MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 7 de septiembre de 2022

HABLA EL ÁNGEL DE LA GUARDIA DE MARÍA VALTORTA, DESCRIBIENDO LA SITUACIÓN ACTUAL DE LA IGLESIA.


EL JUICIO FINAL


Extraordinario mensaje de Azarías, ángel de la Guardia de María Valtorta, que viene a confirmar la Doctrina tradicional, enseñada desde los orígenes del cristianismo por los Apóstoles, los Santos Doctores, y la Iglesia católica.

1º - El mundo ha sido creado por Dios para que el hombre lo conozca, lo venere y siga sus mandamientos; si en algún tiempo, nadie cumple con esas obligaciones, ocurriría lo que pasó en el diluvio y en Gomorra y Sodoma: el mundo sería destruido.

2º- En su gran mayoría, el mundo no obedece las Leyes de Dios, pero subsiste, porque hay Santos que sufren y oran a Dios por los pecadores y lo alaban con Santo temor de no ofenderle, y con encendido Amor.

3º - Dios antiguamente mandaba Profetas para recordar a los hombres que se apartaban de su Ley y para anunciar los acontecimientos futuros, entre ellos el más importante: La venida del Mesías para redimir a toda la Humanidad.

4º - Hoy día la misión de algunas almas, escogidas por Dios no es ese tipo de profetismo, ya que todo ha sido revelado y cumplido con la venida de Cristo Jesús, su misión consiste en recordar a la gente que se está apartando del camino recto, queriendo adaptar la Doctrina a las modas del tiempo: La Teología de la secularización, la Doctrina “descafeínada" o "light”, con un Dios que es incapaz de castigar a nadie porque todos somos hijos suyos, cuando esta filiación solo se obtiene por un cambio radical del comportamiento.

5º - Dios Todopoderoso, ha puesto el hombre en este mundo, dotándolo de libertad para escoger entre el Bien y el Mal, es decir entre Dios y Satanás, esta situación es la que transforma el alma en Hijos de la Luz, o en hijos de las Tinieblas, para ello el hombre tiene toda una vida, ya que algunos pueden resucitar unos momentos antes de comparecer ante el Juicio de Dios, debido a las oraciones de los Santos, a la acción del Cuerpo Místico de Cristo, o a alguna buena acción que haya realizado en vida, que solo Dios conoce.


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Dice Azarías:

“Las culpas de los pueblos son tales y tantas que, de no ser infinita la benignidad de Dios y su paciencia divina, hace ya tiempo que el mundo habría sido destruido como un horror del Universo; horror que tendría que desaparecer por cuanto en una Creación perfecta no deben subsistir cosas ignominiosas.

Más en el mundo, que a la sazón es ya el vestíbulo del Infierno y feudo de Satanás, existen siempre justos, raros, es cierto, como las estrellas en una noche de tempestad y como las palmeras en la inmensidad árida de los desiertos. Y como ya se echa de ver por el episodio de Abraham, Dios está dispuesto a usar de misericordia hasta con los pecadores y salvarlos del castigo si entre ellos hay justos que ruegan. Salvarlos de las desventuras materiales y morales mientras dura su vida, y darles tiempo de tornar al Señor hasta cuando llegue su ocaso - No salvarlos después de la vida si merecieron castigo, ya que en el día de Dios ya no sirven las súplicas de los justos para salvar a los que están muertos a la Gracia. 

La Justicia requiere su curso. Y si hasta con ira y descompasadamente ellos le gritan al Eterno Juez: “Tú nos odias y defraudas nuestra parte de bien”, Él les responderá justamente: “No, os di vuestra parte, queríais gozar, gozar de las riquezas, del poder, de la lujuria y de las francachelas, conseguido todo ello a cualquier precio. Todo eso lo habéis tenido y os dejé gozarlo como queríais. La elección fue vuestra, elección que Yo respeto y os la dejo para siempre.

En mi Reino solo entran los que vivieron castos, sobrios, justos, misericordiosos, aquellos que sufrieron y lloraron, incluso por vuestra causa, y que amaron a Dios, al prójimo y hasta a vosotros que les afligíais. Marchad. ¿Acaso no decíais que era necedad dejar el gozo para el futuro y cordura gozar del presente seguro? Así os lo concedo. Pues gozásteis en el corto presente, sufrid ahora en el presente eterno”.

Los justos ruegan por los pecadores. ¡Ay si no fuese así! Al lavacro diario y perpetuo de la Sangre Divina se mezclan las plegarias y lágrimas de los justos. Y esta rociada de caridad purifica el mundo de este exceso de inmundicia que la Infinita Misericordia no podría soportar. Por eso el mundo puede subsistir por más que el ojo de Dios lo mire con una severidad que a nosotros los Ángeles, nos impresiona.

Si acaso transcurriese tan solo un día sin que en todo el Orbe se realizara una obra buena; si ocurriese que una vez algún día en que los justos se hicieran pecadores, la luz ya no iluminaría la Tierra, porque sería destruida, porque la Justicia Divina la habría eliminado de las obras creadas.

Lo que os digo puede daros la medida de cuánto sea el valor de la Justicia de los hombres a los ojos de Dios. Una de las causas de justicia es el sincero y humilde conocimiento de si mismos y de las obras de Dios en vosotros. Esta es una de las sabidurías más difíciles de encontrar en los cristianos, aun en los mejores. Una equivocada valoración de las virtudes hace que, efectivamente, para ser humildes, se hagan insinceros y, a lo mejor, hasta hipócritas, sin pensar que con ello se hacen, incluso desagradecidos.

Hay muchos que, siendo buenos, poseyendo dones particulares y sabiendo que son buenos por recibir dones especiales del Señor, por una falsa humildad dicen de sí, ser pérfidos o que carecen de esos dones que los demás reconocen en ellos.

Pues bien, aún en esto se requiere justicia, prudencia, humildad y sinceridad sumas. Prudencia en mantener oculto el don gratuitamente recibido, a fin de que su conocimiento no degenere en fanatismo de la gente, en turbación del beneficiado, en pérdida del tiempo – que, por otra parte podría ser empleado en servicio del Señor -, en tentación y tal vez de pecado de orgullo. Es de obligación no ponerse en ocasión de tentación.

El hombre, aún que sea el mayor favorecido por Dios, debe tener siempre presente que es un hombre, no debiendo por tanto preciarse de ser perfecto ni lisonjearse temerariamente de que, por más que cometa alguna imprudencia, el Señor la reparará en atención a su hijo predilecto. Está bien dirigirse al Padre, diciéndole que no nos induzca en tentación, pero es obligado comportarse de forma que se evite ponerse en peligro de tentación.

[…] La prudencia, que es siempre compañera de un reservado silencio, que no admite propaganda y oculta lo extraordinario bajo las apariencias de vida ordinaria, no debe por lo demás, degenerar nunca en falsa humildad ni en mentira.

Cuando y con quien es, por deber, necesario para vosotras, queridas almas extraordinarias debéis hablar o responder a quien puede interrogaros, no debéis por falsa modestia, decir: “Yo nada tengo pues soy la más grande pecadora, cuando por dentro, sentís que aún que seáis almas muy pequeñas, con todo por la Gracia de Dios, no sois pecadoras hasta el punto de disgustar al Señor. Eso sería mentir. Si estuvierais convencidas de serlo, el manifestarlo solo sería la humilde confesión de la culpa y miseria contenida en vosotras. 

Más si la conciencia os asegura que vuestra pequeñez no se halla manchada con culpa grave, no debéis mentir. Y sobre todo no lo debéis hacer con el secreto deseo de oír que se os diga: “No, si tú eres una santa”, para complaceros con ello. Con el espíritu rendido ante la potencia amorosa de Dios que os ama, responded sinceramente al que tiene derecho a interrogaros: “Si, el Señor ha hecho en mí estas cosas por más que yo sea pobre e imperfecta”.

No fue imperfecta María al cantar su salmo. Reconocía humildemente las grandes cosas que le había hecho Dios para que su alabanza subiese al Cielo junto con la de su pariente, prototipo de todas las almas que habrían de alabar al Señor a través de María que es el Instrumento suave y Santo de las obras del Señor y de vuestra salvación.

