LA TERRIBLE LUCHA CONTRA SATANÁS
Dice S. Juan de la Cruz: "Como Dios está escondido, para que lo encuentres tendrás que estar también tu escondido" (del mundo y de sus atractivos) |
Cuando en la Edad Media, las fuerzas enemigas intentaban tomar una fortaleza, defendida por unos imponentes muros de piedra con almenas, los defensores intentaban rechazarlos con las flechas de los arcos y las ballestas, y derramando aceite hirviendo para abrasar a los enemigos que intentaban forzar las puertas de entrada con arietes.
Con ese tipo de ataques, la toma de esta fortaleza era prácticamente imposible, entonces se imponía un sitio por un largo periodo de tiempo, para tratar de rendir por el hambre y la sed, los habitantes del castillo, para así lograr su rendición. Esta estratagema daba sus frutos cuando la fortaleza no estaba suficientemente abastecida con reservas de comida y de bebida.
Desde la fundación de la Iglesia Católica, esos han sido todos los asaltos a los cuales han tenido que enfrentarse la Santa Iglesia, que es la fortaleza contra la cual se abaten sus sempiternos enemigos: Satanás, y sus secuaces, que quieren derribar a toda costa los muros de la fortaleza, que simbolizan la fe y los mandamientos de la Ley de Dios, para apoderarse de las almas de los fieles, en el primer tipo de ataque, se ha usado la fuerza, han sido en los albores de la Iglesia todos los ataques, que han costado la vida a tantos mártires con la persecución del Imperio Romano, y las innumerables sectas que han surgido como enemigos infiltrados en el seno de esta Iglesia.
En el segundo tipo de ataque, se ha usado la táctica de apartar de la Sociedad la influencia que le es debida por sus valores morales y espirituales, es lo que ha ocurrido con las Revoluciones en donde se han masacrado a tantos religiosos y Sacerdotes: Las Revoluciones; el Comunismo y ahora, de una manera más velada todos los partidos de la Izquierda, con su odio hacia la Iglesia, que es la encargada de transmitir a la sociedad actual la palabra de Dios.
En todos los tipos de ataques, nunca ocurre que una fortaleza sitiada caiga en poder del enemigo, siempre que los defensores estén alertas y bien armados para prever una posible infiltración, en el caso del intento de asalto, o que tengan las provisiones necesarias para poder evitar la hambruna que conseguiría debilitar a los sitiados tanto por la debilidad física como la debilidad moral.
Del punto de vista espiritual, ocurre exactamente lo mismo: Satanás nunca podrá apoderarse de un alma que esté vigilante ante sus emboscadas, bien armada en sus defensas que son los muros de su conciencia de hijos de Dios, debidamente fortalecidos por los Sacramentos como son el Bautismo, la Confirmación, y el Sacramento de la Penitencia, que son las murallas y las armas para rechazar el enemigo.
También en caso de que el alma esté sitiada por el enemigo, que es la táctica preferida por Satanás para las más santas, le decía el Demonio -le grappin, como lo llamaba él- al Santo cura de Ars: "¡Aún no te has muerto, ya te cogeré!", nunca esa alma podrá sucumbir por hambruna, sed o desesperación, para esto está el maravilloso maná del alma que es el Cuerpo y la sangre de Cristo, que la alimenta y la fortalece para resistir a todos esos ataques.
Pero puede ocurrir, por las circunstancias de la Vida que un alma esté sitiada de tal manera, que sea prácticamente imposible que pueda salir victoriosa de los enemigos que son de una multitud y unas fuerzas muy superiores. Es el caso de lo que le ocurrió a un Santo Rey de Israel, cuyo nombre no recuerdo ahora, el cual estaba dentro de Jerusalén, sitiado por un ejército Asirio, de un poderío muy superior en número y perfectamente abastecido en provisiones, cuando estaba ya prácticamente derrotado por el hambre, y con fuerzas muy debilitadas para intentar una salida con un ataque por sorpresa.
Entonces dijo estas palabras "Después de haber cumplido con nuestros deberes y obligaciones, y después de ver que es imposible derrotar al enemigo, solo nos queda volver nuestro rostro a Yahveh, e implorar su ayuda". Cuenta el libro de los Reyes, que a la mañana siguiente, los Asirios tuvieron que levantar el campo, por una epidemia de Peste que les causó una terrible mortandad.
Y esto demuestra la importancia de la Oración, cuando el alma ha cumplido con sus deberes y obligaciones, y cuando a pesar de ello, la victoria es imposible, no hay enemigo que pueda apoderarse del alma por muy potente que sea: Nadie se puede oponer al Poder de Dios.
Desde la fundación de la Iglesia Católica, esos han sido todos los asaltos a los cuales han tenido que enfrentarse la Santa Iglesia, que es la fortaleza contra la cual se abaten sus sempiternos enemigos: Satanás, y sus secuaces, que quieren derribar a toda costa los muros de la fortaleza, que simbolizan la fe y los mandamientos de la Ley de Dios, para apoderarse de las almas de los fieles, en el primer tipo de ataque, se ha usado la fuerza, han sido en los albores de la Iglesia todos los ataques, que han costado la vida a tantos mártires con la persecución del Imperio Romano, y las innumerables sectas que han surgido como enemigos infiltrados en el seno de esta Iglesia.
