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lunes, 15 de octubre de 2012

LOS MÁS GRANDES MÍSTICOS: SAN JUAN DE LA CRUZ Y SANTA TERESA DE JESÚS

Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los más grandes Místicos, Reformadores del Carmelo




La Transverberación de Santa Teresa de Jesús




        Hoy, traigo a la portada de este escrito, la famosa estatua de Bernini sobre el milagro de la Transverberación, espléndida obra de arte barroca, que se encuentra en Roma, y que recuerda el fenómeno místico, que tuvo lugar cuando la Santa invocó al Espíritu Santo, cantando el himno "Veni Creator Spiritus".

         Santa Teresa cuenta en el libro de su Vida, como un Ángel, al estar su corazón como "encasquillado" por el fuego del Amor que sentía, y que le llagaba el alma, se le apareció y le traspasó el corazón con un dardo de fuego, agitándolo para  atizar ese corazón abrasado.


           Dice la Santa que esta acción le produzco un deleite en el alma, de una intensidad tal, que se reflejó en su cuerpo material, por la unión intrínseca que existe entre el alma y el cuerpo, que es como la unión Trinitaria, de Dios Padre con su divino Hijo, producida y atizada por la acción del Santo Espíritu.

         Y aquí se entiende desde el punto de vista místico, la verdad de lo que está escrito en el Génesis: que Dios Uno y Trino creó el hombre a su imagen y semejanza. También se entienden las palabras de Jesús que dijo que al hombre se le puede perdonar todos los pecados, menos el pecado contra el Espíritu Santo, porque su acción, es  necesaria para completar ese gran misterio Trinitario, que es la recreación del ser humano, transformándolo no solo en la imagen de Dios, pero sobre todo en otro Dios por participación. 


         Sin esta acción del Santo Espíritu, el hombre no puede entrar en el Reino de Dios, algunos pocos ya lo consiguen en la Tierra, con estos fenómenos místicos, otros en el Purgatorio, escuela de Amor, y otros no lo conseguirán nunca, ya que el Espíritu Santo que es el Amor de Dios, ha sido sustituido por el espíritu de Satán, que es el odio, acción que lo ha transformado en otro Demonio, fiel imagen de su padre tenebroso.

         Este hecho extraordinario, que creo que se conoce que ocurrió solo en esa gran Santa, lo que se comprobó al observar su corazón traspasado por el dardo del Serafín, después de muerta, lo describe en su Obra, la llama de Amor viva, el Gran San Juan de la Cruz, como si fuera un fenómeno de los más normales. y así como Santa Teresa confiesa que desconoce la categoría de ese Ángel, San Juan de la Cruz dice: A veces, cuando el alma está llagada de Amor, estando en oración acaece, que se presenta un Serafín, que aviva el fuego del incendio de Amor del alma, atizando el corazón con un dardo inflamado, ¡como si fuera un acontecimiento de los más normales!


Llama de Amor viva de San Juan de la Cruz
Canción Nº 2

¡Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! ¡Oh venturosa y muy dichosa llaga, pues no fuiste hecha sino para regalo, y la calidad de tu dolencia es regalo y deleite de tu alma llagada! Grande eres, ¡oh deleitable llaga!, porque es grande tu regalo, pues el fuego de amor es infinito, que según tu capacidad y grandeza te regala. ¡Oh pues, regalada llaga, y tanto más subidamente regalada, cuanto más en el infinito centro de la sustancia del alma tocó el cauterío, abrasando todo lo que se pudo abrasar, para regalar todo lo que se pudo regalar! este cauterío y esta llaga podemos entender que es en el más alto grado que en este estado puede ser; porque hay otras muchas maneras que tiene Dios de cauterizar al alma que ni llegan aquí ni son como ésta, porque ésta es toque solo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura alguna intelectual  ni imaginaria.

Pero otra manera de cauterizar el alma con forma intelectual suele haber muy subida, y es en esa manera: acaecerá que, estando el alma inflamada de amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí hemos dicho  (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un Serafín con una flecha o dardo enarbolado encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o como mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces en este cauterizar traspasándolo con aquella saeta apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo de un encendido horno o fragua cuando la hornaegan o trabucan el fuego y afervoran la llama; y entonces, al herir de este encendido dardo, siente la llaga el alma en deleite sobremanera, porque, demás de ser ella toda removida en gran suavidad al trabucamiento y mocion impetuosa causada por aquel serafín, en que siente grande ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la yerba con que vivamente iba templando el hierro como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado.