Tampoco es soberbio Pablo cuando dice: "Imitadme". Simplemente les dice a sus fieles que le imiten porque la Misericordia de Dios, unida a la voluntad del hombre, había hecho de él, Pablo, un retrato acabado de Cristo, Así como en otra ocasión manifestó sus culpas pasadas y confesó que, siendo ya Apóstol, le golpeó el ángel de Satanás, así también dice aquí: "Imitadme", como en otro lugar dice sinceramente haber gozado de las Revelaciones del Señor y haber sido arrebatado al tercer cielo.

[...] Igual sucede con los instrumentos de Dios. Deben resplandecer. En lo alto de su esfera especial donde Dios los colocó, separados, disgregados del resto del mundo, desconocidos por su nombre y domicilio, e ignorados tal vez durante años como tales instrumentos especiales aún después de su muerte, deben no obstante resplandecer. Y ¿Cómo? Con su santidad de vida, con su incansable trabajo acorde con los quereres de Dios, con su amor y las demás virtudes que en los momentos precisos "magnifican al Señor por las grandes cosas realizadas en ellos", pero siempre iluminan porque el Señor, al vivir en ellos de un modo total, trasluce y emana de ellos su Luz y su Santidad, y como navegantes perdidos en un mar tenebroso y agitado, los espíritus se dirigen a estos faros solitarios azotados por las tempestades del enemigo, y de los enemigos de Dios y de sus instrumentos, más fuertes y heroicos, siempre dispuestos a acoger la Luz y a irradiarla sobre los náufragos para que logren salvarse.

Las almas buscan a Dios. Muchas veces os parecerá que no lo hacen. Nada sabéis vosotros de los espirituales sufrimientos de las almas encerradas en un ser con cuerpo y sentimientos que son enemigos de Dios. Los mismos poseedores de estas almas envilecidas ni se percatan de las lágrimas de su alma obcecada y encadenada que se agita y busca la Luz desde el fondo de su cárcel de la que alguna vez intenta evadirse y buscar a Dios, aspirar un sorbo de aire celestial, saturar su alma espiritual de una Luz del Cielo y recoger palabras arcanas que llevan consigo en su secreto interior.

Palabras que, al parecer se dijeron y recogieron en vano, pero qué, a lo mejor, resurgen en el lecho de muerte venciendo en la última batalla al entregar el espíritu a Dios. Palabras que, tal vez, cierran una salida al error y al delito, palabras que alguna vez, sacan a un espíritu del abismo permitiéndole retornar al camino de Dios.

No son necesarias muchas palabras. Ninguna tal vez. Basta verse: una mirada. Vuestros ojos miran de un modo que ya no es terreno. No sois vosotros los que miráis. Es Cristo que mira a través vuestro. Miráis pero no veis al hombre que tenéis delante. Lo que veis es su alma con vuestra alma. Y así, es por mirar con el alma tras haber colmado vuestra mirada de Luz celestial, por lo que no miráis al modo de todos los demás.

Al escuchar relatos ajenos, muchas veces calláis, Más, al tiempo que vuestros labios callan, vuestra alma está amando. Y, al amar, acaricia y reconforta el alma exasperada, enferma y airada que os habla. Con todo, hablad alguna vez e intercambiad palabras banales con interlocutores banales a los que queréis ocultar vuestro secreto. Más, como una nota de canto que de cuando en cuando se escapa de una sala cerrada, llenando la calle de dulzura que la recoge el pobre consolándose con ella, así también caiga de cuando en cuando de vuestros labios una perla espiritual: chispa desprendida del fuego que os posee y que vuestro interlocutor recoge, e incluso la medita, con lo que su alma despierta, reflexiona y algunas veces decide.

Nada se pierde nunca de las obras del amor. En vosotros está el Amor y todo, por ello es activo. Si, hay muchos, demasiados que viven como enemigos de la Cruz de Cristo, su fin es la perdición, su dios el vientre y su gloria la hacen consistir en su vergüenza, solo pensando en las cosas e la Tierra. Esto es así, pero muchas veces no son sino almas salvajes o asalvajadas por un complejo de circunstancias. No saben, ni conocen y es por eso que no aman ni distinguen. Las iglesias están de sobra para ellos. ¿Qué son para ellos las iglesias? Están de más los sacerdotes. ¿Qué son para ellos los sacerdotes? Son inútiles los Sacramentos. ¿Qué son para ellos los Sacramentos?

¿Sabe por ventura el salvaje que cosa es el navío que ve cruzar delante de sus costas, o el avión que cruza el cielo? Los toma por misteriosas formas mágicas y pavorosas capaces de dañarle, y si puede, las combate. ¿Sabe acaso el antropófago que representa el hombre que, en nombre de la Cruz o de la Ciencia, se aventura a penetrar en sus tierras para llevarle la fe o para estudiar las enfermedades y curarlas? Para el antropófago no es sino la presa que hay que abatir para comerla o bien al que hay que matar como hechicero maléfico.

 ¿Sabe también el salvaje o el hombre primitivo o ignorante que cosa es el suero que el médico le quiere inocular para salvarle de determinada epidemia? Para él es tan solo veneno, venganza del hombre blanco sobre las razas inferiores y, entre los blancos de los Países civilizados, y tal vez un procedimiento usado por los gobernantes para eliminar a los más desgraciados. ¿Cuántos médicos no han sucumbido linchados por el furor desatado a causa del miedo de los salvajes y los ignorantes?

No os sorprendáis por tanto, de que los salvajes espirituales que convivan con vosotros, teman, odien, huyan o se abalancen sobre todo aquello que forma parte del espíritu y de la Iglesia y vivan en su bestial ignorancia. Son unos infelices. No acuden a las corrientes espirituales que solo contemplan por ser vistosas, pero que las rehúyen. Ahora bien, ¿Quién deja de beber de un manantial fresco que brota de la ladera de un monte? Parece tan humilde, tan privado de poder milagroso... No cabe sospechas ni prevenciones contra él y se acaba bebiendo de su frescura. Así es como penetra la Gracia inadvertidamente a donde de ningún otro medio habría penetrado.

Muchos, que eran enemigos de la Cruz y vivían para su vientre y para las cosas de la Tierra, dejan de serlo gracias a las secretas operaciones de los ocultos misioneros del mundo civil, que sois vosotros, instrumentos de Dios.

Aún hay muchos que os odian: aquellos en que reina Satanás que os odia por su conducto. Más no os preocupéis ni tengáis miedo. Decíos: "Somos ciudadanos del Cielo del que nos viene Cristo, que transforma el cuerpo de nuestra humillación en Luz que no se extinguirá". Y manteneos firmes en vuestra labor. 

Y, si ni aún entre los sacerdotes de Cristo encontráis quien os tienda la mano, como recomienda Pablo a su fiel compañero y a sus Filipenses que hagan con Síntica y Evodia, estad firmes, pensando que vuestros nombres figuran escritos en el libro de la Vida, puesto que vivís, trabajáis y morís por la Gloria de Dios y el conocimiento del Evangelio.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".




          



          

         





lunes, 5 de septiembre de 2022

LA UNIÓN MÍSTICA CON DIOS, LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS, LO QUE QUIERE DECIR QUE LOS HUMILDES SERÁN LOS SUPERIORES Y LOS SOBERBIOS LOS INFERIORES.






Jesús, escóndeme en tu Pecho,
 
quiero perderme en Él 



LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

Esta afirmación es de una importancia tal que se podrían escribir muchos libros, y aún quedaría lo más por aclarar. La perfecta compresión de este axioma, es la clave para comprender cuál ha de ser la actitud y el comportamiento del auténtico creyente, y es una norma para poder entender cómo será el Juicio final, cuando, el Supremo Juez Jesús-Dios emitirá la sentencia definitiva.

Existe en muchos católicos, aconsejados por predicadores que enseñan sus propias convicciones, y no hacen caso de las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, la certeza absoluta de que "tienen que estar a gusto con sus pecados", y que Dios ama a todos los humanos de la misma manera, sean los más grandes y humildes santos, como los más horrendos y soberbios pecadores. 

Y esta mentalidad, está tan arraigada, que cualquier individuo que se atreva a opinar de una manera distinta, es tachado por muchos eclesiásticos de hereje y despreciado, y a su parecer está situado fuera del ámbito de la auténtica Religión. 

Afirmación: "Tenemos que estar a gusto con nuestros pecados"

En las personas que tienen cierta presencia de Dios, es decir en las personas que han llagado a un grado de humildad tal, que les ha permitido recibir la Gracia de Dios, por la acción del Espíritu Santo, al producirse la unión de la criatura imperfecta y aún marcada por la huella del Pecado Original, con el Creador, Ser infinitamente perfecto y poderoso, se produce siempre lo que los principios filosóficos enseñan: "dos contrarios no pueden caber en un mismo sujeto". 

