Según el místico Doctor San Juan de la Cruz, solo dos personas vieron a Dios con sus ojos mortales: Moisés en el monte Sinaí, que es uno de los dos pilares del Judaísmo con Abrahán, y San Pablo que junto con San Pedro son los dos pilares de la Iglesia Católica de Cristo, San Pablo, cuando ascendió al tercer Cielo, donde vio cosas inefables que son inenarrables. Pero para eso, ambos, tuvieron que tener el amparo del Altísimo, que es la protección de su "brazo izquierdo".
Isaías 6,1-8.
El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo.
Esta visión de Dios, es una alegoría de la Divinidad, ya que el ojo humano es incapaz de verlo, porque una Gloria tan excelsa solo puede contemplarse con el Espíritu separado de la carne, porque sino la materia se "derritiria", por eso el Pueblo de Israel creía que el que ve a Dios tenía que morir, este temor también lo expresa más adelante Isaías. Siendo el Templo de Dios toda la Creación, tiene que morar en un trono elevado y excelso, lo que quiere decir que está por encima de todo lo creado, con las orlas de su manto llenando todo el templo, significa que es omnipresente, y que mantiene a todo lo creado. Eso es lo que dijo Jesús en el Evangelio de hoy:
"¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros" (Mat. 10, 24-33).
Unos serafines estaban de pie por encima de Él. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, y con dos se cubrían los pies, y con dos volaban.
Esta visión de los serafines, que simbolizan los que aman y adoran a Dios, para llegar a alcanzarlo, tienen que cubrirse el rostro, es decir dejarse guiar por la fe, que es un "rayo de tinieblas"; dejarse llevar por la Esperanza, que es taparse los pies, y volar con las alas de la Caridad. Por esa razón, la actitud de los serafines es una adoración a la Santísima Trinidad ya que Dios Padre simboliza la Santa Fe, Dios Hijo la Esperanza, y el Espíritu Santo el Amor, que también es la Fuerza de Dios.
Y uno gritaba hacia el otro: "¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria".
Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo.
Ese clamor de alegría ante la presencia del Altísimo, lo oiremos retumbar en el Cielo por todos los elegidos toda la eternidad, es el grito de alegría, acompañado de la música celestial, que son el sonido de las trompetas y el sonido maravilloso de las cítaras, que vio el Apóstol San Juan en su visión del Apocalipsis. La casa que se llenó de humo quiere decir que Dios es inaccesible, hasta para las Criaturas angelicales más subidas que son los serafines, es lo que dijo San Juan de la Cruz, cuando afirma que esos ángeles son los que mejor se dan cuenta de lo que les falta para conocer a Dios, ya que como lo dice San Agustín, "Dios es una belleza antigua y siempre nueva".
Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!".
Eso es lo que ocurre siempre al alma mortal ante la presencia de Dios, su divina y potentísima Luz ilumina de tal manera lo más escondido, que esta se ve pecadora e indigna de Él, por muy perfecta que sea, de ahí nace el Santo temor de Dios, que hace decir al Profeta: "¡Ay de mí, estoy perdido! por esa razón se puede con absoluta certeza asegurar, que la persona que no se ve pecadora, no tiene presencia de Dios, solo tiene la presencia que aún lo mantiene en vida, y si esta presencia desapareciera, dejaría de existir.
Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar.
El le hizo tocar mi boca, y dijo: "Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado".
Jesús-Dios ante el arrepentimiento del alma que se ve humilde y pecadora, interviene siempre con su divina Misericordia, es lo que está escrito:
"Jet: Acampa el Ángel de Yahvé en rededor de los que le temen y los salva.
Tet: Buscad y ved cuán bueno es Yahvé. Bienaventurado el varón que a Él se acoge"( Salmo 34)
Yo oí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?". Yo respondí: "¡Aquí estoy: envíame!"
Dice Jesús en el Evangelio:
"Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."(Mateo 10,24-33).
El hombre que ama a Dios sobre todas las cosas, aunque sea un eremita aislado del mundo, ama también a su prójimo como a sí mismo, con una perpetua oración implorando a Dios misericordia por los pecadores.
Yerran pues, y no conocen su oficio, tantos teólogos que afirman que hoy día la religión escondida es un egoísmo encubierto, no sabiendo que el amor a Dios es verdadero sólo cuando se ora por los demás, ya que es esa oración la que fortifica y da frutos a los que se desenvuelven haciendo apostolado en el mundo, como ocurrió con Moisés cuando se retiró en el monte, implorando a Yahvé para obtener la victoria de Josué contra los amalacitas, llegando incluso, como lo relata la sagrada Escritura a hacer detener el sol para que la victoria sea completa, es decir dando luz a los misioneros para derrotar, en las almas de los paganos todos los errores inherentes a la condición humana, consecuencia de la herencia de Adán.
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