MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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viernes, 7 de octubre de 2022

EL HIDRÓPICO CURADO POR JESÚS EN SÁBADO; DURÍSIMO ENFRENTAMIENTO DE JESÚS CON LOS FARISEOS.







Durísimas Palabras de Jesús a los Fariseos, aplicables a los explotadores de hoy que no tienen caridad hacia sus subordinados.
La única posibilidad que existe en este mundo  para tratar de convertir a un enemigo, discípulo de Satán, es la infinita fuerza de Dios. Esta fuerza se llama Amor, no siempre consigue su objetivo porque el hombre es libre de aceptar o rechazar esta acción de Dios, ya que Él no obliga a nadie.

El Ejemplo más claro lo vemos en la figura de Judas, que fue amado por Jesús, más que a ningún otro Apóstol, con infinitas muestras de cariño y de paciencia, sin embargo lo más probable es que Judas se condenó, sino Jesús nunca hubiera dicho que hubiese sido mejor que nunca hubiera nacido.

Pero una cosa es el Amor que Jesús profesa en este mundo, en el cual aparece como el Buen Pastor, y donde se ha encarnado para sanar a los enfermos y pecadores, y otra cosa es su Figura celestial, en donde después de haber desplegado en la tierra todo su amor; de habernos rescatado con su cruenta pasión y muerte, no ha encontrado en muchos, compresión alguna y solo le han correspondido con desamor, burla hacia Él y hacia los suyos.
En este caso, su Justicia será inexorable, y transformará su bastón de Buen Pastor, en un Cetro Real, e impartirá su Justicia inexorable premiando y castigando, y subrayo esta palabra porque la teología moderna pregona erróneamente e incansablemente que Jesús es incapaz de castigar, a pesar de las Palabras del Evangelio sobre el Juicio final, de la doctrina tradicional de los Santos Padres, y sobre todo, los comentarios de los Apóstoles en especial de San Pablo, verdadero "faro de la Iglesia", que los nuevos teólogos que saben griego, hebreo y latín, y que además dominan varias lenguas actuales, tratan de reinterpretar, siguiendo las directrices de Satán.




LA FALSA AMISTAD DE ISMAEL BEN FABI
EL HIDRÓPIDO CURADO EN SÁBADO


(Del Evangelio tal como me ha sido revelado de Mª Valtorta)



(…) Jesús camina, como sucede a menudo, dos o tres pasos más delante de los discípulos. Van todos bien tapados con sus mantos de lana (…)
Encuentran una pequeña casita de pobres, con dos o tres terrenitos alrededor. Una niña saca agua de un pozo.
“Paz a ti, niña” dice Jesús mientras se detiene en el borde del seto, que tiene una abertura para el que va y viene.
“Paz a ti ¿Qué quieres?”.
“Una información. ¿Dónde está la casa de Ismael, el fariseo?”.
“Vas mal por aquí, Señor. Tienes que volver a la bifurcación y tomar el camino que va hacia donde se pone el Sol. Pero tienes que andar mucho, mucho, porque tienes que volver allí, a la bifurcación y luego andar y andar. ¿Has comido? Hace frío y se siente más con el estómago vacío. Entra, si quieres. Somos pobres. Pero tú tampoco eres rico. Te puedes adaptar. Ven”. Y llama con voz aguda: “¡Mamá!”.

Se asoma a la puerta una mujer de unos treinta y cinco o cuarenta años. Su cara es honesta aunque un poco triste. Lleva en brazos a un niño de unos tres años, medio desnudo.
“Entra, el fuego está encendido. Voy a darte leche y pan”.
“No vengo sólo. Tengo conmigo a estos amigos”.
“Que entren todos y que la bendición de Dios descienda sobre los peregrinos, mis huéspedes”.
Entran en una cocina baja y obscura alegrada por un fuego vivo. Se sientan acá o allá en rústicos arquibancos.
“Ahora os preparo… Es pronto… No he puesto en orden nada todavía… Perdonad”.

“¿Vives sola?”. Es Jesús el que habla.
“Tengo marido e hijos. Siete. Los dos mayores están todavía en el mercado de Naím. Tienen que ir ellos, porqué mi marido está enfermo. ¡Que pena!... Las niñas me ayudan. Este es el más pequeño. Pero tengo otro muy poco mayor que él”.

El pequeñuelo, ya vestido con su tuniquita, corre descalzo hacia Jesús y le mira con curiosidad. Jesús le sonríe. Ya son amigos.
“¿Quién eres?”, pregunta el niño con confianza.
“Soy Jesús”.
La mujer se vuelve y le mira atentamente. Se ha quedado ahí, con un pan en las manos, entre el hogar y la mesa. Abre la boca para hablar, pero calla.
El niño continúa: “¿A dónde vas?”.
“Voy por los caminos del mundo”.
“¿Para qué?”.
“Para bendecir a los niños buenos y a sus casas, donde hay fidelidad a la Ley”.

La mujer hace otra vez un gesto. Luego hace un gesto a Judas Iscariote, que es el que está más cerca de ella. Judas se inclina hacia la mujer, y esta pregunta: “¿Pero quien es tu amigo?”.
Y Judas, todo presumido (parece como si el Mesías fuera tal por su mérito y bondad): “Es el Rabí de Galilea, Jesús de Nazaret. ¿No lo sabes, mujer?”.
“¡Esta vía es apartada y yo tengo muchas penas!... Pero… ¿Podría hablarle?”.
“Puedes” dice con entono Judas. Me parece como una persona importante del mundo concediendo audiencia…

Jesús sigue hablando con el niño, que le pregunta si tiene también Él, niños.
Mientras la niña vista antes y otra más mayorcita traen leche, y avíos de mesa, la mujer se acerca a Jesús. Un momento de pausa, y luego, un grito ahogado: “¡Jesús, piedad de mi marido!”.

Jesús se levanta. La domina con su estatura, pero la mira con tanta bondad, que ella recobra la seguridad. “¿Qué quieres que haga?”.
Está muy enfermo. Hinchado como un odre. No puede ya agacharse y trabajar. No puede descansar porqué se ahoga, y se agita…Y nuestros hijos son todavía pequeñitos…”.

“¿Quieres que le cure? ¿Pero por qué lo quieres de Mí?”.
“Porque Tú eres Tú. No te conocía, pero había oído hablar de Ti. La fortuna te ha conducido a mi casa después de haberte buscado yo en Naím y Caná. Dos veces estaba también mi marido. Ir en carro le hace sufrir mucho, y, no obstante, te buscaba… Está también fuera ahora, con su hermano… Nos habían comunicado que el Rabí, dejada Tiberiades, iba hacia Cesárea de Filipo. Ha ido allí a esperarte…”.

“No he ido a Cesárea. Voy a casa del fariseo Ismael y luego hacia el Jordán…”.
“¡Tu que eres bueno!, ¿Dónde Ismael?”.
“Sí. ¿Porqué?”.
“Porque… porque… Señor, sé que dices que no hay que juzgar, que hay que perdonar y que tenemos que amarnos. No te había visto nunca. Pero he tratado de saber de Ti lo más que podía, y rogaba al Eterno poderte escuchar al menos una vez. No quiero hacer nada que te desagrade… Pero, ¿cómo se puede no juzgar a Ismael, y amarle? No tengo nada en común con él. Nos sacudimos las insolencias que nos lanza cuando encuentra nuestra pobreza en su camino, con la misma paciencia con la que nos sacudimos el barro y el polvo que nos echa cuando pasa rápido con sus carruajes. Pero amarle y no juzgarle es demasiado difícil… ¡Es muy malo!”.

“¿Es muy malo? ¿Con quién?”.
“Con todos. Subyuga a sus siervos, presta con usura, y es exigente hasta la crueldad. Solo se ama a si mismo. Es el más cruel de la comarca. No lo merece, Señor”.
“Lo sé. Dices la verdad”.
“¿Y Tú vas allí?”.
“Me ha invitado”.
“Desconfía, Señor. No lo habrá hecho por amor. No te puede amar. Y Tú… no le puedes amar”.
“Yo amo también a los pecadores, mujer. He venido para salvar a quien está perdido… “.
“Pero a este, no lo salvarás. ¡Oh, perdón por haber juzgado! Tú eres sabio… Todo lo que haces está bien hecho. Perdona a mi necia lengua y no me castigues”.

“No te castigo. Pero no lo vuelvas a hacer. Ama a los malvados también. No por su maldad, sino porque con el amor es como se obtiene para ellos la Misericordia que convierte.

Tú eres buena y tienes deseo de serlo más todavía. Amas la Verdad. Y la Verdad que te está hablando te dice que te ama porque eres compasiva para con el huésped y el peregrino, según la Ley, y así has educado a tus hijos. Dios será tu recompensa. Yo tengo que ir a casa de Ismael, que me ha invitado para presentarme a muchos amigos suyos que me quieren conocer. No puedo esperar más a tu marido. Has de saber que está regresando. Pero exhórtalo a sufrir todavía un poco y dile que venga en seguida a casa de Ismael. Ven tú también. Le curaré”.
“¡Oh, Señor…” la mujer está de rodillas a los pies de Jesús, y le mira con sonrisa y llanto. Luego dice: “¡Pero hoy es sábado!...”.

“Lo sé. Necesito que sea sábado para decirle a Ismael algo al respecto. Todo lo que hago lo hago con una finalidad clara y sin error. Sabedlo todos, también vosotros, amigos míos que tenéis miedo y querríais que me comportara según las conveniencias humanas, para no recibir de lo contrario, daño. Os guía el amor. Lo sé. Pero tenéis que saber amar mejor a quien amáis. 

            No posponiendo nunca el interés divino al interés de vuestro amado. Mujer, voy y te espero. La paz será perenne en esta casa en donde se ama a Dios y a su Ley, se respeta el vínculo matrimonial, se educa santamente a la prole, se ama al prójimo y se busca la Verdad. Adiós”.

Jesús pone la mano en la cabeza de la mujer y de las dos mocitas y luego se agacha para besar a los niños más pequeños, y sale.
Ahora un solecillo de invierno templa el aire crudo. Un muchacho de unos quince años espera con un rústico carro muy desvencijado.
“Solo tengo esto, Señor. Pero, en todo caso, llegarás antes y con más comodidad”.
“No, mujer. Conserva fresco tu caballo para venir a casa de Ismael. Indícame solo el camino más corto”.

