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sábado, 25 de febrero de 2017

LOS QUE NO SON COMO NIÑOS, NO ENTRARÁN EN EL REINO DE LOS CIELOS, SUBLIME EXPLICACIÓN DE LA MENTALIDAD DE LOS NIÑOS.































SAN ANDRÉS, MAESTRO DE LA HUMILDAD Y LA OBEDIENCIA



VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS PATRONA DE GRANADA





Extraordinario análisis de parte de Jesús, de la mentalidad y del alma de los niños pequeños, su actitud ante la virtud, el reconocimiento de sus faltas, la sinceridad y la humildad, condiciones necesarias y suficientes para alcanzar la Vida Eterna. Tremendo castigo para los que escandalizan a los niños, los “Ayes” de Jesús para los Pederastas y abominables, y escandalosos corruptores de inocentes, que tendrían que ser arrojados al mar con una piedra de molino atada al cuello.

Extraordinaria explicación de los que se creen que solo su religiosidad y su pertenencia a una Iglesia determinada les alcanzará la Salvación, Jesús dice que hay caminos diversos que llevan a Dios, la fe y el Amor a Jesús son la prueba de que las almas andan por buen camino, pero esa fe tiene que traer consigo el verdadero amor a Jesús, que tiene que ser como de un niño, que nunca se toma por un reformista, un iluminado o un escogido, sino una persona humilde y obediente.

Advertencia de que los que van por el camino recto, se pueden desviar en cualquier momento por la acción de Satanás que nunca descansa para poblar el Infierno de almas, y también de que los ángeles de Dios, que tampoco descansan, con las plegarias de los fieles, pueden llevar a ciertas almas, después de un largo rodeo, por el camino recto, para poblar el Paraíso.




Del Evangelio como me ha sido Revelado de Mª Valtorta.

