Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
(3-3-1.945)
Dice Jesús:
[...] Estamos frente a la muerte. Yo lo estoy. Otros también lo están ¿Quienes? ¿Quieres saber quien, Pedro? Todos. La muerte avanza hora a hora y aferra a quien menos se lo espera. Pero es que incluso aquellos que tienen mucha vida que tejer, hora a hora están frente a la muerte, pues que el tiempo es un relámpago frente a la eternidad y en la hora de la muerte hasta la vida más larga se reduce a nada, y las acciones de lejanos decenios, hasta los de la primera edad, vuelven en masa para decir: "Mira: ayer hacías esto".
¡Ayer! ¡Siempre es ayer cuando uno se muere! ¡Y siempre es polvo el honor y el oro que tanto anheló la criatura! ¡Pierde todo sabor el fruto por el que se perdió el juicio! ¿La mujer? ¿La bolsa? ¿El poder? ¿La ciencia? ¿Qué queda? ¡Nada! Solo la conciencia y el juicio de Dios, juicio al que la conciencia va pobre de riquezas, desnuda de humanas protecciones, cargada solo de sus obras.
"Tomen su sangre y tiñan con ella las jambas y arquitrabe y el Ángel no arremeterá a su paso, contra las casas en que esté el signo de la sangre". Tomad mi Sangre. Ponedla no en las piedras muertas sino en el corazón muerto. Es la nueva circuncisión. Y Yo me circuncido por todo el mundo.
No sacrifico la parte inútil, sino que quebranto mi magnífica, pura, sana virilidad, completamente la sacrifico y de los miembros mutilados, de las venas abiertas, tomo mi Sangre y trazo sobre la Humanidad anillos de salvación, anillos de eterno desposorio con el Dios que está en los Cielos, con el Padre que espera, y digo: Mira, ahora no puedes rechazarlos porque rechazarías tu Sangre".
"Y Moisés dijo: "...y luego sumergid un manojo en la sangre y asperjad con sangre las jambas´". ¿No basta entonces la Sangre? No basta.
A mi Sangre debe unirse vuestro arrepentimiento. Sin el arrepentimiento, amargo y saludable, inútilmente Yo para vosotros moriré.
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