Y como la criatura es infinitamente inferior e insignificante comparada con el Creador, tiene que producirse obligatoriamente un profundo detrimento del ser más débil, ya que ambos tienen que realizar esa unión mística, que es la que tiene lugar en el Reino de Dios, y cuya imagen es la que se relata en el Cantar de los Cantares, y que está tan bien explicada en la Llama de Amor viva de San Juan de la Cruz. 

Y así, la Criatura sufre un detrimento cuanto más profundo, cuanto mayor es su grado de imperfección, y cuanto mayor es la presencia de Dios, porque la presencia de la divinidad es cada vez mas íntima. Como consecuencia de ello, el alma sufre un detrimento inversamente proporcional a ese grado de perfección, lo que se traduce en un malestar cada vez mayor, que San Juan de la Cruz llama la noche oscura del alma, que es el Purgatorio en la Tierra, que solo desaparecerá cuando el alma, perfectamente purgada de sus imperfecciones, se unirá en el ABISMO DE PERFECCIÓN Y DE AMOR QUE FUSIONA EL ALMA CON SU CREADOR. 

Para mayor aclaración, recuerdo que de pequeño - cuando estaba en Francia, escuchando las lecciones de la clase de Religión con los HH. Maristas - escuché a un predicador, que nos contaba que en un monasterio había una monja que tenía fama de gran Santidad, un gran teólogo fue a examinarla y al llegar al Convento, preguntó: "¿Donde está la Santa?", la monja contestó: "Estoy aquí, Padre". El teólogo no quiso ni hablar con ella y se marchó convencido de que allí no había ninguna presencia de Dios. 

En la vida del Padre Pío de Pietrelcina, el Santo confesaba a su Director Espiritual: "Preferiría llevar mil cruces y hasta me sería dulce y llevadera toda cruz, si no tuviese esta prueba de sentirme siempre en la duda de si agrado o no al Señor en mis obras". Y aquí se muestra la mayor prueba de su Santidad, aún más que los milagros que realizó, porque esta afirmación demuestra la presencia viva de Dios en su alma. 

A este respecto, San Juan de la Cruz dice en sus escritos, citando la Sagrada Escritura: "Nadie puede estar seguro de ser digno de amor o de aborrecimiento a los ojos de Dios", palabras que son la prueba de la auténtica humildad y del perfecto "temor" de Dios, que obligan al alma a ser diligente y la empuja a ser prudente y precavida en todos sus actos, para no caer en pecado, y así alcanzar el deseado Reino de los Cielos. El mismo Santo, cuando explica los sentimientos que tiene en este mundo con Dios en los arrobamientos y conexiones mñisticas, es cuando afirma que entonces puede estar segura de ser digna ante la Majestad divina.

En la vida del Santo Cura de Ars, vemos también que, cuando llegó a crecer su fama de tal manera que había un servicio de diligencias desde París, para venir a verlo y confesarse con él, en un folleto editado para acoger a los peregrinos, se veneraba su figura tachándolo ya de Santo, este enterado, llamó al autor del escrito, y llorando amargamente le dijo que su libro era un libro muy malo. Al ser preguntado cual era la causa, el Santo afirmó que lo era, "porque se veneraba su figura, cuando él era el más miserable de todos los Sacerdotes". 

El predicar que dice que "hay que estar a gusto con sus pecados", condena a los fieles a un inmovilismo y a una actitud tal, que la persona se instala en una auto-complacencia, llamada "quietismo" que lo aleja inexorablemente de Dios. Naturalmente, los responsables y los abanderados de esta falsa doctrina, tendrán que rendir cuentas a Dios, porqué además emiten una doctrina que no se refleja en la vida de ningún Padre de la Iglesia, y que ellos se han inventado para vivir una vida sin ninguna preocupación.

Este tipo de predicadores, me recuerdan las palabras de Jesús: "Habéis tomado la llave de la Ciencia y ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los demás". O también el famoso proverbio castellano: "Son como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer".



viernes, 2 de septiembre de 2022

IMPACTANTE MENSAJE DE JESÚS PARA CIERTOS SACERDOTES QUE SON RESPONSABLES DE LA MENTALIDAD ACTUAL DE LA IGLESIA



Si Yo me hubiera bajado de la Cruz, los Fariseos y los Escribas hubieran dicho que lo hacía con el poder de Belcebú.






   Tremendo Juicio de Jesús para ciertos pastores de la Iglesia Católica, que tenían que ser los faros que alumbran a las almas que les confió Jesús, pero que sin embargo están pendientes de otros menesteres, y muchas veces entorpecen el camino de la Salvación, siendo un obstáculo para los fieles. Son los que abandonan, como desertores el combate que tienen que mantener contra los enemigos de las almas y de Dios, ocupándose de satisfacer lo que les gusta y lo que le gusta a la mayoría del pueblo, y alejándose de la Ley de Dios, que siempre, como lo dijo San Pablo, es una locura para el mundo, y al revés, lo más subido para el mundo es una necedad para Dios.

          Y así, en el curso de la Historia se ha  comprobado, como la cierta Jerarquía, se ha empeñado en adaptarse a las modas de los hombres, pero casi nunca ha tenido la suficiente valentía para insistir en contra de una doctrina que era contraria a la mentalidad mayoritaria de la sociedad hedonista. Y no hablemos de los nuevos teólogos, que trataron de imponer su doctrina, primero con la Teología de la liberación, ya que era la moda, debido a la fascinación de la gente por las ideas marxistas, y una vez que se demostró que eran una falacia, ahora se empeñan en una nueva moda: La teología de la secularización y de la desacralización, con sus nuevos teólogos que son los abanderados de la nueva moda, y siempre, como lo dice Jesús, con sus seguidores sacerdotales, que quieren a toda costa aparecer como los precursores de la “nueva evangelización”.

         Cuentan en el libro de la vida del Santo cura de Ars, como transformó un pueblo con una Iglesia prácticamente vacía de fieles, en un lugar de peregrinaje en donde los fieles hacían cola durante varios días para poder confesarse. En cierta ocasión, un sacerdote de una Parroquia vecina le confesó que en su pueblo, la gente no tenía devoción, a lo cual el Santo cura, que se pasaba muchas noches llorando ante el Santísimo para que ninguno de sus feligreses se condenara, como así lo relata Monseñor Trochú en su famoso libro le preguntó: ¿Ha orado, ha ayunado Ud?, ¿ha hecho penitencia?, si no es así, no tiene derecho en quejarse.

          Y está claro, que ya que el ministro de Dios no puede dar lo que no tiene, por eso la Evangelización, tiene que empezar por su santificación, en caso contrario, ocurrirá lo que dijo Jesús: “Corréis cielo y tierra para hacer un prosélito, y cuando lo conseguís, hacéis de él un ser más imperfecto que vosotros mismos”

           Cuantos ejemplos que he vivido personalmente, podría aquí relatar, pero quiero también aquí destacar a ciertos sacerdotes que me han causado una sublime admiración, y aquí no hay que tener discernimiento de los espíritus, para reconocer su Santidad, basta, como así lo dice San Juan de la Cruz, ver su actitud en la celebración de la Santa Misa, en su manera de comportarse, en el respecto ante el Santísimo, ya que como lo dice el Santo, la humildad es imposible ocultarla aunque se quiera.

    Luego están sus palabras en la homilía, que diferencia entre algunos que son capaces de hablar y hablar, para no decir nada, o incluso palabras heréticas, y el verdadero espíritu poseído por la Divinidad, que dice palabras que te llenan de alegría y de admiración, a eso se refería Jesús cuando decía: “Mis ovejas reconocen mi voz; no escuchan la voz de los extraños”.


LAS ALMAS SACERDOTALES: ACERTADA Y GRAVE ACUSACIÓN A LOS SACERDOTES Y OBISPOS NEGLIGENTES Y ALABANZA A LOS SACERDOTES SANTOS.


(De los cuadernos de María Valtorta 27-1-1.944)


Quiero recordar que según lo afirma la Asociación francesa "Les amis de María Valtorta" los escritos de María Valtorta, eran la lectura favorita de la Madre Teresa de Calcuta, y que el Padre Pío de Pietrelcina no recomendaba leerlos, sino que afirmaba tajantemente  que había que leerlos.