 (...) Observad como me aman los niños, e imitadlos; como creen en Mí e imitadlos; cómo recuerdan lo que digo, e imitadlos; como ponen en práctica mis enseñanzas, e imitadlos; como no se ensoberbecen de lo que hacen e imitadlos.
En verdad, os digo que si no cambiáis vuestra manera de pensar, actuar y amar, reconstruyéndolo según el modelo de los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Ellos saben lo mismo que vosotros sabéis de mi Doctrina. ¡Pero con qué diferencia practican lo que enseño! Vosotros, a cada acto bueno que realizáis, decís: “¡Lo he hecho yo!”, el niño me dice:
 “Jesús, me he acordado de Ti, hoy, y por Ti he obedecido, he amado, he contenido un deseo de reñir… y estoy contento porqué Tú, lo sé, sabes cuando soy bueno y te alegras”.
Observad también a los niños cuando cometen una falta. Con qué humildad me confiesan: “Hoy he sido malo, lo siento porqué te he apenado”. No buscan disculpas. Saben que Yo sé las cosas. Creen. Sienten dolor por mi dolor.
¡Oh, amados de mi corazón, niños, en los cuales no hay soberbia, doblez, lujuria! Os digo: Haceos como los niños, si queréis entrar en Mi Reino. Amad a los niños como al ejemplo angélico que todavía podéis tener. Porqué como ángeles deberíais ser. Podríais decir para disculparos: “No vemos a los ángeles”.
Más Dios os da a los niños por modelos, y los tenéis en medio de vosotros. Y si veis a un niño abandonado material o espiritualmente, y que puede perecer, acogedlo en mi Nombre, porqué son los muy amados de Dios. Quienquiera que reciba a un niño en mi Nombre, me recibe a mí mismo, porqué Yo estoy en el alma de los niños, que es inocente. Y quien me recibe a Mí, recibe a Aquel que me ha enviado, es decir, al Señor Altísimo.
 Y guardaos de escandalizar a uno de esos pequeños, cuyo ojo ve a Dios. No se debe nunca escandalizar a nadie. Pero ¡ay!, ¡Tres veces ay de aquel que tan sólo roce el ingenuo candor de los niños! Dejad a los ángeles lo más que podáis. ¡Demasiado repugnante es el mundo y la carne para el alma que viene del Cielo! Y el niño, por su inocencia es todavía todo alma. Tened respeto al alma del niño, y a su propio cuerpo, como lo tenéis para con un lugar sagrado.
También el niño es sagrado, porqué tiene a Dios dentro de sí. En todo cuerpo está el templo del Espíritu; pero el templo del niño es el más sagrado y profundo, está más allá del doble Velo. No mováis tan siquiera las cortinas de la sublime ignorancia de la concupiscencia con el viento de vuestras pasiones. Yo querría un niño en cada familia, en medio de cada grupo de personas, para que fuera freno de las pasiones de los hombres. El niño santifica, da confianza y frescura, con solo el rayo de sus ojos sin malicia.
Pero, ¡ay de aquellos que sustraen santidad al niño con su manera de actuar escandalosa! ¡Ay de aquellos que con sus licencias infunden malicia en los niños! ¡Ay de aquellos que con sus palabras e ironías lesionan la fe en Mí de los niños! Sería mejor que a todos estos se les atara al cuello una piedra de molino y se les arrojara al mar para que se ahogaran junto a su escándalo.
¡Ay del mundo por los escándalos que da a los inocentes! Porqué, si es inevitable que sucedan escándalos, ¡ay del hombre que los provoca! Nadie tiene derecho a hacer violencia a su cuerpo ni a su vida, porqué vida y cuerpo nos vienen de Dios, y solo Él tiene derecho a tomar o partes o el todo.
Pero Yo os digo que si vuestra mano os escandaliza, es mejor que os la cortéis, que si vuestro pié os lleva a dar escándalo conviene que lo cortéis. Es mejor para vosotros entrar mancos o cojos en la Vida, que ser arrojados al fuego eterno con las dos manos y los dos pies.
Y si no es suficiente tener un pie o una mano cortado, haced que os corten también la otra mano o el otro pie, para no escandalizar más y para tener tiempo de arrepentiros antes de ser arrojados adonde el fuego no se extingue y roe eternamente como un gusano.
Y, si es vuestro ojo, el que os es motivo de escándalo, sacáoslo: es mejor no tener un ojo que estar en el Infierno con los dos: con un ojo sólo, o incluso sin ojos, llegados al Cielo veríais la Luz, mientras que con los dos ojos escandalosos, solo tinieblas y horror veríais en el Infierno.
Recordad todo esto. “No despreciéis a los pequeños, no los escandalicéis, no os burléis de ellos. Son más que vosotros, porqué sus ángeles ven siempre a Dios, que les dice las verdades que han de revelar a los niños y a los que tienen el corazón de niño.
 Y vosotros, como niños, amaos unos a otros. Sin disputas, sin orgullos. Estad en paz unos con otros. Tened espíritu de Paz con todos. Sois hermanos, en el nombre del Señor, no enemigos. No hay, no debe de haber enemigos para los discípulos de Jesús.
El único enemigo es Satanás. De ese, sed enemigos acérrimos. Descended a combatir contra él y contra los pecados que llevan a Satanás a los corazones. Sed incansables en combatir el Mal, cualquiera que sea la forma que asuma, Y pacientes. No hay limitación al actuar del Apóstol, porqué no hay limitación al actuar del Mal.
 El Demonio no dice nunca: “Basta, ahora estoy cansado, así que voy a descansar”. Es el incansable. Pasa de un hombre a otro, ágil como el pensamiento y más aún; tienta y atrapa y seduce y atormenta y no da tregua. Asalta proditoriamente y derriba, si uno no está más que vigilante.
 A veces se instala como conquistador por debilidad de la víctima; otras veces, entra como amigo, porque el modo de vivir de la víctima buscada es ya tal que constituye alianza con el Enemigo.
 Hay veces que, habiendo sido arrojado de uno, da vueltas para caer sobre el mejor, para vengarse de la afrenta recibida de Dios o de un siervo de Dios.
