EL ÁRBOL DE LA VIDA ETERNA
JESÚS ES EL ALIMENTO DEL ALMA |
Está escrito en el libro del
Génesis, que a Adán y Eva, se les permitió comer de todo fruto del jardín del Edén, salvo del fruto del árbol
del conocimiento del mal y del bien, también se dice que en ese jardín, estaba
plantado el árbol de la Vida, naturalmente, este relato es un discurso
expresado en un lenguaje material, ya que estaba destinado a un Pueblo, que aún
no estaba preparado para captar el lenguaje espiritual, que solo puede ser
entendido por la acción del Espíritu Santo, que para la humanidad manchada por
el pecado original, solo puede ser comprendido gracias a la Pasión y muerte de
Jesús, que restituye la conexión que existía entre la Humanidad y Dios.
Acciones producidas por el fruto
prohibido:
-Hedonismo,
disfrute desenfrenado de la vida material, que propicia el olvido de Dios, ya
que favorece la idolatría, que es adorar a la materia, que es perecedera, y por
consiguiente - ya que el amor, como lo dice San Juan de la Cruz, iguala al
amador con el objeto amado - el alma, además de faltar al amor de Dios, al que le
debe todo, hasta el aire que respira, también falta al amor al prójimo, ya que
al ser los bienes materiales escasos,
este es visto como un competidor, y de ahí nace el odio hacia él. El alma
incumple pues el primer Mandamiento de la Ley de Dios, que es
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.
“No
améis el mundo, ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre
no está en él. Porqué todo lo que hay en el mundo – los apetitos desordenados,
la codicia de los ojos y el afán de grandeza humana – no viene del Padre, sino del
mundo. El mundo y todos sus atractivos pasan. Pero el que hace la voluntad de
Dios, permanece para siempre.” (1 Jn 2-15,17).
Jesús es el antídoto al veneno
inoculado por Satanás:
Este antídoto,
que es el cuerpo y la Sangre de Jesús es pues el árbol de la Vida plantado en
el Jardín del Edén, ya que gracias a su Pasión, nos ha ofrecido su Cuerpo que
sigue presente en la Eucaristía, que es el alimento que da la Vida al alma, y
su Sangre que elimina el veneno del fruto del árbol prohibido, estos dos Sagrados Alimentos, son los que nos hacen hijos de Dios, y nos capacitan para amar
incondicionalmente a Dios y al Prójimo, condición que se había perdido.
“Considerad el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre, hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a Él. Queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. (1 Jn 3-1,2)
CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
18-8-1.943
Dice Jesús:
“Continúo
explicando los pasajes que creo oportunos:
Está dicho: “Al vencedor le daré a
comer del árbol de la vida…” Y tal pensamiento se ha aplicado a Mí.
Sí, soy Árbol de la Vida, y me doy a
vosotros como alimento en la Eucaristía y mi visión será alimento gozoso de los
vencedores en la otra vida. Pero hay otro significado que muchos ignoran precisamente
porque muchos que me comentan no son “vencedores”.
¿Quién es vencedor? ¿Qué es necesario para
serlo? ¿Obras resonantes de heroísmo? No. Entonces serían demasiado pocos los
que vencen. Son vencedores los que vencen en sí a la Bestia que quisiera
someterles. En verdad, entre el martirio atroz pero breve, ayudado por
coeficientes sobrenaturales y naturales, y la lucha secreta, oscura y continua,
tiene mayor peso sobre las balanzas de Dios, o al menos, un peso de distinto
género, pero precioso, esta última.
No hay mayor tirano que la carne y
el Demonio, y los que hacen de la carne un espíritu y del Demonio un vencido, son los “vencedores”.
Pero para serlo, es necesario haberse
dado totalmente al Amor. Totalmente: quien ama con todas sus fuerzas, no
reserva nada para sí mismo, y no reservándose para sí mismo, no lo hace ni para
la carne ni para el Demonio. Lo da todo a su Dios, y Dios lo da todo a su
amador.
Le da su Verbo. Esto es lo que le da
de comer al vencedor, ya desde esta tierra, no podía darle nada mayor. Le da a
Mí, Verbo del Padre, para ser el alimento del espíritu consagrado al cielo.
Mi Palabra desciende a nutrir las
almas que se han dado totalmente a su Dios y Señor. Mi Palabra viene para seros
sacerdote y guía a quienes buscáis la guía verdadera. Vosotros que habéis
entendido la Verdad, sabéis que solo esto es necesario, vivir de mi Palabra,
creer en mi Palabra, caminar según mi Palabra.
¿Qué pensaríais de uno que quisiera
vivir a base de golosinas, licores y tabaco? Diríais que moriría, porque ese no
es el alimento que se necesita para vivir sanos. Lo mismo sucede a quien se
afana con miles de exterioridades y no se preocupa de lo que es el núcleo de toda
la vida del alma: mi Palabra.
¿Por
qué la Misa, por qué la Eucaristía, por qué la Confesión no os santifica como
debería suceder? Porque para vosotros son formalismos, no las hacéis fecundas
atendiendo a mi Palabra. Peor aún, sofocáis a mi Palabra, que Yo lanzo desde lo
alto del Cielo para llamaros e iluminaros, bajo la tibieza, bajo la hipocresía,
la culpa más o menos grave.
No me amáis, eso es todo. Amar no
quiere decir hacer de vez en cuando una visita superficial de cortesía mundana.
Amar quiere decir vivir con el alma unida, fundida, encendida, con su último
fuego que alimenta a otra alma. Entonces en la fusión se realiza también la
comprensión.
Yo hablo, no ya lejos, desde lo alto
de los cielos, sino que hago morada – y conmigo el Padre y el Espíritu, porque
somos una sola cosa – Yo hago morada en el corazón que me ama y mi Palabra no
es ya un susurro, sino Voz plena, ya no es aislada, sino continua. Entonces,
soy el Maestro verdadero. Soy aquel que hace ahora 20 siglos, hablaba
incansablemente a las muchedumbres, y que ahora encuentra su delicia en hablar
a los predilectos que le saben escuchar y de los cuales hago mis canales de
Gracia.
¡Cuánta vida os doy! Vida verdadera,
Vida santa, Vida eterna, Vida gozosa con mi Palabra que es palabra del Padre y
Amor del Espíritu. Si, en verdad, al “vencedor” Yo le doy de comer el fruto del
árbol de la Vida. Os lo doy ya en esta Tierra con mi doctrina espiritual que vuelvo
a traer entre los hombres a fin de que no todos los hombres perezcan. Os la doy
en la otra Vida estando con vosotros para siempre.
Yo
soy la Vida verdadera. Permaneced en Mí, amados míos, y no conoceréis la muerte”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario