El sagrado corazón de Jesús, que se ha encarnado para que nadie le pueda decir el día del Juicio: "Tú no sabes lo que es ser hombre" |
La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados.
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2669)
Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "Es considerado como el principal indicador y símbolo... del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres (Pío XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).
(Catecismo de la Iglesia Católica, 478)
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Escrito está, que Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, y tiene pues que haber una correspondencia absoluta entre el hombre y su Creador, pero esa correspondencia entre un ser material y un Ente espiritual, no puede ser nunca una fotocopia perfecta, existe un significado místico en toda la creación y entre su Creador, de la misma manera que existe una relación entre un pintor y el cuadro que pintó, un experto en arte es capaz de ver quien es el autor del cuadro. De la misma manera en ese cuadro que es el universo, se puede analizar el carácter y la grandeza de Dios, el "Pintor" que lo creó.
Y así, toda la Creación es un libro abierto que, para el que sabe
leerlo, que es por definición el contemplativo, puede entrever a Dios, por ese
don de discernimiento que le infunde, que hace decir: “Bienaventurado el que ve a Dios en todo
lo creado”, es un don que Dios mismo comunica al místico, palabra que quiere
decir “enamorado de Dios”, y que se da en el que
cumple el primer mandamiento, que es amarlo sobre todas las cosas, ya que
para amar hay que conocer, y ese conocimiento solo se adquiere por el amor, ya
que como lo dice San Juan de la Cruz,
“El Amor verdadero tiene por misión desear y profundizar en las cosas del Amado”
y al que ama de verdad, como lo promete Jesús, la Santa Trinidad morará en él, y le infundirá la gracia infusa del conocimiento. Pero sin embargo, el que carece de Amor verdadero, nunca podrá conocer, aunque estudie y tenga un doctorado, y sepa hebreo, griego o latín. Y por eso dijo Nuestro Señor:
"Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos. Si, Padre así te ha parecido bien". (Mt 11-25,27).
Y este proceder de Dios es una cosa admirable y sorprendente, porque si hubiera que conocer lenguas y tener un doctorado para conocerle, le sería mucho más fácil acceder al Reino de los Cielos a los ricos y a los pudientes, mientras que los pobres podrían quedar marginados.
“El Amor verdadero tiene por misión desear y profundizar en las cosas del Amado”
y al que ama de verdad, como lo promete Jesús, la Santa Trinidad morará en él, y le infundirá la gracia infusa del conocimiento. Pero sin embargo, el que carece de Amor verdadero, nunca podrá conocer, aunque estudie y tenga un doctorado, y sepa hebreo, griego o latín. Y por eso dijo Nuestro Señor:
"Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos. Si, Padre así te ha parecido bien". (Mt 11-25,27).
Y este proceder de Dios es una cosa admirable y sorprendente, porque si hubiera que conocer lenguas y tener un doctorado para conocerle, le sería mucho más fácil acceder al Reino de los Cielos a los ricos y a los pudientes, mientras que los pobres podrían quedar marginados.
En lo que se refiere a la Eucaristía, que es uno de los misterios más
grandes de nuestra Religión, y por ello, ya que como lo dijo San Pablo, las
cosas más altas de Dios son las cosas más insensatas para el mundo, por eso se entiende
lo que le ocurrió con Jesús, cuando dijo:
“El que no come mi Cuerpo y no bebe mi Sangre, no puede ser discípulo Mío”.
fueron esas palabras las que hicieron abandonarle a la mayoría de sus discípulos, como así está escrito en el Evangelio.
“El que no come mi Cuerpo y no bebe mi Sangre, no puede ser discípulo Mío”.
fueron esas palabras las que hicieron abandonarle a la mayoría de sus discípulos, como así está escrito en el Evangelio.
Materialmente hablando, la sangre humana compuesta esencialmente por
los glóbulos rojos que se multiplican en los huesos, tienen por misión llevar
oxígeno a todo el cuerpo tomándolo de los pulmones y a su vez, eliminar el anhídrido
carbónico. Los glóbulos blancos, que también se forman en los huesos, que espiritualmente hablando, simbolizan la fe, tienen
igualmente por misión luchar contra toda clase de germenes nocivos que puedan
infectar al cuerpo humano. Las plaquetas son las que tienen por misión coagular la sangre y
taponar la herida que se pueda producir en los vasos sanguíneos.
Los alimentos se distribuyen en todo el cuerpo a través del plasma que
se encuentra en la sangre en donde flotan todos los elementos que dan vida,
eliminan las infecciones y previenen los accidentes.
Por fin, todo el torrente sanguíneo es impulsado en todos los rincones
del cuerpo por el corazón que es el motor que da energía y vida al organismo. En donde no llega la sangre se produce una gangrena y el miembro afectado se corrompe y no solo muere, pero llega a gangrenar todos los otros miembros, transmitiendo la muerte a todo el cuerpo.
La analogía con la Sagrada Eucaristía, es ahora bien evidente: el Amor
de Dios al hombre que es la respuesta a la entrega del alma a Dios, es el
Sagrado Corazón que mueve en el alma la Sangre de Jesús, necesaria para su
alimento, que es la que le da la vida, la nutre y elimina las impurezas del
pecado, como lo hacen los glóbulos rojos y los leucocitos, que se reproducen en los huesos del esqueleto humano, huesos que simbolizan la santa Fe del alma, y también repara las
heridas del pecado, como así lo hacen las plaquetas de la sangre humana.
Se ve pues claramente, la analogía entre el Cuerpo de Jesús: su Sagrado Corazón, y su Divina Sangre que es la condición necesaria para sustentar el alma en esta vida, hasta la entrada en el Reino de Dios, y se comprende igualmente el porque dijo Jesús:
“Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, vive en Mí y Yo en él.
El Padre que me ha enviado posee la Vida y Yo vivo en Él. Así también el que me come vivirá por Mí. Este es el Pan que ha bajado del Cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron, pero el que coma de este Pan, vivirá para siempre " (Jn 6, 53 - 58)
Este Cuerpo y Sangre de Jesús es el Sacrificio perpetuo que se rememora en la Santa Misa, y que sustenta no solo a las almas, y les asegura la Vida Eterna, permitiendo la Resurrección del último día, pero también es el que mantiene el Universo Entero. El día que no se pueda celebrar el Santo Sacrificio, será el fin del Mundo, como así lo dice el Profeta Daniel, y el "faro" de la Iglesia el gran San Pablo.
Se ve pues claramente, la analogía entre el Cuerpo de Jesús: su Sagrado Corazón, y su Divina Sangre que es la condición necesaria para sustentar el alma en esta vida, hasta la entrada en el Reino de Dios, y se comprende igualmente el porque dijo Jesús:
“Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, vive en Mí y Yo en él.
El Padre que me ha enviado posee la Vida y Yo vivo en Él. Así también el que me come vivirá por Mí. Este es el Pan que ha bajado del Cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron, pero el que coma de este Pan, vivirá para siempre " (Jn 6, 53 - 58)
Este Cuerpo y Sangre de Jesús es el Sacrificio perpetuo que se rememora en la Santa Misa, y que sustenta no solo a las almas, y les asegura la Vida Eterna, permitiendo la Resurrección del último día, pero también es el que mantiene el Universo Entero. El día que no se pueda celebrar el Santo Sacrificio, será el fin del Mundo, como así lo dice el Profeta Daniel, y el "faro" de la Iglesia el gran San Pablo.
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su Gloriosa Asunción.
Bendita sea su Gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
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