MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 25 de abril de 2022

(II de III) LA TERRIBLE CRUCIFIXIÓN DE JESÚS QUE FUE NECESARIA PARA RESCATAR A LOS SERES DE BUENA VOLUNTAD

María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos






II de III EL ARREPENTIMIENTO DE SAN DIMAS
Y LA MUERTE DE JESÚS
(De la Visión de María Valtorta de 1.945)




[...] Pero el ladrón de la izquierda sigue diciendo insultos desde su Cruz. parece como si en él se condensaran todas las blasfemias de los otros, y las va soltando todas, para terminar: "Sálvate y sálvanos si quieres que te crea. ¿El Cristo Tú? ¡Un loco es lo que eres! el mundo es de los astutos y Dios no existe. Yo existo, eso es verdad, y para mí, todo es lícito. ¿Dios?... ¡Una patraña! ¡Creada para teneros quietecitos! ¡Viva nuestro yo! ¡Solo él es rey y Dios!".

El otro ladrón, que está a la derecha y tiene casi a sus pies a María y que mira a Ella casi más que a Cristo, y que desde hace algunos momentos llora susurrando: "La Madre", dice: ¡Calla! ¿No temes a Dios ni siquiera ahora que sufres esa pena? ¿Por qué insultas a uno bueno? Está sufriendo un suplicio aún mayor que el nuestro, Y no ha hecho nada malo",
Pero el ladrón continúa sus imprecaciones.
Jesús calla. Jadeante por el esfuerzo de la postura, por la fiebre, por el estado cardíaco y respiratorio, consecuencias de la flagelación sufrida en forma tan violenta y también consecuencia de la angustia tan profunda que le había hecho sudar sangre, busca un alivio aligerando el peso que carga sobre los pies suspendiéndose de las manos y haciendo fuerza con los brazos, Quizás lo hace también para vencer un poco el calambre que ya atormenta los pies y que es manifiesto por el temblor muscular. Pero las fibras de los brazos  - forzados en esa postura, y seguramente helados en sus extremos, porque están situados más arriba y exangües (la sangre a duras penas llega a las muñecas, para rezumar por los agujeros de los clavos, dejando así sin circulación a los dedos) - tienen el mismo temblor [...]
Y el tronco revela todo su sufrimiento con su movimiento, que es veloz, pero no profundo, y fatiga sin dar descanso. Las costillas , de por sí muy amplias y altas, porque la estructura de este cuerpo  es perfecta, están ahora desmedidamente dilatadas por la postura que ha tomado el cuerpo y por el edema pulmonar que ciertamente se ha formado dentro. Y, no obstante no son capaces de aligerar el esfuerzo respiratorio; tanto es  así, que todo el abdomen ayuda con su movimiento al diafragma, que se va paralizando cada vez más.
Y la congestión y la asfixia aumentan a cada minuto que pasa, como así lo indican el colorido cianótico que orla los labios, de un rojo encendido por la fiebre, y las estrías de un rojo violáceo  que pincelan el cuello a lo largo de las yugulares túrgidas, y se ensanchan hasta las mejillas, hacia las orejas y las sienes, mientras la nariz aparece afilada y exangüe y los ojos se hunden en un círculo que, donde no hay sangre goteada de la corona, aparece lívido.

[...] Los Judíos rechazados hasta fuera de la explanada, no dejan de insultar, y el ladrón impenitente hace eco.
El otro, que mira con piedad cada vez mayor a la Madre, y que llora, le reprende ásperamente cuando oye que en el insulto está incluida también ella. "Cállate. Recuerda que naciste de una mujer. Y piensa que las nuestras han llorado por culpa de los hijos. Y han sido lágrimas de vergüenza... porque somos unos malhechores . Nuestras madres han muerto... yo quisiera pedirle perdón... pero ¿Podré hacerlo? Era una santa... ¿Quien me perdona? Madre, en nombre de tu Hijo moribundo, ruega por mí".
La Madre levanta un momento la cara acongojada y le mira, mira a ese desventurado que, a través del recuerdo de su madre y de la contemplación de la Madre, va hacia el arrepentimiento; y parece acariciarle con su mirada de paloma.
Dimas llora más fuerte. Y esto desata aún más las burlas de la muchedumbre y del compañero. La gente grita: "¡Sí señor! tomate a esta por madre, ¡así tiene dos hijos delincuentes!". Y el otro añade: "Te ama porque eres una copia menor de su amado".
Jesús dice ahora las primeras palabras: "¡Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!".
Esta súplica le hace superar todo temor a Dimas, Se atreve a mirar a Cristo, y dice: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino. Yo, es justo que aquí sufra. Pero dame misericordia y paz más allá de esta vida. Una vez te oí hablar y, como un demente, rechacé tu Palabra, Ahora de esto me arrepiento. Y me arrepiento ante Tí, Hijo del Altísimo, de mis pecados, Creo que vienes de Dios. Creo en tu Poder. Creo en tu Misericordia. Cristo, perdóname en nombre de tu Madre y de tu Padre Santísimo".´
Jesús se vuelve y le mira con profunda piedad, y todavía expresa una sonrisa bellísima en esta pobre boca torturada. Dice:"Yo te lo digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso".
El ladrón arrepentido se calma, y no sabiendo ya las oraciones aprendidas de niño, repite como una jaculatoria:"Jesús Nazareno, Rey de los Judíos, piedad de mí; Jesús Nazareno, Rey de los judíos espero en Tí, Jesús Nazareno, Rey de los Judíos, creo en tu Divinidad". 
El otro continúa con sus blasfemias.

