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sábado, 14 de enero de 2017

LA CLASICA PREGUNTA DE LOS HIJOS DE LAS TINIEBLAS, ES LA QUE LE HIZO JUDAS A JESÚS, ES LA DE LOS QUE NO CREEN NI EN EL DEMONIO NI EN EL INFIERNO


La clásica pregunta de los hijos
 de las tinieblas




       En el Evangelio como me ha sido revelado de Mª Valtorta, aparece una pregunta similar a esta de Judas de Keriot a Jesús, el Apóstol traidor le decía también que, por esa razón no creía en el Demonio ni en el Infierno, porque todo obedecía a los designios de Dios. Jesús lo tomo aparte para que los otros Apóstoles no lo oyeran, y le dijo: "No ves ni sientes a Satanás porque lo tienes dentro".

        La explicación a estas afirmaciones es muy sencilla, y si no fuera porque esas objeciones, las han leído personas que pueden tener alguna duda sobre la Doctrina de la Santa Iglesia Católica no valdría la pena ni rebatirlas, ya que la persona que las emite, es una criatura que, como a Judas, solo le interesa el pecado y odia a la Virtud, como Judas que era ladrón, como lo dice el Evangelio, y que además fue el que vendió a Jesús por 30 monedas y lo traicionó con un beso para señalarlo a sus verdugos. Conocemos su final: Se ahorcó.


Cuando vinieron a prender a Jesus, dijo: "Mi Reino no es de este mundo, si lo fuera, mi Padre mandaría una legión de Ángeles para protegerme".

El mundo es pues un campo de batalla donde impera la libertad absoluta del ser humano, pudiendo escoger entre las dos opciones: El bien que es la Luz de Dios, y el mal que son las tinieblas de Satanás.

Es la única manera que existe para separar los dos componentes Bien-Mal, para eso ni Dios ni Satanás pueden imponer sus criterios. Se puede luego decir que de la misma manera que Satán tienta el alma para inducirla al pecado que la llevará a su maldito reino del horror, Dios tienta al alma para llevarla a su Santo y bienaventurado Reino de la Paz y de la felicidad.


Naturalmente, estas circunstancias hacen pensar a la gente que se deja inducir por Satanás, que Dios no puede acabar con él, y lo ponen en cuanto a poder a la altura de Dios, tremendo error porque Dios es Infinito en cuanto a poder y gloria, y Satanás es un ser creado por él, por orgullo queriéndose poner a su altura, que como Judas se ha rebelado contra su Dios.


Lo que diferencia un tentador de otro, es que Satanás tienta al hombre invitándole al hedonismo, al poder y la riqueza en este mundo que es una ilusión, porque está y ya no estará. para eso utiliza toda su astucia y su labor incansable, la fuerza que le mueve es el odio hacia Dios, que lo ha maldecido. Dios tienta al hombre por todo lo opuesto: la renuncia al mundo, la pobreza espiritual, para alcanzar el reino Eterno de la paz y felicidad, que no está en la Tierra, pero que estará para siempre: La felicidad eterna, Dios para atraernos solo lo mueve la infinita fuerza del Espíritu Santo: el Amor, un Amor tan grande que ha entregado su Vida después de una dolorosa Pasión.


El Juicio está dictado en las Escrituras, y avalado por los dos testigos que están en presencia de Dios: La Razón y la Conciencia puestas por Dios en cada hombre, que se representan en la visión de Dios del Profeta Ezequiel, y relatados por Juan en el Apocalipsis. El Juicio es el Siguiente: Cristo, la Luz ha venido al mundo creado por Él, y los suyos no han querido recibirlo para que no sean manifiestas sus malas obras.


Y el Juicio es severo: La Vida o la muerte eternas, un Juicio justo, porque el pecado es un daño a nuestro Prójimo y un daño a Dios que lo ha creado, y ese Dios, Dueño, y Creador de todo, no puede admitir en su casa la Soberbia y el vicio, que se ha forjado el pecador empedernido que ha escogido libremente su camino.




Del Evangelio como me ha sido revelado 

de María Valtorta


          Diálogo con Jesús:



        [...] “¿Pero existe verdaderamente el Infierno?” pregunta Judas Iscariote.
“¿Pero que dices?” le preguntan escandalizados los compañeros.
“Digo: ¿existe verdaderamente? Yo – y hay otros, no soy sólo yo – no lo creo”.
“¡Pagano!”, gritan con horror.
“No. Israelita. Somos muchos en Israel los que no creemos en ciertas patrañas”.
“¿Pero entonces, ¿Cómo puedes creer en el Paraíso?, ¿y en la Justicia de Dios?, ¿Dónde metes a los pecadores?, como explicas a Satanás?” gritan muchos.
“Digo lo que pienso. Se me ha echado en cara hace poco que soy un embustero. Os demuestro que soy sincero, aunque esto os haga escandalizaros de mí y me haga odioso ante vuestros ojos. Además no soy el único en Israel que cree esto, desde que Israel ha progresado en el saber, en contacto con helenistas y romanos. Y el Maestro, el único cuyo juicio respeto, y que protege a los griegos y es visiblemente amigo de los romanos, no puede censurarnos ni a mí ni a Israel…

Yo parto de este concepto filosófico: si Dios controla todo, todo lo que hacemos es por su voluntad; por tanto, nos debe premiar a todos de una única forma, porque no somos sino autómatas, movidos por Él. Somos seres desprovistos de voluntad. Lo dice también el Maestro. Dice: “La voluntad del Altísimo. La voluntad del Padre”. Esa es la única voluntad. 

