Iglesia de la Stma. Virgen del Perpetuo Socorro de Granada. Están abajo las estatuas de S. Juan de la Cruz y de Sta Teresa de Ávila |
El Profeta Elías, al terminar con la misión que tenía encomendada en este mundo, fue arrebatado directamente al Cielo, dejando al Profeta Elíseo parte de sus poderes. Lo mismo le ocurrió a Enoc, que subió directamente al Cielo con su cuerpo humano. Como nos lo enseña la Santa Iglesia Católica, al no estar aún cumplida por Jesús la Redención, lo más probable es que no entraran directamente en el Paraíso, sino que estuvieran en el Limbo, lugar a donde iban a parar todos los Justos, ya que los malvados iban a morar en el Infierno a la espera del fin del mundo, cuando serían llamados por Dios al Juicio final con los moradores del Limbo. A la Muerte de Jesús, ocurrió tres días después su Gloriosa Resurrección, la Santa Iglesia enseña en el Credo que descendió a los Infiernos, pero no fue al lugar de los condenados, sino al Limbo para abrir a los Justos las puertas del Cielo, entrando en el reposo de Dios que es la Eternidad bienaventurada.
Esto simboliza de una manera evidente lo que ocurrirá a los elegidos cuando entren con su alma en el otro mundo, serán arrebatados directamente a la hora de la muerte para muy pocos, o desde el Purgatorio, para la mayoría.
Creo que esa entrada en el Cielo, se producirá de una manera completa en el momento de entrar en la eternidad, cuando el cuerpo mortal se recomponga Glorioso y hermosísimo, y será llevado al Cielo en el torbellino, para juntarse con su alma purificada. De todas las Criaturas conocidas de Dios, solo Enoc, del tiempo de Moisés; el Profeta Elías y la Santísima Virgen María subieron al Cielo con su cuerpo Glorificado, todos los demás Santos o réprobos, subieron con su alma, a la espera de la Resurrección final, para ser definitivamente juzgados por el Divino y Justo Juez, que colocará a cada cual en el lugar donde fue predestinado por Dios desde toda la Eternidad.
Será el Nacimiento del ser Humano para entrar en la Infinitud Eterna del descanso del séptimo día de Dios.
¡Ay de los que no podrán entrar, y que se convertirán, con su cuerpo terrorífico en hijos de las Tinieblas!
LECCIONES SOBRE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO A LOS ROMANOS
( Cap 2º, v. 12)
Dictado a María Valtorta (16/1/1.948)
Dice el Autor Santísimo:
“La gran misericordia de Dios resplandece más luminosamente aún en las palabras de Pablo que, inspirado, proclama cómo únicamente perecerán aquellos que no reconocen ley alguna – natural sobrenatural ni racional – mientras que aquellos que conocieron la ley y no la practicaron, serán condenados por la misma Ley que salva; y más aún: que los gentiles que no tienen la Ley sino que, natural y racionalmente, hacen lo que la Ley para ellos desconocida, prescribe – entregándose, por la sola luz de la razón, por su rectitud de corazón, por sumisión a las voces del Espíritu, desconocido pero presente, único maestro para su espíritu de buena voluntad, por obediencia a aquellas inspiraciones que ellos siguen, porque su virtud las ama sin saber que, de modo inconsciente, sirven a Dios – que estos gentiles, que con sus actos dan a entender que la Ley se halla escrita en su corazón virtuoso, serán justificados en el día del Juicio.
Esas tres grandes categorías las observamos en el Juicio Divino y por ellas resplandecen una misericordia y Justicia perfectas.
Primera Categoría: Los rebeldes
Los que no reconocen ley alguna natural, humana y por tanto racional, ni sobrehumana ¿Quiénes son? ¿Los salvajes? No. Son los Luciferes de la Tierra cuyo número va creciendo progresivamente con el correr de los tiempos, cuando por el contrario, la civilización y la difusión del Evangelio con la predicación inexhausta del mismo, deberían hacer que su número se fuera reduciendo cada vez más. Más la paz, la justicia y la luz están prometidas a los hombres de buena voluntad, y ellos son de mala voluntad.