[...] Jesús parece lividecer de una manera siniestra, como por un comienzo de descomposición, como si ya estuviera muerto. La cabeza empieza a inclinarse sobre el pecho. Las fuerzas rápidamente faltan. Tiembla, aunque le abrase la fiebre. Y, en medio de ese débil estado, susurra el nombre que antes había dicho en el fondo de su corazón: "¡Mamá!","¡Mamá!". Lo susurra quedamente, como en un suspiro, como si ya estuviera en un leve delirio que le impidiera retener lo que la voluntad quisiera contener. Y María cada vez que le oye, irrefrenablemente, tiende los brazos como para socorrerle.

La gente cruel se ríe de estos dolores del moribundo y la acongojada. De nuevo suben los sacerdotes y escribas, hasta ponerse detrás de los pastores, los cuales, de todas formas, están en el rellano de abajo, Y dado que los soldados hacen ademán de rechazarlos, reaccionan diciendo:"¿Están aquí estos galileos? Pues estamos también nosotros, que tenemos que constatar que se cumpla la justicia totalmente. Y, desde lejos, con esta luz extraña, no podemos ver".
En efecto, muchos empiezan a impresionarse de la luz que está envolviendo el mundo, y algunos tienen miedo. También los soldados señalan al cielo y una especie de cono, tan oscuro que parece hecho de pizarra y que se eleva como un pino detrás de la cima de un monte. Parece una tromba marina. Se alza, se alza, parece generar nubes  cada vez más negras, de alguna manera parece un volcán lanzando humo y lava.
Es esta luz crepuscular y amedrentadora en la que Jesús da Juan a María y María a Juan. Inclina la cabeza ya que ha visto que María se ha puesto más debajo de la cruz para verle mejor y dice: "Mujer ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu Madre".   
Después de esa palabra, que es el testamento de Jesús, el cual no tiene otra cosa que darle a su Madre, el rostro de María aparece más desencajado, él que por Amor al hijo la ha privado del Hombre-Dios nacido de ella. La pobre Madre trata de no llorar, sino mudamente,  porque no puede no llorar, a pesar de todos los esfuerzos hechos por retener las lágrimas. aún expresando con su boca una acongojada sonrisa en los labios por Él, para consolarle a Él. Los sufrimientos son cada vez mayores en esta luz cada vez menor.

[...] Los sufrimientos  son cada vez más fuertes. en el cuerpo se dan las primeras encorvaduras propias de la tetania, y cada manifestación del clamor de la muchedumbre los exaspera. La muerte de las fibras y de los nervios se extiende desde las extremidades torturadas hasta el tronco, haciendo cada vez más dificultoso el movimiento respiratorio, débil la contracción diafragmática y desordenado el movimiento cardíaco. El rostro de Cristo pasa alternativamente de accesos de una rojez intensísima  a palideces verdosas propias de un agonizante por desangramiento. La boca se mueve con mayor fatiga, porque los nervios , cansados en exceso, del cuello y de la misma cabeza, que han servido de palanca decenas de veces a todo el cuerpo, haciendo fuerza contra el madero transversal de la cruz, propagan el calambre incluso a las mandíbulas. La garganta hinchada por las carótidas obstruidas, debe doler y extender su edema a la lengua, que aparece engrosada y lenta en los movimientos. La espalda incluso en los momentos en que las contracciones tetánicas no la curvan, formando en ella un arco completo desde la nuca hasta las caderas, apoyadas como puntos extremos en el mástil de la cruz, se va arqueando hacia delante  porque los miembros van experimentando cada vez más el peso de las carnes muertas.
la gente ve poco y mal estas cosas, porque la luz ya tiene la tonalidad de la ceniza oscura, y solo quien esté a los pies de la cruz puede ver bien.

