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sábado, 22 de septiembre de 2012

LA BELLEZA Y LA FEALDAD FÍSICAS SON LA IMAGEN DE DIOS Y DE SATÁN



En la Sagrada Biblia, todos los cuadrúmanos son declarados animales impuros.



Comentario de Jesús a María Valtorta, que era la lectura favorita de Teresa de Calcuta, y cuya lectura estaba recomendada por el Padre Pío de Pietrelcina, reflexiones acertadas para la mentalidad actual, las cuales desmontan la teoría darwiniana, que enseña que el hombre desciende del mono, y que quiere hacernos creer que el mono es un ser humano como nosotros, llegando hasta la aberración de algunas personas pidiendo insistentemente para que el chimpancé esté clasificado en la categoría de ser humano, y la sustitución de su denominación actual como simio. Y aquí se antepone la belleza y la armonía del ser humano, creado a la imagen de Dios, a la desfachatez del mono, creado así porque no estaba destinado a contener el espíritu inmortal.

Y esa diferencia entre la belleza del ser humano y la del cuadrumano, es también imagen de la diferencia entre el pecado y la virtud, que hoy día la gente no sabe ya distinguir, y atribuye su gusto a Dios, diciendo que Él no hace diferencia alguna entre esos dos atributos, y que quiere de la misma manera al más sádico pecador como al más virtuoso y abnegado de todos los hombres.

Y este es el mayor triunfo espiritual de Satanas: No hay diferencia entre Judas y Juan, por esa razón no existe ya ni el pecado, ni la Virtud, ni el Cielo ni el Infierno, ni Satán, ni los ángeles, ni la jerarquía angélica ni la humana: Es la teoría marxista que ha causado masacres, sufrimientos, injusticias, atrocidades y que ha llevado a las economías al desastre allí donde se ha implantado.

Y así, la humanidad actual, al no ver diferencia alguna entre el pecado y la virtud, uno de los mayores logros de Satanás, tampoco ve diferencia alguna entre la belleza y la fealdad, conceptos que son imagen y semejanza uno del otro.Y todo esto se ve perfectamente reflejado en todas las obras de arte actuales, las cuales, comparadas con las antiguas, son suma pobreza y fealdad, y reflejan perfectamente la mentalidad espiritual actual, que se traduce en el exterior en la mentalidad material. 

Y aquí está explicada de una manera magistral lo que la mayoría de los maestros espirituales y consagrados confunden: los dos tipos de amor al prójimo: el amor unitivo que hay que tener a los Santos y a las personas virtuosas, y el amor de compasión que tenemos que tener hacia los más siniestros pecadores, porque esa es la única manera que existe para lograr un posible cambio de conducta de un pecador, y además esa es la voluntad de Jesús-Dios. Lo que no llevan a entender casi nadie es porque en este mundo los mártires perdonan a sus verdugos, porque cualquier persona será perdonada de sus pecados en la medida que ellos perdonan a los que les ofenden.

Sin embargo en el Apocalipsis, los mártires piden Justicia a Dios contra sus verdugos, y eso es porque han pasado de este mundo en donde aún existe la Misericordia de Dios, a un mundo eterno, donde se ejerce la Justicia, ya que la Misericordia ya ha tenido lugar y unos la han sabido aprovechar, mientras que otros la han rechazado.

Dice Jesús en este escrito: "Si había algo penoso para Mí, era el contacto con los impuros. Mi ser se alegraba cuando estaba rodeado como una guirnalda por la inocencia. Recordad que había dejado a los Ángeles para descender entre los hombres. Los niños impedían que añorara a los Ángeles. Más Yo había venido para salvar a los pecadores. Pero, ¿cómo los iba a salvar si los despreciaba y rehuía?"



De los cuadernos de María Valtorta 
(30 de Mayo de 1.944)



Dice Jesús:

[…] En el libro de Judit has leído lo siguiente: “…da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fuerza para abatirle y ello será un monumento para tu Nombre”. Basta, lo demás no tiene que ver con la lección.
Solo hago observar que para el que persigue un recto fin, se convierte en bueno también lo que, sin ser pecado, implica debilidades que incitan al pecado cuando se las concede al yo para su propia satisfacción.
La belleza es algo bueno, si se sabe valorizar. La belleza es uno de los dones que Dios les ha dado a los progenitores. Ellos reflejaban la Perfección – que era purísimo espíritu – que les había creado. Y aunque el hombre no podía todavía ser totalmente puro espíritu como su Creador, podía testimoniar el origen del que provenía – y, efectivamente, Dios quiso que así fuese – con la perfección de un cuerpo armonioso y bellísimo, un verdadero vaso viviente para contener un espíritu sin mancha alguna de culpa. Con ella se hacía pedazos la teoría según la cual descendía de un cuadrumano.

