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Aquí están descritas de una manera admirable, lo que siente el alma en contacto con la divinidad, hasta ahora, nadie ha sido capaz de explicarlo, de una manera igual a como así lo ha hecho el Doctor místico San Juan de la Cruz, patrón de todos los poetas españoles – Es un tema de gran dificultad, ya que se trata de un lenguaje celestial -, y está descrito de una manera tan real, que solo el que lo ha vivido puede dar noticias de ello, son las sensaciones del alma ya purificada de todas sus imperfecciones, en presencia de su sumo Hacedor, en su Matrimonio espiritual de Amor, en un Paraíso de flores y de perfúmenes que son las virtudes del Alma y sus fragancias que el Austro, viento primaveral, que es el Espíritu Santo, esparce en ese Jardín vedado y secreto del alma humana, en unión mística, que es el matrimonio espiritual con el Hijo de Dios.
En esto consiste el Paraíso, y
aquí se comprende perfectamente el por qué las almas de los pecadores, que
disfrutan en sus vicios y sus pecados, nunca podrán entrar en el Jardín del
Edén, ya que no se han purificado con la espada de fuego de los Querubines que
vigilan la entrada del Paraíso para guardar el camino del árbol de la Vida. (Gn
3,23); Al vencedor le daré a comer del árbol de la Vida que está en el Paraíso
de Dios (Ap 2,7)
Y aquí está perfectamente
interpretado el significado espiritual del Cantar de los Cantares, en donde
Salomón habla del amor carnal entre el hombre y la mujer, para tratar de
explicar la unión entre el alma esposa y su divino Esposo el Hijo de Dios, ya
que solo así se puede vislumbrar lo que será esa unión mística en el Reino de
Dios. Y como existe para el que lo sabe ver, una similitud y una correspondencia entre lo
creado y el Creador, ya que Dios hizo el mundo y el hombre a su imagen y
semejanza, el Santo Doctor nos enseña que los senos simbolizan el Amor del alma
hacia su Dios; las caderas simbolizan la Humildad, el pelo las Ideas, la piel, la Virtud, el vientre la Voluntad, los ojos la Fe, los oídos y el olfato el
conocimiento de las virtudes y de la perfección del alma y de Dios.
Oh Dios mío, habéis sobrepasado todas mis esperas |
“Al vencedor le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedra blanca, en la que hay escrito un nombre nuevo que solo conoce quien lo recibe” (Ap 2-17)
Y cada alma, desde la más pequeña, como la más subida en Gloria, tendrá
la sensación, como lo dice S. Juan de la Cruz, de sentirse amada de tal manera,
que le parecerá que ella es el único ser de la Creación.
Del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz
(Canción 26)
(Canción 26)
Detente, cierzo
muerto;
ven, Austro que
recuerdas los amores,
aspira por mi huerto
Y corran sus olores,
y pacerá el Amado
entre las flores.
Detente, cierzo
muerto.
(…) El cierzo es un viento frío y seco, que marchita las flores. Y porque
la sequedad espiritual hace ese mismo efecto en el alma donde mora, la llama
“cierzo”; y “muerto” porque apaga y mata la suavidad y jugo espiritual; por el
efecto que hace, la llama “cierzo muerto”. Y deseando la esposa conservarse en
la suavidad de su amor, dice a la sequedad que se detenga; lo cual se ha de
entender que este dicho es cuidado de hacer obras que la detengan, conservando
y guardando el alma de las ocasiones.
Ven, austro que
recuerdas los amores.
El austro es otro viento, que vulgarmente se llama ábrego. Este es aire
apacible, causa lluvias y hace germinar las hierbas y plantas y abrir las
flores, y derramar su olor, tiene los
efectos contrarios al cierzo. Y así, por este aire entiende aquí el alma al
Espíritu Santo; el cual dice que recuerda los amores, porque, cuando este
divino aire embiste en el alma, de tal manera la inflama toda y regala y aviva
y recuerda la voluntad y levanta los apetitos que antes estaban caídos y
dormidos al amor de Dios, que se puede bien decir que recuerda los amores de él
y de ella.
(…) Pero algunas veces hace Dios tales
mercedes al alma esposa, que aspirando con su Espíritu Divino por este
florido huerto suyo, abre todos esos cogollos de virtudes y descubre estas
especies aromáticas de dones y perfecciones y riquezas del alma, y, abriendo el
tesoro y caudal interior, descubre toda la hermosura de ella; y entonces, es
cosa admirable de ver y suave de sentir las riquezas de los dones que se
descubren al alma y la hermosura de
estas flores ya todas abiertas, y darle cada una de si el olor de suavidad que
le pertenece. Y esto llama correr los olores en el huerto, cuando en el verso
siguiente dice:
Y corran sus olores.
