JUDAS ENTREGÓ A JESÚS PORQUE EL SANEDRÍN LE PROMETIÓ UN PUESTO PREFERENTE EN SU ASAMBLEA FUE UN PECADO DE SOBERBIA |
Extraordinaria visión de María Valtorta sobre la reunión secreta de Judas con miembros del Sanedrín, que le prometen ser considerado como el Liberador de Israel, que estaba profetizado en las escrituras para eliminar a Jesús que era el supuesto hereje que iba a acabar con el Judaísmo. En realidad, temiendo la reacción del Pueblo por las probables denuncias de Judas acerca del complot para asesinar a Jesús, el Sanedrín también tiene previsto asesinar a Judas.
Las Conversaciones de Judas con los criminales miembros del Sanedrín, demuestran claramente que Judas deseaba la muerte de Jesús, ya que esperaba de Él una posición destacada en este mundo, y al creer que se la iba a dar el Sanedrín, accede a entregarlo, he oído predicadores que afirman que Judas era una persona normal, cuando el Evangelio afirma que robaba dinero y que llevaba una vida disoluta. Fue después cuando se enteró del engaño, cuando el Sanedrín no le dio la gloria que buscaba, que aplastado por el remordimiento de la traición, que devolvió el dinero y se suicidó, si hubiera ido a pedir perdón al pié de la cruz, hubiera salvado su alma, Jesús le hubiera dicho: "¿Has venido a pedir perdón? ¡aquí lo tienes!, y le hubiera dicho las mismas palabras que a Juan: Ahí tienes a tu Madre, y a María; ahí tienes a tu hijo", dice Jesús que el mundo está tan corrompido, que este hecho era inconcebible.
JUDAS
ISCARIOTE SE REÚNE CON EL SANEDRÍN PARA ENTREGAR A JESÚS
(29 de Marzo de 1.947)
(29 de Marzo de 1.947)
Judas
llega a la casa que Caifás tiene en el campo. Pero hay luna, una luna que hace
de cómplice al asesino, iluminándole el camino. Debe de estar bien seguro de encontrar
allí, en aquella casa de fuera de las murallas, a quienes busca, porque en el
caso contrario, pienso que habría entrado en la ciudad e ido al templo, sin
embargo sigue seguro entre los olivos
del pequeño collado.
[…]
Ya está Judas delante de la puerta de la casa, que albea con la luz de la luna.
Llama. Tres golpes, un golpe, tres golpes, dos golpes. ¡Sabe a las mil
maravillas hasta la señal convenida! Y debe de ser una señal segura, porque la
puerta se entreabre sin que previamente el portero mire por la ventanilla
practicada en la puerta.
Judas
se introduce rápidamente y, al criado portero que le saluda con deferencia, le
pregunta:”¿La asamblea está reunida?”.
“Si,
Judas de Keriot. Podría decir que está completa”.
“Llévame
a ellos. Tengo que hablar de cosas importantes. ¡Rápido!”.
El
hombre cierra con todos los cerrojos la puerta y precede a Judas por el pasillo
semioscuro. Se para ante una pesada puerta y llama. El rumor de las voces cesa
en la sala cerrada y es sustituido por el ruido de la cerradura y el chirríar de
la puerta que al abrirse proyecta un cono de luz viva en el pasillo oscuro.
"¿Tú?, ¡entra! dice el que ha abierto la puerta (no se quien es). Y Judas entra en la sala mientras el que la ha
abierto cierra con llave de nuevo.
Hay
una reacción de estupor, o por lo menos de turbación, al ver entrar a Judas.
Pero le saludan en coro. “La paz a ti Judas de Simón”.
“La
paz a vosotros, miembros del Sanedrín santo” saluda Judas.
“Acércate.
¿Qué quieres?” le `preguntan.
“Deciros
algo…Hablaros de Cristo. Ya no es posible seguir así. Yo ya no puedo seguir sirviéndoos
de ayuda, si no os decidís a tomar decisiones extremas. Ese hombre ya
sospecha”.
