DIOS PADRE NOS HA ENTREGADO A SU BIEN MÁS PRECIADO QUE ES SU ÚNICO HIJO JESÚS. |
Dios Padre da una sublime y dura reprimenda a toda la Humanidad porque no ha sabido corresponder a todos los sufrimientos físicos y sobre todo morales que Jesús ha padecido en la Tierra. Según lo que afirmó Jesús en sus dictados, es seguro que hay millones de mundos habitados con seres mejores que el nuestro, que solo podremos contemplar en el Cielo con la visión intelectual de Dios.
Parece ser que en esos mundos no ha habido pecado original, lo que trajo en la Tierra desgracias que hemos padecido, padecemos y seguiremos padeciendo hasta el fin del mundo. Y por esa razón los seres extraterrestres, están en contacto con Dios como está relatado en el Génesis, y no conocerán la muerte, ya que ascenderán al Cielo como la Stma Virgen María y por eso tienen que conocer la calamidad que tenemos en nuestra Tierra, y el sacrificio de Jesús, que ha sido muy poco provechoso para la mayoría que no quiere seguir los mandamientos de Dios, lo que trae todas las guerras, las enfermedades, y rebeliones de la naturaleza.
En este dictado de Dios Padre, parece deducirse que los otros mundos están enterados de que la Tierra es un lugar en donde el Hijo de Dios ha tenido que sufrir, sufre, y sufrirá hasta el final cuando por fin vencerá definitivamente a Satanás, ya que se habrá cumplido el número de los redimidos, y la venida del Anticristo obligará a Dios a destruir la Tierra, creando Dios un mundo nuevo, en donde el mar que simboliza la mentira, no existirá ya, como dice el Apocalipsis.
DE LOS CUADERNOS
DE MARÍA VALTORTA
(Dictado del 24-11-1.943)
Isaías
41-42-43
Dice Jesús: (al final dice Mª Valtorta que es Dios Padre)
“Ante
un Dios que encarna parte de Sí mismo para salvar a sus criaturas culpables, el
Universo se asombra de estupor y se postra en un silencio adorante antes de explotar
en el cántico de las esferas y de los mundos, jubilantes por la perfección que
desciende a llevar el Amor al planeta cubierto de pecado.
El
Vencedor, mi Hijo Santo ha venido para acosar las fuerzas del mal, para
hacerlas huir y a traer el pacto de la alianza y la Paz entre el hombre y Dios.
Él
pasa aún entre vosotros, y no deja más huella que la de su Amor, huella que
solo los puros y honestos del corazón reconocen y siguen porque la Paz atrae a
los pacíficos, la Misericordia a los buenos, la Justicia a los justos, la
Pureza a los puros. Él viene de nuevo, os coge de la mano y os dice: “No temáis
porque he venido en vuestra ayuda”.
En
todas vuestras necesidades, en todas vuestras penas, en todas vuestras
desventuras, ¿por qué desconfiáis? Tenéis entre vosotros Aquel cuyo deseo el
Padre no puede no puede rechazar, porque mi Hijo ha superado todos mis deseos y
le debo justa recompensa.
Si
pensarais, oh cristianos, hijos de mi Hijo, que os ha generado a la Gracia con
su sacrificio de Hombre y de Dios, si supierais a que destino os ha elevado,
deberíais no digo adorarme y amarme toda la vida, sino adorarme y amarme cien o
más vidas, si se os concediera vivir más vidas. Amadme por lo tanto con un gran
amor, y amad con igual medida a mi Verbo que ha venido para daros la Vida.
Aunque
estuvierais muertos, volveríais a vivir si creyerais en Él; aunque fuerais
tierra árida y sin vegetación, os cubriríais de verdor y de frescas aguas,
porque donde pasa y permanece mi Hijo santo ahí, fluye a caudales la gracia del
señor y florece el lirio y la rosa, crecen palmas y olivos y, más altas que el
cedro, las virtudes en el corazón del hombre.
