Las potencias del alma nunca se podrán llenar con conocimientos que no sean la Palabra de Dios. |
Hoy día está creciendo cada vez más el número de personas que se quieren asomar al mundo desconocido de ultratumba, lo que representa un peligro, ya que la adivinación y el conocimiento de todos esos misterios, es un campo vedado para los vivientes.
En este dictado de Jesús a María Valtorta, está muy bien aclarado, lo que dice el Eclesiástico: muchas almas se pierden por tratar de escrutar lo que excede sus fuerzas. Y si Dios en su infinita Sabiduría y bondad, no quiere que nos adentremos en ese conocimiento, es porque sabe que es un peligro para nuestra salvación. Por esa razón los que se entrometen en este mundo, al no tener la ayuda de Dios, terminarán siempre engañados porque tendrán que lidiar con fuerzas ocultas que los sobrepasan.
Es el caso de los espiritistas, de los que creen en la reencarnación y los que dicen leer el porvenir consultando los diversos augurios, como son los horóscopos, las líneas de las manos, los posos de café, o las cartas del tarot.
DE LOS CUADERNOS
DE MARÍA VALTORTA
(11 de septiembre de 1941)
Dice Jesús:
“Muchas almas se pierden por querer buscar lo que les
sobrepasa, y tratar de escrutar lo que excede sus fuerzas” como dice el
Eclesiástico: Cap. 3. v. 22.
Es el antiguo veneno. El hombre siempre ha tenido, y tiene,
curiosidades malsanas y profanaciones sacrílegas. Quiere impulsar su
investigación a regiones que la sabiduría divina tiene envueltas en el
misterio, no por celoso poder, sino por amor providente. ¡Ay si el hombre lo
conociera todo del futuro y de los secretos del universo! Ya no tendríais paz
espiritual ni paz natural. Dejad el futuro a Dios, creador y dispensador del
tiempo, y dejad vírgenes las zonas del universo cuya posesión os daría armas
para turbar cada vez más vuestra existencia de individuos y de espíritus.
Yo he dicho que no soy contrario a las obras de la
inteligencia humana. Si lo fuese debería decir que soy incoherente conmigo
mismo que he dado al hombre la inteligencia para que la use y no para que la
mantenga inerte. Pero, por boca de la Sabiduría, os digo: No queráis ser
escudriñadores de las obras de Dios, no tratéis de ir más allá de los confines
que Yo he puesto para separar vuestra potencia de potencias más fuertes que la vuestra, de
leyes del cosmos, de secretos de fuerzas naturales, y sobre todo de los
misterios de ultratumba cuya verdad y cuya vida sólo Yo tengo el derecho de
desvelaros, porque soy el Señor de todas las cosas, mientras que vosotros sólo
sois los huéspedes de esta pobre Tierra y no sabéis lo que os está reservado
más allá de la vida de la Tierra.
Creed en la otra vida: Basta con creer en esto. Creed que
en ella existe un premio y un castigo, fruto de una Justicia santa, que espera
ser aplicado a cada individuo. Esto lo he hecho conocer por vuestro bien. No
hace falta que sepáis más.
No turbéis, con vuestras chismosas curiosidades, la paz
sobrenatural de la otra vida. Aunque sea hacia los atormentados, o sea hacia
aquellos que no tengan paz porque están separados de Mí, vuestra investigación
trae siempre un aumento de turbación. ¿Por qué turbar con ecos de la Tierra la serenidad de los cielos? ¿Por qué
aumentar el tormento de los castigados con voces que les
recuerdan el mundo en el que merecieron el castigo? Tened respeto de los
primeros y piedad de los segundos.
Solo Yo, Señor del Cielo y de la Tierra, árbitro supremo de
todas las cosas, Potencia perfecta de todas las cosas, puedo tomar tales
iniciativas y reanudar contactos del
hombre con el misterio de la otra vida. Solo Yo. Entonces es cuando os mando
mis mensajeros, y siempre para un buen fin, nunca para someterme a necias y
profanadoras investigaciones humanas.
Bienaventurados los que creen sin haber visto, dije a Tomás
y lo digo de nuevo a todos los curiosos y a los incrédulos de la Tierra. No hay
necesidad de pruebas para creer en la segunda vida, que – entretanto sabedlo – no
es como vosotros suponéis arbitrariamente, sino como Yo he dicho: una segunda
vida, una, no más y más vidas. Sois hombres y no granos de trigo, que sembrados
de nuevo germinan, una, dos, diez, cien veces cuando se vuelven a sembrar.
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