“¿Te
has dejado descubrir, necio?” le interrumpen.
“No.
Necios vosotros, vosotros que por una estúpida prisa habéis dado pasos errados.
¡Bien sabíais que os habría servido! No os habéis fiado de mí”.
“¡Tienes
memoria lábil Judas de Simón! ¿No recuerdas como nos dejaste la última vez?
¿Quién podría pensar que nos eras fiel, a nosotros proclamando de esa manera
que no podías traicionarle?” dice Elquías, irónico, más que nunca serpentino.
“¿Y
creéis que es fácil llegar a engañar a un amigo, el único que verdaderamente me
ama, al Inocente?” ¿Creéis que es fácil llegar al delito?” Judas está ya
turbado.
Tratan
de calmarle. Emplean la lisonja. Y le seducen. O al menos tratan de seducirle,
haciéndole observar que eso suyo no es un delito. “sino – esto dicen –una obra santa
para con la Patria, a la que evita represalias de los dominadores, que dan ya
señales de intolerancia por esas continuas agitaciones y divisiones de partidos y de la gente en una
provincia romana; y para con la Humanidad, si es que – le dicen – está
verdaderamente convencido de la naturaleza divina del Mesías y de su misión
espiritual”.
“Si
es verdad lo que Él dice – lejos de nosotros el creerlo - ¿no eres tú el
colaborador de la Redención? Tu nombre estará asociado al suyo por todos los
siglos venideros. Y la Patria te contará entre los suyos, y te honrará con los
más altos cargos. Tienes preparado un sitial entre nosotros. Subirás, Judas.
Darás leyes a Israel-¡No olvidaremos lo que hiciste por el bien del sacro Templo,
del sacro Sacerdocio, por la defensa de la Ley santísima, por el bien de toda
la Nación! Solamente ayúdanos. Y luego – te lo juramos, te lo juro yo en el
nombre del poderoso padre mío y de Caifás. Que lleva el efod - , tú serás el
hombre más grande de Israel. Más que los Tetrarcas, más que mi propio padre, ya
relevado como Pontífice. Como un rey serás servido, como un profeta serás
escuchado. Y si luego, Jesús de Nazaret no fuera más que un falso Mesías –
aunque en realidad, no se le podría condenar a muerte, porque sus acciones no
son las de un bandolero sino las de un demente - , te recordamos las palabras
inspiradas de Caifás pontífice – tú sabes que quien lleva el efod y el racional
habla por inspiración divina y profetiza el bien y lo que hay que hacer para el
bien -, Caifás, ¿recuerdas?, Caifás dijo: “Conviene que un hombre muera por el
pueblo y no perezca toda la Nación. Fueron palabras de profecía”.
“Es
verdad, lo fueron. El Altísimo habló por boca del Sumo Sacerdote. ¿Sea
obedecido!” dicen en coro – sin duda con teatralidad y como autómatas que deben
hacer esos determinados gestos – esas ruines marionetas de los miembros del
gran consejo del Sanedrín.
Judas
está sugestionado, seducido… pero todavía una pequeña raíz de buen sentido,
sino de bondad, queda en él, y le retiene para no pronunciar las palabras
fatales.
Rodeándole
con deferencia, con simulado afecto, le apremian; “¿No nos crees?” Mira: somos
los jefes de las veinticuatro familias sacerdotales, los ancianos del Pueblo,
los escribas, los más encumbrados Fariseos de Israel, los sabios rabies, los
magistrados del Templo. Lo más selecto de Israel está aquí, entorno aquí y
estamos dispuestos a aclamarte, y a una voz te decimos: “Has esto que es
santo”.
“¿Gamaliel
dónde está? ¿José y Nicodemo, dónde están? ¿Dónde está Eleazar el amigo de
José; dónde Juan de Gahás? No los veo”.