Cuando
veáis que de la Tierra corrompida surge un santo como flor de un montón de paja
podrida, cuando de una nada de hombre veáis surgir un atleta de Cristo, y
brillar una luz allí donde estaban las tinieblas, y sonar una voz en donde
antes había silencio, e iluminar e instruir en el nombre de Dios, alzad la
mirada y el alma en busca de la potencia creadora del prodigio: la Mía, que así
como del lodo he sacado al hombre, así del hombre puedo extraer el santo, el
portador de Dios, el tabernáculo de Dios, el arca santa sobre la que mi Gloria
se reposa y desde la que mi Sabiduría habla a los espíritus.
No
temáis acercaros a Nosotros que os amamos. No separéis nuestra Unidad amando
Uno y no a los Otros. Nosotros nos amamos y estamos unidos por el Amor. Haced
lo mismo.
El
Hijo no puede haceros descuidar el Padre. Él no lo hace. Él os enseña a amarme
y por sus labios santos ha hecho surgir la oración perfecta al padre de los
Cielos. El hijo no puede haceros descuidar al Espíritu Santo. Él no lo hace.
Como en los umbrales de la predicación, os enseña a rezarme a Mí, Padre Santo,
así, en los umbrales de la Pasión os enseña a amar el Paráclito que será el Iluminador de la Verdad enseñada.
Sin el padre, no habríais
tenido al hijo, y sin el Hijo, no podríais haber recibido el Espíritu. Sin el
Espíritu no podríais comprender la Palabra y sin comprender la Palabra no
podríais seguir, como justos, sus dictámenes y conquistar la posesión del
Padre.
Como
elipsis de Luz, las causas y los efectos van desde Dios: polo superior, a
vosotros: polo inferior, y desde vosotros vuelven a subir a Dios. No podéis
romper la parábola mística. No se parte la Unidad. Si se parte, con un amor
deforme, ya no podéis volver a subir a la Perfección sin peligro, porque, con
vuestro desorden, turbáis la estela de Caridad que arrastra consigo, como red
divina, los espíritus de quien han comprendido lo que es Dios y no aman a Dios,
Espíritu perfecto, más que con un amor del que está excluido lo humano.
No
escuchéis falsas voces que os dicen una Doctrina distinta a la que ha traído el
Hijo. ¿Y cómo pueden estos pregoneros de “verbos nuevos” decir palabras de
Vida, si la Vida no está en ellos, si son más falsos que las imágenes de los
falsos dioses? No os hagáis dioses de ellos, es abominable hacer creer tales
doctrinas, y abominable creerlo. Uno solo es Dios: Yo y aquel que he mandado,
que se encarnó por Amor. Los demás son solo inicuos vendidos a Satanás y
vendedores de vosotros a la serpiente maldita.
Mirad
el santo Hijo mío, a mi Cristo obediente como Siervo. Él el eterno igual que
Yo, por Amor al Padre. Él es quien ha quitado la amargura a mi seno y ha
reunido a los hijos que se habían separado de Mí. Mi Espíritu está en Él,
porque Yo soy uno con Él que se hace ministro del Pensamiento del Padre.
Comparadlo con vuestros mentirosos “mesías” y ved cuan dulce y perfecto es mi
Hijo, el Esperado por las gentes, el Salvador del mundo.
En
Él, pleno de toda Virtud, llevada a la perfección, residen la Justicia y la
Misericordia, pero porque es manso y santo, no impone, no amenaza, no oprime.
El Primogénito de todos vosotros, el Consagrado para siempre al Señor, habla
con la voz de su amor, enseña con el ejemplo y redime con su sacrificio. Es
como agua tibia que desciende de los cielos en abril para limpiar y reavivar
flores y terreno, y llevar la vida allí donde los temporales arrancaron las
frondas. Es como Luz que desciende para mostrar el camino, y es tan plácida que
no os percatáis de ella, solo cuando la habéis perdido. Es como voz que llama
para conducir a la Verdad, y no tiene duras palabras hacia las miserias del
hombre.
Ha
dejado el abrazo del Padre para hacerse embajador de mi Ley ante vosotros, y se
ha inmolado a Sí mismo a una vida oscura y una trágica muerte, a fin de que
fuera puesto un sello que ninguna fuerza puede quitar, el pacto de alianza
entre la Humanidad y Dios: Su Sangre que está como espléndida firma al pie del
tratado de perdón.
