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lunes, 8 de febrero de 2016

SIN EL ARREPENTIMIENTO AMARGO Y SALUDABLE, INÚTILMENTE YO PARA VOSOTROS MORIRÉ.



EL NOS HA AMADO
¡Bienaventurado el que hace...de Jesús clavado
 en la Cruz su confidente; su consejero, su todo!
Todo en la vida, y todo en la muerte.



El gran triunfo de Satanás: hacernos creer que estamos todos redimidos por Jesús, sin poner absolutamente nada de nuestra parte; y que el pecado y la virtud son indiferentes a Dios, es el triunfo del relativismo, doctrina que han abrazado multitud de católicos, que tratan de fanáticos de la Edad Media a los que no comparten sus opiniones.

Y como tildan de no dogmáticas las apariciones de la Stma. Virgen María de Fátima en donde enseño a los videntes el espectáculo espantoso del Infierno, miran para otra parte, a pesar de que la conciencia les remuerde amargamente. 

Sin embargo, algunos no tienen reparo en negar el Dogma del Infierno, proclamado por el Concilio de Letrán, u otros como el Sr. Arzobispo con quien tuve el gusto de conversar, para no negar el Dogma, ¡dicen que por la gran Misericordia de Dios, el Infierno está vacío! Todas esas opiniones son una arma poderosísima para Satanás: las almas en pecado mortal, nunca podrán arrepentirse, ni volver por el camino de la Salvación, y su alma queda sepultada en la muerte eterna, ya que no hay arrepentimiento.

Y me pregunto: ¿Como puede ser que un Jerarca de esa categoría que ha estudiado durante más de 6 años teología, filosofía, dogmática, que conoce todos los extensos libros de la Biblia, que ha predicado, leído, escrito libros y dado conferencias y retiros espirituales, desconozca esta sencilla frase que tan bien explica San Juan de la Cruz: el que ama una cosa se hace semejante a ella, por esa sencilla razón, los que se dan a todos los vicios y a los pecados se hacen hijos del padre de todos esos vicios y pecados que es Satanás, y el que se entrega a todas las virtudes cristianas, se hace semejante a su Padre Dios.

Otra cosa que enseña la Tradición Cristiana predicada y refrendada por todos los Padres de la Iglesia y todos los grandes Santos: El que comete un pecado mortal, ya no es hijo de Dios, si llega a morir sin arrepentimiento sincero, proporcional a la culpa, se condena. Sin embargo se ha permitido suprimir y cambiar todas las tradiciones y todas las enseñanzas de los Doctores de la Iglesia, y dicen que todos somos hijos de Dios, y por eso Dios no puede mandar allí a un hijo suyo.

El otro día, explicando el catecismo un sacerdote que es ahora obispo, en una emisora de Radio, salió diciendo que el sacerdote ¡tiene que seguir a su Obispo, como Jesús sigue a su Padre!, también en otra ocasión dijo que ¡Jesús podía haber redimido a toda la Humanidad con una simple sonrisa!, parece entonces que Jesús que dijo a su Padre que apartara de sí ese cáliz, pero que no se haga su voluntad, sino la suya, es entonces un masoquista.

Naturalmente los herejes que predican esa falsa doctrina, tendrán que rendir cuentas a Dios Todopoderoso por la muerte de esas almas que han contribuido a condenar. ¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos serán hartos!

María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos.



Del poema del Hombre-Dios de María Valtorta (3-3-1.945)


Palabras de Jesús a sus Apóstoles sobre la muerte

[...] Estamos frente a la muerte. Yo lo estoy. Otros también lo están ¿Quienes? ¿Quieres saber quien, Pedro? Todos. La muerte avanza hora a hora y aferra a quien menos se lo espera. Pero es que incluso aquellos que tienen mucha vida que tejer, hora a hora están frente a la muerte, pues que el tiempo es un relámpago frente a la eternidad y en la hora de la muerte hasta la vida más larga se reduce a nada, y las acciones de lejanos decenios, hasta los de la primera edad, vuelven en masa para decir: "Mira: ayer hacías esto". 

¡Ayer! ¡Siempre es ayer cuando uno se muere! ¡Y siempre es polvo el honor y el oro que tanto anheló la criatura! ¡Pierde todo sabor el fruto por el que se perdió el juicio! ¿La mujer? ¿La bolsa? ¿El poder? ¿La ciencia? ¿Qué queda? ¡Nada! Solo la conciencia y el juicio de Dios, juicio al que la conciencia va pobre de riquezas, desnuda de humanas protecciones, cargada solo de sus obras.

"Tomen su sangre y tiñan con ella las jambas y arquitrabe y el Ángel no arremeterá a su paso, contra las casas en que esté el signo de la sangre". Tomad mi Sangre. Ponedla no en las piedras muertas sino en el corazón muerto. Es la nueva circuncisión. Y Yo me circuncido por todo el mundo. 

No sacrifico la parte inútil, sino que quebranto mi magnífica, pura, sana virilidad, completamente la sacrifico y de los miembros mutilados, de las venas abiertas, tomo mi Sangre y trazo sobre la Humanidad anillos de salvación, anillos de eterno desposorio con el Dios que está en los Cielos, con el Padre que espera, y digo: Mira, ahora no puedes rechazarlos porque rechazarías tu Sangre".

"Y Moisés dijo: "...y luego sumergid un manojo en la sangre y asperjad con sangre las jambas´". ¿No basta entonces la Sangre? No basta. A mi Sangre debe unirse vuestro arrepentimiento. 

Sin el arrepentimiento, amargo y saludable, inútilmente Yo para vosotros moriré.






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