Los cuales son de tanta
abundancia algunas veces, que al alma le parece estar vestida de deleites y
bañada en gloria inestimable; tanto, que no solo ella lo siente de dentro, pero
aún suele redundar tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les
parece estar esa alma como un delicioso jardín, lleno de deleites y riqueza de
Dios. Y no solo cuando esas flores están abiertas se echan de ver esto en esas
almas, pero ordinariamente traen de si un no se que de grandeza y dignidad que
causa detenimiento y respeto a los demás por el efecto sobrenatural que se difunde
en el sujeto de la próxima y familiar comunicación con Dios; como así se
escribe en el Éxodo de Moisés, que no podían mirar a su rostro por la gloria y
honra que quedaba en su persona por haber tratado cara a cara con Dios.
(…) Y por tanto, hay que desear mucho que cada alma pida este aire del
Espíritu Santo para que aspire por su huerto y que fluyan sus divinos olores. Y
por ser esto tan necesario y de tanto bien y gloria para el alma, lo deseó la
esposa en los Cantares y lo pidió diciendo: Surge,
aquil, et veni auster, perfla hortum deum, et fluent aromata illius (4,16),
y todo esto lo que hemos descrito en esta canción hasta aquí, y quiere decir: Levántate, cierzo, y vete; y tú, ábrego, viento suave y provechoso,
ven y corre, y aspira por mi huerto; y
correrán sus olorosas y preciosas esencias. Y esto todo lo desea el alma,
no por el deleite y gloria que le corresponde, sino porque sabe que en esto se
deleita su Esposo, y que esto es predisposición y premonición para ella de que
su amado Esposo, el Hijo de Dios, venga a deleitarse en ella. Y por eso dice a
continuación:
Y pacerá el Amado
entre las flores
El alma quiere aquí indicar el deleite que el Hijo de Dios tiene con
ella en esta sazón, e indica la palabra “pasto”
ya que esta palabra da a entender una cosa que no solo da gusto, pero que
además sustenta. Y así el Hijo de Dios se deleita en el alma en esos deleites
de ella, y se sustenta en ella, esto es, persevera en ella, como en lugar donde
grandemente se deleita, porque el lugar se deleita de veras en El. Y eso
entiendo que es lo que Él mismo quiso decir por la boca de Salomón en los
Proverbios, diciendo: Mis deleites son
con los hijos de los hombres (8, 31); es decir, cuando sus deleites son
estar conmigo, que soy el Hijo de Dios. Y es de notar que no dice que pacerá
“las flores”, sino “entre las flores”, porque la comunicación suya y deleite
del Esposo se produce en el alma mediante el arreo ya dicho de las virtudes, y
lo que pace es la misma alma transformándola en sí, sazonada ya y guisada y
salada con las flores de virtudes y dones y perfecciones, que son la salsa con
que y entre que le pace; las cuales, por medio del Aposentador ya dicho, están
dando a Dios con el alma sabor y
suavidad.
Y esta es la condición del Esposo, pacer al alma entre la fragancia de estas flores. Y así también la esposa en los Cantares, como tan bien sabe la condición del Esposo, dice ella estas palabras: Dilectus meus discendit in hortum tuum al areolam aromatum, ut pascatur in hortis, et lilia colligat (6,1); que quiere decir: Mi Amado descendió a su huerto, a la erica y aire de sus especias aromáticas olerosas, para apacentarse en los huertos y coger lirios para sí; y luego dice: Yo para mi Amado, y mi Amado para mí, que se apaciente entre los lirios (2,16); lo que quiere decir: que se deleita en mi alma (que es el huerto), entre los lirios de mis virtudes y perfecciones y gracias.
Y esta es la condición del Esposo, pacer al alma entre la fragancia de estas flores. Y así también la esposa en los Cantares, como tan bien sabe la condición del Esposo, dice ella estas palabras: Dilectus meus discendit in hortum tuum al areolam aromatum, ut pascatur in hortis, et lilia colligat (6,1); que quiere decir: Mi Amado descendió a su huerto, a la erica y aire de sus especias aromáticas olerosas, para apacentarse en los huertos y coger lirios para sí; y luego dice: Yo para mi Amado, y mi Amado para mí, que se apaciente entre los lirios (2,16); lo que quiere decir: que se deleita en mi alma (que es el huerto), entre los lirios de mis virtudes y perfecciones y gracias.
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