Dice Jesús:

  Es doloroso dictar, escribir, leer estas páginas. Pero es la Verdad y hay que decirla. Escribe. Es para los sacerdotes.

Se acusa mucho a los fieles de ser poco fieles y muy tibios, se acusa mucho a los hombres de no tener caridad, ni pureza, ni despego de las riquezas, ni espíritu de fe. Más así como los hijos, salvo raras excepciones, son como los padres (no tanto por las enseñanzas sino por el ejemplo), también los fieles son, salvo las excepciones siempre presentes. Tal como los forman los sacerdotes, no tanto con las palabras sino por el ejemplo. Las iglesias, esparcidas en medio de las casas de los hombres deberían ser como un faro y un centro de purificación, de ellas debería emanar una luz dulce y potente, penetrante y atrayente, que como sucede con la luz del día, penetrara a pesar de todas las barreras en los corazones.

[...] Del mismo modo, si de las iglesias esparcidas entre las casas se difundiera una “luz” igual a la que Yo os he indicado con vuestro signo ¡oh sacerdotes, a quienes denomino “luz del mundo” (Mt. 5-14,16) (¡os llamé así cuando os creé !), aún en los corazones más cerrados penetraría una hebra, un punto, un polvillo de luz, lo suficiente para engendrar en los corazones hambre de luz, de “esa Luz”. Más ¿cuántas son las iglesias de las que emana una luz tan viva que es capaz de forzar las puertas cerradas de los corazones y penetrar en ellos para llevarlos a Dios, a Dios que es Luz?, más cuantos sois vosotros, los párrocos y clérigos; vosotros los sacerdotes y monjes; vosotros, todos los que Yo he designado para que fuerais portadores de Mí hasta los corazones, cuántos de vosotros, las almas de la Iglesia, estáis inflamados por la Caridad hasta tal punto que lográis romper el hielo de las almas y llevar al corazón de los hombres el amor de Dios y el amor a Dios, que es Caridad?


Los dolores de los hombres son diversos de los vuestros. O al menos, los vuestros deberían ser diversos, porque tendrían que consistir en las penas provocadas por el celo hacia vuestro Señor Dios, que no es amado lo bastante; provocadas por los fieles que se pierden; por los pecadores que no se convierten. Solo estos, no otros, deberían ser vuestros dolores porque al llamaros, no os asigné una mansión, una mesa, una fortuna, una familia, sino una cruz, mi Cruz, ésa en la que perecí desnudo, ésa en la que expiré solo, esa en la que subí despojado de todo, despojado hasta de mi pobreza, que era riqueza comparada con mi miseria de ajusticiado al que solo le queda el patíbulo hecho con poca madera y tres clavos, y un puñado de espinas entrelazadas formando una corona. Esto lo recuerdo para decirles a todos – y a vosotros en particular – que las almas se salvan con el sacrificio, con la generosidad en el sacrificio llevado hasta el despojo total, absoluto de los afectos, de las comodidades, de lo necesario de la vida.

En cambio, los hombres acosados por sus dolores - ¡Y sólo Yo sé cuántos son! -, tendrían que poder mirar hacia su Iglesia como una madre en cuyo regazo se va a llorar y a escuchar palabras de consuelo, tras haberle narrado las propias angustias, con la certeza de ser escuchados y comprendidos. En los momentos en que los envuelven las tinieblas - provocadas por tantas cosas no siempre originadas en su voluntad, sino impuestas por voluntad ajena, por un complejo de circunstancias que les inducen a creer en el error o a dudar de Dios – los hombres tendrían que encontraros a vosotros, los portadores de luz, de mi Luz; a vosotros los piadosos como el samaritano; a vosotros que sois maestros como vuestro Maestro; a vosotros que sois padres como vuestro Padre.

La Tierra, corrompida por tantas cosas, fermenta como un cuerpo que se pudre y contamina las almas con su hedor de pecado. Mas si las Iglesias esparcidas por las casas fueran incensarios en los que un sacerdote vive ardiendo y se inflama amando, el hedor del mundo quedaría equilibrado por el perfume de Dios, que emana del corazón de los sacerdotes que viven en total “fusión” con Dios, anulados en Dios hasta ser únicamente semejantes a Mí. Dios, que estoy en el Sacramento a disposición del hombre en todo momento, sin desfallecimientos, sin soberbias; entonces, los corazones se purificarían.

Los sacerdotes que son así, es decir perfectos, son como el sol. Aspiran las almas hacia el cielo como si fueran gotas de agua y las purifican en la atmósfera celeste para ser luego como nubes que se disuelven lentamente en benéfico rocío, de noche, recatadamente, para llevar refrigerio a las heridas y las quemazones de los corazones, pobres flores heridas por tantas cosas.

 Aspiran, atraen a sí: para ello es necesario tener una fuerza muy grande. Solo el amor vivísimo hacia el Señor y hacia los hermanos puede dárosla. Si lo queréis, permaneciendo firmes en  Dios y en lo alto, muy en lo alto respeto a la Tierra, vosotros podéis atraer las almas hacia vosotros, o sea a Dios, en quien vivís. Es una operación que requiere generosidad y constancia. Hasta un parpadear puede servir para este fin.

 Todas vuestras acciones deben proponerse esta meta. Hay miradas que pueden convertir un corazón, si en tales miradas resplandece Dios. Disolverse: sacrificarse, de todas las maneras, recatadamente, llevando a las almas abrasadas al refrigerio celeste, que se difunde tan dulcemente que ellas no saben cuando les ha llegado, aunque se encuentran regadas por él. Tal como lo hace el rocío que, silencioso y púdico, desciende mientras que todo reposa: los hombres, los animales y las flores; limpia el aire de las impurezas del día, sacia la sed de los tallos y las frondas y los cubre de perlas.

Sacrificio, más y más sacrificio, ¡oh, sacerdotes! Plegaria, más y más plegaria, ¡oh, pastores!

Os he llamado pastores. No os he llamado “solitarios” ni tampoco “capitanes”. El solitario vive por su cuenta. El capitán marcha a la cabeza de los suyos. En cambio, el “pastor” está en medio de su rebaño y lo guarda. No se aísla porque el rebaño se dispersaría. No camina a la cabeza de él, porque las ovejas distraídas quedarían rezagadas en el camino y a la merced de los lobos y los ladrones.

Si no es un enajenado, el pastor vive en medio de su rebaño, lo llama, lo reúne, va incansablemente de un extremo al otro del mismo, lo precede en los puntos difíciles, es el primero en tantear las dificultades, las allana en lo posible, se afana en hacer seguros los tramos dificultosos, luego permanece en el punto más arduo para controlar el paso de sus ovejillas y si ve alguna temerosa o débil, se la pone sobre los hombros y la lleva más allá del punto peligroso; si aparece el lobo, no huye; al contrario, se arroja sobre él, poniéndose delante de sus ovejas, y las defiende, aún a costa de morir para salvarlas. Se inmola por ellas, para saciar el hambre de la fiera, de tal modo que esta no sienta la necesidad de devorar. ¡Cuántas fieras acechan a las almas! El Pastor no pierde tiempo en inútiles diálogos con los que pasan, no se distrae con cosas que no le competen. Se ocupa de su rebaño y nada más.

     Ahora poned atención. ¿No parece estar leyendo el capítulo 8º de Ezequiel?

   Primer ídolo: los celos.

Tendríais que ser caridad, ¿no es verdad? Tendríais que ser caridad para inducir a otros a la caridad. Y en cambio, ¿qué sois? Tenéis celos el uno del otro. Os ofendéis si un laico os critica. Más, ¿no os criticáis recíprocamente, y a menudo injustamente? El superior critica a los inferiores. El inferior critica a los superiores. Tenéis celos si uno de vosotros se destaca, si uno de vosotros tiene éxito, si uno de vosotros se enriquece. Es más, esto, que tendría que horrorizaros, es lo que más os apetece. ¿Acaso era rico Yo, el Sacerdote eterno? Sed perfectos y os notarán y alabarán, aún cuando tendría que interesaros solo la alabanza de vuestro Dios. Sed perfectos y alcanzaréis el único fin digno de vuestro hábito: el de llevar almas a Dios.

