Esta disputa de Jesús con los doctores del Templo, es la increíble rebeldía de los Jerarcas de Israel ante el Mesías prometido y esperado por toda la gente de buena fe, todos los justos y Profetas, incluso los que no pertenecían al Pueblo Judío, cuya simbología son Los Reyes Magos.
Jesús, como luz del mundo y con la autoridad de Hijo de Dios, les
recrimina con toda crudeza su falta de fe, pecado que es mucho mayor que el de
cualquier otro ser humano porque ellos, gracias a los Profetas conocían perfectamente las Escrituras,
donde está constantemente relatada la venida de Jesús. El Profeta se expresa siempre con un lenguaje místico, para los enamorados de Dios, es la Voz del Pastor que solo reconocen sus ovejas para que, como lo dijo Jesús los que no son de su rebaño, no puedan entenderlo, por eso dijo:
"A vosotros os ha sido dado el misterio del Reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas; para que viendo vean, pero no perciban. y oyendo oigan, pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados" (Marcos 4, 12)
Estas palabras, dichas hoy día, así como otras del Evangelio, como lo que dijo Jesús «Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12, 51-5). Hoy día son inaceptables para la numerosa gente relativista que no ve diferencia entre el pecado y la virtud, y están convencidos que el cielo se gana en la Tierra con una Iglesia militante, que ahora llaman Iglesia Peregrina, como si la vida fuera un alegre peregrinaje, y además creen que todos somos hijos de Dios, y que por eso no existe ni Satanás, ni el Infierno.
Del Poema del hombre Dios de María Valtorta
La Ciudad está
llena de gente. Jesús ha subido al Templo nada más entrar en Jerusalén, casi
enseguida porque ha entrado por la puerta situada junto a la Probática, antes
de que la gente se pudiera dar cuenta de que estaba en la Ciudad, antes de que
la noticia se propagase desde la casa en que han dejado las bolsas y se han
limpiado el polvo y el sudor para entrar limpios en el Templo, que está
abarrotado de gente.
(…) Pero si bien,
esparcidos entre la gente, hay escribas, fariseos y doctores (estos con sus
discípulos) que hacen risitas y se dicen los unos a los otros medias frases que
son burlas (como: “Lo aconseja la prudencia”, o: “¡Eh, un poco de miedo…!”, o:
“Ha alcanzado la edad del discernimiento”, o también: “Menos estúpido de cuanto
pensábamos…”), la mayoría, los que o por conocerlo con amor, o por un buen
deseo de conocerlo no odian, insisten diciendo: “¿Nos vas a privar de esta
fiesta en la fiesta? ¡Maestro bueno, no puedes hacerlo! Muchos de nosotros han
hecho sacrificios para estar aquí esperándote…”, y algunos tapan la boca, o
responden bruscamente a algún sarcástico.
(…) Israel no se
ha arrepentido. Por eso las amenazas de Dios contra Israel se han repetido una
y mil veces con toda gravedad. Israel no se arrepiente ni siquiera ahora, ahora
que no un profeta, sino más que un profeta, le habla. Y Dios, que ha tenido
para Israel la suprema misericordia y me ha enviado ahora, os dice. “Puesto que
no escucháis a mi propia voz, me doleré del bien que os he hecho y prepararé
contra vosotros la desventura”.
Y Yo, que soy la Misericordia, aun sabiendo que esparzo inútilmente mi voz, grito a Israel: “Que cada uno vuelva sobre sus pasos dejando su mal camino. Haced, cada uno, recta vuestra conducta y vuestras tendencias. Para que, al menos, cuando se cumpla el designio de Dios para la Nación culpable, los mejores de ella, en medio de la pérdida general de los bienes, de la libertad, de la unión, conserven su espíritu libre de la culpa, unido a Dios, y no pierdan los bienes eternos de la misma forma que hayan perdido los bienes terrenos”.
Y Yo, que soy la Misericordia, aun sabiendo que esparzo inútilmente mi voz, grito a Israel: “Que cada uno vuelva sobre sus pasos dejando su mal camino. Haced, cada uno, recta vuestra conducta y vuestras tendencias. Para que, al menos, cuando se cumpla el designio de Dios para la Nación culpable, los mejores de ella, en medio de la pérdida general de los bienes, de la libertad, de la unión, conserven su espíritu libre de la culpa, unido a Dios, y no pierdan los bienes eternos de la misma forma que hayan perdido los bienes terrenos”.
Las visiones
de los profetas no suceden sin una finalidad: la de avisar a los hombres de lo
que puede ocurrir, Y ha sido dicho, por medio de la figura de la arcilla
cocida, rota en presencia del pueblo, lo que les espera a las ciudades y reinos
que no se dobleguen ante el Señor y…”.
Los ancianos,
escribas, doctores y fariseos, que antes se habían marchado, deben de haber ido
a avisar a los guardias del Templo y a los magistrados encargados del orden.
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