El muchacho se pone a su lado y por campos y prados, van hacia una ondulación del terreno, tras el cual hay una depresión de algunas hectáreas, bien cultivada, en cuyo centro hay una hermosa casa ancha y baja, circundada por una faja de jardín bien cultivado.
“La casa es aquella, Señor” dice el muchacho. “Si no te hago más falta, vuelvo a casa para ayudar a mi madre”.
“Ve, y sé siempre un hijo bueno. Dios está contigo”…




Parte segunda: El Milagro; duro enfrentamiento de Jesús con los Fariseos


  Jesús, el Cordero manso y humilde, no tiene reparo en enfrentarse con los fariseos, que son los que anteponen su interés a la doctrina de Yahvé, creyéndose los Santos de Israel, y careciendo de la más elemental de las consideraciones hacia los pobres y los humildes. Jesús sabía que este  abierto enfrentamiento le iba a traer consecuencias fatales de la Jerarquía, sin embargo no dudó decir la Verdad.

 Hay que notar siempre como Jesús dice la verdad por dura que sea, sin odio, con el firme propósito de que los pecadores se arrepientan. Pero pasada esta Vida, si estos no han logrado el arrepentimiento, resplandecerá el Dios del Sinaí: “No seáis ilusos, cuando venga como supremo Juez, vendré con poder y Gloria, cambiaré mi cayado de Pastor por el cetro Real, y entonces mi Justicia será inexorable”.

Desgraciadamente, hay aún muchísimos que siguen con la mentalidad de creer que el Cordero manso y humilde será el que les juzgará, y lo peor es que los que no piensan como ellos son tachados de “talibanes” y fanáticos retrógrados. ¡Así nos van las cosas!.
¡Menuda sorpresa se van a llevar el día del Juicio!


… Jesús entra en la suntuosa casa de campo de Ismael. Gran número de siervos acuden al encuentro del Huésped, ciertamente esperado. Otros van a avisar al amo, y este sale al encuentro de Jesús haciendo profundas reverencias.
“¡Bienvenido, Maestro, a mi casa!”.
“Paz a ti, Ismael Ben Fabí. Deseabas mi presencia. Vengo. ¿Para qué querías verme?”.
“Para ser honrado con tu presencia y para presentarte a mis amigos. Quiero que lo sean también tuyos. De la misma forma que Tú también seas amigo Mío”.
“Yo soy amigo de todos, Ismael”.

“Lo sé, pero ya sabes… conviene tener amistades en las altas esferas. Y la mía y las de mis amigos son de ésas. Tú, y perdona que te lo diga – pasas por alto demasiado a quienes te pueden apoyar…”.
“¿Y tú eres de esos? ¿Por qué?”.
“Yo soy de esos. ¿Por qué? Porque te admiro y quiero tenerte como amigo”.

“¡Amigo! ¿Pero sabes, Ismael el significado que le doy Yo a esta palabra? Para muchos, “amigo” quiere decir “conocido”; para otros, “cómplice”; para otros, “siervo”. Para Mí, quiere decir: “fiel a la Palabra del Padre”. Quien no es tal, no puede ser amigo Mío, ni Yo suyo”.
“Pero sí, quiero tu amistad precisamente porque quiero ser fiel, Maestro. ¿No lo crees? Mira: ahí llega Eleazar. Pregúntale como te he defendido ante los Ancianos. Eleazar, te saludo. Ven, que el Rabí quiere preguntarte una cosa”.

Grandes saludos y recíprocas ojeadas indagadoras.
“Dí tú, Eleazar, lo que dije del Maestro la última vez que nos reunimos”.
“¡Oh, un verdadero elogio! ¡Una defensa apasionada! Ismael habló de Ti tanto (Como del Profeta más grande que haya venido al Pueblo de Israel), Maestro, que sentí apetencia de escucharte. Recuerdo que dijo que ninguno tenía palabra más profunda que la Tuya, ni atractivo mayor que el Tuyo, y que, si como sabes hablar, sabes sujetar la espada, no habrá ningún Rey más grande que Tú en Israel”.
“¡Mi Reino!... Este Reino no es humano, Eleazar”.
“¡¿Pero, el Rey de Israel?!”.

“Ábranse vuestras mentes para comprender el sentido de las palabras arcanas. Vendrá el Reino del Rey de los reyes. Pero no en la medida humana. No respeto a lo perecedero, sino a lo eterno. A él se accede no por florida vía de triunfos ni sobre púrpura alfombra de sangre enemiga, sino por empinado sendero de sacrificio y por benigna escalera de perdón y amor. 

Las victorias sobre nosotros mismos nos darán este Reino. Y quiera Dios que la mayor parte de Israel pueda entenderme. Mas no será así. Vosotros pensáis lo que no es. En mi mano habrá un cetro puesto por el Pueblo de Israel. Regio y Eterno. Ningún rey podrá ya arrebatárselo a Mí Casa. Pero muchos en Israel no podrán verlo sin estremecerse de horror, porque tendrá un nombre atroz para ellos”.

“¿No nos crees capaz de seguirte?”.
“Si quisierais, podríais. Pero no queréis. ¿Por qué no queréis? Sois ya ancianos. La edad debería haceros comprender y ser justos. Justos incluso con vosotros mismos. Los jóvenes… podrán errar y luego arrepentirse. ¡Pero vosotros! La muerte está siempre muy cerca de los ancianos. Eleazár, tú estás menos envuelto en las teorías de muchos de tus iguales. Abre tu corazón a la Luz…”.
Vuelve Ismael con otros cinco pomposos fariseos: “Venid, pues adentro” dice el amo de la casa. Y, dejado el atrio, rico de sillas y alfombras, entran en una estancia. Traen ánforas y palanganas para las abluciones. Luego pasan al comedor, muy ricamente preparado.

“Jesús a mi lado, entre yo y Eleazar” ordena el amo. Y Jesús que había permanecido en el fondo de la sala, junto a los discípulos, un poco arredrados y olvidados, debe sentarse en el sitio de honor.

Empieza el banquete, con numerosos servicios de carnes y pescados asados. Vinos, y según me parece, jarabes, o por lo menos agua-mieles, pasan una y otra vez.
Todos tratan de hacer hablar a Jesús. Uno, un viejo todo tembloroso, pregunta con voz ronca de decrépito: “Maestro, ¿es verdad lo que se dice que pretendes modificar la Ley?”.

“No cambiaré ni una jota de la Ley. Es más – y Jesús recalca las palabras - , he venido realmente para devolverle su integridad, como cuando le fue dada a Moisés”.
“¿Insinúas que ha sido modificada?”.
“De ninguna manera, ha sufrido la suerte de todas las cosas excelsas que han sido puestas en las manos del hombre, nada más”.
“¿Qué quieres decir? Especifica”.

“Quiero decir que el hombre, por la antigua soberbia o por el antiguo fomes de la triple lujuria, quiso retocar la palabra clara, e hizo de ella una cosa opresiva para los fieles; mientras que para los autores de los retoques no es más que un cúmulo de frases que… bueno, que es para los demás”.

“¡Pero Maestro! Nuestros Rabíes…”.
“¡Esto es una acusación!”.
“¡No frustres nuestro deseo de favorecerte!...”.
“¡Ah, ya! ¡Tienen razón cuando te llaman rebelde!”.
“¡Silencio! Jesús es mi invitado, que hable libremente”.

“Nuestros rabíes comenzaron su esfuerzo con la santa finalidad de facilitar la aplicación de la Ley. Dios mismo dio comienzo a esta escuela cuando a las palabras de los diez mandamientos añadió explicaciones más detalladas. Para que el hombre no haya tenido la excusa de no haber sabido comprender. Obra santa, pues para los maestros que desmenuzan para los pequeñuelos de Dios el pan que Dios ha dado al espíritu: santa si persigue dicho fin. No siempre fue así. Y ahora menos que nunca. Pero, ¿por qué me queréis hacer hablar, vosotros que os ofendéis si enumero las culpas de los poderosos?”.

“¿Culpas? ¿Culpas? ¿No tenemos sino culpas?”.
“¡Quisiera que tuvierais sólo méritos!”.
“Pero no los tenemos: eso es lo que piensas, y tu mirada lo delata. Jesús, no se logra la amistad de los poderosos criticando. No reinarás, no conoces el arte de reinar”.
“No pido reinar a la manera que vosotros creéis. Ni mendigo amistades. Quiero amor. Pero un amor honesto y santo. Un amor que vaya de Mí a aquellos a quien amo, y que se demuestre usando con los pobres aquello que predico: que se use: Misericordia”.
“Yo, desde que te oí hablar, no he vuelto a prestar con usura” dice uno.
“Dios te recompensará”.
“El Señor me es testigo de que no he vuelto a pegar a los siervos que merecían azotes, desde que me refirieron una palabra tuya” dice otro.
“¿Y yo? ¡He dejado en los campos, para los pobres más de diez moyos de cebada!” dice un tercero.

Los fariseos se alaban excelsamente.
Ismael no ha hablado. Jesús pregunta: “¿Y tú, Ismael?”.
“¡Oh, ¿yo?! Siempre he usado misericordia. Solo debo seguir actuando como siempre”.
“¡Bien para ti! Si eres realmente así, eres el hombre que no conoce remordimientos”.
“¡Ciertamente no!”.
Jesús le perfora con su mirada de zafiro.

Eleazar le toca en el brazo: “Maestro, escúchame. Tengo especial que someter a tu consideración. Recientemente he adquirido de un pobre desdichado una propiedad; este hombre se ha echado a perder por una mujer. Me ha vendido la propiedad, pero sin decirme que en ella hay una sierva anciana, su nodriza, ya ciega y medio chiflada. El vendedor no la quiere. Yo… no la querría. Pero, ponerla en la calle… ¿Qué harías tú, Maestro?”.

“¿Tú, que harías, si tuvieras que dar a otro un consejo?”.
“Diría: “Quédate con ella, que no va a ser un pan que te arruine”.
“¿Y por qué dirías eso?”.
“Bueno, pues… porque creo que yo actuaría así y querría que hicieran eso conmigo…”.

“Estás muy cerca de la Justicia, Eleazar. Haz como aconsejarías, y el Dios de Jacob estará siempre contigo”.
“Gracias, Maestro”.

“¿Qué tenéis que criticar?” pregunta Jesús. “¿No he hablado rectamente? ¿Y este?, ¿no ha hablado también rectamente? Ismael, defiende a tus invitados, tú que siempre has usado misericordia”.
“Maestro, hablas bien, pero… ¡si se actuara siempre así!... Seríamos víctimas de los demás”.
“Y es mejor, según tú, que sean los demás víctimas nuestras, ¿no?”.
“No digo eso. Pero hay casos…”.
“La Ley dice que hay que tener misericordia…”.

