En esta época de Adviento, la Iglesia nos viene a recordar que el verdadero creyente tiene que disfrutar de alegría, como se explica en el "Gaudio", que nos anuncia el nacimiento de Jesús, que ha venido para procurarnos las virtudes necesarias para alcanzar la alegría eterna.
Todas las preocupaciones de este mundo son las que nos quitan la Paz, y esta nos aleja de Dios, ya que la mente está siempre con miedo y temor por acontecimientos que casi nunca van a ocurrir, cuantas veces a este respecto, uno ha dicho: "Que tonto he sido por preocuparme tanto por este asunto, que se solucionó tan fácilmente".
El ángel explica que, Jesús dijo que no tenemos que preocuparnos por el mañana, ya que cada día trae su pena, y que pongamos la confianza en Jesucristo, ya que ha dicho que busquemos el Reino de Dios, y que todo lo demás se nos dará por añadidura. También explica que todas las preocupaciones del mundo las manda Satanás para alejarnos de Dios
DEL ÁNGEL AZARÍAS
COMENTARIOS SOBRE
EL TERCER DOMINGO
DE ADVIENTO
Dice
Azarías:
“Nuestro
Señor santísimo te ha anticipado el cuadro que hoy canta la liturgia. He venido
a consolarte y a reafirmarte, pobre alma, que te sacuden sin piedad para
forzarte a decir lo que no es verdad.
Jamás
lo digas. Te recuerdo las palabras del Maestro: “Dad a Dios lo que es de Dios y
al César lo que es del César”. Allí se refería a un impuesto y aquí a una obra,
más como en un caso y en otro se ha de dar a Dios lo que es de Dios. Por más
que, a fuerza de insistir en que se reconozca el origen sobrenatural de la
obra, llegases a conseguir que ya nadie se ocupase de ella –me refiero a los
sacerdotes – déjales hacer. De tres cosas habrán de responder ante Dios; de no
haber reconocido la Palabra, de haber escandalizado a muchas almas y de haber
faltado contigo a la caridad y faltando igualmente con los que tienen hambre de
la Palabra para quienes, usando con ellos de misericordia, dictó la obra Jesús
Santísimo. Tú, por lo que a ti respecta, al querer hacer lo que Dios quiere, ya has cumplido por más que no se te haya
dejado hacer. Has cumplido a los ojos de Dios, tanto como portavoz, como
ejecutora de las órdenes de Dios. ¡Oh, cuantas palabras hay en el Evangelio
aplicadas a este caso!
Más
dichosos siempre los pequeños que sirven al Señor con simplicidad y amor; ¡Y ay
siempre de aquellos que con su manera de obrar, opuesta a la bondad del Señor,
acumulan sobre sus cabezas los rigores de la Justicia. Y roguemos ahora y
siempre para que, con la gracia de la venida de Cristo, se disipen las
tinieblas de la mente de muchos.
Y
vosotras, almas fieles que, con simplicidad y amor servís y seguís a Dios y su
voluntad, estad siempre alegres en el Señor. Que el gozo de este amor reciproco
y la paz que comunica el decir: “Yo hago lo que Dios quiere”, os acompañen
siempre en medio de las cruces y de las pruebas. Cualquiera que sea el grado de
Justicia que alcancéis, sea cualquiera el reflejo que trasluzcan vuestros actos
dando a conocer a los hombres las operaciones reciprocas de Dios en vosotros y
de vosotros por amor de Dios, sean cualesquiera que la Bondad eterna os
conceda, sed modestos, de suerte que los hombres, al veros, puedan decir: “Este
es un verdadero hijo de Dios porque a sus méritos añade la modestia de todos
sus actos, palabras, y miradas”.