“Gamaliel
haciendo una fuerte penitencia; Juan con su mujer. Que está encinta y está mal
esta noche; Eleazar, no sabemos por qué no ha venido, pero cualquiera puede
sentirse mal de improviso, ¿no te parece? Respeto a José y Nicodemo no los
hemos avisado de esta reunión secreta, por amor a ti, por cuidado de tu honor…
Para qué en el infortunado caso de que
el asunto fallara, tu nombre no fuera referido al Maestro… Nosotros tutelamos
tu nombre. Nosotros te amamos, Judas, nuevo Macabeo salvador de la Patria”.
”Macabeo
combatió la buena batalla. Yo… cometo una traición”.
“No
observes las particularidades del acto, sino la justicia del fin. Habla tú,
Sadoq, escriba de oro. De tu boca fluyen valiosísimas palabras. Si Gamaliel es docto, tu eres
sabio, porque en tus labios está la sabiduría de Dios. Háblale tú a este que
todavía vacila”.
Este
mal bicho de Sadoq se acerca, y con él el decrépito Cananías: un zorro
esqueletado y moribundo junto a un astuto chacal fuerte y feroz.
“¡Escucha,
hombre de Dios!” empieza pomposamente Sadoq tomando una pose inspirada y
retórica: el brazo derecho ciceronamente extendido hacia adelante; el izquierdo
ocupado a sujetar todo ese bagaje de pliegues que constituye su vestidura de
escriba. Y ahora levanta también el brazo izquierdo, dejando que su monumento
de vestiduras se desarregle y desordene, y así ambos brazos y cara alzados
hacia el techo de la estancia, dice con voz potente: “¡Yo te lo digo! ¡Te lo
digo ante la Altísima presencia de Dios!”.
“Maran
– Athá” hacen coro todos inclinándose como si un soplo supremo les plegara,
para enderezarse luego con los brazos recogidos sobre el pecho.
“Yo
te lo digo: ¡Está escrito en las páginas de nuestra historia y de nuestro
destino! ¡Está escrito en los signos y las figuras transmitidas por los siglos!
¡Está escrito en los ritos que no conoce interrupción desde aquella noche fatal
para los egipcios! !Está escrito en la figura de Isaac! ¡Está escrito en la
figura de Abel!. Y… lo que está escrito, cúmplase.
“Maran
– Athá” dicen los otros haciendo coro, un coro bajo y lúgubre, sugestionador
con los gestos de antes, iluminadas caprichosamente sus caras por la luz de las
dos lámparas encendidas en los extremos de la sala, unas lámparas de mica
palidamente violácea que emanan una luz fantasmagórica. Y verdaderamente esta
reunión de hombres, casi todos vestidos de blanco, con las coloraciones pálidas
o trigueñas de su raza, ahora aún más pálidos y trigueños por la luz difusa,
parece realmente una reunión de espectros.
“La
palabra de Dios ha descendido a los labios de los profetas para signar el
decreto. ¡Debe morir! ¡Está escrito!”.
“¡Está
escrito! “¡Maran – Athá!”.
“Debe
morir, su suerte está signada!”.
“Debe
morir. “¡Maran – Athá!”.
”Su
destino fatal está escrito hasta en sus más pequeños detalles. ¡Y el signo no
se quebranta!”.
“¡Maran
– Athá!”.
Hasta
está escrito el precio simbólico que se entregará al que se haga instrumento de
Dios para el cumplimiento de la promesa”,
“¡Está
establecido! “¡Maran – Athá!”.
“¡Como
Redentor o como falso profeta. Él debe morir!”.
“Debe
morir. “¡Maran – Athá!”.
“¡La
hora ha llegado! ¡Yeohveh lo quiere! ¡Yo oigo su voz! Esa voz grita: “¡Cúmplase
esto!”.
“¡El
Altísimo ha hablado! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Maran – Athá!”.
“Qué
el Cielo te fortalezca como fortaleció a Yahel y Judit, que siendo mujeres
supieron ser heroínas; como fortaleció a Jefte, que siendo padre supo
sacrificar a su hija a la Patria; como fortaleció a David contra Goliat. ¡Y
cumple el gesto que hará eterno a Israel en la memoria de los Pueblos!”.