“Sí, hacia el hermano pobre, hacia el forastero, el peregrino, la viuda y el huérfano. Pero esta vieja que ha venido a parar a los brazos de Eleazar no es su hermana, ni peregrina, forastera, huérfana o viuda. Para él no es nada; ni menos ni más que un objeto viejo del ajuar – no suyo - , olvidado en la propiedad vendida por quien es su verdadero dueño. Por eso Eleazar podría incluso echarla sin escrúpulos de ningún tipo. A fin de cuentas, la culpa de la muerte de la vieja no sería suya, sino de su verdadero amo…”.
“… El cual, siendo también pobre, no la puede seguir manteniendo, de forma que también está exento de obligaciones. Así que, si la anciana se muere de hambre, la culpa es de la anciana. ¿No es así?”.

“Así, Maestro. Es la suerte de los que… ya no sirven. Enfermos, viejos, incapaces, están condenados a la miseria, a la mendicidad. Y la muerte es lo mejor para ellos… Así es desde que el mundo existe, y así será…”.

“¡Jesús, ten piedad de mí!”. Un lamento entra a través de las ventanas trancadas (porque la sala está cerrada y las lámparas encendidas; quizás por el frío).
“¿Quién me llama?”.
“Algún importuno. Haré que le manden afuera. O algún mendigo. Diré que le den un pan”.
“Jesús, estoy enfermo. ¡Sálvame!”.
“Ya decía yo. Un importuno. Castigaré a los siervos por haberle dejado pasar”. Y se levanta Ismael.
Pero Jesús, al menos veinte años más joven que él y todo el cuello y la cabeza más alto, le sienta de nuevo poniéndole la mano en el hombro, mientras ordena: “Quédate aquí, Ismael. Quiero ver a este que me busca. Que entre”.

Entra un hombre de cabellos todavía negros. Puede tener unos cuarenta años. Pero está hinchado como una cuba y amarillo como un limón; los labios violáceos en una boca jadeante. Le acompaña la mujer de la primera parte de la visión. El hombre avanza con dificultad, por la enfermedad y por el temor. ¡Se ve tan mal mirado!...

Pero ya Jesús ha dejado su sitio y ha ido hacia el infeliz. Luego le ha tomado la mano y le ha llevado al centro de la sala, al espacio vacío que hay entre las mesas, colocadas en forma de “U”, justo debajo de la lámpara.
“¿Qué quieres de Mí?”.
“Maestro… te he buscado mucho… desde hace mucho… Nada quiero aparte de salud… por mis hijos y mi mujer… Tú puedes todo… Ya ves mi mísero estado…”.

“¿Y crees que te puedo curar?”
“¡Vaya que si lo creo!… Cada paso que doy me hace sufrir… cada movimiento brusco es un dolor para mí… y, no obstante, he recorrido kilómetros para buscarte… y luego, con el carro, te he seguido aún… pero no te alcanzaba nunca… ¡Vaya que si lo creo! Me extraña no estar ya curado desde que mi mano está en la Tuya, porqué todo en Ti es santo. ¡Oh, santo de Dios!”.

El pobrecito resopla como un fuelle por el esfuerzo de tantas palabras. La mujer mira a su marido y a Jesús, y llora.
Jesús los mira y sonríe. Luego se vuelve y pregunta: “Tú, anciano escriba (Habla al viejo tembloroso que ha hablado el primero), respóndeme: ¿Es lícito curar en sábado?”.
“En sábado no es lícito hacer obra alguna”.
“¿Ni siquiera salvar a uno de la desesperación? No es trabajo manual”.
“El sábado está consagrado al Señor”.

“¡¿Cuál obra más digna de un día sagrado de hacer que un hijo de Dios diga al Padre: “Te amo y te alabo porqué me has curado”?!”.
“Debe hacerlo aunque sea infeliz”.
“Cananías, ¿sabes que en este momento tu bosque más hermoso está ardiendo y toda la ladera del Hermón resplandece, envuelta en purpúreas llamas?”.
El viejecillo pega un salto como si le hubiera mordido un áspid: “Maestro, “¿dices la verdad o estás bromeando?”.
“Digo la verdad, Yo veo y sé”

          “¡Oh, pobre de mí! ¡Mi más hermoso bosque! ¡Miles de siclos reducidos a cenizas! ¡Maldición! ¡Malditos sean los perros que me le han prendido fuego! ¡Que ardan sus entrañas como mi madera!”. El viejecillo está desesperado.

“¡No es más que un bosque, Cananías, y te lamentas! ¿Por qué no alabas a Dios en esta desventura? Este no pierde madera, que renace, sino la vida y el pan para los hijos, y debería dar a Dios esa alabanza que tú no le das. Entonces, Escriba, ¿no me es lícito curar en sábado a este?”.

“¡Maldito Tú, el y el sábado! Tengo otras cosas mucho más graves en que pensar…” y, dando un empujón a Jesús, que le había puesto una mano en un brazo, sale enfurecido, y se le oye dar gritos con su voz ronca para que le traigan su carro.

“¿Y ahora?” pregunta Jesús, mirando a los que tiene alrededor. “Y ahora, decidme, ¿es lícito o no?”.
Ninguna respuesta. Eleazár agacha la cabeza. Antes había entreabierto los labios, pero vuelve a cerrarlos, sobrecogido por el hielo que reina en la sala.
“Bien, pues voy a hablar Yo” dice Jesús, con majestuoso aspecto y voz tronante, como siempre cuando está para hacer un milagro.
“Voy a hablar Yo. Hablo. Digo: hombre, hágase en ti según crees. Estás curado. Alaba al Eterno. Ve en paz”.

El hombre se queda desorientado. Quizás pensaba que iba a volverse de golpe esbelto, como tiempo atrás. Y le da la impresión de no estar curado. Pero… a saber lo que siente… emite un grito de alegría, se arroja a los pies de Jesús y se los besa.
“¡Ve, ve! Sé siempre bueno. ¡Adiós!”.
El hombre sale, seguido de la mujer, la cual hasta el último momento se vuelve a saludar a Jesús.

“Pero Maestro, en mi casa… En sábado…”.
“¿No das tu aprobación? Ya lo sé. Por esto he venido. ¿Tú, amigo? No. Enemigo Mío. No eres sincero ni conmigo ni con Dios”.
“¿Ofendes ahora?”.

“No, digo la verdad. Has dicho que Eleazar no está obligado a socorrer a esa anciana porqué no es de su propiedad. Pero tú tenías a dos huérfanos en tu propiedad. Eran hijos de dos de tus siervos fieles, que se han muerto trabajando, uno de ellos con la hoz en el puño, la otra matada por la excesiva fatiga por haber tenido que servir – como le exigías para no despedirla - , servirte por ella, y por su marido. 

Tú decías: “He hecho contrato para dos personas que trabajaran y, para seguir teniéndote, quiero el trabajo tuyo y el del muerto”. Y ella te lo ha dado, y ha muerto con el fruto de su concebimiento; porqué esa mujer era madre. Y no hubo para ella la piedad que se tiene con la bestia encinta. ¿Dónde están ahora esos dos niños?”.
“No lo sé… desaparecieron un día”.

“No mientas ahora. Basta haber sido cruel. No es necesario añadir el embuste para que Dios aborrezca tus sábados, a pesar de su total carencia de obras serviles. ¿Dónde están esos niños?”.
“No lo sé, Ya no lo sé. Créelo”.

“Yo lo sé. Los encontré una noche de noviembre, fría, lluviosa, oscura. Los encontré hambrientos y temblando, cerca de una casa, como dos perrillos en busca de un pedazo de pan para llevarse a la boca… Maldecidos y despedidos por quien tenía entrañas de perro, más que un perro verdadero.

 Porqué un perro habría tenido piedad de esos dos huerfanillos. Y ni tú, ni aquel hombre la habéis tenido. ¿Ya no te servían sus padres, verdad? Estaban muertos. Los muertos sólo lloran, en sus sepulcros, al oír los sollozos de esos hijos infelices de los que los demás no se ocupan. Pero los muertos, con su espíritu, elevan los llantos y los de sus huérfanos a Dios y dicen: “Señor, vénganos Tú, porqué el mundo aplasta cuando ya no le es posible seguir explotando.

¿No te servían todavía los dos pequeñuelos, verdad? Apenas si la niña podía servir para espigar… Y tú los despediste negándoles incluso aquellos pocos bienes que pertenecían a su padre y a su madre. Podían morir de hambre y de frío como dos perros en un camino de carros. Podían vivir y hacerse él un ladrón, y ella una prostituta. Porqué el hambre lleva al pecado. Pero a ti ¿qué te importaba?

Hace un rato citabas a la Ley como apoyo a tus teorías. ¿Es que la Ley no dice: “No vejéis a la viuda y al huérfano, porqué si lo hacéis y elevan su voz hacia Mí, escucharé su grito y mi furor se desencadenará y os exterminaré y vuestras mujeres se quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos”? ¿No dice eso la Ley? Y entonces ¿Por qué no la observas? ¿Me defiendes ante los demás? ¿Y porqué no defiendes a Mi doctrina en ti mismo? ¿Quieres ser amigo Mío? ¿Y porqué haces lo opuesto a lo que Yo digo?

Uno de vosotros va corriendo a más no poder, arrancándose los pelos por la destrucción de su bosque. ¡Y no se los arranca ante la ruina de su corazón! ¿Y tú a qué esperas a hacerlo?

¿Por qué queréis siempre creeros perfectos, vosotros a quien la suerte ha hecho subir? Y, suponiendo que lo fuerais en algo, ¿por qué no tratáis de serlo en todo? ¿Por qué me odiáis porqué os destapo las llagas? 

Yo soy el Médico de vuestro espíritu. ¿Puede un médico curar si no destapa y limpia las llagas? ¿No sabéis que muchos – y esa mujer que ha salido es uno de ellos – merecen a pesar de su pobre apariencia, el primer puesto en el banquete de Dios? No es lo externo, es el corazón, es el espíritu, lo que vale. Dios os ve desde lo alto de su trono. Y os juzga. ¡Cuántos ve mejores que vosotros! Por tanto, escuchad. 

             Como regla comportaos así, siempre: cuando os inviten a un banquete de bodas, elegid siempre el último puesto. Recibiréis doble honor cuando el amo de la casa os diga: “Amigo, ven adelante”. Honor de méritos y honor de humildad. Mientras… ¡Oh, triste hora para un soberbio, ser puesto en evidencia y oír que le dicen: “Ve allá, al final, que aquí hay uno que es más que tú”! Y haced lo mismo en el banquete secreto del desposorio de vuestro espíritu con Dios. Quien se humilla, será ensalzado y quien se ensalza será humillado.