Segundo ídolo o mejor, numerosos ídolos: Las diversas herejías que en vosotros sustituyen el culto que deberíais practicar

También vosotros, como los setenta ancianos que nombra Ezequiel, incensáis a los ídolos, cada uno al que prefiere. Y lo hacéis en la oscuridad, esperando que el ojo de los hombres no os vea. Pero  os ven. Y los escandalizáis. Porque los fieles, y los hombres en general, son como los niños, que aunque parezca que no os observan, no pierden nunca de vista ni de oídos a los mayores. Más, ¿es que no sabéis que, aun cuando el hombre no os viera, Dios os ve? Y entonces ¿Por qué esparcís vuestro incienso ante el poder del oro o ante el poder del hombre?¿Es que acaso no veo desde lo alto de mi Trono que demasiados sacerdotes míos ocupan el tiempo – ese tiempo que Yo les otorgo para que lo empleen en la propia misión sacerdotal – dedicándose a tratos humanos, aptos para aumentar su bienestar? Si, lo veo ¿Es que acaso no observo – y, al hacerlo, mi corazón siente un profundo disgusto – que demasiados sacerdotes míos abjuran mi Ley para obedecer a la ley de los hombres desgraciados, porque así esperan obtener honores y ganancias?  Sí, lo veo.

¡Oh, sacerdotes politicastros! ¡Sois los miembros del Sanedrín de hoy! Mas, recordad cual fue el final del Sanedrín, precisamente por obra de aquéllos a cuyos pies habían prosternado su conciencia y violado mi Ley. Y no os digo nada más. Todo esto acaeció por parte de los hombres. Lo demás os llegará después, por el Juez Eterno y Justo.

Tercer ídolo: la sensualidad.

Sí, veo también esto. Y no agrego nada más por respeto hacia mi “portavoz”. Mas, que cada uno de vosotros se examine para comprobar si en lugar de las únicas criaturas femeninas que le es permitido a un sacerdote recordar con amor – es decir, mi Madre y la propia -, no existe una diosa pagana. Recordad que me tocáis, que me recibís. Nada más. No pongáis al purísimo en contacto con una carne manchada por la lujuria.

Cuarto ídolo: la adoración de Oriente.

Las sectas. Sí, también veo esto ¿Y no tendría que mirar con desdén a muchos de vosotros y dirigir a muchos las invectivas que dirigí a los fariseos y a los doctores de mi época? ¿Y no tendría que suscitar “luces” entre los laicos que me aman como muchos de vosotros no me aman, por piedad hacia las almas que dejáis en el hielo, en la oscuridad, en la impureza, hacia las almas para las que no sois un camino hacia Dios, sino un sendero que lleva hacia abajo? ¿Cómo osáis repetir mi Palabra y predicar mi Ley cuando dicha Palabra y dicha Ley son una condena para vosotros? El que es puro que sea aún más puro y el que no es puro, que se purifique.

La humanidad se encuentra ante una gran encrucijada. De allí parten dos caminos: uno sube y llega a Dios; el otro baja y conduce a Satanás. En la encrucijada hay una piedra. Sois vosotros. Si hacéis de vosotros un baluarte y un estímulo hacia el primer camino, Satanás no irrumpirá y las almas serán impulsadas hacia Dios. Más si sois vosotros los primeros en rodar por la pendiente de Satanás, arrastraréis a la humanidad, con anticipación, hacia los horrores del Anticristo.

Y si este debe venir, ¡ay de los que anticipan su venida y la prolongan! Porque él dejará de existir a la hora eterna fijada y cuanto más largo será el tiempo de su permanencia, mayor será el número de las almas que se perderán. Más recordáoslo: ni siquiera una de ellas dejará de ser vengada, pues si vuestro Dios ve hasta el pájaro que muere, ¿Cómo puede no ver un alma que muere? A sus asesinos, quienes quiera que sean, exigiré la razón y decretaré mi condena”.





(padre luis toro Vs joven y descarada) 😲 PREGÚNTAS EVANGÉLICAS 🔴 ¿existe...

viernes, 19 de agosto de 2022

IMPORTANTES NORMAS QUE TIENEN QUE POSEER TODOS LOS EVANGELIZADORES PARA ACERCAR LAS ALMAS A DIOS.


Los evangelizadores predican la fe en Jesús, que es un don gratuito y perfecto en todos sus atributos, y que es la llave para tener acceso al Reino eterno de la Felicidad


Ha caído en mis manos este libro editado por el Círculo de Lectores, que habla de 84 principios para triunfar en la vida como vendedor, pero no es un libro religioso, trataré de ver como se pueden aplicar los consejos y los atributos que tienen que tener los vendedores, ya que existe una perfecta analogía con los que se dedican a la Evangelización. 

No importa que se trate de ideas o de cosas: cuando queremos convencer a alguien, lo que en realidad estamos haciendo es vender. Y vender es, por encima de todo una transmisión de convicción. Si comprar es un acto de fe.. ¿Cómo es posible transmitirla al futuro cliente si somos unos agnósticos de nuestro propio discurso?

En realidad la palabra vender solo se puede aplicar en el caso de un negocio material, en el caso del negocio espiritual, habría que sustituir esta palabra por evangelizar, que en este mundo es la única manera de alcanzar nuestra Salvación eterna, y la de nuestros prójimos, que es el primer mandamiento de la Ley de Dios. Quiere esto decir, que de la misma manera que para vender hay que estar convencido del valor de la mercancía, ya que en caso contrario, el cliente no la compraría, igualmente para trasmitir la fe, hay que estar convencido de su inmenso valor, ya que nadie puede transmitir algo que no tiene, y como además la fe es un don de Dios, que se trasmite por la palabra y sobre todo por el ejemplo, la palabra sola no puede convertir a nadie, si no se tiene la verdadera fe, y no se predica con el ejemplo.

Además de toda la capacidad teatral que en positivo se le quiere atribuir a un vendedor, creo firmemente que es imposible vender aquello en lo que no se cree. Cuando esto sucede, la venta no se produce porque el vendedor es bueno; ocurre porque la marca produce un gran deseo y el cliente quiere comprarla, a pesar de la desidia de quien la vende. El bueno es el cliente; el vendedor es un cero a sueldo, a comisión e incluso, a veces con incentivos.

Existe una similitud increíble entre este discurso y la evangelización  de las almas: el que predica la palabra de Dios, puede llevar a convertir a un alma, pero no es por su mérito, aunque el predicador lo crea así, es por la Santidad de Dios, a través de la encarnación de Jesús, relatada en las Escrituras, que es el artífice de la Conversión.

 El problema aquí es más grave que en los negocios materiales, ya que se quiere transmitir la fe en Dios y en la práctica de las virtudes cristianas, lo que es una “compra”, que es para toda la eternidad, compra que si no se lleva a cabo, puede llevar al alma a la desgracia eterna, que es la segunda muerte, si no se realiza esa “venta”, si  el que quiere transmitir la fe, lleva una vida depravada, y que por eso, la persona no se convierte. La responsabilidad es entonces del Predicador al cual Dios le pedirá cuentas, ya que como lo dice el autor del libro, es una persona a sueldo, a comisión, y a veces con incentivos del enemigo de Dios, que es Satanás.

Cada venta personalizada requiere, por parte del vendedor una conexión con el producto basada en componentes físicos y químicos, que crecen en efectividad proporcionalmente al grado de convicción con lo que se está vendiendo.

Esa conexión con el divino Maestro de nuestras almas se llama Amor y es el primer mandamiento de la Ley de Dios, los componentes físicos y químicos, son los que transforman la actitud del misionero en humildad y presencia del Espíritu Santo, gracias a la Gracia, que transforma en convicción todo lo que predica.

Un gran vendedor es un gran amante de su producto: lo conoce, lo valora, se enamora y trata de contagiar su fe a los demás. Piensa en él, trata de encontrarle matices, quiebros y sensaciones que conserva como su arsenal personal de bolsillo, para utilizar en el momento adecuado y ante el posible cliente.

Ese vendedor ama a Dios, y lo busca en todas las cosas, tratando de santificarse en cada momento, que es encontrar matices, quiebros y sensaciones para transmitir a sus prójimos. El amor a Dios, cuando es auténtico, tiene que trasmitirse a todos los que nos rodean, si no es así el amor no es auténtico, sería egoísmo, que es guardar para sí el don recibido, que por eso no es fe verdadera porque Dios no permanece en el corazón de las personas egoístas,

Ha escuchado y aprendido de carrerilla los instrumentos de venta que le han dado instructores y manuales, pero los ha perfilado y redondeado porque cree que nadie como él, solo ante el peligro, los va a usar para conseguir el éxito. Es por eso que entre él y su producto se establece un invisible y potente reacción química; algo similar a la que se crea entre los grandes amantes.

