios y a la Gracia. Perfección que habría sido alcanzada en la luz plena que hay en el Cielo y lo llena, pues que de Dios viene; de Dios, Sol eterno que ilumina el Cielo.

Delante de los Patriarcas, Profetas y Santos, delante de los Ángeles y los Mártires, Dios me puso a mí, elevada a la gloria del Cielo en alma y cuerpo, y dijo:
“Esta es la obra perfecta del Creador; la obra que, de todos los hijos del hombre, Yo creé a mi más verdadera imagen y semejanza, fruto de una obra maestra divina y creadora, maravilla del Universo, que ve, dentro de un solo ser, a lo divino en el espíritu eterno como Dios y como Él espiritual, inteligente, libre, sabio, y a la criatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, criatura ante la que todos los demás vivientes de los tres reinos de la Creación están obligados a inclinarse.
Aquí tenéis el testimonio de mi amor hacia el hombre, para el que quise un organismo perfecto y un bienaventurado destino de eterna vida en mi Reino.
Aquí tenéis el testimonio de mi perdón al hombre, al que, por la voluntad de un Trino Amor, he concedido  nueva habilitación y creación ante mis ojos.
Esta es la mística piedra de parangón, este es el anillo de unión entre el hombre y Dios. Ella es la que lleva de nuevo el tiempo a sus días primeros, y da a mis ojos divinos la alegría de contemplar a una Eva como Yo la creé, aún más hermosa y santa por ser  Madre de mi Verbo y por ser Mártir del mayor de los perdones.

Para su Corazón Inmaculado que jamás conoció mancha alguna, ni siquiera la más leve, Yo abro los tesoros del Cielo; y para su Cabeza, que jamás conoció la soberbia, con mi fulgor hago una corona, y la corono, porque es para Mí santísima, para que sea vuestra Reina”.

En el Cielo no hay lágrimas. Pero, en lugar del jubiloso llanto que habrían derramado los espíritus si les hubiera conseguido el llanto – humor que rezuma destilado por una emoción -, hubo, después de estas divinas palabras, un centelleo de luces, y visos de esplendores resplandeciendo aún más esplendorosas, y un incendio de fuegos de caridad que ardían  con más encendido fuego, y un insuperable e indescriptible sonido de celestes armonías, a las cuales se unió la Voz del Hijo mío, en alabanza a Dios Padre y a su Sierva bienaventurada para todo la eternidad”.