“Que
el Cielo te fortalezca. ¡Maran – Athá!”.
“Sal
vencedor!”.
“Sal
vencedor!” ¡Maran – Athá!”.
Se
eleva la ronca voz senil de Cananías: “¡El que titubea ante la orden sagrada
queda condenado al deshonor y a la muerte!.”
“Queda
condenado ¡Maran-Athá!”. “Si no quieres
escuchar la voz del Señor Dios tuyo, y no llevas a cabo su mandato y lo que Él
por boca nuestra te ordena, véngante todas las maldiciones!”.
“¡Todas
las maldiciones Maran - Athá!”.
“Que
el Señor te castigue con todas las maldiciones mosaicas, y te disgregue entre
las gentes”.
“¡Te
castigue y te disgregue! ¡Maran – Athá!”.
Un
silencio de muerte sigue a esta escena sugestionadora… Todo queda suspendido en
una inmovilidad terrorífica.
Y
al fin se oye alzarse la voz de Judas y casi, de tan transformada como está, me
cuesta reconocerla; “Sí. Yo lo haré. Lo debo hacer. Y lo haré. Ya la última
parte de las maldiciones mosaicas es mi parte y yo debo salir de ellas porque
ya demasiado demora he tenido. Estoy volviéndome loco y no tengo tregua ni
descanso; mi corazón está amedrentado, mi mirada perdida; mi alma consumida por
la tristeza. Temiendo ser descubierto por mi doble juego y fulminado por Él –
yo no sé, yo no sé hasta que punto conoce Él mi pensamiento -- , veo mi vida
pendiente de un hilo, y mañana, tarde y noche invoco que termine este momento
por el terror que amedrenta mi corazón. Por el horror que debo llevar a cabo.
¡Oh, acelerad este momento! ¡Sacadme de estas angustias mías! Cúmplase todo. ¡Enseguida! ¡Ahora! ¡Y yo sea
liberado! ¡Vamos!”.
La
voz de Judas a medida que ha ido hablando, se ha ido afirmando y haciendo
fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, se ha ido afirmando y haciéndose
fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, como de somnámbulo, se ha hecho
libre, voluntario. Se yergue en toda su altura. Satánicamente bello, y grita:
“Suéltense los lazos del demencial terror! Libre estoy de sujeción aterradora.
¡Cristo, ya no te temo y te entrego a tus enemigos! ¡Vamos!”. Un grito de
demonio victorioso. Y verdaderamente se encamina con arrogancia hacia la
puerta.
Pero
le paran: “¡Calma!”. Respóndenos: ¿Dónde está Jesús de Nazaret?”.
“En
la casa de Lázaro en Betania”.
“No
podemos entrar en esa casa que cuenta con siervos fieles. Es la casa de un
favorito de Roma. Nos buscaríamos complicaciones seguras”.
“Al
amanecer vendremos a la ciudad. Poned la guardia en el camino de Betfagé, cread
tumulto y prenderlo”.
“¿Cómo
sabes que viene por ese camino? Podría tomar otro…”.
“No.
Ha dicho a sus seguidores que entrará por ese camino en la ciudad, por la
puerta de Efraím, y que estuvieran esperándole en El Rogel. Si lo capturáis
antes…”.
No
podemos. Deberíamos entrar en la ciudad con Él entre la guardia, y todos los
caminos que conducen a las puertas y todas las calles de la ciudad están llenos
de gente desde el alba hasta la noche. Se produciría tumulto, y eso no debe
suceder”.
Subirá
al Templo. Llamadle para interrogarle en una sala. Llamadle en nombre del sumo
sacerdote. El irá porque tiene más respeto hacia vosotros que a su propia vida.
Una vez que esté solo con vosotros… no os faltará la manera de llevarle a lugar
seguro y condenarle en la hora propicia”.