jesús ahora se relaja totalmente, pendiente hacia delante y hacia abajo, como ya muerto; deja de jadear, la cabeza le cuelga inerte hacia delante; el cuerpo, de las caderas hacia arriba está completamente separado, formando ángulo con la cruz.
María emite un grito: "¡Está muerto!". es un grito trágico que se propaga en el aire negro.Y Jesús se ve realmente como muerto.
[nç...] "No es posible" gritan unos sacerdotes  y algunos Judíos. "Es una simulación para que nos vayamos . Soldado, pínchale con la lanza . Es una buena medicina para devolverle la voz". Y, dado que los soldados no lo hacen , una descarga de piedras y terrones vuela hacia la cruz, y chocan contra el Mártir para caer después en las corazas romanas .
La medicina como irónicamente han  dicho los Judíos, obra el prodigio, Sin duda alguna piedra ha dado en el blanco, quizás en la herida de las manos o en la misma cabeza porque apuntaban hacia arriba. Jesús emite un quejido penoso y vuelve en sí. El Torax vuelve a funcionar  con fatiga y la cabeza a moverse de izquierda a derecha buscando un lugar donde apoyarse para sufrir menos, aunque en verdad encuentra solo mayor dolor.
Con gran dificultad, apoyándose una vez más en los pies torturados, encontrando fuerza en su voluntad, únicamente en ella, Jesús se pone rígido en la cruz. se pone de nuevo derecho, como si fuera una persona sana de fuerza completa. Alza la cara y mira con ojos bien abiertos al mundo que se extiende bajo sus pies , a la ciudad lejana, que apenas es visible como un blancor incierto en la bruma, y el cielo negro del que toda traza de azul y luz han desaparecido. Y a este cielo cerrado, compacto, bajo, semejante a una enorme lámina de pizarra oscura, Él le grita con fuerte voz, venciendo con la fuerza de la voluntad, con la necesidad del alma, el obstáculo de las mandíbulas rígidas, de la lengua engrosada, de la garganta edematosa :
"¡Eloi, Eloi, lamma sebacteni!" (esto es lo que oigo). Debe sentirse morir, y en absoluto abandono del Cielo, para confesar con una voz así el abandono paterno.
La gente se burla de Él y se ríe. Le insultan: "¡No sabe Dios que hacer de Tí! ¡A los demonios, Dios los maldice!".
Otros gritan: "Vamos a ver si Elías, al que está llamando, viene a salvarle!".
Y otros: "Dadle un poco de vinagre. Que haga unas pocas gárgaras. ¡Viene bien para la voz!". Elías o Dios - porque está poco claro lo que este demente quiere - están lejos... ¡necesita voz para que le oigan!", y se ríen como hienas o como demonios.
Pero ningún soldado da el vinagre y ninguno viene del cielo para confortar. Es la agonía solitaria, total, cruel, incluso sobrenaturalmente cruel, de la gran Víctima.
Vuelven las avalanchas de dolor desolado que ya le habían abrumado en Getsemaní. Vuelven las olas de los pecados de todo el mundo a arremeter contra el náufrago inocente, a sumergirle en su amargura. Vuelve sobre todo la sensación más crucificante que la propia cruz , más desesperante que cualquier tortura, de que Dios lo ha abandonado  y que su oración no sube a Él...
Y es el tormento final que acelera la muerte, porque exprime las últimas gotas de sangre a través de los poros, porque mac haca las últimas fibras aún vivas del corazón, porque finaliza aquello que la primera cognición de este abandono había iniciado: la muerte. Porque, ante todo, de esto murió mi Jesús, ¡Oh Dios que sobre Él descargaste tu mano por nosotros! Después de tu abandono, por tu abandono, ¿en qué se transforma una criatura? En un demente  o en un muerto, Jesús no podía volverse loco poeque su inteligencia era divina y, espiritual como es la inteligencia, triunfaba sobre el trauma total de aquel sobre el que cae la mano de Dios. Quedó pues, muerto, era el muerto, el Santísimo muerto, el inocentísimo muerto. Muerto Él, que era la Vida. Muerto por el efecto de tu abandono y de nuestros pecados.
La oscuridad se hace más densa todavía. Jerusalén desaparece del todo, Las mismas faldas del Calvario parecen desaparecer. Sólo es visible la cima (es como si las tinieblas lo hubieran mantenido en alto y así recogiera la única y última luz restante, y hubiera depositado esta, como para una ofrenda, con su trofeo divino, encima de un estanque de ónix líquido, para que esta cima fuera vista por el amor y el odio).
Y de esa luz que ya no es luz, llega la voz quejumbrosa de Jesús: "Tengo sed".
