He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres,
que no ha renunciando a nada, incluso
hasta agotarse y consumirse, para demostrarles su Amor. |
Este dictado de Jesús a María Valtorta, explica de una manera sublime y nunca oída, ni aún de la boca de los grandes teólogos, lo que sucede en el momento de la Celebración de la santa Misa.
Esta visión divina del Sagrado Misterio, solo puede darla Jesús, que es el Hombre-Dios que ha sido la Víctima propiciatoria para lograrnos la Salvación gracias a su Sacrificio que se perpetúa en la Misa.
Jesús sigue intercediendo por nosotros acerca de su Padre para así alcanzarnos la Vida Eterna siendo dignos de acceder a la condición de Hijos de Dios.
Esta mística descripción de los espíritus angélicos, que continuamente, presentan a Dios las súplicas para el bien de las almas que le son encomendadas, solo se puede realizar como aquí está explicado, gracias a la sangre derramada por Jesús en su cruenta Pasión.
Este continuo ascenso de los Ángeles, subiendo al Cielo, llevando las súplicas de los fieles a Dios, y bajando a la Tierra trayendo las Gracias de Dios, está simbolizado ya desde el Antiguo Testamento, en la visión de la escalera de Jacob, el cual vio en su sueño a los Ángeles subiendo y bajando por una escalera, que estaba apoyada en la Tierra y que llegaba al Cielo.
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
Dice Jesús:
[...] "¿Lloras? No llores. Escucha. Lo que has visto con los ojos de tu mente sucede en realidad.
Mi sangre no cesa de derramarse sobre la Tierra; desde hace veinte siglos, resplandece como testimonio de amor frente a lo creado y desciende como rocío en todo lugar donde hay una cruz que dice: "Esta es tierra de Cristo".
Los ángeles de cada creyente, es más, de todo el que lleve el nombre de "Cristiano", en si índole angelical, no hacen más que realizar vuelos entre el Cielo y la Tierra para obtener tesoros divinos para cada uno de sus protegidos.
Más la obra angélica, va aún más allá, porque el restante e infinito pueblo angélico, por una orden eterna adora en lugar de quienes, por no ser Cristianos, no adoran al verdadero Dios y, además, le ruega a mi Sangre que se derrame sobre todas las criaturas para que ellas la adoren.
Los ángeles de cada creyente, es más, de todo el que lleve el nombre de "Cristiano", en si índole angelical, no hacen más que realizar vuelos entre el Cielo y la Tierra para obtener tesoros divinos para cada uno de sus protegidos.
Más la obra angélica, va aún más allá, porque el restante e infinito pueblo angélico, por una orden eterna adora en lugar de quienes, por no ser Cristianos, no adoran al verdadero Dios y, además, le ruega a mi Sangre que se derrame sobre todas las criaturas para que ellas la adoren.
Los ángeles de los justos, adoran exultando, unidos a las almas de los mismos, que ya anticipan en la Tierra la adoración que será eterna.
Los ángeles de los que no son cristianos adoran esperando poder convertirse en custodios de los mismos bajo el signo de la Cruz.
Los ángeles de los pecadores que ya no son Hijos de Dios, adoran llorando, y llorando imploran a la Sangre que por su virtud redima esos corazones. Y, en fin, adoran los ángeles de las Iglesias esparcidas por la tierra y llevan a Dios la sangre que se eleva en todas las misas en recuerdo de Mí.
La Sangre asciende y desciende con ritmo incesante. No hay un solo instante en el día en que mi Sangre no ascienda a Dios y en que no descienda del trono de Dios sobre la Tierra. Nunca has pensado en esto, María, pero la misa repite los tres puntos más importantes de Mi Vida como Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado.
En la consagración, cuando las Hostias se convierten en carne y sangre, Yo vuelvo a encarnarme como antes.
No me encarno en el seno de la Virgen, sino en las manos de "un Virgen".
Por eso, les requiero a mis sacerdotes una virginidad angélica. ¡Hay de los profanadores, que con el cuerpo enfangado por la unión carnal, tocan el Cuerpo de Dios!
Pues, si vuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo, y por lo tanto, debe ser conservado casto y santo, el cuerpo del sacerdote a cuyo mando Yo desciendo del Cielo para convertirme en Carne y Sangre y, como en una cuna, me poso en sus manos, debe ser más puro que el lirio. Y así como el cuerpo, debe serlo también la mente, el corazón, y la lengua.
En la Elevación está la Crucifixión. He dicho: "Cuando Yo sea elevado, atraeré todo hacia Mí".
Y cuando Yo soy elevado desde un altar, atraigo hacia Mí todos los estremecimientos de los presentes, todas las necesidades, todos los dolores, todas las plegarias, y con todo ese caudal, me presento al Padre y le digo: "Héme aquí. El que se consumió por amor te pide, Oh Padre, que lo des todo para estos "míos", porque Yo todo lo dí por ellos.
Y en el momento en que se consuma el Sacrificio por medio de la consumición de las Hostias, Yo, vuelvo al Padre mío, diciéndoos como en la mañana de la Ascensión: "Yo os bendigo y permaneceré con vosotros hasta el fin del mundo".
Por amor me encarno, por amor me consumo, por amor asciendo para interceder en vuestro favor. Lo que reina siempre en mis obras es el Amor.
(...) Contempla mi Sangre que, tras haberse derramado en lacerantes dolores, sube al Padre gritando por vosotros: "Padre, en tus manos confío estos espíritus Míos. Padre, no los abandones. Yo, el Cordero inmolado eternamente, así lo quiero para ellos".
Y, para anular hasta el recuerdo de las dudas ya pasadas, repítete a ti misma:
"Tu no has dejado mi alma en el infierno del dolor; por eso, mi corazón se alegra y mi lengua se regocija y también mi cuerpo reposa en la esperanza".
"Por amor de tu Sangre me hicistes conocer, y de eso no hace mucho, los caminos de la Vida y con tu presencia me colmarás de gozo".
[...] Te bendigo, como bendije a los once, antes de mi Ascensión".
1 comentario:
Amen,Señor Jesus en ti confio mas aumenta mi fe y has descender tu Espiritu Santo como un nuevo Pentecostez; mi alma tiene
Hambre y Sed de ti. Glorifique mi alma eternamente tu Santisimo Nombre, amen. Que asi sea con tu gracia Señor y Dios mio.
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