Del Libro de la Sabiduría (13-1,9)
Totalmente insensatos son todos los hombres
que no han conocido a Dios.
Insensatez de muchos individuos actuales, que no quieren ni oír hablar de Dios, mentalidad común a la gran mayoría de la gente, los liberales y progresistas, partidarios de la teología de la secularización, para los cuales esa idea acarrea una correspondencia de parte del pueblo, y de ellos mismos, que tendrían que estar sometidos a unas leyes y a una conducta impuesta por el Creador.
Esa mentalidad es la que dicen que tiene la avestruz, que ante un peligro esconde la cabeza debajo la arena, creyendo que así va a librase del peligro.
Peligro, que solo advierten los que no quieren llevar una vida disoluta, ajena a cualquier mandamiento y prohibición, ya que inconscientemente, saben sobradamente que el autor de la Vida, como Dueño y Señor del Universo, tiene el perfecto derecho de imponer sus leyes y de pedir cuenta a todos los vivientes de los bienes y los dones entregados a cada individuo.
Los que por los bienes visibles no han descubierto al que es,
ni por la consideración de sus obras han descubierto al artífice.
Miran a la naturaleza que proclama la Gloria de Dios, y no lo admiten, negando la evidencia. Esa naturaleza que es de una grandeza infinita y de un mecanismo tan complejo que nadie sabe explicar los misterios que rigen su funcionamiento, y que es de una sublime belleza y perfección, fieles reflejos del Creador, que es infinito, inalcanzable y eterno, y que hace que todo lo creado obedezca a una orden dictada por Él, para que todo se mueva y desarrolle en una determinada y perfecta armonía.
En cambio, tomaron por dioses, rectores del mundo,
al fuego, al viento, al aire sutil; a la bóveda estrellada,
al agua impetuosa y a los luceros del cielo.
Ese tipo de personajes, que no creen en Dios, a pesar de la contemplación de la naturaleza, confían en que los astrónomos, que escudriñan el cielo, los científicos que estudian los fenómenos terrenales y astrales, encuentren una explicación sobre el origen del Universo, y a que se descubran nuevos habitantes extraterrestres, con la esperanza de que tengan una revelación de Dios distinta a la nuestra, para así demostrar que nuestro concepto del Dios de la Revelación, es una falacia y un invento de la Iglesia.
Han vuelto a la idolatría de los salvajes, adorando a la criatura en vez de al Creador, intentan descubrir los misterios de la creación, utilizando la inteligencia que Dios les ha dado, para ignorarlo y negar abiertamente su existencia.
Pues, si embelesados con su hermosura, los tuvieron por dioses,
comprendan cuanto más hermoso es el Señor de todo eso,
pues fue el mismo autor de la belleza el que los creó.
Se dedican a mirar y a preservar a la naturaleza, proclamando su belleza, pero no lo relacionan con el Creador, ni lo llegan a admirar por su grandeza, y su increíble belleza, siendo como las bestias, que son indiferentes ante la hermosura de todo lo creado, y son incapaces de alabar la Sabiduría de Dios.
Y si tal poder y energía los llenó de admiración,entiendan
cuanto más poderoso es, el que los formó; pues,
en la grandeza y la hermosura de las criaturas
no deja ver, por analogía, su Creador.
Estos, con todo, merecen más ligero reproche, porque
quizás se extravían, buscando a Dios y queriendo hallarlo.
Algunos, son de buena fe y buscan sinceramente a Dios, son los que intentan encontrar a Dios en sus obras, buscando el origen del Universo, demostrando que tuvo un comienzo, y dándose cuenta de que todo lo creado tiene que tener un origen, obra de Dios.
Se mueven entre sus obras y las investigan,
y quedan seducidos al contemplarlas,
¡Tan hermosas son las cosas que contemplamos!
Y se quedan maravillados por la grandeza y la hermosura de la Creación. Los que tienen buena fe, intuyen que son el reflejo del Creador, algunos encuentran a Dios, ya que esa infinita, compleja y misteriosa creación, les lleva a admirar y adorar al autor de la Vida, y que ese autor tiene que ser a su vez infinito, complejo y misterioso, dotado de un poder y de una inteligencia inalcanzable para el más sabio de los hombres.
De todas formas, ni siquiera estos son excusables,
Porque, si fueron capaces de escudriñar el Universo,
¿Cómo no hallaron primero al que fue su Señor?
Pero de todas formas, los que no se convierten, son unos insensatos, porque la razón natural les grita que tiene que haber un sumo Hacedor y, ya que la nada no puede crear el todo, y tiene que haber una suma inteligencia que nos sobrepasa. Son los que no tienen humildad, son los soberbios, que se creen que podrán llegar a ponerse a la altura de Dios. Es lo que le ocurrió a Lucifer, y a sus seguidores, el Arcángel más subido e inteligente, que se volvió ciego por su Soberbia, y que se transformó de Ángel de Luz en Demonio de tinieblas.
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