De la lectura de la misa de hoy 23/2/2.017
No te fíes de tus riquezas ni digas: "Con esto me basta". No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven a obrar según tus caprichos. No digas: "¿Quién podrá dominarme?", porque el Señor da a cada uno su merecido. No digas: "Pequé, ¿y qué me sucedió?, porque el Señor es paciente. No estés tan seguro del perdón, mientras cometes un pecado tras otro.
No digas: "Su compasión es grande; él perdonará la multitud de mis pecados", porque en él está la misericordia, pero también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores.
No tardes en volver al Señor, dejando pasar un día tras otro, porque la ira del Señor irrumpirá súbitamente y perecerás en el momento del castigo. No te fíes de las riquezas adquiridas injustamente: de nada te servirán en el día de la desgracia. No te dejes llevar por todos los vientos ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con doblez.
Sé firme en tus convicciones y que tu palabra sea una sola.
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Jesús es un Dios exigente, que pide completa entrega y dedicación a sus discípulos, y nos dio el ejemplo en su vida para enseñarnos de una manera fehaciente como tiene que ser nuestro comportamiento con nuestros semejantes. A pesar de eso, mucha gente parece no haberse dado cuenta que la Religión Católica exige de nosotros un comportamiento semejante al suyo, en la medida de nuestras posibilidades, y se creen que con ir a Misa en los días de precepto, confesarse una vez al año, con eso están justificados.
Muchos Pastores y "teólogos", son de una mentalidad completamente opuesta a esas enseñanzas, es lo que nos transmiten hoy día ciertos "maestrillos quietistas", que nos pintan el dios "caramelo", que hagas lo que hagas él siempre te querrá, y que se creen que por el mero hecho del Sacrificio cruento de Jesús en la Cruz, ya estamos todos redimidos, sin que haya prácticamente ninguna aportación, ningún sacrificio, ni ninguna renuncia por nuestra parte. Y que Dios es incapaz de condenar a nadie porqué todos somos hijos suyos.
Esta actitud de “quietismo”, tan común en nuestros días es el gran triunfo de Satán, que nos ha llevado al relativismo actual, en donde ya nada es pecado, porque todo es fruto de unas circunstancias atenuantes.
-El Aborto: Con el pretexto de la salud mental de la mujer, se ejecutan millones de criaturas completamente inocentes, pudiéndolas darlas en adopción, lo que termina con la vida del ser y del alma de la progenitora cuando no se arrepiente, y que de todas maneras queda marcada para siempre, para el gran regocijo de Satanás.
-El Divorcio exprés: sufre las consecuencias el conjugue más pobre, no solo desde el punto de vista material pero sobre todo espiritual, abocándolos al adulterio, con unos hijos que son los que menos tienen la culpa, completamente destrozados, y enseñados con el ejemplo, para ser unos seres parecidos a sus padres.
-El matrimonio homosexual: Aberración antinatural y condenada por Dios en el Deuteronomio: “No te unirás con hombre como con mujer”, agravado con la autorización para adoptar niños, y así educarlos, semejantes a sus "padres".
-La Eutanasia: Que es disponer de la vida de un ser humano que es un don de Dios, que solo Él puede dar y quitar, las consecuencias naturalmente las sufren los más débiles, que son casi siempre los más pobres.
Todo ello, es el hedonismo que busca afanosamente el placer y la comodidad, acciones opuestas a las enseñanzas de Jesús y de su Santa Iglesia, y digo Santa porque algunos de sus miembros, aunque vistan hábito talar o sean Jerarquía, no pertenecen a esta Iglesia de Jesús por la sencilla razón de que practican y predican una doctrina contraria al Evangelio, como lo veremos más abajo en el discurso de Jesús.
Ya vemos los frutos de esa mentalidad, que son sufrimientos y remordimientos atroces, familias destrozadas, siempre dirigidos a los más débiles, y propiciados por los gobiernos actuales que con tal de recabar votos para mantenerse en el poder, votan leyes que favorecen a los hedonistas, que siendo mayoría siempre los apoyarán.
Palabras de San Juan de la Cruz a un compañero que le reprochaba su austeridad.
“Si en algún tiempo, hermano mío, alguno le predicara doctrina de anchura y más alivio, no la crea ni la abrace, aunque se la confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de todas las cosas y jamás, si quieres llegar a la posesión de Cristo, lo busques sin la Cruz”.