Estad
siempre sobre aviso porque hay miradas que dilatan una virtud imperfecta mejor
que las palabras manifiestas. Verdaderamente, algunos que en todo lo demás son
virtuosos, faltan en esta virtud de la verdadera humildad. La perfecta
humildad, ni aún en secreto del corazón favorece la complacencia de ser buenos
y beneficiados por Dios. La perfecta humildad no se turba por las alabanzas
ajenas ni adopta aptitudes hipócritas de humildad, que son refinada soberbia
para conseguir más alabanzas, Hay miradas, sonrisas y actos que, sin palabras,
dicen bien a las claras que os gozáis de las alabanzas. Y esto no es verdadera
humildad.
Vosotros,
almas que tendéis a la perfección por amor de Dios, sed verdaderamente modestos
en todo. El ojo de Dios está siempre sobre vosotras y ve la realidad de
vuestros corazones. Recordad de continuo que el señor puede estar muy cerca con
su juicio, pues nadie sabe cuándo vendrá la muerte a liberar vuestras almas
condicionándolas al Juicio de Dios. Vivid siempre como si el señor se os
hubiese de hacer presente en cualquier momento para llamaros a la otra vida.
No os afanéis por nada
acordándoos de la Palabra de Cristo: “Vuestro Padre sabe lo que necesitáis.
Bástale a cada día su afán”. ¿A qué llenaros de tedio y de tristeza por cosas
futuras que tal vez no hayáis de ver sino por sugestión u obra demoníaca tendente
a llenaros de pavor y haceros dudar de la Providencia? El afán por el día de mañana
es como el agua lanzada al fuego dulce de la esperanza en la Bondad divina y
como la arena echada para destruir las tiernas plantitas de vuestra diaria
confianza en Dios.
Jesús
Santísimo, al enseñaros la oración dominical, os indicó que digáis: “Danos hoy”,
no “Danos para todo el año o para toda la vida” Porque el “Pater”, es, debe
ser, un acto diario de caridad, de fe, de esperanza y de dolor que pide perdón.
¿Nunca habéis pensado que en el "Pater" se contienen los cuatro actos de fe, de
esperanza, de caridad y de dolor que la Iglesia pone entre las partes de la
oración, que un buen cristiano debe hacer diariamente para ayudarse a conseguir
esas virtudes, para hacerlas crecer en la propia alma, profesarlas heroicamente
frente al respeto humano y al desprecio del mundo, mientras que el acto de
dolor es útil reparación y medio de acceder a mayor virtud en lo sucesivo, ya
que se presupone que quien reza presta atención a lo que dice, pues, de otra
suerte, no sería rezo sino balbuceo de sonidos sin valor alguno, y por eso, el
acto de dolor debe ser el final de un diario y utilísimo exámen de conciencia
durante el cual, el hombre reconoce humildemente los pecados y omisiones
ocurridos durante el día, acusándose de ellos con sincero dolor de haber
ofendido a Dios?
Meditad,
y ved como en el “Páter” aparecen insertos estos cuatro actos que son debidos a
Dios y necesarios para vuestro crecimiento en sabiduría y en gracia. Por tanto,
no os afanéis del día de mañana para no caer en miedo y tristeza. Las vanas
preocupaciones alejan de Dios. Son como pantallas opacas y tétricas interpuestas
entre vosotros y vuestro eterno sol. Son como cadenas que os mantienen
prisioneros aquí abajo, mientras que, sin ellas y con la hermosa confianza en Dios, volaríais con el espíritu a Él. Son saetas abiertas a Lucifer, por la que
puede entrar a heriros y a emponzoñaros.
No os afanéis, antes, en
cualquier contingencia volveos a Dios con plegarias y súplicas unidas a vuestra
acción de gracias. Y permaneced en la Paz. La caridad, la fe, la esperanza, la
humildad, la confianza en Dios y para Dios y la obediencia a sus quereres
otorgan esa Paz que sobrepuja toda inteligencia. Esté ella en vosotros. Y, con
ella en el corazón, gustaréis del Paraíso por anticipado, ya que tener Paz es
tener a Jesucristo y hallarse establecido en Él.
Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo”.
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