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La preciosa Sangre de Cristo es la que perdona los pecados, el agua de su costado es la que borra las raíces del mismo |
Muy pocas personas tienen el exacto conocimiento de lo que es la Gracia de Dios, y no es que su divina Majestad lo haya ocultado y revelado solo a algunos. De la misma manera que el Sol imparte su calor y su luz al mundo entero, Dios distribuye su Gracia a todos por igual, sin embargo, como lo dice San Juan en su Evangelio, unos la reciben, pero otros la rechazan para que sus malas obras no sean manifiestas.
La condición necesaria y suficiente para alcanzar esta Gracia es creer en
Jesús, como el prometió el mismo: "El que crea en Mí alcanzará la Vida
Eterna". El mecanismo de salvación de las almas, es la Sangre que da vida
y el Agua de su Sagrado costado, que justifica a las almas con el lavacro
divino.
María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(6 DE JUNIO DE 1.943)
Dice Jesús:
“Hoy quiero hablarte de la “Gracia”.
Verás que tiene relación con los otros temas aunque a primera vista no lo
parece. Estás un poco cansada, pobre María, pero escribe de todas formas. Estas
lecciones te servirán para los días de ayuno en los cuales Yo, tu Maestro no te
hablaré.
¿Qué es la Gracia? Lo has estudiado y
explicado muchas veces (cuando fuiste catequista). Pero Yo te lo quiero
explicar en Mi modo y mi Naturaleza y en sus efectos.
La Gracia es poseer en vosotros la Luz,
la fuerza, la Sabiduría de Dios. Esto es, poseer la semejanza intelectual con
Dios, el signo inconfundible de vuestra filiación con Dios.
Sin la Gracia seríais simplemente
criaturas animales, llegadas hasta tal punto de evolución de estar proveídas de
razón, con un alma, pero un alma a nivel de tierra, capaz de guiarse en las
contingencias de la vida terrena pero incapaz de guiarse a las regiones en las
que se vive la vida del espíritu; por ello poco más que las bestias que se
regulan solamente por el instinto y, en verdad, a menudo os superan con su modo
de comportarse.
La gracia es por lo tanto un don
sublime, el mayor don que Dios, Mi Padre, os podía dar. Y os la da
gratuitamente porque su amor de Padre, por vosotros, es infinito, como infinito
es Él mismo. Querer decir todos los atributos de esa Gracia significaría
escribir una larga lista de adjetivos y sustantivos, y aún no explicarían
todavía perfectamente que es este don.
Recuerda solamente esto:
La gracia es poseer al Padre, vivir en
el Padre; la gracia es poseer al Hijo, gozar de los méritos infinitos del Hijo;
la Gracia es poseer el Espíritu Santo, disfrutar de sus siete dones. La Gracia,
en fin, es poseernos a Nosotros, Dios Uno y Trino, y tener alrededor de vuestra
persona mortal, las legiones de Ángeles que nos adoran en vosotros.
Un alma que pierde la Gracia, lo pierde
todo. Inútilmente para ella, el Padre la ha creado, inútilmente para ella, el
Hijo la ha redimido, inútilmente para ella el Espíritu Santo le ha infundido
sus dones, inútilmente para ella están los Sacramentos. Está muerta. Rama
podrida que bajo la acción corrosiva del pecado se separa y cae del árbol vital
y termina de corromperse en el barro. Si un alma supiera conservarse como es
después del Bautismo y después de la Confirmación, esto es, cuando ella está
embebida literalmente de la Gracia, aquella alma sería poco menor a Dios. Y que
esto te lo diga todo.
Cuando leéis los prodigios de mis Santos
os sorprendéis. Pero, querida mía, no hay nada de asombroso. Mis Santos eran
criaturas que poseían la Gracia, eran dioses, por esto, porqué la Gracia os
deifica. ¿Acaso no dije Yo en mi Evangelio que los míos harán los mismos
Prodigios que Yo hago? Pero para ser míos, es necesario vivir de Mi Vida, esto
es, de la Vida de la Gracia.
No todas las almas en gracia poseen la
gracia en la misma medida. No porque Nosotros se la infundamos en medida
distinta, porque de distinta manera la sabéis conservar entre vosotros. El
pecado mortal destruye la Gracia, el pecado venial la resquebraja, las
imperfecciones la debilitan.
Hay almas, no del todo malas que
languidecen en una tisis espiritual porque, con su inercia, que las empuja a
cometer continuas imperfecciones, enflaquecen cada vez mas la Gracia,
haciéndola un hilo debilísimo, una llamita languideciente. Mientras debía de
ser un fuego, un incendio vivo, bello, purificador.
El mundo se derrumba porque se derrumba
la Gracia en casi la totalidad de las almas, y en las demás languidece.
La gracia da frutos distintos, según
esté más o menos viva en vuestro corazón. Una tierra es más fértil cuando más
rica es de elementos y beneficiada por el sol, por el agua, por las corrientes
aéreas. Hay tierras secas, estériles, que inútilmente están regadas por el
agua, calentadas por el sol, agitadas por los vientos. Lo mismo es en las
almas. Hay almas que con cada ocasión se cargan de elementos vitales y por ello
logran disfrutar al cien por cien los efectos de la Gracia.
Los elementos vitales son: vivir según
mi Ley, castos, misericordiosos, humildes, amorosos de Dios y del prójimo; es
vivir de oración “viva”. Entonces la Gracia crece, florece, echa raíces
profundas y se eleva en árbol de vida eterna. Entonces el Espíritu Santo, como
un sol, inunda con sus siete rayos, de sus siete dones; entonces Yo, Hijo, os
penetro con la lluvia divina de mi Sangre; entonces el Padre os mira con
complacencia viendo en vosotros su semejanza; entonces María os acaricia
estrechándoos contra su seno en el que me ha llevado a Mí como a sus hijitos
menores pero queridos, queridos por su Corazón; entonces los nueve coros
angélicos hacen corona a vuestra alma, templo de Dios y cantan el “Gloria”
sublime; entonces vuestra muerte es Vida y vuestra Vida es Bienaventuranza en mi
Reino”.
Si quisierais, todos podríais ser
capaces de prodigios, esto es, de Santidad. Mejor dicho, Yo quisiera que lo
fuerais porque entonces querría decir que mi Sacrificio ha sido coronado por la
Victoria y que realmente Yo os he arrancado del imperio del Maligno,
desterrándole a su Infierno, remachando su boca con una piedra inamovible y
poniendo sobre ella el Trono de mi Madre, que fue la Única que tuvo su calcañal
sobre el dragón, impotente para dañarle.
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