 Eso se llama Gracia de Dios, y santo Temor de ofenderle, viendo el peligro, por la posible pérdida de un alma, es sentirse humilde, que es cuando se produce esa reacción química que se llama la Gracia de Dios, que también es la que crea el Amor verdadero a Dios y al prójimo que es el posible cliente del vendedor.

Pero también se produce una reacción física. La expresión y el envoltorio del vendedor – su forma de hablar, estar y vestir – deben de ser la continuidad viva de la personalidad y el entorno ambiental que proyecta su marca. Porque ante cada cliente, él es la marca y la marca es él. En este terreno, en décimas de segundo, las disonancias revientan todo el trabajo de construcción de imagen formada durante años.

Es increíble lo que puede hacer la actitud de un predicador: una persona santa, que por definición es humilde, tiene siempre una compostura y un comportamiento hacia los demás, que para los que saben ver - es decir los que siendo espirituales, buscan a Dios, el cual se sirve de esos “instrumentos”, para convertir a las almas – tiene una actitud que atrae a las almas por su manera de ser.
Esos verdaderos predicadores, tienen un reflejo de la divinidad tal que se transmite espiritualmente, diciendo San Juan de la Cruz que tienen un grado de humildad, que no se puede disimular aunque lo quieran. Es la presencia de Dios en estas almas que las ennoblece y las hacen atractivas para los fieles.

Para acabar, bajo ningún concepto un vendedor puede sufrir frigidez cerebral, que es la apatía de proa plana y sin calado de un velero sin velas llamado “mediocridad”.

Extraordinaria descripción de unos predicadores que han perdido la fe, los que se llaman hoy día quietistas y relativistas, para los cuales todas las religiones (que son los productos del vendedor) son iguales, son los que ofrecen a Yahveh víctimas taradas, sarnosas, cojas y ciegas, los eunucos espirituales, condenados en la Biblia desde tiempos inmemoriales.

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jueves, 18 de agosto de 2022

LOS LOBOS RAPACES TAMBIÉN SABEN DISFRAZARSE DE PASTORES



Los que como Elías se enfrenten a Jesabel y a los adoradores de Baal, serán llevados al Cielo en un torbellino


       Quiero aquí hablar de ciertos ministros de la Iglesia Católica española, muy pero que muy prudentes, que para no acarrearse problemas de ninguna índole, no solo no se enfrentan abiertamente con los lobos que dispersan y asesinan a las ovejas, es decir, en contra de los políticos actuales, promotores de la Cultura de la Muerte de los indefensos, y que odian a la Religión católica. Y de los herejes, miembros de la Iglesia como Massiá Clavel; Queiruga, Küng, y otros "teólogos" del tipo José María Castillo" (también Satanás es un gran teólogo), y tantos renegados, que procuran por todos los medios desprestigiar a la Santa Iglesia Católica.
 Pero que además, no se atreven a criticarles abiertamente, ni a advertir a esas ovejas que les han sido entregadas por Jesús-Dios para custodiarlas, para librarlas de los lobos sanguinarios y de los falsos profetas, para así poder conducirlas a los Pastos Eternos, aún a riesgo de su bienestar, de lo que dirán, y enfrentándose con ellos hasta la entrega de su vida, si fuera necesario, Y recuerdo que los partidos políticos, han aplicado el Aborto libre y gratuito, bastaba solo la firma de un psiquiatra, diciendo que era un trauma para la madre, y las clínicas como la del siniestro Doctor Morín, afortunadamente condenado por la Ley, tenían preparados documentos firmados de antemano por Psiquiatras, por lo que venían de toda Europa las mujeres que no podían abortar en su país, con embarazos de hasta ocho meses .

         Este gobierno le quitó la autoridad sagrada de los padres sobre los hijos, al permitir a sus hijas tener relaciones a partir de los trece años, con cualquier tipo de hombres, sin que los padres puedan impedirlo, podían igualmente abortar sin el consentimiento de sus padres; distribuyeron la píldora abortiva del día después; la educación para la Ciudadanía, obligatoria en las escuelas, en donde se enseña a los niños como mantener relaciones sexuales satisfactorias, alabando el matrimonio homosexual, y denigrando las enseñanzas de la Iglesia.

Igualmente, hecho de una gravedad extrema: el Gobierno socialista de Zapatero resucitó el odio entre todos los españoles, que había quedado latente después de la terrible Guerra Civil, votando la Ley de la Memoria Histórica, recordando las atrocidades cometidas por la Dictadura franquista, y naturalmente, silenciando las atrocidades de la Izquierda.

         

De los cuadernos de María Valtorta 
(17 de Junio de 1.943)


Dice Jesús:
“Te quiero hablar de la prudencia humana.
La prudencia sobrenatural es una gran virtud. Pero la prudencia humana no es una virtud. Vosotros, hombres, habéis aplicado este nombre, como una falsa etiqueta, a sentimientos impropios y no virtuosos. Así como llamáis caridad, a la moneda que dais al pobre.

Pero si vosotros dais una limosna, incluso virtuosa, y la dais para ser vistos y aplaudidos por el mundo, ¿Creéis que hacéis un acto de caridad? No. Desengañaos. Caridad quiere decir: amor. Caridad es, por tanto, tener piedad y amor por todos los necesitados de la tierra. No hace falta dinero para hacer un acto de caridad. Una palabra de consejo, de consuelo, de dulzura, un acto de ayuda material, una oración, son caridad. Una limosna dada con grosería, humillando al pobre, en el que no sabéis verme, no es caridad.

Lo mismo ocurre con la prudencia. Vosotros llamáis prudencia a vuestra vileza, a vuestro anhelo de vivir tranquilos, a vuestro egoísmo. Tres cosas que ciertamente no son virtud.

También en vuestras relaciones con la Religión sois amantes del vivir tranquilos. Cuando sabéis que una franca profesión de fe, que una expresión, dicha como os la susurra el Espíritu de Verdad, pueden quitaros autoridad, dadores de trabajo, maridos, hijos, padres, de los que esperáis ayuda material, vuestra humana prudencia os hace encerraros en un silencio que no es prudente sino cobarde, cuando no culpable, porque llegáis a negar, a renegar, perjurando vuestros sentimientos más espirituales.

Pedro fue el primero que en la hora del peligro, por una prudencia humana, llegó a negar que me conociera. Yo lo permití, esto para que, arrepentido, pudiera después compadecer y perdonar a los hermanos pusilánimes. ¡Pero cuántos “Pedros” desde entonces hasta ahora! Tenéis siempre ante la mente, un interés mezquino, y lo anteponéis y tuteláis en perjuicio del interés eterno que os fructifica la Verdad valiente y valientemente profesada.

Ante ciertas manifestaciones de Dios, vosotros, pobres hombres, no tenéis ciertamente la valentía de Nicodemo y de José, que en una hora tremenda para el Nazareno y para sus seguidores supieron adelantarse para pensar en Mí contra la hostilidad de toda Jerusalén. Tu misma, a veces, te quedas un poco perpleja ante ciertas expresiones mías y las quisieras hacer menos tajantes.

La prudencia humana os guía. La lleváis a todas partes. Hasta en las obispalías, hasta en los conventos. ¡Cómo habéis cambiado en relación con los primeros cristianos que no tenían en cuenta nada de cuanto fuera humano y miraban solamente el Cielo!

Es verdad que yo he dicho que seáis prudentes como las serpientes, pero no con una prudencia humana. Os he dicho también que para seguirme, hay que ser audaces contra todos. Contra el amor a si mismos; contra el poder, cuando os persigue porque sois mis seguidores; contra el padre, la madre, la esposa, los hijos, cuando éstos quieren, por afecto humano y preocupación terrena, impediros que sigáis mi Camino, porque sólo una cosa es necesaria: salvar la propia alma incluso perdiendo la vida de la carne para obtener la Vida eterna”.