Ha
utilizado su indestructible fuerza de Dios, no anulada por su nuevo aspecto de
hombre, no para reinar sino para haceros reinar sobre
el mal, sobre las enfermedades, sobre la muerte. Ha utilizado su sabiduría no para
aplastaros sino para elevaros. Ha hecho de Sí mismo, moneda de rescate, camino,
puente para haceros superar los obstáculos que os cerraban el Cielo y
conseguiros el Cielo.
Y
Yo he tenido que hacer pesar sobre Él, el inocente, la mano, porque eran infinitas
vuestras culpas pasadas, presentes y futuras, e infinito debía ser el
sacrificio para anularlas. ¿Podéis medir esa masa de sacrificio? No, no lo
podéis. Solo Yo, que soy Dios, puedo conocerla. Solo Yo conozco los
sufrimientos de mi Divina Criatura.
No
miréis el suplicio material que duró pocas horas. El Verbo no sufrió solo en
aquel momento. Por los siglos de los siglos, se ha mezclado la indescriptible
riada de angustia de su dolor en su beatitud de Dios. Dolor por las ofensas a
su Padre amadísimo, dolor por los desprecios a la Luz del Paráclito, dolor por
las ofensas al Verbo dado inútilmente a las gentes, dolor por las culpas
futuras que habrían posado sus asquerosos pies por la santidad de su Yo
santísimo, dolor por la inutilidad de su Sacrificio para una buena parte de los
vivientes.
No
miréis solo los flagelos, las espinas, los clavos con que fue martirizada la
Carne por los ciegos de entonces. Mirad los tormentos espirituales que dais a
mi Santo, con vuestras resistencias a su suplicar.
¿Quiénes
son más sordos y ciegos que vosotros? Vosotros no tenéis rotos los tímpanos y
las pupilas, sino roto el espíritu, por lo que la ley sublime que mi Hijo vino
a traeros, y que aún os trae, no penetra en vosotros o si penetra, sale
enseguida como una criba desfondada.
Por lo que, como fruto de
vuestra deformidad espiritual de la que sois autores voluntarios, tenéis las
guerras atroces en las cuales, además de la vida y las propiedades, cada vez
más perdéis el Amor y por eso perdéis cada vez más a Dios.
Pero no todos vosotros sois
leprosos y endemoniados. Entre vosotros, raros como perlas en el seno de las ostras están los fieles de mi Hijo y Míos, a ellos digo: “Permaneced fieles
a Nosotros y Yo os juro que estaré con vosotros. Sed los pregoneros de mi Verbo
y los testigos de nuestra Justicia, de nuestra Misericordia, de nuestra
Santidad. En esta vida nos tendréis cercanos y en la otra estaréis cerca de
Nosotros y veréis las obras de la Divinidad. Cuando Aquél a quien he deferido todo juicio venga a dividir la mies de la cizaña y a bendecir los corderos,
maldiciendo las áspides y los carneros, vosotros estaréis a su alrededor,
ruedas de luz festiva alrededor de la tremenda y real Luz de la Divinidad
encarnada. Vosotros seréis el nuevo pueblo de Dios, el pueblo eterno sobre el
que reinará mi bendito y santísimo Hijo, y anunciaréis las alabanzas a las
estrellas y a los planetas, porque todo lo que ha sido hecho, fue hecho para
hacer trono a la Víctima, al Héroe, al Santo sobre quien no hay mancha y sobre
quien se posa la complacencia del Padre, y a quien los astros y planetas deben,
en la hora de su triunfo, hacer una alfombra de piedras preciosas para el Rey
del mundo, que pasa seguido por su cortejo de Santos para entrar en la
Jerusalén eterna, cuando hayan finalizado las vicisitudes de la creación con la
destrucción de la Tierra y el Juicio de las Gentes”.
Al
principio de este dictado he escrito. “Dice Jesús”. Pero, como usted ve, quien
aquí habla es el Padre Santísimo, celebrando al Hijo.
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