A la hora de la muerte, el hombre ha perdido su libertad para siempre, ya no puede ni merecer más, ni pecar más, solo puede aumentar su Amor y su felicidad si pertenece a Dios o aumentar su odio y su desgracia si pertenece a Satanás.
"Todo se ha cumplido", palabras pronunciadas por Jesús en la Cruz, poco antes de expirar, y después de haber cumplido con la misión que de toda la eternidad Dios Padre le había encomendado, y que había sido anunciada por todos los Profetas desde Moisés, que era la de traer su Espíritu de Pobreza en esta Tierra, que es el que abre la abundancia en el Cielo, está simbolizado por el humilde nacimiento de Jesús en el Portal de Belén.
Y también el Espíritu de Misericordia, que es el perdón, fruto del Amor, solicitado a Dios para los que nos han ofendido, es lo que ocurrió en la Cruz, cuando Jesús dijo "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" esa Justicia hace que se nos perdone a nosotros nuestros numerosisimos pecados. Son las dos llaves que nos transforman por fin en Hijos de Dios, y que abren de par en par las puertas del Cielo.
Estos dos Espíritus, son opuestos y
contrarios a los espíritus de Satanás: El hedonismo, que es el disfrute
desenfrenado de todos los bienes de la Tierra, que trae la pobreza en el más
allá, y el resentimiento, fruto del odio que hace que Dios no nos pueda
perdonar, ya que decimos en el Padre nuestro: “Perdónanos nuestras deudas como
nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Estos, el hedonismo y el odio también, son las dos llaves que
a su vez transforman a estas almas en hijos de Satanás, Y abren de par en par
las puertas del Infierno
Y aquí, reproduzco la sorprenda frase de San Juan de la Cruz. Jesús al morir en la cruz, torturado y vilipendiado, abandonado por casi todos sus Apóstoles, hizo muchísimo más que en toda su vida pública durante 3 años de predicaciones, de fabulosos milagros. Y es porque en ese momento, fue cuando reconcilió el Genero humano con Dios.
Y aquí, reproduzco la sorprenda frase de San Juan de la Cruz. Jesús al morir en la cruz, torturado y vilipendiado, abandonado por casi todos sus Apóstoles, hizo muchísimo más que en toda su vida pública durante 3 años de predicaciones, de fabulosos milagros. Y es porque en ese momento, fue cuando reconcilió el Genero humano con Dios.
VII/ “Todo está cumplido”.
Se han cumplido todas las renuncias todos los sufrimientos, todas las pruebas, las luchas, las ofrendas, las pruebas, todo. No queda más que presentarse a Dios. El tiempo concedido a la criatura para convertirse en un dios, y a Satanás para tentarla, se ha cumplido. Cesa el dolor, cesan las pruebas, cesa la lucha. Quedan solamente el Juicio, la amorosa purificación o llega, con la suprema felicidad, la inmediata morada del Cielo. Pero todo lo que es Tierra, lo que es voluntad humana, termina.
¡Todo se ha cumplido! Se ha cumplido la palabra de la total resignación del jubiloso reconocimiento de haber terminado la prueba, y consumado el holocausto. No contemplo a los que mueren en pecado mortal, los que me dicen: “todo se ha cumplido”, aunque lo dicen porque eso les parece a ellos, y va acompañado con un grito de victoria y un llanto de dolor, el victorioso ángel de las tinieblas y el vencido ángel custodio.
Yo hablo a los pecadores arrepentidos, a los buenos cristianos o a los héroes de la Virtud. Ellos, cuyo espíritu es cada vez más vivo a medida que la muerte se apodera de la carne, murmuran o gritan, resignados o jubilosos: “Todo se ha cumplido”. Termina el sacrificio. ¡Tómalo para mi expiación! ¡Tómalo para mi ofrenda de amor!” Así dicen su penúltima palabra los espíritus, ya sufriendo la muerte por ley natural o bien ofreciéndola como voluntario sacrificio como almas víctimas. Más, tanto las unas como las otras, una vez que llegan a liberarse de la materia, reclinan el espíritu en el pecho de Dios, y dicen: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
¿Sabes, María lo que significa expirar con esta elevación, verdaderamente viva en el corazón? Es expirar en el beso de Dios. Hay muchas preparaciones para la muerte. Más, cree en mis palabras, ésta en su simplicidad, es la más santa”.
Jesús me dictó esto a las 12 cuando, una vez
terminada la visión que se me presentó en las primeras horas de la mañana, yo
creía haber terminado de escribir y, con gran esfuerzo, pero también por
necesidad, me había puesto a coser para preparar la ropa de la casa. Dejé de
lado el dedal y la aguja y volví a tomar la pluma. Y, dada la suma gravedad de
mi estado, recibí como un verdadero y precioso don esta preparación para la
muerte.
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