Ismael, no me odies porqué te medico. Yo no te odio. He venido para curarte. Estás más enfermo que aquel hombre. Tú me has invitado para darte lustro a ti mismo y satisfacción a tus amigos. Invitas a menudo, pero es por soberbia y gusto. No lo hagas. No invites a ricos, a parientes y amigos. Abre más bien la casa, abre el corazón a los pobres, mendigos, lisiados, cojos, huérfanos y viudas. La única compensación que te darán serán bendiciones. Pero Dios las transformará para ti en gracias.

 Y al final… ¡Oh, al final, que beata ventura para todos los misericordiosos, que serán retribuidos por Dios en la resurrección de los muertos! ¡Ay de aquellos que acarician solamente una esperanza de ganancia y luego cierran el corazón al hermano que ya no puede ser útil! ¡Ay de ellos! Yo vengaré a los abandonados”.

“Maestro… yo… quiero complacerte. Tomaré de nuevo a esos niños”.
“No”.
“¿Por qué?”.
“¡¿Ismael?!...”.

Ismael agacha la cabeza. Quiere aparentar humildad. Pero es una víbora a la que se le ha hecho soltar el veneno, y no muerde porqué sabe que no lo tiene, pero espera la ocasión para morder…

Eleazar trata de instaurar de nuevo la paz diciendo: “Dichosos los que participan en el banquete con Dios, en su Espíritu y en el Reino eterno. Pero, créelo, Maestro a veces es la vida la que supone un obstáculo. Los cargos… las ocupaciones…”.

Jesús dice aquí la Parábola del banquete, y termina: “Has dicho los cargos… las ocupaciones. Es verdad. Pero por eso te he dicho al principio de este convite que mi Reino se conquista con victorias sobre si mismo y no con victorias de armas en el campo de batalla. El puesto en la gran Cena, es para estos humildes de corazón que saben ser grandes con su amor fiel que no mide el sacrificio y que todo lo supera para venir a Mí. 

            Una hora basta para transformar un corazón. Si ese corazón quiere. Y basta una palabra. Yo os he dicho muchas. Y miro… En un corazón está naciendo una planta santa. En los otros, espinos para Mí, y dentro de los espinos hay áspides y escorpiones. No importa. Yo voy por mi camino recto. El que me ame que me siga. Yo paso llamando. Los que sean rectos, que vengan a Mí. Paso instruyendo. Los buscadores de Justicia acérquense a la Fuente. Respecto a los otros… respecto a los otros, juzgará el Padre Santo.

Ismael me despido de ti. No me odies. Medita. Siente que fui severo por amor, no por odio. Paz a esta casa y a sus habitantes. Paz a todos, si merecéis paz”.



     

sábado, 1 de octubre de 2022

EL REGRESO DE LOS SETENTA Y DOS, PROFECÍA DE JESÚS SOBRE LOS MÍSTICOS FUTUROS.


FOTOGRAFÍA DE LA GRAN MÍSTICA ITALIANA
 MARÍA VALTORTA

          Extraordinario relato de Jesús con sus discípulos, en donde los 72 le relatan sus peripecias cuando, mandados por Él, fueron a predicar al pueblo de Israel, estos acontecimientos son un “ensayo”, de lo que ocurrirá en los siglos futuros, cuando los misioneros tendrán que enfrentarse sin su presencia material, con los paganos.

Profunda enseñanza teológica acerca de las posesiones: un poseso liberado por Jesús, vuelve a ser poseído sin liberación posible, por no haber hecho caso a sus recomendaciones.

 Demostración de cómo Jesús actuara místicamente en los  siglos futuros, inspirando a las almas de sus predicadores y misioneros, para propagar la Buena Nueva, y de como el ardiente  deseo de las almas de la Palabra de Dios, - “No solo de pan vive el hombre, pero  también de toda palabra que sale de la boca de Dios”- atrae al Espíritu Santo, y esa sed, que infundio Dios en las almas, que fueron creadas para ese fin, trae consigo sus siete dones, que son toda la “potente artillería” necesaria para triunfar de las acechanzas de los tres enemigos del alma que son Mundo, Demonio y Carne, esas armas invencibles son: Ciencia, Consejo, Fortaleza, Inteligencia, Piedad, Sabiduría y Santo Temor de Dios.

Esas siete potentes armas, manejadas por un extraordinario General, que es nuestro Ángel de la Guardia, puesto por el Gobierno celestial de Dios, va empleando cada una de ellas, según las necesidades de cada momento del combate, van siempre unidas entre sí, ya que no se puede tener una sin poseer a las otras, son las condiciones “suficientes y necesarias”, como se dice en la ciencia matemática para solucionar el “teorema” de la Salvación. Sin esta ayuda divina, el alma no tendría nunca la fuerza necesaria para triunfar de sus enemigos, por eso dijo Jesús a la pregunta de ¿Y entonces quien podrá salvarse? “Para vosotros es imposible, pero Dios todo lo puede”

Profecía sobre los místicos futuros, que son los que mantendrán viva a la Iglesia, a pesar de las persecuciones desde fuera, de las herejías internas, y de la apatía de cierta Jerarquía que poco a poco intenta abandonar la Doctrina verdadera, son las traiciones a Jesús de parte de los renegados, los cuales con la ayuda de Satanás, la asaltarán para intentar destruirla.


DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS DE 
MARÍA VALTORTA


 En el largo crepúsculo del sereno día de Octubre, regresan los setenta y dos discípulos, con Elías, José y Leví. Cansados, llenos de polvo… ¡Pero, cuán dichosos! Dichosos los tres pastores por poder ya servir libremente al Maestro; dichosos también de estar – después de tantos años de separación – unidos a sus compañeros de antaño; dichosos los setenta y dos, por haber desarrollado bien su primera misión: los rostros resplandecen más que las lamparillas que iluminan las cabañas construidas para este numeroso grupo de peregrinos.

(…) Aislados del runrún de la multitud, después de orar en común, informan a Jesús más ampliamente de cuanto no habían podido hacer antes en medio de unos que iban y otros que venían. Se revelan asombrados y contentos, mientras dicen: “¿Sabes, Maestro que por la fuerza de tu nombre hemos dominado no sólo a las enfermedades sino incluso a los demonios? ¡Qué cosa, Maestro! ¡Nosotros, nosotros, unos pobres hombres, por el solo hecho de que nos habías enviado Tú, podíamos liberar al hombre del espantoso poder de un demonio!…” y narran muchos casos sucedidos en uno y otro lugar. Solo de uno dicen: “Sus familiares, para más exactitud su madre y unos vecinos, le trajeron a la fuerza en nuestra presencia. 

Pero el Demonio se burló de nosotros diciendo: “He vuelto aquí por voluntad suya, después de que Jesús Nazareno me había expulsado, y ya no me vuelvo a marchar de él, porque me ama más a mí que a vuestro Maestro y me ha buscado de nuevo”. Y, de repente, con una fuerza irresistible, arrancó al hombre de las manos del que lo sujetaba y le arrojó por una escarpada. Corrimos a ver si se había espachurrado. ¡Qué va, hombre! Corría como una joven gacela, profiriendo blasfemias y palabras burlescas que ciertamente no eran de este mundo… Sentimos compasión de la madre… ¡Pero él! ¡Pero él! ¿Pero puede hacer eso el demonio?”.

“Eso y más todavía”, dice afligido Jesús.
“Quizás si hubieras estado Tú…”.

“No. A ese hombre le había dicho: “Ve y no quieras volver a caer en tu pecado”. Ha querido. Era consciente de querer el Mal. Y ha querido. Está perdido. El que sufre posesión por su primitiva ignorancia es distinto del que se deja poseer sabiendo que, haciéndolo, se vende de nuevo al demonio. No habléis de él. Es un miembro amputado sin esperanza. Es un voluntario del Mal. 

Alabemos más bien, al Señor por las victorias que os ha dado. Yo sé el nombre del culpable y los nombres de los salvados. Veía a Satanás caer del Cielo como un rayo por vuestro mérito unido a mi Nombre. Porque he visto también a vuestros sacrificios, vuestras oraciones, el amor con que ibais a los desdichados para cumplir lo que Yo había indicado. Habéis obrado con amor y Dios os ha bendecido. Otros harán lo mismo que hacéis vosotros, pero sin amor, y no obtendrán conversiones… mas no os alegréis de haber dominado a los espíritus, alegraos porque vuestros nombres están escritos en el cielo. No los borréis jamás de allí…”.


“Maestro, ¿Cuándo vendrán esos que no van a obtener conversiones? ¿Quizás cuando ya no estés con nosotros?” pregunta un discípulo que desconozco.
“No, Agapo. En todo tiempo”.
“Es decir, ¿incluso mientras nos adoctrinas y nos amas?”.
“Si. Amaros, os amaré siempre, aunque estéis lejos de Mí. Mi amor llegará siempre a vosotros y lo sentiréis”.
“¡Es verdad! Yo lo sentí una tarde que estaba preocupado por no saber que responder a las preguntas de uno. Ya estaba para marcharme avergonzado. Pero me acordé de tus palabras: “No temáis. En su momento se os darán las palabras que habréis que decir”, y te invoqué con mi espíritu. Dije: “Sin duda Jesús me ama, así que pido el auxilio de su amor” y me vino el amor… como un fuego, una luz… una fuerza… El hombre estaba frente a mí, y me observaba y me sonreía maliciosamente con ironía haciendo guiños a sus amigos; se sentía seguro de vencer la disputa. Abrí mi boca y fue como un torrente de palabras que salía con gozo de mi necia boca. Maestro, ¿Viniste realmente o fue una ilusión? No lo sé. Sé que al final, el hombre – y era un escriba – se ha arrojado a mi cuello, diciendo: “Bienaventurado tú y quien te ha conducido a esta sabiduría”. Me pareció una persona deseosa de buscarte. ¿Vendrá?”.

“La idea del hombre es lábil como palabra escrita en el agua, su voluntad se mueve como ala de golondrina que revolotea en busca de la última comida del día. De todas formas, ora por él… Y… si, fui a ti; y como tú, me tuvieron también Matías y Timoneo, Juan de Endor, Simón, Samuel y Jonás. Quien advirtió mi presencia, quien no la advirtió; pero he estado con vosotros, y estaré con quien me sirva en amor y verdad, hasta el final de los siglos”.