DISCURSO DE JESÚS PARA SUS DISCÍPULOS
(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta)
(...) Os he comparado a una luz. El que enciende en la noche una lámpara en una casa, ¿Dónde la pone?: ¿en un agujero de debajo del horno?, ¿en la cueva que usa como bodega?, ¿cerrada dentro de un arquibanco?, ¿única y simplemente sofocada bajo el celemín? No, porqué sería inútil encenderla. Por el contrario, la lámpara se coloca sobre una repisa, o se cuelga en su soporte, para que, estando en un punto alto, dé a luz a toda la habitación y a los que en ella están, Ahora bien, precisamente por el hecho de que lo que ocupa un lugar elevado debe recordar a Dios y dar luz, debe de estar a la altura de su función.
Vosotros debéis recordar al Dios verdadero. Preocuparos pues de que no anide en vosotros al septipartito paganismo, porqué de ser así, vendríais a ser lugares elevados profanados, con sagrados bosquecillos dedicados a un dios, y arrastrareis en vuestro paganismo a los que os mirasen como a templos de Dios. Debéis ser portadores de la Luz de Dios; ahora bien, una mecha sucia, o no embebida de aceite, produce humo y no da luz, emana mal olor y no ilumina. Una luz celada tras un cuarzo sucio no crea ese primoroso resplandor, ese juego de reflejos en el brillante mineral, sino que languidece tras el velo de negro humo que hace opaca a la diamantina protección.
La Luz de Dios resplandece en donde la voluntad se muestra solícita en limpiar a diario, quitando las escorias que el mismo trabajo produce con sus contactos, reacciones y desilusiones. La Luz de Dios resplandece en donde la mecha está empapada de abundante líquido de oración y caridad. La Luz de Dios se multiplica en múltiples resplandores – como infinitas son las perfecciones de Dios, cada una de las cuales suscita en el santo una virtud ejercitada heroicamente – si el siervo de Dios conserva limpio del negro hollín de toda humeante mala pasión, el cuarzo invulnerable de su alma; cuarzo invulnerable, ¡invulnerable! (La voz de Jesús truena en este final, retumbando en el anfiteatro natural).
Solo Dios tiene el derecho y el poder de incidir trazos sobre ese cristal, de escribir en él su Santísimo Nombre con el diamante de su Voluntad; viniendo su Nombre, así, a ser ornamento determinante de una más viva refracción de sobrenaturales bellezas sobre el cuarzo purísimo. Más, si el necio siervo del Señor, perdiendo el control de sí mismo y distrayéndose de su misión – entera y únicamente sobrenatural -, se deja incidir falsas decoraciones – rayones, no incisiones - , misteriosas y satánicas claves grabadas por la zarpa de fuego de Satanás… entonces, no, entonces la admirable lámpara deja de resplandecer con hermosura y permanente integridad; se raja y se rompe y sofoca la llama con los restos del cristal fragmentado; o, si no se raja queda en ella, al menos una intrínseca red de signos de inequivocada naturaleza en los cuales el hollín se deposita y se introduce, ejerciendo acción corrosiva.
¡Desdichados, tres veces desdichados esos pastores que pierden la caridad, que se niegan a subir día tras día, para conducir a zonas elevadas al rebaño, que para subir, espera a que emprendan su ascesis: Yo descargaré mi mano sobre ellos, los derrocaré de su puesto y apagaré del todo su humo!
¡Desdichados, tres veces desdichados esos maestros que repudian la Sabiduría para saturarse de una ciencia no pocas veces contraria, siempre soberbia, alguna vez satánica; porque los hace hombres!
Pensad – escuchad esto y conservarlo – que si los hombres tienen como destino hacerse como Dios (con la santificación, que hace del hombre un hijo de Dios), el maestro, el sacerdote, debería tener ya desde este mundo sólo el aspecto de hijo de Dios, de criatura resuelta toda en alma y perfección; debería tener, digo, para llevar a Dios a sus discípulos. ¡Anatema a los maestros de sobrenatural doctrina que se transforman en ídolos de humano saber!
¡Desdichados, siete veces desdichados, mis sacerdotes muertos al espíritu, aquellos que son con su insipidez, con su tibieza de carne medio muerta, con su sueño lleno de alucinaciones de todo lo que no es el Dios uno y trino, y de cálculos de todo lo que no es sobrehumano deseo de aumentar las riquezas de los corazones y de Dios, conducen una vida mezquina, humana, abúlica, arrastrando hacia sus almas muertas a quienes, considerándoles “vida”, los siguen!
¡Maldición divina sobre los corruptores de mi pequeño, amado rebaño! Os pediré justificación, ¡Oh incumplidores siervos del Señor! De todo el tiempo que habéis tenido, de cada una de las horas, de cada contingencia, de todas las consecuencias; a vosotros os la pediré, no a los que perecen por vuestra indolencia… y exigiré castigo.
Recordad estas palabras. Ahora marchaos. Yo voy a subir hasta la cima (del monte). Dormid si queréis. Mañana el Pastor abrirá para el rebaño los pastos de la verdad”.
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