Y es tan infinita que aplasta y anula la voluntad limitada de los humanos. Por tanto, Dios hace tanto el Bien como el Mal, porqué nos los impone, aunque parezcan hechos por nosotros. Y, por tanto, no nos castigará por el mal, y así quedará su justicia, porqué nuestras culpas no serán voluntarias, sino impuestas por quien quiere que las hagamos para que en la Tierra haya bien y mal. 

El malo es el medio de expiación de los menos malos. Y él sufre el no poder ser considerado bueno, expiando así su parte de culpa. Jesús ha dicho que el infierno está sobre la tierra y en el corazón de los hombres. Yo no pienso en Satanás. No existe. Tiempo ha, lo creía. Pero ya, desde hace algún tiempo estoy seguro de que todo es una patraña. Y creer de esta forma es llegar a la paz”.

Judas exhibe estas… teorías con un engreimiento tan formidable, que los otros se quedan atónitos…
Jesús guarda silencio. Y Judas le incita: “¿No tengo razón, Maestro?”.

“No”. El “no” es tan seco, que parece un estallido.

“Pues a pesar de todo, yo… no siento a Satanás y no admito el libre albedrío, el Mal. Y todos los Saduceos están conmigo y, muchos otros en Israel o de fuera de Israel. No. Satanás no existe”.

Jesús le mira. Una mirada tan compleja, que no se puede analizar: de Juez, de Médico, de persona afligida, asombrada… hay de todo en esa mirada…

Judas, ya lanzado, termina: “Será que he superado el terror de los hombres hacia Satanás porque soy mejor que los demás, más perfecto”.
Y Jesús guarda silencio. Y él le pincha: “¡Pero habla! ¿Porqué no siento terror de él?”. Jesús calla. “¿No respondes, Maestro? ¿Por qué? ¿Tienes miedo?”.

“No. Soy la Caridad. Y la Caridad retiene su Juicio hasta que no se ve obligada a emitirlo… Déjame y retírate” dice, terminando, porqué Judas intenta abrazarle; y termina, susurrando, estrechado a la fuerza entre los brazos del blasfemo: “¡Me horrorizas! ¡No ves ni sientes a Satanás porque forma unidad contigo! ¡Márchate, diablo!”.

Judas, con verdadero descaro, le besa y ríe, como si el Maestro le hubiera hecho en secreto algún elogio.
Vuelve donde los otros, que se han detenido horrorizados, y dice: “¿Os dais cuenta? Yo sé abrir el corazón al Maestro. Y le hago feliz porqué me abro a Él y de Él recibo la lección correspondiente. ¡Vosotros, por el contrario!... Jamás os atrevéis a hablar. Porqué sois soberbios. ¡Oh, yo seré el que sepa más de Él! Y podré hablar…”.





Del Evangelio como me ha sido revelado 
de María Valtorta


Dice Jesús:


“La figura de Judas ha sido demasiado alterada durante siglos; y últimamente, del todo desfigurada. Ciertas escuelas han hecho de él casi una apoteosis; la del segundo e indispensable artífice de la Redención. Y otros muchos piensan que cedió ante un imprevisto, feroz asalto del tentador. No. Toda caída tiene premisas en el tiempo. Cuanto más grave es la caí­da, más preparación tiene. Los preliminares explican el hecho. Uno no se hunde, ni asciende, al improviso. Ni en el bien ni en el mal. Largos e insidiosos son los factores que cooperan a los descensos; pacientes y santos, los que cooperan a subir. Y el desventurado drama de Judas os puede proporcionar muchas enseñanzas para salvaros y conocer todo de Dios y sus misericordias, para salvar y perdonar a aquellos que bajan al Abismo.



No se llega al delirio satánico, en que has visto que se debatí­a Judas después del delito, si uno no está enteramente corrompido por hálitos infernales, interiorizados voluptuosamente durante años. Cuando uno lleva a cabo incluso un delito, pero ha sido arrastrado a él por un imprevisto acontecimiento que obnubila la razón, sufre, pero sabe expiar; porque aún algunas partes del corazón están inmunes al veneno infernal.

El mundo que niega a Satanás, porque lo tiene tan dentro de sí­ que ya no se da cuenta de su presencia, que le ha interiorizado de forma que ha venido a ser parte del yo, a ese mundo le muestro que Satanás existe. Eterno e inmutable en el método usado para hacer de vosotros sus víctimas. Basta ahora. Tú permanece con mi Paz”.




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