“Maestro, no nos has dicho todavía si entre nosotros habrá personas sin amor…”.
“No es necesario saberlo. Sería falta de amor por mi parte indisponeros hacia un compañero que no sabe amar”.
“¿Pero hay? Esto sí lo puedes decir…”.
“Hay. El amor es la cosa más sencilla, dulce e infrecuente que hay; no siempre arraiga, aunque haya sido sembrado”.
“¡Pero si no te amamos nosotros, ¿Quién te puede amar?!”.
Casi hay indignación en los apóstoles y discípulos, que se alborotan descontentos, por la sospecha y el dolor.

Jesús baja los párpados y con sus ojos, vela también su mirada para no señalar a nadie. Eso sí, hace un gesto de resignación, el gesto dulce y triste de sus manos, que se abren con las palmas hacia arriba: “Así debería ser. Pero no es así. Muchos todavía no se conocen. Pero Yo sí los conozco, y siento compasión de ellos”.

“¡Oh! ¡Maestro! ¡Maestro! ¡¿No seré yo, ¿eh?!” pregunta Pedro, mientras se pega literalmente a Jesús, aplastando al pobre Margziam entre si y el Maestro, y echa sus brazos cortos y robustos a los hombros de Jesús, y le agarra y le menea, enloquecido por el terror de ser uno que no ama a Jesús.

Jesús abre sus ojos luminosos, a pesar de estar tristes, y mira al rostro interrogativo y aterrorizado de Pedro, y le dice: “No, Simón de Jonás, tú no eres; tu sabes amar y sabrás amar cada vez más; tú eres mi Piedra, Simón de Jonás, una buena piedra, sobre la cual apoyaré las cosas que más quiero, y estoy seguro de que las sostendrás imperturbable”.
“¿Y entonces?”, “¿yo?”, “¿yo?”. Las preguntas se repiten de boca en boca, como el eco.
“¡Calma! ¡Calma! Estad tranquilos y esforzaos en poseer todos el amor”.

“Pero, de nosotros, ¿Quién sabe amar más?”.

Jesús extiende su mirada (una caricia sonriente) a todos… luego baja su mirada y la posa en Margziam, que sigue apretado contra Él y Pedro y, apartando un poco a Pedro y poniendo el niño de cara a la pequeña muchedumbre, dice: “Este es el que más sabe amar de vosotros. El Niño. No os acongojéis, de todas formas, los que tenéis ya barba en la cara e hilos canos en los cabellos. Todo el que renace en Mí, se hace un niño” ¡Marchaos en paz! Alabad a Dios, que os ha llamado, porque verdaderamente veis con vuestros ojos los prodigios del Señor: Bienaventurados los que vean lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes anhelaron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y muchos patriarcas habrían querido saber lo que vosotros sabéis y no lo supieron, y muchos justos habrían querido escuchar lo que vosotros oís y no pudieron escucharlo. Mas, de ahora en adelante, los que me amen sabrán todo”.
“¿Y después, cuando te vayas, como dices?”.

“Después hablaréis vosotros por Mí. Y luego… ¡Oh, las grandes formaciones de mis pequeños-grandes! ¡Ojos eternos, mentes eternas, oídos eternos! ¿Cómo explicaros a vosotros que estáis en torno a Mí, lo que será este eterno vivir – más que eterno, sin medida – de los que me amarán y por Mí serán amados hasta el punto de abolir el tiempo, y serán los “ciudadanos de Israel” – aunque vivan cuando ya Israel no sea sino un recuerdo de Nación -, los contemporáneos de Jesús vivo en Israel? Estarán conmigo, en Mí, hasta el punto de conocer lo que el tiempo ha borrado y la soberbia ha confundido, ¿Qué nombre les daré? Vosotros Apóstoles, vosotros, discípulos, los creyentes, serán llamados “cristianos”.

 ¿Y estos? ¿Qué nombre tendrán estos? Un nombre conocido solamente en el Cielo. ¿Qué premio tendrán ya en la Tierra? Mi beso, mi Voz, el calor de mi carne. Todo, todo, todo Yo mismo. Yo, ellos. Ellos, Yo. La comunión total… Podéis iros. Yo me quedo aquí a deleitar mi espíritu  con la contemplación de mis futuros conocedores y amantes absolutos. La paz sea con vosotros. 




domingo, 25 de septiembre de 2022

EL AMOR AL PECADOR, LA INFINITA FUERZA DE DIOS, PUEDE LOGRAR PURIFICARLO.




DIÁLOGO CON EL SANTO PADRE PÍO DE PIETRELCINA



El Santo Padre Pío de Pietrelcina llama al amor unitivo que tuvo Jesús con Juan Amor de complacencia, y el que tuvo con Judas, lo llama amor de compasión, porque se puede condenar 






Extraordinaria explicación de Jesús sobre el por qué tenemos que amar al prójimo imperfecto, ya se conocía la explicación de que era porque es con amor, como se atrae al pecador, mostrarle odio, solo conseguiría alejarlo más y más de la Salvación eterna. Además otra cosa importantísima que también ya conocíamos, es que perdonar a los que nos ofenden, es condición necesaria y suficiente para conseguir que Dios nos perdone nuestros pecados, es lo que decimos en la oración del Padrenuestro: "Y perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido".

Naturalmente amar al sádico pecador que destroza la vida de un semejante, es cosa imposible, es como decirle a un joven que se quiere casar: "Ama a esa persona", cuando no le gusta, el amor unitivo no se puede obligar. La explicación que tenía yo para ese caso es que hay dos tipos de amores: el unitivo que es el que tuvo Jesús con San Juan y el amor de compasión, que es el que tuvo Jesús con Judas, ese amor tiene más mérito que el primero ya que amar a un traidor es mucho más difícil que amar a un Santo. Todos los predicadores que había oído, y todos los libros que había leído no explicaban esa diferencia tan grande, hasta que leí que el Santo padre Pío de Pietrelcina dijo que hay dos tipos de amor: el unitivo y el compasivo, lo que me dio una gran alegría.

Pero aquí aparece una nueva explicación, que no se conocía: al amar al prójimo imperfecto, con un amor verdadero, que proviene de Dios, se produce en el pecador un especie de trasvase que en cierta manera "limpia" su imagen, para que sea apta para ser considerada por Dios, y para que pueda actuar su Gracia santificante y así, lograr su salvación.

Esto es lo que dijo la Santísima Virgen María a los pastorcillos en Fátima: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!", que es como decir: se condenan porque no hay nadie que los ame, ya que rezar por los pecadores, solo se puede hacer amándoles, no se puede rezar por alguien que se odia . 

El amor, es pues la increíble y misteriosa fuerza de Dios Todopoderoso, que es capaz de transformar un alma pecadora, y hacerle aceptable a Dios. Dice Jesús:
Sé un abismo de fuego y un mar de amor en que se hundan las criaturas que son un dolor para Mí, y que Yo ya no las vea, que te vea solamente a ti, y que vea a través de ti, a esas criaturas que, entonces, serán soportables para Mí porqué estarán envueltas en tu fuego y cubiertas con las ondas de tu amor.



De los cuadernos de María Valtorta
(Dictado del 11 de Septiembre de 1.949)



Dice Jesús:-

“Para poder amar a todos tus prójimos, veme en cada uno de ellos”
“¡Es muy difícil que en algunos pueda verte a Ti, que eres verdadera caridad, fiel y constante caridad; a Ti que eres verdad: a Ti que eres justicia, misericordia, paciencia, templanza y todas, todas las virtudes!” 

“Es verdad, Demasiado de ellos, aunque sean cristianos exteriormente, son los opuesto, en todo o en parte, de lo que Yo soy. Más tú esfuérzate en verme a Mí en cada uno. Cumple un acto de fe que pueda provocarte un acto de amor hacia los que, en verdad no merecen tu amor. Ámame en su alma. El alma proviene de Dios; por lo tanto proviene, una vez más, de Mí. Al menos por un momento, el alma fue templo del Espíritu de Dios; por lo tanto, tiene aún mi sabor. 

La mala voluntad de la criatura, el desprecio hacia el primer mandamiento y por lo tanto, hacia los otros del Decálogo, el vicio que se prefiere a la virtud, el pecado, o mejor, los pecados, siempre han deteriorado y hasta borrado, mancillado y ofuscado la señal divina en los espíritus humanos y a veces, han llegado a anularla. Mas esa señal puede resurgir siempre, porque solo la impenitencia final la borra total e inexorablemente. En ese caso y por la eternidad, Jesús ya no estará en ese espíritu”.

“Más, ¿cómo se puede hacer para creer que Tú estás en las personas (mejor dicho en ciertas personas) si se ve que estas cumplen acciones que Tú condenas, acciones que Tú – que por ser Jesús eres perfectísima Santidad y por ser Verbo, eres infinita Santidad – no habrías cometido nunca cuando eras el Verbo encarnado y vivías entre nosotros?”, le pregunto.

Me responde:

“¡Logras creer que estoy Yo con todo mi cuerpo, mi Sangre, mi Alma y mi Divinidad bajo la apariencia de un puñado de harina reducido a hostia sutil! Pues entonces, cree del mismo modo que estoy oculto bajo la imperfecta materia de muchos.

En algunos, estoy como en un sepulcro…me llevan dentro de ellos pero me llevan muerto, mientras espero resucitar ante un impulso suyo de arrepentimiento y de amor.

En otros estoy escondido precisamente como el Santísimo Sacramento que está en el templo, más no se ve porque está oculto detrás del velo, del oro y la piedra del tabernáculo y dentro del receptáculo metálico de la píxide, oculta a su vez. Más estoy allí, listo para aparecer y donarme, tan pronto como la criatura, fiel y sacerdote al mismo tiempo, empiece el rito de la comunión con su Jesús y amándole, quite todos los obstáculos materiales que me ocultan y apartan del hombre, impidiéndome fundirme con él y vivir en él, vivir en lugar de él, para que su vida sea santa.

En otros estoy como el sol en una estación variable. Sus nubes, las nubes de su inconstancia, son tales que algunas veces Yo brillo en ellos y que otras veces parece que el sol ya no está. Por lo general estos inconstantes no son místicos ni contemplativos ni adoradores que se han formado a través de muchos años de voluntad fiel y de constante elevación, tanto más rápida cuanto más el dolor les oprime, todo el dolor que es la herencia de todos los que me aman y me imitan verdaderamente.

¡Son las paradojas de la vida mística: cuanto más oprime el dolor, tanto más el alma asciende, vuela, se eleva, se une a Mí, que le tiendo los brazos desde el radiante Abismo del Paraíso!

