Los Videntes de Fátima después de la terrible visión del Infierno, que los dejaron
marcados para toda la vida
Del libro del Padre Gabriele Amorth El último exorcista. Su diálogo con un Cardenal romano.
- Buenos días, Eminencia, soy el padre Gabriele Amorth. Soy Sacerdote paulino. Vivo en Roma. Soy también el exorcista oficial de ...
- Sé quién es usted. He oído hablar de usted. Por favor, ¿qué desea?
-Necesitaría dialogar con su Eminencia.
-¿Con qué fin?
-Pues bien. he formado una asociación de exorcistas. Nos reunimos en Roma para debatir y ayudarnos. Ha de saber que en el mundo somos en realidad muy pocos.
- Escuche. Ahora no tengo tiempo. Si quiere puede venir a mi casa mañana. Así me dice lo que desea. Hasta luego.
El Cardenal da por terminada la conversación de manera más bien brusca. O al menos, así me parece. Algo me dice que no le soy simpático. Intuyo el motivo de esto. Pero sigo queriendo encontrarme con él.
Al día siguiente me hago anunciar en su casa a la hora señalada.
Un curita muy educado entra en el salón en el fondo de un corredor. Sale poco tiempo después sin mirarme. Viene hacia mí. Entra en otro salón sin decirme nada.
- ¡Adelante! - grita una voz ronca que me imagino proviene del salón al fondo del pasillo.
Entro
Su Eminencia está sentado en una butaca. Delante de él tiene encendido un televisor. En la mano tiene el mando. Me hace señas para sentarme en una butaca al lado de la televisión. Después de sentarme apaga la tele.
- Usted quería verme. Pues aquí estoy. Cuénteme.
- Bueno, Eminencia. Deseaba informarle sobre el hecho de que, en calidad de exorcista de la diócesis de Roma, he pensado convocar una pequeña asamblea de exorcistas. Somos pocos en el mundo y poquísimos en Italia. He pensado que vernos nos podía ayudar. Es un "oficio" difícil. Así que he venido aquí solo para informarle acerca de esta iniciativa.
- Pero debe informar a Ruini (El Cardenal Camillo Ruini es, en el momento que tiene lugar esta conversación, todavía el Obispo vicario para la diócesis de Roma, el sucesor del cardenal Ugo Poletti, N.d.R.), no a mí. Yo dirijo una oficina vaticana que en el papel podría tener competencia en esta materia, pero solo en el papel. El que debe ser informado es Ruini.
- Eminencia, Ruini ya ha sido informado. Le he escrito personalmente. Me parece conveniente informarle también a usted...
- Sí, sí claro está. Ha hecho bien.. Pero en cuanto a esta historia del diablo...
- ¿Cómo, perdone?
- Digo que... Usted hace el oficio de exorcista, pero los dos sabemos que Satanás no existe, ¿verdad?
-¿Qué quiere decir con "sabemos que no existe"?
- Padre Amorth, por favor: usted sabe mejor que yo que todo esto es una superstición. ¿No me querrá hacer creer que usted lo cree de veras?
- Eminencia, me asombra oír estas palabras de una persona tan importante como usted.
- ¿Le asombra? Pero ¿Por qué? ¡No me venga a decir que usted de verdad cree en eso!
-¿Yo creo que Satanás existe!
-¿De veras? Yo no. Y espero que nadie lo crea. Difundir ciertos temores no es bueno...
-Pues, sí, Eminencia, no tiene que decírmelo. Más bien, si me lo permite, le sugeriría algo.
-Dígame
-Usted debería leer un libro que quizá le pueda ayudar
-¿Ah, sí? ¿qué libro, padre Amorth?
-Usted debería leer el Evangelio.
Un silencio glacial reina la sala. El cardenal me mira seriamente sin responder. De modo que lo acoso.
-Eminencia, es el Evangelio el que habla del Demonio. Es el Evangelio que nos dice que Jesús expulsa a los demonios. Y no solo esto, es el Evangelio que dice que entre los poderes que ha dado a los apóstoles, está el de echar a los demonios.
¿Qué desea hacer, eliminar el Evangelio?
-No, pero yo...
-Eminencia, quiero ser franco con usted. La Iglesia comete un pecado grave al no hablar del demonio. Las consecuencias de esta actitud son gravísimas. Cristo vino y luchó, ¿contra quien? Contra Satanás. Y lo venció. Pero él es todavía libre de tentar al mundo. Hoy, ahora. ¿Y usted qué hace? ¿Me dice que son solo supersticiones? ¿pero cómo puede la Iglesia explicar el mal sin hablar del demonio?
-Padre Amorth, Jesús expulsa a los demonios, es verdad, ¡Pero es una manera de hablar para poner en evidencia el poder de Cristo! El Evangelio es una expresión continua de parábolas. Todas son parábolas. Jesús siempre enseñó con parábolas.
- Pero Eminencia, cuando Jesús quiere usar una parábola lo dice claramente. El Evangelio dice: "Jesús les contó esta parábola". Mientras que el Evangelio distingue netamente hechos históricos realmente sucedidos, las curaciones, las enseñanzas, los reproches, los exorcismos, diferenciando a estos de las curaciones. Cuando Jesús expulsa a los demonios, no se trata de una parábola, sino de una realidad. No combatió contra un fantasma, sino contra una realidad, de lo contrario, se hubiera tratado de una farsa. Muchos santos lucharon contra el demonio, muchos santos fueron tentados por el demonio, piense por ejemplo en las experiencias de los padres del desierto, muchos santos realizaron exorcismos ¿Cómo es posible no creer en la existencia de Satanás?
