EL QUE TIENE PRESENCIA DE DIOS VIVE EN UN MUNDO NUEVO, Y HA GUSTADO LA DULZURA DEL AMOR ETERNO DE SU CREADOR

Cuando el alma está poseída por Dios, el mundo
aparece completamente nuevo y extraño.

Al alma que tiene presencia de Dios le ocurren dos cosas, lo primero es que todo le parece nuevo en la Creación porque ve nuevas todas las cosas, dándose cuenta de la presencia de Dios en todas partes, antes no lo podía apreciar porque estaba apresada por sus apetitos que ensuciaban sus tres potencias - que son memoria entendimiento y voluntad - en todos los placeres del mundo, y al no tener a Dios, estaba cegada por las tentaciones que son opuestas a Él, porque estaban orquestadas por Satanás.

Lo segundo y más importante es que sabe que la muerte no es el término y fin de todas los cosas como así lo cree el ateo, sino que es el comienzo de una vida sin fin, en donde ya no existirá el pecado, que es el culpable de todos los sufrimientos y de las desgracias de la humanidad. Habrá desaparecido el odio, la envidia, la concupiscencia, y reinará por fin el amor, la satisfacción, y la seguridad de saberse Hijos de Dios, amparados y protegidos por Dios Todopoderoso.

Un Dios que como lo dice San Juan de la Cruz, nos amará como si fuéramos las únicas almas de su creación y como si no tuviera otra cosa que hacer que ocuparse de nosotros, y también que habrá perdonado y olvidado, y nunca más nos recordará los pecados que hayamos cometido.