Estos son los …“sentimentales” de la religión, o sea los que, tras una prédica, una ceremonia religiosa, un retiro, una lectura, querrían emular a Pablo en la evangelización de las gentes, a Juan el virgen en la castidad, a Lorenzo en el martirio, a Jerónimo en la penitencia, más, en cuanto pasa la emoción, vuelven a caer en el “goce de la vida”. Quieren convertir en un incendio la débil llama que arde en ellos…y en la llamarada pasajera, forzada que les acomete, terminan por destruir también la débil llama…

Quieren ser atletas, quieren ser los primeros en todas las manifestaciones religiosas, actuar, persuadir, ser baluarte, faro, voz y oprimen y fuerzan tanto que se convierten para los demás en un temible telón a través del cual se me representa como no soy, en una luz engañadora porque me ilumina a Mí e ilumina a la Religión de un modo irreal que desconcierta a las pobres almas (que son las más numerosas, además de muy temerosas). Constituyen así una cadena que asfixia a la Religión, amiga y sostén de los espíritus y la convierte en una némesis armada con flagelos y castigos.

Y oprimen y fuerzan hasta desfallecer y luego yacen agotadas, incapaces de luchar contra Satanás, que espera ese agotamiento para asaltarles y postrarles; o, por pura reacción humana comparable a la que sucede en ciertas máquinas que han sido forzadas en exceso, se destruyen, precipitan en bestiales sensualidades por haber querido convertirse demasiado rápidamente en ángeles sin estar llamados a esa vocación y, sobre todo por haber querido hacerlo por sí mismos, amontonando filacterias y orlas, más olvidándose de que el camino para subir adonde se vuelve ángeles está en el Evangelio vivido.

¡Y es un largo camino! El Evangelio enseña: caridad y renuncia, caridad y sacrificio. He dicho caridad, no limosna, ni a Dios ni al prójimo. ¿Sabes cuándo el hombre da limosnas a Dios? Pues, cuando práctica sus devociones exteriormente en las horas de las devociones y luego, en las restantes se da al mundo. ¿Sabes, en cambio cuando el hombre le da caridad a Dios? Se la da cuando reduce a lo estrictamente necesario las devociones y las plegarias orales y ora y reza con todo si mismo, sin interrupciones, como obré y recé Yo. Y procede lo mismo con el prójimo. Le ama de verdad cuando le da el corazón, no la limosna; cuando le da una ayuda, no una limosna.

¿Y sabes cuando el hombre renuncia de verdad y cumple sacrificios? No lo hace solamente cuando renuncia a platos de carne porque es día de abstinencia; lo hace cuando renuncia sobre todo al apetito de su carne. Y se sacrifica cuando renuncia a su yo para servir a la caridad y la justicia hacia Dios y hacia el prójimo.

Más tú has de verme en todos para acercarte también a los demonios-hombre, a los leprosos-hombre, a los delincuentes-hombre. Y Yo te premiaré por ello viniendo a ti para consolarme de la vida disgustosa de ellos, más repelente que un sepulcro colmo de podredumbre, más triste que una iglesia abandonada, más espantoso que una cueva de ladrones.

Y allí, donde estoy como en un sepulcro, llámame a la resurrección con tu amor seráfico.

Y allí donde estoy escondido en un tabernáculo que han olvidado, requiere al olvidadizo para que honre al Huésped oculto, y hazlo con tu amor intrépido.

Y allí donde Yo, divino Sol, no puedo difundir mis rayos porque las nieblas de la humanidad son tan densas que a menudo me ocultan, disipa con tu amor vigoroso las nieblas enemigas.

¡Amor, María!, se necesita amor. Tú tienes muchísimo amor: todo el que te di y que no has disipado sino que, por el contrario lo has unido al tuyo, que ya era tanto, como la vid al sarmiento se abraza a la cepa. Dona ese amor a tu prójimo. Cuanto más des, más tendrás. Más, que tu amor sea fuerte, que esté libre de debilidades, que hasta sea rudo como una cizalla que corta los zarcillos de los vacíos sentimentalismos, y que sea purificador como un incendio. La llama muda la materia en luz. La llama, al elevarse, eleva hacia lo alto lo que yace en lo bajo. La llama da voz y calor también a las cosas sin voz ni calor.

En verdad, muchos entre los hombres son más mudos que las piedras y más helados que un metal expuesto a la escarcha nocturna. Amales porque no me aman. Que Yo encuentre únicamente en ti el amor que tenía que albergarse en éstos que no aman o que aman mal y sólo a veces. 

Sé un abismo de fuego y un mar de amor en que se hundan las criaturas que son un dolor para Mí, y que Yo ya no las vea, que te vea solamente a ti, y que vea a través de ti, a esas criaturas que, entonces, serán soportables para Mí porqué estarán envueltas en tu fuego y cubiertas con las ondas de tu amor.

Las cosas que se echan al fuego se purifican y las que se arrojan al mar se lavan y se salan. Con tu amor por el prójimo, pensando que en dicho amor estoy Yo (todo está en Cristo), purifícalas, lávalas, sálalas, para que nunca más estén sucias, para que nunca más sean inútiles como cosas sin sabor.








viernes, 23 de septiembre de 2022

APOCALIPSIS DEL PROFETA ISAÍAS: DEVASTACIÓN DE LA TIERRA Y CASTIGO DE SUS HABITANTES




 
 LA FUERZA DE UN GRAN  TORNADO ES EQUIVALENTE A VARIAS BOMBAS ATÓMICAS


Mucha gente creyente se cree que la crisis actual de la Iglesia, es una situación irrelevante, ya que ha tenido otras crisis y siempre ha salido adelante, creo que es un grave error, ya que antiguamente la humanidad tenía sentido de la gravedad del pecado y de la belleza de la Virtud. Siempre han habido abortos, adulterios y eutanasia, pero estaban prohibidos, cuando ahora son protegidos por las leyes, basta ver lo que ocurría del tiempo de Louis XIV, que tenía dos amantes que le dieron varios hijos, una se retiró en el Carmelo, la otra vivió humildemente el resto de su vida, y pidió perdón a la servidumbre por los escándolos y pecados de su juventud.

Hoy día la inteligencia de Satanás ha logrado infundir en el mundo y desgraciadamente en el Catolicismo, el relativismo, es decir que no hay diferencia entre el pecado y la virtud, para eso ha empleado la táctica que como explica tan bien S. Juan de la Cruz es siempre la misma: como sabe que el mal conocido nunca será admitido, usa el hilo que entra con la aguja que simboliza una verdad, para después introducir el hilo de la perdición.

Se predica siempre la infinita misericordia de Dios, y que al ser todos hijos suyos, no nos puede mandar al Infierno, como me dijo cierto Arzobispo, que es el razonamiento de los teólogos progresistas como Leonardo Boff, Massía y tantos otros, de ahí parten las herejías de que no hay Infierno ni Demonio, que son invenciones de la Edad Media. Y hace innecesaria la venida de Cristo para redimirnos, es por eso que ciertos Cardenales alemanes dicen que ¡Jesús no ha venido a redimirnos, sino a aprendernos a morir!

En una misa de Navidad concelebrada hace ya muchos años, el celebrante dijo en el sermón: "Os tenemos que pedir perdón nosotros los curas porque el Infierno lo hemos inventado nosotros" (sic). Se habla de las Bienaventuranzas del Evangelio, pero nunca de las terribles imprecaciones del sermón de la montaña. Se insiste muchísimo en la Infinita Misericordia de Dios, pero nunca se menciona lo que dijo Jesús a Sta. Faustina: "Los que no quieren pasar por mi Misericordia tendrán que pasar por mi Justicia". 

¿Por qué no se dice claramente que no hay Misericordia de Dios si no hay arrepentimiento proporcional a la culpa, y un deseo de no volver a ofender ni a Dios ni a su prójimo? 
¿Por qué la Jerarquía Católica no protesta vehementemente contra las leyes del Aborto, la Eutanasia, la educación obligatoria en los colegios en donde se explican como normales pecados que van contra la Ley de Dios y la tradición católica, y por qué no mandan decir oraciones de desagravio en todas las misas contra esas leyes?

Jesús-Dios que ha rescatado a la humanidad entregando todo lo que tenía en esta Tierra, hasta su propia vida, cargando con todos los pecados  pasados, presentos y futuros de la humanidad ensuciada por el pecado de Adán, no puede permitir que su tremendo sacrificia haya sido inútil, creo sinceramente que ya está avisando con las catástrofes, la naturaleza degradada, la Pandemia que parece invencible, los cambios de temperatura son cada vez más importantes como ha ocurrido en Canadá que ha soportada temperaturas de 50 grados que han causado 500 muertos por el calor, País que ha aprobado una ley que permite contraer matrimonio de una persona con un animal.

¿Qué va a ser de la humanidad actual, en donde se vive una vida mucho más depravada que antes de la segunda guerra mundial?, y además los gobiernos están votando leyes como el aborto y la eutanasia, y enseñan en las escuelas a niños de 7 años comportamientos y actitudes sexuales contrarias al Evangelio. La situación actual es mucho más grave que la del tiempo del Profeta, porque Jesús-Dios ha redimido a la Humanidad, y ha dado un ejemplo que no presta a dudas de como hay que comportarse. Ya no puede haber una segunda Redención, el Apocalipsis de Isaías ha sido sustituido por el Apocalipsis de San Juan, que es la fin del mundo. 

Esta interpretación del Profeta Isaías, escrita mucho años antes de la venida de Cristo, relata el castigo de Dios a su Pueblo Israel, por haber abandonado su Ley, y se aplica, como toda la Escritura a los pueblos de todos los Países y para todas las épocas.

Como lo dijo la Virgen de Fátima a los pastorcillos, la primera guerra mundial que se desarrollaba en la época de las apariciones, era debida a los pecados de la Humanidad, y dijo que si el Pueblo no se arrepentía, vendría otra peor: fue la segunda guerra mundial, la mayor masacre de la historia de la Humanidad.

Estamos asistiendo ahora a inundaciones, terremotos, terribles tornados y sequías nunca vistas, con grandes incendios devastadores que causan destrucciones masivas. En casi todos los Países de Oriente Medio, a la masacre y la persecución promovida por el fanatismo islámico, acompañada de atentados terroristas con miles de muertos y heridos, que son la causa de la invasión de Europa por miles y miles de refugiados que huyen de esos masacres perpetrados por esos desalmados.




     Apocalipsis del profeta Isaías (Is. 24-1,13) 
Devastación de la tierra y castigo de sus habitantes




He aquí que Yahveh devasta la tierra, 
y la asuela y desfigura su faz, y dispersa sus habitantes.
Y así ocurrirá al pueblo y al sacerdote, al esclavo y a su dueño, 
a la sierva y a su señora, al comprador y a su vendedor, 
al que presta y al que toma el préstamo, al acreedor y al deudor. La tierra será completamente asolada, saqueada 
del todo. Porque Yahveh ha proferido esta palabra. 
De duelo está, languidece la tierra; está marchito, 
languidece el orbe, marchitos están el cielo y la tierra.