-Está bien, pero aún admitiendo que fueran hechos reales, aún admitiendo que Jesús sacó los demonios, queda el hecho de que Jesús, con su Resurrección, lo venció todo y, por lo tanto, venció también al Demonio.
- Sí, es verdad, lo venció todo. pero esta victoria se debe aplicar y ha de ser encarnada en la vida de cada uno de nosotros. Cristo venció, pero su victoria para nosotros debe de ser reafirmada día tras día. Nuestra condición de hombres lo impone. La acción del hombre no fue anulada completamente. El Demonio no fue destruido. El Evangelio dice que el demonio existe y tentó al mismo Cristo. Jesús ha dado las armas, nos las ha dado también a nosotros, para vencerlo. El demonio puede todavía tentarnos, todos podemos ser tentados, como demuestra la oración contra el maligno que el mismo Jesús nos enseñó en el Padrenuestro. Hasta el Vaticano II, al finalizar la misa se decía la oración a san Miguel Arcángel, ese pequeño exorcismo compuesto por el Papa León XIII y se leía el prólogo del Evangelio de San Juan precisamente en clave liberadora.
Su Eminencia ya no sabe que decir. Ni habla ni reacciona. Me levanto, me despido y salgo. Y pienso: ¿Hasta aquí hemos llegado? Y sabiendo que hasta el principio del Medioevo los exorcistas existían en todas partes. Después, desafortunadamente, algo cambió.
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Como dijo el padre Gabriele Amorth, hoy día, el mayor triunfo de Satán es haber hecho creer que no existe, y que todo es una confabulación para tener sujetos a los ignorantes incautos, las posesiones son simples enfermedades mentales, y en los exorcismos se produce el “efecto placebo”, cuando el poseso se retuerce por el suelo. Con este razonamiento, el tentador ha conseguido una serie de victorias y ganancias, ya que los que siguen esta doctrina, creen que:
-El Nacimiento, enseñanzas sangre, sudor y lágrimas de Jesús; su Pasión, muerte y gloriosa Resurrección carecen de sentido y de significado, ya que Cristo ha venido para redimirnos de la esclavitud de Satán, que es un personaje de fábula.
-Y si el pecado cuyo padre es Satanás no existe, tampoco existe la Virtud, ya que la Virtud, solo se entiende porque existe el pecado, y ya que no se puede negar la existencia de Dios, este aparece como un ser completamente insensible y neutral, que quiere por igual al sádico pecador que no se arrepiente, como al más grande de todos los Santos, y se llega a toda una serie de aberraciones y una nueva interpretación de las Escrituras, mutilando los pasajes molestos para estos progresistas.
-Todos los Patriarcas, Profetas, y pueblo de Israel, antes de la venida de Cristo, estaban esperando inútilmente al Mesías, ya que era una falacia, entonces los Judíos que condenaron a Jesús, y Judas que lo traicionó, tenían luego toda la razón, ya que el Mesías vendría solo para liberar al Pueblo de Israel de la ocupación romana, y ya que Jesús no cumplía esa esperanza, era pues un impostor.
-Todos los creyentes después de Cristo, incluyendo los Apóstoles, los Mártires, y todo el Pueblo Cristiano, incluyendo los Santos, los ascetas, los consagrados, fueron unos ilusos, habiendo vivido toda una vida de sacrificios y de privaciones para nada.
- Judas era pues, según ellos un Apóstol de la misma, o de mayor valía que los demás, contribuyó de un modo admirable a completar la misión de Jesús, que no venía a redimir a nadie, sino a enseñarnos como hay que comportarse ante el sufrimiento, como dijo el Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana.
Además escribió el “famoso” Evangelio de Judas, donde relata sus “heroicas y maravillosas hazañas”.
Del Evangelio como me ha sido revelado
de Mª Valtorta
Dice Jesús:
“La figura de Judas ha sido demasiado alterada durante siglos; y últimamente, del todo desfigurada. Ciertas escuelas han hecho de él casi una apoteosis; la del segundo e indispensable artífice de la Redención. Y otros muchos piensan que cedió ante un imprevisto, feroz asalto del tentador. No. Toda caída tiene premisas en el tiempo. Cuanto más grave es la caída, más preparación tiene. Los preliminares explican el hecho. Uno no se hunde, ni asciende, al improviso. Ni en el bien ni en el mal. Largos e insidiosos son los factores que cooperan a los descensos; pacientes y santos, los que cooperan a subir. Y el desventurado drama de Judas os puede proporcionar muchas enseñanzas para salvaros y conocer todo de Dios y sus misericordias, para salvar y perdonar a aquellos que bajan al Abismo.
No se llega al delirio satánico, en que has visto que se debatía Judas después del delito, si uno no está enteramente corrompido por hálitos infernales, interiorizados voluptuosamente durante años. Cuando uno lleva a cabo incluso un delito, pero ha sido arrastrado a él por un imprevisto acontecimiento que obnubila la razón, sufre, pero sabe expiar; porque aún algunas partes del corazón están inmunes al veneno infernal.
El mundo que niega a Satanás porque lo tiene tan dentro de sí que ya no se da cuenta de su presencia, que le ha interiorizado de forma que ha venido a ser parte del yo, a ese mundo le muestro que Satanás existe. Eterno e inmutable en el método usado para hacer de vosotros sus víctimas.
Basta ahora. Tú permanece con mi Paz”.
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