La Doctrina
progresista, es el mayor peligro propiciado por Satanás, que, como lo indica S.
Juan de la Cruz, siempre actúa de la misma manera. Según lo explica
él, sabiendo que el mal conocido nunca será aceptado, siempre engaña bajo el
aspecto del Bien, para acto seguido, poco a poco, ir introduciendo el error,
como se hace con la aguja que simboliza la Verdad, que ayuda introducir del
hilo que simboliza la mentira.
Con esta
táctica, poco a poco se consigue el gran triunfo de las fuerzas del mal, y así
se hace caer en el error, a la Jerarquía primero, para que ayude en la
predicación para luego convencer a la masa de los fieles.
Pero toda
caída en el error, sobre todo por parte de esa Jerarquía y también con menos
culpa, por parte de los fieles, tiene como premisa una falta, y esa falta es
siempre fruto de una desobediencia a la Ley de Dios, Ley de Dios, grabada en
las Tablas de piedra del Sinaí; en las Sagradas Escrituras, cuya doctrina es
infalible, porqué está dictada por el Paráclito, el Espíritu de la Verdad,
también por esa razón y porqué esa Ley es inamovible, toda Doctrina tiene que
estar respaldada por la Tradición de los Santos Padres, y nadie, ni el mismo
Papa tiene derecho a cambiarla, por esa razón, las escrituras que son la última
Revelación de Dios, terminan en el Apocalipsis con la advertencia siguiente:
Solemnemente advierto a todo el que escuche
las palabras proféticas de este libro, que si añade algo, Dios hará caer sobre
él las plagas descritas en este libro. Si suprime alguna de las palabras
proféticas de este libro, Dios le quitará la parte que le corresponde en el
árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, descritos en este libro.
Dice el que atestigua todo esto:
Sí, estoy a punto de llegar.
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
Que la Gracia de Jesús, el Señor, esté con todos.
Ese procedimiento
de involución se produce de la manera siguiente: ¿Cómo un Dios Padre, puede
mandar a un hijo suyo al Infierno? ¿Ud. que es padre, me dijo hace ya mucho
tiempo cierto Obispo, mandaría a su hijo al infierno?
Con esa aguja
de la verdad, que pocos saben rebatir, diciendo simplemente que en este mundo
estamos en estado de gestación, para ser Hijos de Dios o hijos de las
tinieblas, según nos hayamos decantado libremente por la Doctrina de Jesús o de
Satanás, se introduce la gran mentira de que no existe el Infierno, y por
consiguiente la Redención de Jesús ya no tiene sentido, ya que, como lo dijo el
Presidente de la Conferencia Episcopal
Alemana:
¡¡Jesús no ha muerto para redimirnos, sino
para mostrarnos como debemos comportarnos ante el problema del sufrimiento!!
II/ Consecuencias de este Cisma.
Una vez
resuelto el Problema del Infierno, Satán sumerge a los pastores y a los fieles,
en un estado de LETARGIA ESPIRITUAL, en donde todo el mundo es un buen hijo de
Dios, y todo es relativo, en donde hasta los más sádicos pecadores tienen que
ser amados y queridos, puestos a la
misma altura que el más virtuoso de todos los Santos.
Entonces, es
cuando Satán ha cumplido sus objetivos:
-Relativismo
absoluto: Tiene el mismo valor el pecado y la Virtud.
-El nuevo
rostro de Dios: El dios caramelo
-La Vida es
bella, a disfrutar que son dos días
-El abandono
del sacrificio y del esfuerzo.
-La
impasibilidad ante el hedonismo
-Petición de
ordenación de sacerdotisas y obispas
-Apoyo al
matrimonio homosexual con adopción.
-Mutilación
de las escrituras.
Y de allí se
derivan una multitud de nuevas doctrinas, con la aparición de nuevas sectas,
con sus abanderados que predican una nueva doctrina tipo Queiruga, Hans Küng o Massiá, que
reniegan de su primitiva fe, y como se toman por elegidos e iluminados, han encontrando nuevas interpretaciones a las
escrituras.Y un sin fin
de recomendaciones y de consejos espirituales en donde está recomendada una
vida de “Bonheur”, y de felicidad material, lo que trae consigo la perdida absoluta del Santo temor de ofender a Dios, que han tenido y tienen todos los santos.
- “Hay que
estar a gusto con sus pecados, decía cierto eclesiástico”.
- “Os tenemos
que pedir perdón porque el Infierno lo hemos inventado nosotros los curas,
decía cierto sacerdote desde el altar, en una solemne misa de Navidad”.
¿Como no se
puede comprender una cosa tan sencilla, que es que Jesús es un Pastor
misericordioso en este mundo, pero que en el otro aparecerá como un Rey
Justiciero e inexorable, con su cayado terrenal transformado en cetro real? ¿Por qué no se
puede entender que en este mundo, Dios entrega su amor a todos para que, como
lo dice S. Juan de la Cruz, con ese amor tratar de atraer a la fe a todos los
hombres? ¿Por qué no se
puede entender que el perdón de los Mártires a sus verdugos, es a imagen del
perdón de Jesús en la Cruz, para tratar de convertir a las almas?
¿Es tan
difícil comprender que en el otro mundo, se habrá terminado la maduración de la
mies, y se procederá a separar el trigo de la cizaña? ¿Por qué no se
entiende que aquí cualquier pecador, por siniestro que sea, se puede convertir,
pero que en el otro mundo ya no lo podrá? ¿Es tan
difícil comprender que hay dos tipos de amor hacia nuestros hermanos, como lo explica el Santo padre Pío de Pietrelcina?:
El amor unitivo
que nos hace admirar y amar a un Santo por su Virtud, y que nos acerca más a Dios.
El amor de compasión, que nos hace amar al pecador por
misericordia, para que así, - ya que más se atrapa a una mosca con miel que con
vinagre - poder evitar, cuando aún es tiempo lo más horrendo: su condena eterna.
Terminaré con
el consejo de San Juan de la Cruz a un hermano que le reprochaba su dura
penitencia:
“Si en algún tiempo, hermano mío alguno,
fuese Prelado o no, le persuadiere de
doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni lo abrace, aunque se lo
confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de
todas las cosas, y jamás, si quiere llegar a la posesión de Cristo, lo busque
sin la Cruz”.
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