Terrible descripción de la situación actual con la crisis moral y económica (ambas siempre van ligadas), crisis que en una economía globalizada arrastra a toda la tierra. Esta terrible crisis, dispersa a los habitantes por la emigración, lo que afecta a todo el pueblo, ricos y pobres, e incluso a los sacerdotes que tienen que desplazarse con la gente, unos a los países de misión, otros, desde los países de misión hacia los antiguos países misioneros. Como lo vemos, esta crisis ataca a los comerciantes, a los hipotecados y a los banqueros. Por esta razón, el mundo está como de duelo, y decaídos el cielo (por la crisis moral) y la tierra (por la crisis económica).





La tierra ha sido profanada bajo sus habitantes, 
porque han violado las leyes, han transgredido el precepto, 
han roto la alianza perpetua. 
Por eso la maldición ha devorado la tierra 
y se han hecho culpables quien habitan en ella; 
por lo cual han sido consumidos los moradores de la tierra 
y han quedado pocos hombres.




Y aquí se describen las causas de esta dramática situación: La naturaleza, creada por Dios ha sido profanada y se rebela en contra de sus habitantes, debido a que se han violado las leyes y los preceptos de Dios, y por eso Él ha roto su alianza con ellos. Este abandono de las leyes de Dios, que ha traído como consecuencia una vida contraria a sus designios, ha sido la causa de tantos males. Ya, Jesús-Dios nos había avisado: El que no está conmigo, está contra mí, y el que no amasa, dispersa.

Y por esta razón, todas las leyes laicas y ateas, han sido una ofensa directa al Creador de todas las cosas, y al romperse la Alianza perpetua de Dios con los hombres culpables, la maldición ha devorado a la tierra y los hombres han quedado consumidos por la miseria y las preocupaciones, siendo muy pocos los que han permanecido fieles a la Alianza perpetua. 





Está de duelo el mosto, se marchita la viña, 
lanzan gemidos todos los de alegre corazón. 
Ha terminado el júbilo de los tambores, 
ha cesado el bullicio de los alborozados, 
ha terminado el júbilo de la citara. 
Durante la canción no se bebe vino, 
es amarga la bebida embriagadora a quienes la beben. 
Ha sido arruinada la ciudad de la nada, 
obstruida toda casa sin que se pueda entrar. 
Hay gritos por motivo del vino en las calles; 
ha pasado ya toda alegría; 
ha emigrado el júbilo del País. 
Ha quedado en la Ciudad la desolación, 
y como una ruina ha sido hecha añicos la puerta. 




Elocuentes palabras, que no necesitan interpretación alguna, la ciudad de la nada son los pueblos que se rigen por leyes impías, lo que ha traído a muchos de sus habitantes el desahucio, y que se han encontrado con sus casas destruidas por las inundaciones, los terremotos, los ocupas y los atentados terroristas. Los gritos por motivo del vino son los indignados de hoy que protestan por la carencia de los bienes, y la puerta de la ciudad, que simboliza la seguridad frente a la desgracia, ha sido hecha añicos por la crisis, que ha traído delincuencia, paro y miseria.



Porque de tal suerte sucederá en medio de la tierra, 
como en el vareo del olivo, cual en la rebusca 
cuando ha terminado la vendimia. 



Estas palabras recuerdan a los que se han quedado sin trabajo, y sin ninguna ayuda económica que, como las espigadoras antaño, andan buscando en los vertederos algo de comida para poder subsistir. O también mendigando: son los nuevos Lázaros, tirados a las puertas de los nuevos Epulones, para tratar de recoger las migajas que caen de sus mesas.

Son seres caídos en la miseria y la desgracia, por culpa de los gobernantes impíos y de sus aberrantes leyes, que invitaban a todos a disfrutar pecaminosamente de la vida, diciendo como el falso profeta agnóstico Tierno Galván, ex alcalde socialista de Madrid, ya fallecido: “¡Al loro, a colocarse y a disfrutar que son dos días!”, es decir que aconsejaba a la gente a drogarse, escribió el celebre libro ¿Qué es ser agnóstico?, que era una defensa a ultranza del olvido de Dios, ya que es un ser inalcanzable a nuestro conocimiento, y por lo tanto inaccesible. Parece ser que se arrepintió a la hora de la muerte y pidió los sacramentos, Dios la haya perdonado.









martes, 13 de septiembre de 2022

ALABANZAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, LA CRIATURA MÁS SUBLIME DE LA CREACIÓN EN LA FIESTA DE SU NATIVIDAD


Fiesta de la Natividad de la Virgen María. La Obra
 maestra de la Santísima Trinidad.





DEDICADO A MIS “HERMANASTROS” PROTESTANTES Y A LOS QUE PONEN EN DUDA LA VIRGINIDAD DE MARÍA, COMO EL "GRAN TEÓLOGO" JESUITA JUAN MASIÁ CLAVEL, QUE SE TOMA POR UN GRAN ILUMINADO.

No comprendo como el Vaticano no ha destituido estos eclesiásticos que se dedican a anular los Dogmas de la Iglesia Católica, y que son un verdadero cáncer que se está "metastasiando" a gran parte de la Iglesia. Se excomulgó a Monseñor Lefebvre por seguir a raja tabla las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia, excomunión que fue afortunadamente levantada por el Santo Papa Emérito Benedicto XVI, y se deja campar a sus anchas a este tipo de individuos que al rechazar los Dogmas de la Iglesia, están fuera de la Gracia de Dios, como así lo explica Jesús a María Valtorta, cuya lectura era una de las favoritas de Santa Teresa de Calcuta, y que era obligación leerla para los discípulos del Santo Padre Pío de Pietrelcina, según lo explica la Asociación francesa "Les amis de Maria Valtorta".




DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA, LA PORTADORA DE LA PALABRA DE DIOS DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS


Dice Jesús:

A mi Santa y Bendita Madre le fue concedido ser la Portadora del Verbo, no tanto por su naturaleza Inmaculada, cuanto por su humildad perfectísima. Todas las humildades humanas no reúnen el tesoro de humildad de la Humildísima que así permaneció; así, ¿entendéis, aún cuando supo su destino de ser la más Alta de todas las criaturas?. María ha consolado a las Tres divinas Personas, heridas por la soberbia de Lucifer y de la primera Pareja, con su humildad solo inferior a la del Verbo.

¡Mi querida Madre, nuestra alegría perenne! ¡Si la pudieras ver hoy en el Cielo mientras que todo el Paraíso la rodea con su Amor y exclama hosanna por Ella y por su nombre de salvación! Verías un abismo de Gloria sumido en un inmenso abismo de humildad, y la Luz inconcebible de María destella doblemente por su castísima y virginal humildad que se recoge en adoración hacia nosotros y abate todos los celestes hosannas diciendo: “Domine non sum digna”.

¡Santa y primera Sacerdotisa! ¡no ser digna Ella, por quien crearíamos un segundo Paraíso para que recibiera redobladas alabanzas!...

Mira María. En este día de María, ten la visión de la Luz en que está la madre tuya y Mía. Has visto la Luz rutilante, que no puede mirarse de nuestro triple Fuego. Mira ahora la Luz suavísima de María. Apaga tu sed, sacíate de Ella. Nunca sentirás descender en tu corazón nada más dulce. Mira, mientras te lo concedo, esta fuente, este Astro de Luz que es María, resplandeciente en el Cielo con su cuerpo de candor que no podía corromperse porque ha sido la santa envoltura de Dios hecho carne, además porque ha alcanzado la perfección humana de toda santidad, y de sumo resplandor por su espíritu unido al espíritu de Dios en nupcias eternas.

Mira: el azul del Cielo circunda el Candor y tiñe de reflejos celestes, y la Luz de María vuelve luminosos los Cielos como una sobrehumana alba de Abril en la que brilla el astro de la mañana sobre un mundo virgen y florido. Mira y recuerda la visión que los ángeles contemplan con perenne sonrisa de alegría. Que sea tu serenidad, como es tu fuerza la nuestra.

Te han sido mostradas cosas que superan la inteligencia del hombre, y esto ha sido por voluntad de Dios, Pero, para mantener este don siempre, aprende de María a tocar los vértices de la humildad que se humilla para llevar el espíritu a lo más alto.

Te he reservado este regalo para el Nombre de María. Para la Natividad: la sonrisa de María, la Mujer santa; para el Nombre: la gloria de María, la Madre de Dios”.

He visto, y no puedo describirla, a nuestra Madre en su morada del Cielo. Como y, casi diría que, aún más que para Dios me sirve el parangón “luz” para hablar de ella.
Una Luz confortable, blanco-azulada como la del rayo de luna más terso, multiplicado por una intensidad sobrenatural. Ni siquiera distingo bien el rostro y el cuerpo de María. Demasiada “luz” para ser distinguida por el ojo humano.

Y explico: no una luz deslumbrante que impida mirar. Sino una luz que vuelve “luz” los contornos y las formas del cuerpo glorificado de María, por lo que no puedo decir los colores del mismo.
Podría decir que si se hubieran vuelto Luz montañas de perlas se tendría una comparación de lo que es la Candidísima, Bienaventurada en el Cielo. Y también podría decir que si una visión tuviera el poder de cambiar el color de los ojos humanos, empapando el iris del color emanado por la visión, mis ojos, de color marrón oscuro, deberían de ser ahora de un azul de pálido zafiro líquido, como el que se libera de algunas estrellas en las noches serenas.
Estoy sumergida en la emoción que hace verter lágrimas de alegría espiritual… y no puedo decir más.


Nota del traductor: Sobre una copia dactilografiada, la escritora añade a lápiz: (lo demás… serían las palabras de Mª Santísima, que temo escribir porque… tengo miedo de los hombres).






sábado, 10 de septiembre de 2022

LA CREACIÓN DE DIOS, HECHA A IMAGEN SUYA ES UNA PRUEBA IRREFUTABLE DE TODOS SUS INFINITOS ATRIBUTOS.


Ni ojo vio, ni cayó en mente humana lo que es Dios,
 y la creación, hecha a su imagen y semejanza
 


      

“A sus frutos los conoceréis”, dice Jesús, pues bien, Dios a quien no podemos ver directamente, lo podemos conocer a través de sus obras en la Creación, que ciertos científicos, “ateos como cabras”, intentan explicar sin la intervención de ese Ser Supremo.