“Igualmente
se produciría tumulto. Habrías debido darte cuenta que la multitud está
fanática por Él. Y no solo el pueblo sino también los grandes y los que son las
esperanzas de Israel. Gamaliel pierde sus discípulos. Lo mismo Jonatán ben
Uziel. Y otros de entre nosotros. Todos seducidos por Él, nos dejan. Hasta los
gentiles le veneran, o lo temen – lo cual es ya veneración - , y están
dispuestos a aliarse contra nosotros si lo maltratamos. Entre otras cosas,
algunos bandoleros, a los que pagábamos para ser falsos discípulos y sus citar
disputas, han sido arrestados y han hablado. Esperan clemencia por la delación.
Y el pretor está al corriente… Todo el mundo le sigue, mientras nosotros no
concluimos nada. No. Hay que actuar con sutileza, para que no se den cuenta las
turbas”.
“Sí,
¡así hay que actuar! Anás también da esta advertencia. Dice: “Que no suceda
durante la fiesta y no se crean tumulto entre el pueblo fanático”. Esto ha
ordenado, y ha dado también disposiciones para que sea tratado con respeto en
el Templo y en otros lugares y que no sea molestado y así poder llevarlo a una
encerrona”.
“¿Y
entonces, que queréis hacer? Yo estaba ya bien decidido para esta noche, pero
vosotros titubeáis… “ dice Judas.
“Mira,
deberíais llevarnos donde esté Él a una
hora en que esté solo. Tú conoces sus costumbres. Nos has escrito que a ti, de
todos, es el que más cerca te tiene. Por lo tanto, sabrás lo que Él quiere
hacer. Estaremos siempre preparados. Cuando juzgues propicia la hora y el
lugar, vienes, y nosotros vamos”.
“Así
quedamos. ¿Cuál será mi retribución?”. Ya Judas habla fríamente, como si se
tratara de un trato comercial cualquiera.
“Lo
que dicen los profetas, para ser fieles a la palabra inspirada: treinta
monedas…”.
“¿Treinta monedas por matar a un hombre, y además a
ese Hombre? ¿¡El precio que tiene un cordero común en estos días de fiesta?! ¡Estáis
locos! No es que yo tenga necesidad de dinero. Tengo buenas reservas. Así que
no penséis que me convencéis por ansia de dinero. Pero es demasiado poco para
pagar mi dolor de traicionar Aquel que me ha amado siempre”.
“Pero
si ya te hemos dicho que recibirás de nosotros gloria y honores! Lo que
esperabas de Él y no has recibido. Nosotros medicaremos tu desilusión. ¡Pero el
precio está fijado por los profetas! ¡Es una formalidad! Es un símbolo, nada
más. El resto vendrá después…”.
“¿Y
el dinero, cuando?”
“En
el momento que nos digas: “Venid”. No antes. Nadie paga antes de tener en sus
manos la mercancía. ¿Es que no te parece justo?”.
“Es
justo. Pero, al menos triplicad la suma…”.
“No.
Así está dicho por los profetas. Así se debe hacer. ¡Oh, si que sabremos
obedecer a los profetas! No omitiremos ni una iota de lo que han escrito acerca
de Él. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Nosotros somos fieles a la palabra inspirada! ¡Je! ¡Je!
¡Je!”, se ríe ese nauseabundo esqueleto que es Cananías.
Y
muchos le hacen coro con risas lúgubres, bajas, insinceras, verdaderos caquinos
de demonios que no saben sino reírse burlonamente. Porque la sonrisa es propia
del corazón sereno y amante; la risa burlona, de los corazones turbados y
saturados de malignidad.
“Todo
está dicho. Puedes marcharte. Esperaremos al alba para regresar a la Ciudad por
distintos caminos. Adiós. La paz sea
contigo. Oveja perdida que vuelves al rebaño de Abraham. ¡La paz a ti! ¡La paz
a ti! ¡Y el reconocimiento de todo Israel! ¡Cuenta con nosotros! Tus deseos son
leyes para nosotros. ¡Que Dios te acompañe, como acompañó a sus siervos más
fieles! ¡Que desciendan sobre ti todas las bendiciones!”.
Le
acompañan, con abrazos y manifestaciones de amor, hasta la puerta… le miran
mientras se aleja por el pasillo semioscuro… oyen el ruido de hierros de los
cerrojos del portón que se abre y después se cierra.