Y en este íntimo punto de la herida, que parece quedar en la mitad del corazón del espíritu, que es donde se siente lo fino del deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Porque siente el alma allí como un grano de mostaza muy mínimo, vivísimo y encendidísimo, el cual de sí, envía en la circunferencia un vivo y encendido fuego de amor; el cual fuego, naciendo de la sustancia y virtud de aquel punto vivo donde está la sustancia y la virtud de la yerba, se siente difundir sutilmente por todas las espirituales y sustanciales venas del alma según su potencia y fuego, en lo cual siente ella convalecer y crecer tanto el ardor, y en ese ardor, afinarse tanto el amor, que parecen en ella mares de amor amoroso que llega a lo alto y bajo de las máquinas, llenándolo todo de amor ; en el cual parece al alma, que todo el Universo es un mar de amor en que ella está engolfada, no echando de ver ni término ni fin donde se acabe ese amor, sintiendo en sí, como habemos dicho, el vivo punto y centro del amor.

Y de lo que aquí goza el alma, no hay más que decir sino que allí siente cuán bien comparado está en el Evangelio el Reino de los Cielos al grano de mostaza, que, por su gran calor, aunque tan pequeño, crece en árbol grande (Mt 13, 31), pues que el alma se ve hecha como un inmenso fuego de amor que nace de aquel punto encendido del corazón del espíritu.

Pocas almas llegan a tanto como esto, más algunas han llegado, mayormente la de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a las cabezas a las primicias del Espíritu, según la mayor o menor sucesión que habían de tener en su Doctrina y Espíritu.

Volvamos pues a la obra que hace aquel Serafín, que verdaderamente es llagar y herir interiormente en el espíritu. Y así, si alguna vez da Dios licencia para que salga algún efecto afuera en el sentido corporal, al modo que hirió dentro, sale la herida y la llaga afuera; como acaeció cuando el Serafín hirió a San Francisco, que llagándole el alma de Amor en las cinco llagas, también salía en aquella manera el efecto de ellas al cuerpo, imprimiéndolas también en él y llagándola como también las había impreso en su alma, llagándola de amor. 

Porque Dios, ordinariamente ninguna merced hace al cuerpo que primero y principalmente no la haga en el alma; y entonces, cuando mayor es el deleite y fuerza de amor que causa la llaga dentro del alma, tanto mayor es el de fuera en la llaga del cuerpo, y creciendo uno, crece el otro.

Lo cual acaece así porque estando estas almas purificadas, y puestas en Dios, lo que a su corruptible carne es causa de dolor y tormento, en el espíritu fuerte y sano le es dulce y sabroso, y así es cosa maravillosa sentir crecer el dolor en el sabor. La cual maravilla echó  de ver bien Job en sus llagas, cuando dijo a Dios: Volviéndote a mí, maravillosamente me atormentas (10,16), porque maravilla grande es y cosa digna de la abundancia de la suavidad y dulzura que tiene Dios escondida para los que le temen (Ps 30,20), hacer gozar tanto más sabor y deleite cuanto más dolor y tormento se siente.

Pero cuando el llagar es solamente en el alma, sin que se comunique fuera puede ser el deleite más intenso y más subido; porque, como la carne tenga enfrenado el espíritu, cuando los bienes espirituales del se comunican también a ella, tira el la rienda y enfrena la boca a este ligero caballo del Espíritu y apágale su gran brío, porque si él usa de su fuerza la rienda se ha de romper, pero hasta que ella se rompa, no deja de tenerle oprimido de su libertad, porque, como el Sabio dice, el cuerpo corruptible agrava el alma, y la terrena habitación oprime el sentido espiritual que de suyo comprende muchas cosas (Sap 9,15)

          Parece aquí que el Santo místico, Doctor de la Iglesia, da a entender, que todos esos misterios del alma, como son la Transverberación, y los Estigmas, son hechos que ocurren a las almas ya totalmente purificadas por la famosa noche activa del espíritu.


          El Santo describe tan bien estos fenómenos místicos, que no hay duda de que no solo los conoce, sino que los ha vivido, y aquí aporta un dato impresionante: existen Santos en los cuales, no se ha producido estos milagros, porqué tienen tan reforzado el espíritu y muy refrenada la parte sensitiva del cuerpo material, que esto logra impedir que estas llagas del alma abrasada, se puedan traspasar al cuerpo, y entonces esa unión mística con Dios no se traspone al exterior sino solo se queda en lo más íntimo del alma. 

[...] Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el sentido, porque cuando es así, antes puede acaecer de mucho espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en San Pablo, que, de los grandes sentimientos que tenía de Cristo en el alma, le redundaba en el cuerpo, según él da a entender a los de Galacia, diciendo: "Yo, en mi cuerpo, traigo las heridas de mi Señor Jesús" (Gal 6,17)

          Parece aquí que en este caso, ha acaecido en el alma la purificación total y ha atravesado también la noche pasiva del Espíritu, y la llaga de amor se transmite entonces al cuerpo material, no a través de ese cuerpo, sino a través del sentido inmaterial, como en el caso de San Pablo, y probablemente también, en el caso de San Juan de la Cruz, por qué ¿Quien puede describir tan perfectamente todos esos efectos misteriosos, sino  el que los ha sentido y saboreado en su propio ser?









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