El Alma del Soberbio triunfa a veces en la Tierra pero nunca en el Cielo |
Y de la misma manera que la Aurora Boreal que es el campo magnético que protege a la Tierra de las radiaciones nocivas del Sol, así la humildad del alma es la que la protege de los influjos nocivos de Satanás. En efecto, un alma siempre cae en el pecado por su Soberbia, que está estrechamente ligada al egoísmo, la envidia, y fomenta el odio y el desprecio hacia el Prójimo.
El alma humilde nunca se rebelará contra nadie, ya que no es egoísta, no envidia a nadie, porque tiene presencia de Dios, lo que fomenta el amor y el aprecio hacia su Prójimo. No hace falta tener discernimiento de los espíritus, que es un don del Espíritu Santo para advertir la presencia de una persona soberbia, es un ser verdaderamente despreciable, ya que nunca admite las opiniones contrarias a las suyas, le gustan ser alabados y admirados por todos, de la misma manera una persona humilde, aunque quiera disimularlo, siempre se hará notar, le gusta pasar desapercibido y detesta recibir alabanzas.
Todos los grandes Santos fueron humildes, llama mucho la atención San Juan de la Cruz, que cuando se estaba muriendo en Úbeda recibió la visita de su Provincial de Andalucía, que le dijo, para consolarle de sus grandes sufrimientos, que recordarse todas las fundaciones que había realizado, a lo cual el Santo Doctor de la Iglesia, le dijo: "Cállese Padre, que no hay obra que haya hecho de la cual no me esté arrepintiendo", palabras que son estremecedoras viniendo de una persona tan humilde que siendo superior de un convento, el recibir de un hermano serios reproches e insultos, se arrodilló delante de él, besando el suelo, lo mismo que muchos años después hará santa Teresita, cuando era acusada por sus compañeras de faltas que no había cometido, se arrodillará de la misma manera que su Padre, fundador del Carmelo descalzo con Santa Teresa de Jesús.
Todos los grandes Santos fueron humildes, llama mucho la atención San Juan de la Cruz, que cuando se estaba muriendo en Úbeda recibió la visita de su Provincial de Andalucía, que le dijo, para consolarle de sus grandes sufrimientos, que recordarse todas las fundaciones que había realizado, a lo cual el Santo Doctor de la Iglesia, le dijo: "Cállese Padre, que no hay obra que haya hecho de la cual no me esté arrepintiendo", palabras que son estremecedoras viniendo de una persona tan humilde que siendo superior de un convento, el recibir de un hermano serios reproches e insultos, se arrodilló delante de él, besando el suelo, lo mismo que muchos años después hará santa Teresita, cuando era acusada por sus compañeras de faltas que no había cometido, se arrodillará de la misma manera que su Padre, fundador del Carmelo descalzo con Santa Teresa de Jesús.
Dichos de Luz y Amor de San Juan de la Cruz
-Para enamorarse Dios del alma no pone los ojos en su grandeza, sino en la grandeza de su humildad.
-Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de conciencia, que cuantas obras puedes hacer.
-Más quiere Dios de ti el menor grado de obediencia y sujeción, que todos esos servicios que le piensas hacer.
-Tenga ordinaria memoria de la Vida Eterna, y que los que más abatidos y pobres y en menos se tienen, gozarán de más alto Señorío y Gloria de Dios.
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En el Evangelio, vemos que a la petición de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, de que Jesús les reserve en su Reino una plaza a cada uno, a su derecha y a su izquierda, Jesús les pregunta si son capaces de beber su cáliz y recibir su bautizo, que simbolizan su terrible Pasión y su sublime Sacrificio en la Cruz, que son las señales más evidentes de su semejanza y de su pertenencia.
Luego Jesús les aconseja de que si quieren ser grandes en los Cielos, tienen que ser pequeños en la Tierra, y aquí está uno de los actos más desconocidos e incomprendidos por la mayoría de los que se dicen Cristianos. Es la virtud de la humildad, don del Espíritu Santo, que se llama Santo temor de Dios, que es necesario tener para alcanzar toda la fuerza y las virtudes necesarias para combatir los terribles enemigos del alma: Mundo; Demonio y Carne.
El primer enemigo, el Mundo solo se puede vencer con ese don de Dios: La Humildad, si no se tiene este escudo protector, el Mundo siempre triunfará, porqué las raíces del Pecado Original, que es un pecado de orgullo, aún subsisten en el alma de todos los mortales, y solo se destruyen con la humildad.
El segundo enemigo, el Demonio, solo vence al alma soberbia, y no alcanza a derribar al verdadero humilde, ya que todo su tentación se basa en el orgullo, que siempre va asociado al odio, y a todo su ejército de múltiples guerreros: la gran multitud de todos los vicios y aberraciones que conllevan.
El tercer enemigo, la sensualidad, se vence más fácilmente con la humildad, porque como lo dice la Sagrada Escritura, un abismo llama a otro abismo, y así como el abismo abisal de la Soberbia es la madre de todos los vicios, el de la Humildad es la madre de todas las Virtudes.
Se puede pues afirmar que la Humildad es como el escudo protector del campo magnético de la tierra que desvía todas las partículas atómicas nocivas enviadas por el sol, y que permite la orientación de los seres humanos y de los animales migratorios hacia su destino, de la misma manera, esta gran Virtud nos protege de los ataques de nuestros enemigos y nos indica el rumbo a seguir para alcanzar la Vida Eterna.
Se puede también, por esa razón afirmar que el Infierno está lleno de almas que no han tenido esta protección porque no la han querido y la han rechazado, y el Cielo sin embargo ha recogido a todos los humildes.
En el Sermón de las Bienaventuranzas, Jesús dice, dirigiéndose a los humildes, hijos de Dios: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos". Y también dirigiéndose a los soberbios, hijos de Satanás: "¡Ay de vosotros los ricos!", porque los soberbios son los ricos de corazón y los humildes los pobres de espíritu.
Y también las palabras de Jesús: "Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de los Cielos", y aquí, esta afirmación no se aplica solo a los ricos pecuniarios como el rico Epulón, pero sobre todo se refiere a los soberbios.
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