Los atributos de Dios son de sobra conocidos por todos los seres humanos, ya que han sido creados razonables y dotados de inteligencia. Ese conocimiento viene de la ley natural que nos dice que todo lo creado tiene que provenir de un Creador, ya que todo efecto tiene que tener una causa, como así lo enseña la Filosofía, y esto es una premisa tan clara que es indiscutible, y si se pone en duda, es inútil seguir dialogando, porque así como en matemáticas, nadie niega un teorema, negar la Creación argumentando la auto - creación, a partir de la nada, para así negar la existencia de Dios, es tan insensato, que no vale la pena razonar con ese tipo de fanáticos, que argumentan, apartándose de la razón natural.

        Primer Axioma: Dios es Creador Eterno, Infinito y Todopoderoso en todos esos atributos: Se demuestran por la contemplación del Universo, que es de una magnitud y de una complejidad tales, que no caben en la imaginación, porque son de una dimensión infinita, de los cuales desconocemos una cantidad enorme de datos: ¿Qué son los llamados “agujeros negros”, hacia donde se dirigen las estrellas en sus constelaciones, de donde ha salido la inconmensurable materia que se fue ordenando desde el famoso "Big Bang", que era un punto de una densidad infinita, y que se diversificó en una maravillosa armonía de elementos minerales, vegetales y animales, que solo conocemos parcialmente?, ¿Cómo funciona el cerebro humano?

Muy al contrario, Satanás, el simio de Dios, nos quiere hacer creer que todos esos atributos los tiene también él, pero muy al contrario es Corruptor, finito, sometido al poder de Dios, en todas sus acciones. Ha conservado toda la inteligencia de Arcángel, pero nunca podrá llegar a ser como Dios, ese es uno de sus mayores tormentos, fue la tentación que presentó a Jesús para ser adorado.

      
Segundo Axioma: Dios es Perfecto: La naturaleza que conocemos es perfecta: un vulgar insecto, como una mosca, que es capaz de volar en todas las direcciones, a una velocidad y con una agilidad sorprendente, o una araña que produce un hilo de seda, cuya resistencia y elasticidad, la ciencia moderna no ha sido capaz de fabricar, y así cualquier animal desde el más pequeño hasta el mayor, tanto invertebrado como mamífero, cualquier vegetal, los cuales todos son capaces de reproducirse, de crecer, de adaptarse de la mejor manera posible a los medios en los cuales se desenvuelven, están todos ahí, analizados a la luz de la ciencia, para decirnos que están hechos con suma perfección y que solo un Ser Supremo, puede crear esa diversidad y esa perfección.

La famosa ley de Darwin, que trata de la adaptación al medio, gracias a lo cual intentan explicar lo inexplicable, es decir que no hay Creador, es solo un don de Dios, para que los seres se puedan mejor adaptar al medio en el que se encuentran, esa ley no es pues auto evolución, pero sí evolución creada por Dios para que los seres vivos puedan acomodarse mejor a las condiciones climáticas y ambientales que varían a través de las regiones y de los siglos.

Satanás al ser lo opuesto de Dios, y su eterno enemigo, es un ser imperfecto, fue por su intercesión, al inducir a Adán y Eva al pecado, que deterioró la perfección en el mundo, ya que así como el amor crea, santifica, ennoblece y embellece, el pecado destruye, corrompe ensucia y afea todo lo creado. De él nacen todas las imperfecciones, las deformidades, las enfermedades, la miseria, la corrupción, el crimen los robos, las infidelidades, los engaños, las explotaciones, las envidias, las venganzas, Fue para combatir todas esas taras que Yahveh estableció los diez mandamientos.

    Tercer Axioma: Dios es Eterno y Jerárquico: Los millones de años luz, distancias a las cuales caminan las galaxias, demuestran que son la obra de un ser Omnipotente, eterno e inmutable. Dios es Jerárquico porqué en la Creación, hecha a imagen suya, existe esa Jerarquía que es necesaria para que funcione el Universo, tanto a nivel de Criaturas como de planetas: Existe una pirámide en el Reino animal, y en la ley de la gravitación, en donde los astros más pequeños giran y son atraídos por los más grandes, a los cuales les tributan sumisión y respeto, y tiene que ser así en las relaciones humanas, para no llegar al anarquía, a pesar de los progresistas y los partidarios de la famosa Teoría de la Igualdad entre todos los seres, ¡incluidos los animales!, son que niegan toda Jerarquía y obediencia, que son reglas impuestas y queridas por Dios en la Creación y en el trato religioso y social.

A ese respeto, Jesús, el Dios encarnado y la Virgen María, los seres más perfectos de la Creación, estaban, a pesar de sus sublimes condiciones, sometidos y obedientes a San José, una simple criatura humana, para enseñarnos como tienen que comportarse los seres humanos. Jesús, para obedecer al orden y la Jerarquía establecidos, “no hizo alarde de su condición divina”, fue presentado en el Templo, cuando Él era el Ser que ahí se veneraba. María se presentó al rito judío de la Purificación, cuando Ella era la Pureza por excelencia.

Satanás no es eterno, ya que fue creado por Dios, y voluntariamente, se apartó de Él por orgullo, queriendo anular la Jerarquía puesta por Dios, al querer ser semejante a Él. Sin embargo, en su maldito Reino, subsiste una Jerarquía y existen toda una variedad de demonios, desde Lucifer, el más grande, hasta el más pequeño de los ángeles caídos.
         
Cuarto Axioma: Dios es Amor, Misericordia y Justicia: Toda la Creación está impregnada del amor de Dios hacia los inocentes y desvalidos: tanto en los animales que cuidan a sus crías de una manera instintiva, puesta por Dios, amor que está ahí para asegurar la procreación, sin el cual el mundo se extinguiría. Amor del ser humano, consciente, y no instintivo, como el que tienen los animales, amor hacia su prójimo y su descendencia (razón por la cual el aborto, además de una aberración, es un atentado contra la Ley Divina). 


Amor hacia los necesitados, que se realiza indirectamente por los frutos de la Tierra y directamente por los Hijos de Dios, que ejercen las obras de Misericordia, y eso es lo que diferencia el hombre, dotado de un alma eterna y de libre albedrío: ante el sufrimiento de su semejante, puede socorrer al necesitado, y hasta arriesgar su vida para salvarlo, lo que no harán nunca los animales, ya que la progenitora de un animal, que protege a su cría, solo lo hace por un mecanismo instintivo, puesto por Dios, y así un polluelo que se aparta sin querer de su nido, es abandonado por su madre a morir de hambre, una cría perdida de un mamífero solo será adoptada por otro animal, no por piedad y misericordia, sino porque lo confunde con la suya.

Dios es Justicia, dará un premio acorde con su inmensidad: Paraíso eterno y Perfecto para los que han cumplido su ley, o los que la han incumplido y se han arrepentido sinceramente, Premio que si llegáramos a entrever, nos moriríamos de amor y de deseo, castigo, que si lo llegáramos a ver, nos moriríamos de horror, del que hoy día nadie quiere hablar, y menos aún la Jerarquía, por miedo de ser tachada de anticuada y de componentes de la famosa leyenda negra que presentó a España como la abanderada de las torturas religiosas, cuando en realidad, esa mentalidad de la Edad Media, era inherente a todos los Pueblos y las Religiones.

Inquisición que según el famoso escritor anticlerical francés Voltaire, permitió en España evitar las terribles guerras de Religión, guerras que produjeron en Francia masacres como el de la Saint Barthelémy, en donde se mataba proclamando; “¡Matarlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!”.


Dios es inmensamente bueno y Justo, y para darse cuenta de ello, no hay que referirse a la Revelación: Vemos que existe la felicidad, que es cuanto más profunda cuando la gente es más caritativa y considerada para con sus semejantes, y vemos que las desgracias, son casi siempre consecuencia de la falta de amor de unos seres hacia otros, lo que se llama egoísmo, también vemos que la Justicia no es ninguna quimera, ya que en este mundo y en prácticamente todos los países y las religiones existe el castigo hacia los delincuentes, que son los que abusan de sus semejantes.

Muy al contrario, Satanás es odio, impiedad e injusticia, es el responsable de todas las guerras, creadas por el odio entre las Naciones, las torturas, los genocidios, las injusticias, su lema es "lo bueno para mí, y la desgracia para ti", tiene en este mundo una enorme cantidad de seguidores, engañados por falsas promesas, ya que como lo dice Jesús, es el padre de la mentira, promesas que son “orgías para hoy” y hambre y horror para toda la eternidad.

          
Ese lema es exactamente lo contrario de lo que tiene que ser un buen Cristiano, que es "Lo bueno para ti y lo malo para mí", que como así lo dice San Juan de la Cruz, es el lema de Jesús, que cargó con nuestros pecados, siendo completamente inocente, para alcanzar nuestra Salvación.

        
Conclusión: A sus frutos y obras, y por medios naturales podemos pues conocer a Dios, y también por la existencia de los frutos del mal, podemos conocer la existencia de Satán, que permanece escondido, esperando a que la presa incauta se ponga a su alcance para apresarla y llevarla a su maldito Reino.

Los verdaderos Hijos de Dios son, como lo podemos ver en nuestro entorno los que dicen: “Quiero lo bueno para ti, y lo malo para mí”, son gente que disfruta haciendo el bien es decir que aman a su prójimo con el amor que quiere Dios, y que se refleja perfectamente en la figura de Jesús, que entregó su vida por nosotros cargando con nuestros pecados.

Hijos de Satán, como también lo podemos ver en el mundo en que vivimos, dicen: “Quiero lo bueno para mí, y lo malo para ti”, son gente que disfruta haciendo el mal, verdaderos sádicos de muy diversas categorías, llegando algunos a ser peor que demonios, es decir que odian a su prójimo con el odio que quiere Satán.

El relativismo de hoy día pone en plan de igualdad a esas dos categorías de personas, lo que alegra a Satán y disgusta mucho a Dios, ya que es un verdadero sacrilegio poner en plan de igualdad el bien y el mal, es decir a Dios y a Satán, lo que fue el pecado de Lucifer que quiso ser semejante a Dios.

Jesús ofreció su vida para Salvarnos, Satán no arriesgó ni un pelo de su rabo, solo le mueve el odio hacia Dios y busca incesantemente arrancar las almas al rebaño de Dios. Muy al contrario Dios busca nuestra salvación, entre los dos está el libre albedrío de las almas, que escogen su camino con plena libertad.



Gloria al Padre; al Hijo y al Espíritu Santo
Gloria a la Inmaculada Madre de Dios
Gloria a San José su castísimo Esposo