Señor, ten piedad de mí que soy un pobre pecador y estoy profundamente arrepentido, porque no he sabido corresponder dignamente a tu Sacrificio |
ORACIÓN PARA PEDIR LA MISERICORDIA DE DIOS
Todos los seres humanos, estamos obligados a enseñar a los demás con el ejemplo, el que no obra de esta manera tendrá que rendir cuentas a Dios. San Juan de la Cruz ha escrito que tendremos que rendir cuentas de cada palabra malsonante que hemos pronunciado, y que a muchos que tenían contacto místico con Dios, al tener un defecto que podían advertir escuchando a su conciencia, y no lo hayan hecho, serán reprimendados por Jesús a la hora del Juicio.
Personalmente al verme culpable de tal delito en mi persona pido humildemente a Dios perdón por mis defectos, siempre recuerdo con mucho temor las palabras del Evangelio:
No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?. Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de Mí, obradores de iniquidad" (Mat 7-21, 23).
Y las palabras del Santo Cura de Ars, patrono de los Sacerdotes del mundo entero a un compañero suyo, que le alababa su santidad:
"¡Amigo mío, Ud no sabe lo que es pasar de ser un Párroco y tener que comparecer ante el tribunal de Dios!".
Ni pensar quiero, oír esas Palabras que Jesús a los que le decían ¡Señor, Señor!, prefiero sinceramente morir antes que encontrarme en esa situación, como decía también el Cura de Ars en su púlpito, llorando a lágrima viva, y estremeciendo a toda la asamblea: "¡Maldito de Dios!, ¡maldito de Dios por toda la eternidad, Que desgracia tan grande!".
Pido entonces humildemente perdón a Dios, pues confío en su Misericordia; mi mujer y yo rezamos todos los días por nuestros seis hijos, alguno de ellos apartados de la fe, y confío que por nuestras continuas oraciones, se convertirán antes de presentarse ante el Tribunal de Dios.
No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?. Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de Mí, obradores de iniquidad" (Mat 7-21, 23).
Y las palabras del Santo Cura de Ars, patrono de los Sacerdotes del mundo entero a un compañero suyo, que le alababa su santidad:
"¡Amigo mío, Ud no sabe lo que es pasar de ser un Párroco y tener que comparecer ante el tribunal de Dios!".
Ni pensar quiero, oír esas Palabras que Jesús a los que le decían ¡Señor, Señor!, prefiero sinceramente morir antes que encontrarme en esa situación, como decía también el Cura de Ars en su púlpito, llorando a lágrima viva, y estremeciendo a toda la asamblea: "¡Maldito de Dios!, ¡maldito de Dios por toda la eternidad, Que desgracia tan grande!".
Pido entonces humildemente perdón a Dios, pues confío en su Misericordia; mi mujer y yo rezamos todos los días por nuestros seis hijos, alguno de ellos apartados de la fe, y confío que por nuestras continuas oraciones, se convertirán antes de presentarse ante el Tribunal de Dios.
¡AY DE LOS QUE NO PREDICAN CON EL EJEMPLO!
(De los Cuadernos de María Valtorta (13-11-1.943)
Dice Jesús:
“Para merecer transmitir la Palabra de Dios, es necesario tener labios y corazones puros. Corazón puro, porque del corazón salen los afectos que mueven pensamiento y carne.
¡Ay de aquellos que no sean puros en sí mismos y osen hablar en mi Nombre con alma de pecado! Estos no son mis discípulos y apóstoles. Son mis ladrones. Porque me roban mis almas para dárselas a Satanás.
Las almas, sean las que siguen al sacerdote con respeto y fe, sea las que desconfiados los observan, están sujetas a reflexionar, porque tienen una razón, sobre la conducta del Sacerdote. Y si ven que quien dice: “Sé paciente, honesto, casto, bueno, caritativo, magnánimo, perdona, ayuda”, es lo contrario, apresado por la ira, por la dureza, por el sentido, por el resentimiento, por el egoísmo, se escandalizan y, aunque no se alejen de la Iglesia, siempre reciben un golpe. Son como topetazos, que vosotros dais contra el edificio de la Fe en los corazones, aunque no se caigan, se dañan, y basta un empujón de Satanás para hacerlos caer.
Son demasiados los que, entre vosotros imitan al duodécimo Apóstol, y por bajos intereses humanos venden parte de Mí – las almas que bañadas con mi Sangre os he confiado – ,al Enemigo de Dios y del hombre.
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