Son los rebeldes a toda ley, aún la natural y por tanto, inferiores a los brutos. Reniegan voluntariamente de su naturaleza de hombres, seres racionales, dotados de inteligencia y de alma. Hacen cosas contra la naturaleza y la razón. No merecen sino desaparecer de entre el número de los hombres, que fueron creados a imagen y semejanza de Dios y en efecto, perderán su condición de hombres, tomando la de demonios queridos por ellos.
Y aquí recuerdo un hecho impresionante, ocurrido en Andalucía, que me relató hace muchos años la Madre Priora de un Carmelo. En Cádiz había una familia profundamente cristiana, el padre de familia era ateo convencido, y se burlaba de la Religión de los miembros de su familia. Ellos le insistían en que se confesara.
Después de mucho rogarle, este accedió a confesarse, para burlarse del Sacramento: llamaron a un Sacerdote, que le oyó en confesión. en el momento de pronunciar el ritual de la absolución, el Sacerdote le dijo que esperara un momento ya que al tener un lapsus de memoria, iba a recoger el libro que había dejado en su automóvil. A su vuelta, para dar la absolución, el padre de familia murió, por lo cual no pudo recibir la absolución.
Segunda categoría: Los hipócritas
Los falaces, los que se burlan de Dios, los que teniendo la Ley, teniéndolo sólo no la practican. Y, ¿Puede decirse que la tienen de verdad, no sacando beneficio alguno de ella? Son semejantes a aquellos, que poseyendo un tesoro lo dejan improductivo y abandonado. No extraen del mismo, frutos de vida Eterna ni ventajas para antes de su muerte; y Dios les condenará porque tuvieron el don de Dios y no hicieron uso de él en reconocimiento al donante que les puso en la parte escogida de la Humanidad: en la de su Pueblo marcado con el signo cristiano.
Lo más espantoso de este Padre de familia que se burló de Dios en el Sacramento de la Confesión de los pecados, fue que el cadáver desapareció y tuvieron que hacer el simulacro del entierro con un féretro lleno de piedras, para hacer creer que estaba de cuerpo presente. Y es que de Dios, nadie se burla, tarde o temprano, si no se arrepienten, castigará siempre a los culpables.
Tercera categoría: Los Gentiles.
Hoy en día damos tal calificación a los que no son cristianos Católicos. Llamémoles así mientras meditamos las palabras de Pablo. Ellos, que sin tener la Ley, hacen naturalmente lo que la Ley prescribe – y es para ellos su ley, mostrando así cómo su espíritu ama la virtud y tiende al Bien supremo – ellos, cuando juzgue Dios, por medio del Salvador las secretas acciones de los hombres, serán justificados.
Estos son muchos, en gran número. Será la muchedumbre inmensa… de toda nación, tribu, pueblo, lengua, sobre la cual, en el último día, por los infinitos méritos de Cristo inmolado hasta el derramamiento de la última gota de sangre y humor acuoso, aparecerá impreso, como premio de salvación y premio, antes del último e inapelable juicio, el sello del Dios vivo.
Su virtud, su obediencia espontánea a la Ley les habrá bautizado sin más bautismo, les habrá consagrado sin otro crisma que los infinitos méritos del Salvador. El Limbo no será ya en adelante morada de los justos, pues como sucedió en la tarde del Viernes Santo, que el Limbo se vació de los justos que en él había, porque la Sangre derramada por el Redentor los había purificado de la mancha original, así será en la tarde de los tiempos, en que los méritos de Cristo, triunfador de todos sus enemigos, les absolverá del hecho de no haber sido de su grey en atención a su fe firme de pertenecer a la Religión justa; y les premiará las virtudes que ejercitaron en vida.
Si así no fuese, Dios defraudaría a esos justos que se impusieron una ley de justicia y defendieron la justicia y la virtud. Y Dios no defrauda jamás por más que, a veces, se demore su realización; pero siempre es cierto su premio”.
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