En efecto, hace un viento que da sed incluso a los sanos. Un viento continuo, ahora violento, cargado de polvo, un viento frío, aterrador. Pienso en el dolor que pudo causar con su soplo violento en los pulmones, en el corazón, en la garganta de Jesús, en sus miembros helados, entumecidos, heridos. ¡Todo, realmente todo se puso a torturar al Mártir!
Un soldado se dirige hacia el recipiente en que los ayudantes del verdugo han puesto vinagre con hiel, para que con su su amargura aumente la salivación en los atormentados. Toma la esponja empapada en ese líquido, la pincha en una caña fina - pero rígida - y ofrece la esponja al Moribundo.
Jesús se aproxima, ávido, hacia la esponja que llega [...] Jesús que ha chupado ávidamente la áspera y amarga bebida, tuerce la cabeza lleno de amargura y de repugnancia. Ante todo, debe de ser corrosiva sobre los labios heridos y rotos.
Se retrae, se afloja, se abandona. Todo el peso del cuerpo gravita sobre los pies y hacia adelante. Son las extremidades heridas las que sufren la pena atroz de irse hendiendo sometidas a la tensión de un cuerpo abandonado a su propio peso. Ya ningún movimiento alivia ese dolor, Desde el íleon hacia arriba, todo el cuerpo está separado del madero, y así permanece.
[...] Y cada vez más débil, volviendo al quejido infantil del niño, se oye la invocación: "¡Mamá!". Y la Pobre susurra: "Sí, Tesoro,  estoy aquí". Y cuando, por habersele velado la vista, dice: "Mamá, ¿donde estás?, ya no te veo "¿También Tú me abandonas?"(y esto no es ni siquiera una frase, sino un susurro apenas perceptible para quien más con el corazón que con el oído recoge todo suspiro del moribundo) Ella responde: "¡No, no, Hijo! ¡Yo no te abandono! Oye mi voz, querido mío... Mamá está aquí, aquí está... y todo su tormento es no poder ir donde Tu estás,,, ".
Es escalofriante... Y Juan llora sin trabas. Jesús debe oír ese llanto, pero no dice nada. Pienso que la muerte inminente le hace hablar como en delirio y que ni siquiera es consciente de todo lo que dice y que, por desgracia, ni siquiera comprende el consuelo materno y el amor del Predilecto.
[...] Un intervalo de silencio. Luego, nítidas en la oscuridad total las palabras: "¡Todo está cumplido!".
El tiempo pasa al son de este ritmo angustioso: la vida vuelve cuando el respiro áspero del Moribundo rompe el aire, la vida cesa cuando ese respiro penoso deja de oírse. Se sufre oyéndolo, se sufre no oyéndolo... Se dice: "¡Basta ya con ese sufrimiento!" y se dice: "¡Oh, Dios mío, que no sea el último respiro!".
Las Marías lloran todas, con la cabeza  apoyada contra el realce terroso. Y se oye bien su llanto, porque toda la gente ahora calla de nuevo para recoger todos los estertores del Moribundo.
Otro intervalo de silencio. Luego, pronunciado con infinita dulzura y oración ardiente, la súplica: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!".  
Se hace leve también el estertor . Apenas es un susurro limitado a los labios y a la garganta.
Luego... adviene el último espasmo de Jesús.Una convulsión atroz, que quisiera arrancar del madero el cuerpo con los tres clavos, sube tres veces de los pies a la cabeza recorriendo todos los pobres nervios torturados; levanta tres veces el abdomen de una forma anormal, para dejarlo luego, tras haberlo dilatado por una convulsión  de las vísceras, y baja de nuevo y se hunde como si hubiera sido vaciado; alza, hincha y contrae el tórax  tan fuertemente que la piel se introduce entre las costillas, que divergen y aparecen entre la epidermis  y abren otra vez las heridas de los azotes; una convulsión atroz que hace torcerse violentamente hacia atrás, una, dos, tres veces la cabeza, que golpea contra la madera duramente, una convulsión que contrae en un único espasmo todos los músculos de la cara y acentúa la desviación de la boca hacia la derecha, y hace abrir desmesuradamente y dilatarse los párpados, bajo los cuales se ven girar los globos oculares y aparecer la esclerótica. 
Todo el cuerpo se pone rígido. En la última de las tres contracciones  es un arco tenso, vibrante -verlo es tremendo - . Luego. un grito potente, inimaginable en ese cuerpo axhausto estalla, rasgando el aire es el "Gran Grito" del que hablan los Evangelios y que es la primera parte de la palabra "Mamá",.. Y ya, nada más...
La cabeza cae sobre el pecho, el cuerpo hacia adelante, el temblor cesa, cesa la respiración. Ha expirado.





  

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