Vuelven
a la sala con gran contento.
Solo
dos o tres veces se alzan. Son las de los menos demoniacos: “¿Y ahora? ¿Qué
haremos respecto a Judás de Simón? ¡Bien sabemos que no podremos darle todo lo
que le hemos prometido, aparte de esas pobres treinta monedas!... ¿Qué va a
decir cuando se sienta traicionado? ¿No habremos hecho un daño mucho mayor? ¿No
irá diciendo al pueblo lo que hicimos? Sabemos que es un hombre de pensamiento
no firme”.
“¡Bien
ingenuos y necios sois teniendo esos pensamientos y creándoos estas angustias!”
Ya está determinado lo que haremos con Judas. Determinado desde la otra vez.
¿No os acordáis? Y nosotros no cambiamos nuestro pensamiento, Cuando todo haya
terminado con el Cristo, Judas morirá. Está dicho”.
“¿Pero
y si hablara antes?”
“¿A
quien? ¿A los discípulos y al pueblo, para que le apedreen? No hablará. El
horror de su acción le amordaza…”.
“Pero
podría arrepentirse en el futuro, tener remordimientos, incluso perder el
juicio… Porque su remordimiento, si se despertara, le volvería loco; no puede
ser de otra manera…”.
“No
tendrá tiempo. Tomaremos antes las medidas oportunas. Cada cosa a su tiempo.
Primero el Nazareno y luego el que le ha traicionado” dice lentamente,
terriblemente Elquías.
¡Si,
y atentos, ni una palabra a los ausentes. Ya, demasiado han sabido de nuestro
pensamiento. No me fío de José ni de Nicodemo. Y poco de los otros”.
“¿Dudas
de Gamaliel?”.
“Gamaliel
se ha segregado de nosotros ya hace muchos meses. Sin una expresa orden
pontifical, no asistirá a nuestras reuniones. Dice que está escribiendo su obra
con la ayuda de su hijo. Pero me refiero a Eleazar y a Juan”.
“¡Nunca
se han opuesto a nosotros!” Responde al momento un anciano que he visto otras
veces con José de Arimatea, pero cuyo nombre no recuerdo.
“No,
es que se han opuesto demasiado poco. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Y habría que vigilarlos!
Muchas sierpes se han anidado en el sanedrín, yo creo… ¡Je! ¡Je! ¡Je! Pero
serán desanidadas… ¡Je! ¡Je! ¡Je! dice Cananías mientras va encorvado y
tembloroso, apoyado en su bastón, a buscarse un cómodo lugar en uno de los anchos
y bajos asientos cubiertos de gruesos tapetes, que hay a lo largo de las
paredes de la sala y, satisfecho, se tumba y pronto se queda dormido, con la
boca abierta afeado por su mala vejez.
Le
observan. Y Doras, hijo de Doras, dice: “Está satisfecho por ver ese día. Mi
padre lo soñó, pero no lo tuvo. Llevaré en el corazón su espíritu, para que
esté presente el día de la venganza contra el Nazareno y reciba su alegría…”.
Recordad
que tendremos que turnarnos. Un turno nutrido. Estar constantemente en el
Templo”.
“Estaremos”
“Tendremos
que ordenar que, a cualquier hora, Judas de Simón sea conducido ante el Sumo
Sacerdote”.
“Lo
haremos”:
“Y
ahora, preparemos nuestro corazón para la tarea final”.
“¡ya
está preparado! ¡Ya está preparado!”.
“Con
astucia”.
“Con
astucia”.
“Con
finura”.
“Con
finura”.
“Para
aquietar toda sospecha”.
“Para
engatusar todos los corazones”.
“Diga
lo que diga o haga lo que haga, ninguna reacción. Nos vengaremos de todo de una
sola vez”.
“Así
lo haremos. Y será una venganza despiadada”.
“¡Completa!”.
“¡Terrible!”.
Y
se sientan buscando descanso en espera del alba.