Venís de Dios y no de una bestia que la antigua ley mosaica definía “inmunda”. Recordad esto. “Entre todos los animales cuadrúpedos, serán inmundos los que caminan sobre las palmas de las manos”.

Por lo tanto, hay que admirar la belleza en vuestro semejante, alabando al que le dio al hombre esas formas hermosas, por encima de todos los animales, y no se debe usar la belleza por vanidad sino para fines buenos como lo hizo Judit. Es culpable adornarse para seducir y pervertir, y también hacerlo únicamente por presunción u ostentación de riqueza. Más, cuando, con el costado torturado por el cilicio y el cuerpo mortificado en la penitencia, saben usarse las formas y las riquezas para un fin recto, entonces el medio se eleva a santidad.

Yo lo he dicho: “Cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro para que no se advierta que ayunes y lo sepa solamente tu Padre. Y así lo he hecho, porque jamás he dicho palabras que antes no hubiera puesto en práctica en toda mi vida. Y habiendo obrado así, fui acusado de amigo de publicanos y pecadoras, amante de los convites y las fiestas.

Si había algo penoso para mí, era el propio bullicio de un convite y la algarabía de una fiesta. Me nutría para vivir. No hacía del alimento “la alegría de vivir”, como hacen muchos. Y mucho más grato que el fastuoso ágape en que la humana curiosidad y el implacable rencor me observaban y me espiaban, era para Mí, el pan comido a lo largo de la herbosa ribera, bañando mis labios en el agua pura del arroyo, sentado en el medio de las flores del campo, a la sombra de un árbol, que era morada para los pajarillos que el Padre socorre, y entre mis amigos-discípulos.

Si había algo penoso para Mí, era el contacto con los impuros. Mi ser se alegraba cuando estaba rodeado como una guirnalda por la inocencia. Recordad que había dejado a los Ángeles para descender entre los hombres. Los niños impedían que añorara a los Ángeles. Más Yo había venido para salvar a los pecadores. Pero, ¿cómo los iba a salvar si los despreciaba y rehuía?

Pues bien, Judit usa y valoriza su belleza y su riqueza con un fin santo. Y, al aumentar sus ocultas penitencias, para agradar a Dios, aumenta el hechizo para agradar al hombre y truncarle “con su misma espada” la sensualidad que fue el arma que mató a Holofernes más aún que su espada de tirano.
María, todas las criaturas tienen su tirano: los sentidos, el mundo, el prójimo, el demonio.
¡Cuántos tiranos se albergan en el prójimo! Están los que oprimen, que envidian, los que condenan injustamente. Y, sin embargo, por amor hacia Mí, hay que amar a este prójimo, aunque sea malvado.

Están los sentidos, como un pulpo que resurge siempre para arrastrar con sus tentáculos al abismo. Está el demonio, verdadera medusa que emplea su mirada para hipnotizar a las criaturas de Dios y perderlas. ¿A quién pedir ayuda contra estos enemigos? Hay que pedirla a Dios: “Da firmeza a mi espíritu para despreciarle y fuerza para abatirle”.

El alma fiel dice: “Yo, por mí misma, no soy nada. Por mi misma nada puedo. Dado que te amo, quisiera agradarte y vencer. Pero soy débil en mis propósitos, débil para luchar. Pero Señor, si Tú me ayudas, sabré resistir y vencer”.
¿Puede negar Dios ayuda a un hijo que se la pide? No; Él se pone a su lado y, justamente porque sois débiles pero fieles, justamente porque sois nada, pero lo reconocéis, os infunde fuerza y firmeza, os inculca a Sí mismo. ¿Qué podéis temer, si Dios está con vosotros?

¿Por qué Dios os ayuda de este modo? Lo hace por amor, esto ante todo. Y lo hace además porque cada victoria del hombre que se encamina en el Bien y se encamina para pertenecer a Dios- Perfección, es un monumento para el santo Nombre de Dios.
Cada hombre que llega a ser santo, es un monumento a la bondad, al poder, a la soberanía de Dios, para que reconozcan que Él es el Potente y que sobre Él no hay nada más grande.
Ve en paz”.






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