211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
(7-7- 1.945)

     [...] ¡No, no es lícito! Ninguna moneda puede comprar la conciencia, y menos aún la de los sacerdotes y los maestros. No es lícito encontrarse sumiso ante las cosas fuertes de la Tierra cuando quieren conducirnos a obrar en contra de lo que Dios ha establecido: esto no es sino impotencia espiritual, y está escrito: "El eunuco no entrará en la asamblea del Señor"Si, pues, no puede ser del Pueblo de Dios el impotente por naturaleza, ¿podrá ser su ministro el impotente de espíritu? En verdad os digo que muchos sacerdotes y maestros, habiendo perdido su virilidad espiritual, han venido a ser, culpablemente, eunucos espirituales. Muchos. ¡Demasiados!

    Meditad, observad, comparad, y os daréis cuenta que tenemos muchos ídolos y pocos ministros del Bien, que es Dios. Ahora se ve porque las ciudades-refugios no son ya tales. Ya no se respeta nada en Israel. Los santos mueren por el odio hacia ellos de los no santos.
    [...] ¡Venid!, es el Amor que pasa, quien quiera puede seguirle, porque para ser acogido por Él se requiere solamente buena voluntad".
     Jesús ha terminado en medio de un silencio atónito. Parece que muchos han sopesado las palabras que han escuchado., prueban su sabor; las degustan, las confrontan.

        Mientras esto sucede y Jesús, cansado y sudoroso, se sienta a hablar con Juan y Judas, he aquí que se alza un clamor al otro lado del muro: gritos confusos, luego más claros: "¿Está aquí el Mesías? ¿Está?". La respuesta es afirmativa. Entonces pasan adelante a un hombre contrahecho, que de tan torcido como está parece una "S".

        "¡Es Masala !".
       "¡Demasiado contrahecho! ¿Qué puede esperar?".
       "¡Ahí está su madre! ¡Pobrecilla!"
       "Maestro, su marido la rechaza por ese aborto de hombre de su hijo, así que vive aquí de la caridad pero ahora es ya anciana y le queda poca vida...".
         El aborto de hombre - realmente es así - está ante Jesús. No puede ni siquiera ver su rostro de lo encorvado y torcido que está. Parece una caricatura de hombre-chimpancé o de un camello humanizado.
        La madre anciana y mísera, ni siquiera habla, solo gime: "Señor... creo...".
         
         Jesús pone sus manos sobre los hombros sesgados del hombre, que apenas si le llega a la cintura; alza su rostro hacia el Cielo y dice con voz potente: "Enderézate y sigue los caminos del Señor". El hombre experimenta un brusco movimiento y, como impulsado por un resorte, queda derecho como el más recto de los hombres. El movimiento ha sido tan repentino, que parece como si se hubieran roto unos resortes que le hubieran contenido en esa posición anómala. Ahora le llega a Jesús a los hombros; le mira y cae de rodillas, con su madre, ante su Salvador, y ambos le besan los pies.
 Es indescriptible la reacción de la muchedumbre... A pesar de todas las resistencias, Jesús se ve obligado a permanecer en Hebrón, porque la gente está dispuesta a formar barreras en las salidas para impedirle marcharse.
 Así... entra en la casa del anciano arquisinagogo, que tan cambiado está respecto al año pasado...
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lunes, 15 de agosto de 2022

FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA, GRAN FIESTA PARA CATÓLICOS Y LOS ORTODOXOS



El Cuerpo incorrupto de María es llevado por los
ángeles para unirse con su espíritu. 


La Santísima Virgen María, fue llevada por los ángeles, para volver a unirse con su alma, a los tres días de la separación. De la misma manera que Cristo, que resucitó a los tres días, pero Él como Dios ya glorificado,  y María para volver a unirse con su cuerpo y así poder ser glorificada para tomar posesión de su trono como Reina de los Cielos y de la Tierra.

Al contrario de otros relatos, en este relato de su Gloriosa Asunción solo estuvo presente Juan. El Apóstol virgen del Amor. En los comentarios de María y de Jesús, que publicaremos próximamente, veremos por qué Dios quiso que esté presente, Juan que fue el que recibió de María las explicaciones sobre la fuerza infinita del Amor, que solo pueden comprender, y por lo tanto predicar los místicos, que son los grandes enamorados como San Juan de la Cruz. 



DEL EVANGELIO COMO ME FUE REVELADO DE MARÍA VALTORTA (Tomo 10, Capítulo 650)


¿Cuántos días han pasado? Es difícil establecerse con seguridad. A juzgar por las flores que forman una corona alrededor del cuerpo exánime, debería decir que han pasado pocas horas. Pero si se juzga por las ramas de olivo sobre las cuales están las flores frescas, ramos con hojas ya lacias, y las otras flores mustias puestas – cada una de ellas como una reliquia – sobre la tapa del arca, se debe concluir que ya han pasado algunos días.

Pero el cuerpo de María presenta el aspecto que tenía instantes después de haber expirado. Ninguna señal de muerte hay en su cara, ni en sus pequeñas manos. Ningún olor desagradable hay en la habitación; es más, aletea en ella un perfume indefinible, que huele a mezcla de incienso, lirios, rosas, muguetes y hierbas montanas.
Juan – a saber cuántos días sigue velando – se ha dormido vencido por el cansancio, sentado en el taburete, con la espalda apoyada en la pared, junto a la puerta abierta que da a la terraza. La luz de la lámpara, colocada en el suelo, le ilumina de abajo hacia arriba y permite ver su rostro cansado, palidísimo, excepto en torno a los ojos, enrojecidos por el llanto.
El alba debe de haber empezado ya; en efecto, su débil claror hace visibles la terraza y los olivos que rodean a la casa, un claror que se va haciendo cada vez más intenso y que, entrando por la puerta, hace más nítidos los contornos de los objetos de la habitación, de esos objetos, que por estar lejos de la lamparita, antes a penas se vislumbraban.

De repente una gran Luz llena la habitación, una Luz argéntea con tonalidades azules, casi fosfóricas; y aumenta sin cesar, anulando la del alba y la de la lamparita. Una Luz igual a la que inundó la gruta de Belén en el momento de la divina Natividad. Luego, en esta Luz paradisiaca, se hacen visibles criaturas angélicas (Luz aún más espléndida en la Luz, ya de por sí poderosísima, que ha aparecido antes), como ya sucedió cuando los ángeles se aparecieron a los pastores, una danza de centellas de todos los colores surge de sus alas dulcemente agitadas, de las cuales procede un armónico susurro ornado de arpegios, dulcísimo.
Las criaturas angélicas se disponen en corona en torno al lecho, se inclinan hacia él, levantan el cuerpo inmóvil y, en un batir más fuerte de sus alas – que aumenta el sonido que antes existía -, por una abertura que se ha creado prodigiosamente en el techo (como prodigiosamente se abrió el sepulcro de Jesús), se van, llevándose consigo el cuerpo de su Reina, santísimo, sin duda pero aún no glorificado y, por tanto, sujeto a las leyes de la gravedad, sujeción que no tuvo Cristo porque cuando resucitó de la muerta ya estaba glorificado. El sonido producido por las alas angélicas aumenta, y ahora es potente como sonido de órgano.

Juan, que ya - aun permaneciendo adormecido – se había movido dos o tres veces en su taburete, como si le molestaran la gran Luz y el sonido de las alas angélicas, se despierta totalmente por ese potente sonido y por una fuerte corriente de aire que, descendiendo del techo destapado y saliendo por la puerta abierta, forma como un remolino que agita las cubiertas del lecho ya vacío y las vestiduras de Juan, y que apaga la lámpara y cierra, con un fuerte golpe, la puerta abierta.
El Apóstol mira a su alrededor, todavía soñoliento, para percatarse de lo que está sucediendo. Se da cuenta de que el lecho está vacío y el techo está descubierto. Intuye que ha tenido lugar un prodigio. Sale corriendo a la terraza y, como por un instinto espiritual, o por llamada celestre, alza la cabeza protegiendo sus ojos con la mano para mirar sin el obstáculo del sol saliente.

Y ve. Ve el cuerpo de María, todavía inerte, e igual en todo a una persona que duerme; le ve subir cada vez más alto, sostenido por la multitud angélica. Como dirigiendo un último saludo, un extremo del manto y del velo se mueven, quizás por la acción del viento producido por la rápida Asunción y por el movimiento de las alas angélicas; y unas flores, las que Juan había colocado y renovado alrededor del cuerpo de María, y que se habían quedado entre los pliegues de las vestiduras, llueven sobre la terraza y la tierra de Getsemaní, mientras el potente himno de alabanza de la multitud angélica se va haciendo cada vez más lejano y, por tanto más leve.
Juan sigue mirando fijamente a ese cuerpo que sube hacia el Cielo y, sin duda, por un prodigio que Dios le concede, para consolarle o premiarle por su amor a su Madre adoptiva, ve, con claridad, que María, envuelta ahora por los rayos del sol, que ya ha salido, sale del éxtasis  que le ha separado el alma del cuerpo, vuelve a la vida y se pone en pie (porque ahora Ella también goza de los dones propios de los cuerpos glorificados).