Pues bien, vosotros debéis decir lo mismo: “No descanso”. Él no descansa para poblar el Infierno, vosotros no debéis descansar para poblar el Paraíso. No le deis tregua. Os predigo que cuánto más combatáis contra él, más os hará sufrir. Pero no debéis tener en cuenta esto. Puede recorrer, agresivo la Tierra, pero en el Cielo no entra. Por tanto, allí no os molestará más. Y allí están todos aquellos que hayan combatido contra él…”.
Jesús interrumpe bruscamente y dice: “Pero bueno, ¿porqué estáis siempre molestando a Juan? ¿Qué quieren de ti?”. Juan se pone rojo como el fuego. Bartolomé, Tomás y Judas Iscariote, viéndose descubiertos agachan la cabeza.
 “¿Entonces?” pregunta imperativamente Jesús. “Maestro, mis compañeros quieren que te diga una cosa”. “Pues dila”. “Hoy, mientras estabas en casa de este enfermo y nosotros estábamos en el Pueblo como habías dicho, hemos visto a un hombre, que no era discípulo Tuyo y que nunca hemos visto en los que escuchan tu doctrina, que arrojaba demonios en tu Nombre entre los peregrinos que iban a Jerusalén.
 Y lo conseguía. Ha curado a uno que tenía un temblor que le impedía cualquier tipo de trabajo; y ha devuelto el habla a una niña que había sido agredida en el bosque por un demonio con apariencia de perro, que le había trabado la lengua. Decía: “Vete, demonio maldito, en nombre del Señor Jesús, el Cristo, Rey de la estirpe de David, Rey de Israel. Él es el Salvador y vencedor. ¡Huye ante su Nombre!”, y el demonio huía realmente.
Nosotros nos hemos resentido. Y se lo hemos prohibido. Nos ha dicho: “¿Qué hago de malo? Honro al Cristo liberándolo el camino de los demonios que no son dignos de verle”. Le hemos respondido: No eres exorcista según Israel ni discípulo según Cristo. No te es lícito hacerlo”. Ha dicho: “Hacer el bien es siempre lícito”, y se ha rebelado contra nuestra orden diciendo: “Y seguiré haciendo lo que hago”.
Bien, querían que te dijera esto, precisamente ahora que has dicho que en el Cielo estarán todos aquellos que hayan combatido contra Satanás”. “Bien, Ese hombre será uno de ellos. Lo es. Tenía razón. Los equivocados habéis sido vosotros.
Los caminos del Señor son infinitos. No se puede afirmar que solo los que tomen el camino directo llegarán al Cielo. En cualquier lugar, siempre, de mil modos distintos, habrá personas que vendrán a Mí, quizás por un camino inicialmente malo. Dios verá su recta intención y los atraerá hacia el camino bueno.
Y de la misma forma, habrá algunos que por concupiscencia y ternaria embriaguez, saldrán del camino bueno y tomarán un camino más largo, o incluso desviado.
Por tanto, no debéis jamás juzgar a vuestros semejantes. Solo Dios ve. Cuidad de no salir vosotros del camino bueno, en el que, más que vuestra voluntad, la voluntad de Dios os ha puesto. Y cuando veáis alguno que cree en mi Nombre y por Él actúa, no lo llaméis extranjero ni enemigo ni sacrílego. Es en todo caso un súbdito Mío, amigo y fiel, porqué cree en mi Nombre, espontáneamente y mejor que muchos de vosotros.
Por eso, mi Nombre en sus labios, obra prodigios como los vuestros y quizás mayores. Dios le ama porqué me ama, y terminará de llevarle al Cielo.
Ninguno que haga prodigios en mi nombre, puede ser enemigo Mío ni hablar mal de Mí; antes al contrario, con su actuación da honor a Cristo y testimonio de fe.
En verdad os digo que creer en Mi Nombre es salvación. Así que os digo: si le encontráis otra vez, no se lo volváis a prohibir. Antes al contrario, llamarle “hermano”, porqué lo es, aunque esté todavía fuera del recinto de mi Redil. Quien no está contra Mí, está conmigo. Quien no está contra vosotros está con vosotros”.
“¿Hemos pecado, señor?” pregunta afligido, Juan. “No. Habéis actuado por ignorancia, pero sin malicia. Por tanto, no hay pecado. Pero en lo sucesivo, sería pecado, porqué ahora ya sabéis. Y ahora, vamos a nuestras casas. La paz sea con vosotros”.
 (...) “Lo que he dicho a mi pequeño discípulo, os lo digo también a vosotros. El Reino es de los corderos fieles que me aman y me siguen sin perderse en lisonjas. Me aman hasta el final. Y os digo también a vosotros lo que dije a mis discípulos adultos: “Aprended de los pequeños”.
Lo que hace conquistar el Reino de los Cielos no es el hecho de ser doctos, ricos, audaces. No es serlo humanamente, sino con la ciencia del amor, que hace a uno docto, rico, audaz sobrenaturalmente: ¡Como ilumina el amor para comprender la Verdad!, ¡Cuán rico le hace a uno para adquirirla, cuán audaz para conquistarla!, ¡que confianza inspira, que seguridad!
Haced lo que el pequeño Benjamín, mi pequeña flor, que perfumó mi corazón en aquel atardecer y cubrió el olor de la humanidad que fermentaba en los discípulos; que le cantó una música angélica y cubrió el rumor de las disputas humanas. ¿Quieres saber lo que fue de Benjamín después? Siguió siendo el pequeño cordero de Cristo, y, una vez perdido su Gran Pastor, porqué había vuelto al cielo, se hizo discípulo del que más se me parecía, y de la mano de este, recibió el bautismo y el nombre de Esteban, el primer mártir Mío.
Fue fiel hasta la muerte y con él, sus parientes, que fueron atraídos a la Fe por el ejemplo de su pequeño apóstol de familia. ¿No es conocido? Son muchos los desconocidos de los hombres que son conocidos por Mí en mi Reino. Y esto los hace felices.
La fama del mundo no añade ni un destello a la aureola de los Bienaventurados. Pequeño Juan, camina siempre con tu mano en la Mía. Irás segura, y, cuando llegues al Reino, no te diré “entra”, sino “ven”, y te tomaré en mis brazos para colocarte en el lugar preparado por mi Amor y merecido por el tuyo. Ve en paz.
Te bendigo”.














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