Jesús ha dado todo lo que tiene, hasta su vida, el Demonio no ha arriesgado ni un solo pelo de su rabo. Sin embargo, este último, tiene más seguidores que Jesús. |
Cristo lo ha dado absolutamente todo, hasta su propia vida, dejándose torturar por sus enemigos, para evitarnos la Condenación eterna, y para eso se ha encarnado en el mundo creado por él, que es la antesala de los Reinos eternos.
Este mundo, para que podamos decantarnos por el Reino de la Luz de Dios, o por el Reino de las tinieblas del Demonio, el Cielo o el Infierno, ambos contendientes, que son Dios y el enemigo, tienen que poder actuar libremente por razones de Justicia.
San Juan de la Cruz dice que Dios, a los que le buscan de verdad hace algunas veces grandes mercedes al alma, son las pruebas tangibles de su amor que algunas veces son como centellas divinas, que bañan el alma de profunda alegría, que duran solo unos instantes, o los toques más prolongados, que duran bastante más, y que compara al efecto que produce en el cuerpo un vino adobado. Dice también el Santo, que por razones de Justicia Dios permite al demonio, que actúe con efectos contrarios, como así lo han padecido todos los Santos, como son horrores, terrores, y a veces ataques directos que se traducen por agresiones más o menos violentas, proporcionales a lo que el alma recibió de Dios.
En la Vida de San Juan de la Cruz, cuando vivía en Ávila con un compañero, al lado del Convento de la Encarnación, había logrado transformar unas monjas de religiosas mundanas y disipadas en verdaderas ascetas, con la Gracia de Dios, y con su ejemplo y predicación.
Un día, su compañero lo encontró tirado por el suelo, y el Santo le dijo. "¡Me ha tratado tan mal el demonio, que no sé como he quedado con vida!". Todo esto es lo que les ocurrió a los grandes Santos como Santa Teresa, el Santo Cura de Ars, y más recientemente el padre Pío de Pietrelcina.
Por esa razón, se puede afirmar sin duda alguna que los que no creen en el Demonio, es porque no han recibido nunca grandes gracias de Dios, aunque sean grandes teólogos, o alta Jerarquía Católica, ya que curiosamente, como se ha explicado, la acción benéfica de Dios se confirma siempre por la acción maléfica de Satanás.
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