Juan mira, mira… el milagro que Dios le concede contra la facultad, contra la ley natural, de ver a María como es ahora mientras sube en rapto hacia el Cielo, rodeada, no ya ayudada a subir, por los ángeles que entonan cantos de Júbilo.. Y Juan se ve raptado por esa visión de hermosura que ninguna pluma usada por mano humana, ninguna palabra humana ni obra alguna de artista podrían jamás descubrir o reproducir, porque es de una belleza indescriptible.

Juan permaneciendo apoyado en el antepecho de la terraza, sigue mirando fijamente esa espléndida y resplandeciente forma de Dios – porque realmente puede llamarse así a María, formada de un modo único por Dios, que la quiso Inmaculada para que fuera forma para el Verbo Encarnado – que sube cada vez más. Y un último supremo prodigio concede Dios-Amor a ese perfecto amante suyo de ver el encuentro de la Madre Santísima con su Santísimo Hijo – quien también Él, espléndido y resplandeciente, hermoso, con una hermosura indescriptible – desciende rápido del Cielo, llega junto a su Madre, la abraza junto a su corazón y, juntos más refulgentes que dos astros mayores, con Ella regresa al lugar de donde ha venido.

La visión de Juan ha terminado. Baja la cabeza. En su rostro cansado están presentes el dolor y la perdida de María y el júbilo por su glorioso destino. Pero ahora, el júbilo supera el dolor.
Dice: “¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias! Presentía que tendría que suceder esto. Y quería estar en vela para no perder ningún detalle de su Asunción. ¡Pero llevaba ya tres días sin dormir! El sueño, el cansancio, unidos al dolor, me han abatido y vencido en el momento que era inminente la Asunción… Pero quizás Tú mismo lo has querido, oh Dios, para que no perturbara ese momento y no sufriera demasiado… Sí, sin duda, Tú lo has querido así, de la misma forma que ahora has querido que viera lo que si en un milagro tuyo no habría podido ver. Me has concedido verla otra vez, aún  estando ya muy lejana, ya glorificada y gloriosa, como si estuviera cerca de mí. ¡Y ver de nuevo a Jesús! ¡Oh, visión beatísima, inesperada, inesperable! ¡Oh, don de los dones de Jesús-Dios a su Juan! ¡Gracia suprema! ¡Volver a mi Maestro y Señor! ¡Verle a Él junto a su Madre! ¡Él semejante a un sol, y ella a una luna esplendidísimos ambos en su estado glorioso y por la felicidad de estar unidos de nuevo y eternamente!

¡Qué será el Paraíso, ahora que vosotros resplandecéis en él, vosotros, astros mayores de la Jerusalén celestial? ¿Cuál será el júbilo de los angélicos coros y de los santos? Es tal la alegría que me ha producido el ver a la Madre con el Hijo – cosa que anula toda pena suya, toda pena de ambos -, que también mi pena cesa y en su lugar, en mí entra la paz. De los tres milagros que había pedido a Dios, dos se han cumplido. He visto volver la vida a María, y siento que viene en mí la paz. Todas mis angustias cesan, porque os he visto unidos de nuevo en la gloria. Gracias por ello, oh Dios. 

Y gracias por haberme dado la forma de ver, incluso respecto a una criatura (santísima, pero en todo caso humana), cual es el destino de los santos, cual será después del último juicio y de la resurrección de los cuerpos su nueva unión, su fusión con el espíritu subido al Cielo a la hora de la muerte. No tenía necesidad de ver para creer. Porque siempre he creído firmemente en todas las palabras del Maestro. Pero muchos dudarán de que, después de siglos y milenios, la carne, convertida en polvo, pueda volver a ser cuerpo vivo. A estos le podré decir, jurando por las cosas más excelsas, que no solo Cristo volvió a la vida, por su propio poder divino, sino que también la Madre suya, tres días después de la muerte, si tal muerte se puede llamar muerte, reprendió vida y, con la carne unida de nuevo al alma tomó su eterna morada en el Cielo, al lado de su Hijo.

Podré decir: “Creed, cristianos todos, en la resurrección de la carne al final de los siglos, y en la vida eterna del alma y de los cuerpos, vida bienaventurada para los santos y horrenda para los culpables impenitentes. Creed y vivid como santos, de la misma forma que como santos vivieron Jesús y María, para alcanzar su mismo destino. Yo vi a sus cuerpos subir al Cielo. Os lo puedo testificar. Vivid como justos para poder un día estar en el nuevo mundo eterno, en alma y cuerpo, junto a Jesús-Sol y junto a María, Estrella de todas las estrellas”. ¡Gracias otra vez, oh Dios! Y ahora recojamos todo lo que queda de Ella. Las flores que han caído de sus vestiduras, las ramas de olivo que han quedado en su lecho, y conservémoslos. Servirán... sí, servirán para ayudar y consolar a mis hermanos, en vano esperados. Antes o después los encontraré… “.

Recoge incluso los pétalos de las flores que se han deshojado al caer. Y con las flores y los pétalos en un extremo de su túnica, entra en la habitación.
Advierte entonces más atentamente la abertura del techo y exclama: “¡Otro prodigio! ¡Y otro admirable paralelismo en los prodigios de la Vida de Jesús y María! Él, Dios, por sí solo resucitó, y solo con su voluntad volcó la piedra del Sepulcro, y solo con su poder ascendió al Cielo. Por sí solo. Para María, santísima, pero hija de hombre, con ayuda angélica se abrió la vía para su asunción al Cielo. En Cristo el Espíritu volvió a animar el Cuerpo mientras el Cuerpo estaba todavía en la Tierra, porque así debía ser, para hacer callar a sus enemigos y confirmar en la fe a todos sus seguidores. En María el espíritu ha vuelto cuando el santísimo cuerpo estaba ya en el umbral del Paraíso, porque para Ella no era necesaria ninguna otra cosa. ¡Oh, Potencia perfecta de la Infinita Sabiduría de Dios!… “.

Juan recoge ahora en una tela las flores y las ramas que han quedado en el lecho, une a ello lo que había recogido afuera. Y pone todo encima de la tapa del arca. Luego abre el arca y pone dentro la almohadilla de María y la cubierta de la cama. Baja a la cocina, recoge otros objetos usados por Ella – el huso y la rueca y las piezas de la vajilla usada por Ella – y los une a las otras cosas.

Cierra el arca y se sienta en el taburete. Exclama: “¡Ahora todo está cumplido también para mí! ¡Ahora puedo marcharme libremente, a donde el Espíritu de Dios me conduzca! ¡Ir a sembrar la divina palabra que el Maestro me ha dado para que yo se la dé a los hombres!  Enseñar el Amor. Enseñarlo para que crean en el Amor y en su poder. Dar a conocer a los hombres lo que Dios-Amor ha hecho por ellos. Su Sacrificio  y su Sacramento y Rito perpetuo, por los que, hasta el final de los siglos, podremos estar unidos a Jesucristo por la Eucaristía y renovar el rito y el sacrificio como Él mandó hacer, ¡Dones, todos ellos del amor perfecto! Hacer amar al Amor , para que crean en el Amor como nosotros hemos creído y creemos. Sembrar el Amor para que sea abundante la recolección y la pesca para el Señor.

María me ha dicho en sus últimas palabras que el Amor todo lo obtiene; en sus últimas palabras a mí, a quien Ella cabalmente ha definido, en el colegio apostólico, como el que ama, el amante por excelencia, la antítesis de Judas Iscariote, que fue el odio; como Pedro la impulsividad y Andrés la mansedumbre, y los hijos de Alfeo la santidad y sabiduría unidas a nobleza de modos, etc. 

Yo, el amante, ahora que ya no tengo ni al Maestro ni a la Madre, a quienes amar en la Tierra, iré a esparcir el Amor entre las gentes. El Amor será mi arma y doctrina. Y con él venceré al demonio y al paganismo, y conquistaré a muchas almas. Continuaré así a Jesús y a María, que fueron el Amor perfecto en la Tierra”.