En el segundo tipo de ataque, se ha usado la táctica de apartar de la Sociedad la influencia que le es debida por sus valores morales y espirituales, es lo que ha ocurrido con las Revoluciones en donde se han masacrado a tantos religiosos y Sacerdotes: Las Revoluciones; el Comunismo y ahora, de una manera más velada todos los partidos de la Izquierda, con su odio hacia la Iglesia, que es la encargada de transmitir a la sociedad actual la palabra de Dios.
En todos los tipos de ataques, nunca ocurre que una fortaleza sitiada caiga en poder del enemigo, siempre que los defensores estén alertas y bien armados para prever una posible infiltración, en el caso del intento de asalto, o que tengan las provisiones necesarias para poder evitar la hambruna que conseguiría debilitar a los sitiados tanto por la debilidad física como la debilidad moral.
Del punto de vista espiritual, ocurre exactamente lo mismo: Satanás nunca podrá apoderarse de un alma que esté vigilante ante sus emboscadas, bien armada en sus defensas que son los muros de su conciencia de hijos de Dios, debidamente fortalecidos por los Sacramentos como son el Bautismo, la Confirmación, y el Sacramento de la Penitencia, que son las murallas y las armas para rechazar el enemigo.
También en caso de que el alma esté sitiada por el enemigo, que es la táctica preferida por Satanás para las más santas, le decía el Demonio -le grappin, como lo llamaba él- al Santo cura de Ars: "¡Aún no te has muerto, ya te cogeré!", nunca esa alma podrá sucumbir por hambruna, sed o desesperación, para esto está el maravilloso maná del alma que es el Cuerpo y la sangre de Cristo, que la alimenta y la fortalece para resistir a todos esos ataques.
Pero puede ocurrir, por las circunstancias de la Vida que un alma esté sitiada de tal manera, que sea prácticamente imposible que pueda salir victoriosa de los enemigos que son de una multitud y unas fuerzas muy superiores. Es el caso de lo que le ocurrió a un Santo Rey de Israel, cuyo nombre no recuerdo ahora, el cual estaba dentro de Jerusalén, sitiado por un ejército Asirio, de un poderío muy superior en número y perfectamente abastecido en provisiones, cuando estaba ya prácticamente derrotado por el hambre, y con fuerzas muy debilitadas para intentar una salida con un ataque por sorpresa.
Entonces dijo estas palabras "Después de haber cumplido con nuestros deberes y obligaciones, y después de ver que es imposible derrotar al enemigo, solo nos queda volver nuestro rostro a Yahveh, e implorar su ayuda". Cuenta el libro de los Reyes, que a la mañana siguiente, los Asirios tuvieron que levantar el campo, por una epidemia de Peste que les causó una terrible mortandad.
Y esto demuestra la importancia de la Oración, cuando el alma ha cumplido con sus deberes y obligaciones, y cuando a pesar de ello, la victoria es imposible, no hay enemigo que pueda apoderarse del alma por muy potente que sea: Nadie se puede oponer al Poder de Dios.
Descripción de la Fuerza de Satanás
Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz
(Canción 3-9)
Y pasaré los fuertes y fronteras
A los demonios, que es el segundo enemigo, llama "fuertes", porque ellos con gran fuerza procuran tomar el paso de este camino, y porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos dos enemigos, mundo y carne, para hacer al alma fuerte guerra.
Y por tanto hablando David de ellos, los llama "fuertes" diciendo: "Los fuertes pretendieron mi alma" (Ps 53,5). De cuya fortaleza también dice el Profeta Job: (41, 24) "Que no hay poder sobre la Tierra que se pueda comparar a este del Demonio, que fue hecho de suerte que no temiera a nadie"; esto es, ningún poder humano se podrá comparar con el suyo, y así, solo el poder divino basta para poder vencerlo, y solo la Luz divina para poder entender sus ardides; por lo cual el alma que tenga que vencer su fortaleza, no lo podrá sin oración, y tampoco podrá entender sus artimañas sin humildad y mortificación, por eso dice San Pablo (Eph 6, 11-12) avisando a los fieles estas palabras, diciendo: "Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las astucias del enemigo, porque esta lucha no es como la carne y la sangre", entendiendo por la sangre el mundo y por las armas de Dios la oración y la Cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que hemos dicho.
Y por tanto hablando David de ellos, los llama "fuertes" diciendo: "Los fuertes pretendieron mi alma" (Ps 53,5). De cuya fortaleza también dice el Profeta Job: (41, 24) "Que no hay poder sobre la Tierra que se pueda comparar a este del Demonio, que fue hecho de suerte que no temiera a nadie"; esto es, ningún poder humano se podrá comparar con el suyo, y así, solo el poder divino basta para poder vencerlo, y solo la Luz divina para poder entender sus ardides; por lo cual el alma que tenga que vencer su fortaleza, no lo podrá sin oración, y tampoco podrá entender sus artimañas sin humildad y mortificación, por eso dice San Pablo (Eph 6, 11-12) avisando a los fieles estas palabras, diciendo: "Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las astucias del enemigo, porque esta lucha no es como la carne y la sangre", entendiendo por la sangre el mundo y por las armas de Dios la oración y la Cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que hemos dicho.
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