Solo los que son como niños entrarán en el Reino de los Cielos, ¡no hay sitio para los soberbios! |
La dolorosa Pasión y muerte de Jesús, para restablecer de una manera perfecta la voluntad de Dios en el mundo, acompañada por el martirio, los sufrimientos de todos los santos hasta el día de hoy, santos canonizados, e infinidad de santos que vivieron de una manera anónima, pero que, como la materia oscura del universo, son los más numerosos y de mayor peso para la Iglesia, según creo, hace que el mensaje transmitido por el Hijo de Dios, no pueda nunca apagarse completamente, a pesar de todos los esfuerzos de Satanás y de sus tenebrosos ministros.
Durísima crítica de San Pablo a muchos ministros que visten hábito Talar, en 1.948, y que hoy día se han intensificado de una manera significativa, y que escandalizan cada vez más al Pueblo de Dios con sus prédicas relativistas y su desprecio a los que no comparten sus ideas.
Estando en Granada en la Adoración nocturna, vino un nuevo Sacerdote, que me mandó leer cierto escrito, para entablar diálogo, saliendo a relucir el tema de los novísimos: el Juicio final, con Jesús Juez Supremo, separando a las ovejas de los cabritos, me dijo tajantemente que el Infierno está vacío por la gran misericordia de Dios, a pesar de conocer las palabras de Jesús del Evangelio sobre el Juicio final, mandando los Justos al Cielo, y los que llama malditos, al Infierno preparado para el demonio y sus ángeles.
Le dije que no estaba de acuerdo con él, pero que respetaba sus ideas, me contestó con acritud ¡que él no respetaba las mías! le mandé una carta en la cual me contestó con una diminuta tarjeta felicitándome la Navidad, invitándome a la reconciliación y que él no era depositario de la Verdad, le dije que yo estaba reconciliado, y que yo tampoco era depositario de la Verdad, pero que si que lo es la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, de la cual él era ministro, por la promesa de Jesús a Pedro, diciéndole que las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella.
Dictado de S. Pablo a Mª Valtorta (17/1/1.948)
(San Pablo a los Romanos, cap.2º, del v. 17 al 29)
Dice el Autor Santísimo:
“La observancia de los preceptos de la Ley es verdadera circuncisión
hasta para los incircuncisos y en el tiempo actual absolución aún para los que
no son de la Ley. Dice
Pablo: “No es verdadero judío el que permanece como tal, ni es circuncisión la
que se manifiesta en la carne, sino que es judío aquel que lo es en su
interior, y es circuncisión la de su corazón, la que es según el espíritu y no
según la letra, siendo esta la que recibirá premio de Dios”.
“Circuncidad vuestro corazón” es palabra muy antigua.
Es el precepto divino. Porque es en vano conocer la Ley según la palabra si
después no se la conoce y practica consecuentemente según el espíritu. Esta es
la única circuncisión verdadera.
¿Qué hace llevar vestido talar – digo talar para
identificar el de los hijos de la
Ley – si después el que los lleva no es hijo de la Ley sino esclavo del sentido,
del mundo y del demonio? También los mimos y comediantes se ponen vestidos de
rey, de sacerdote, de guerrero, de menestral o de campesino sin que por eso
lleguen a ser reyes, sacerdotes, guerreros, menestrales o campesinos. Terminada
la escena, echado el telón, se despojan de los vestidos tomados para la
representación y se ponen los suyos. Su corazón no cambia de lo que es, por
haber representado la magnanimidad de un rey, la santidad de un sacerdote, el
valor de un guerrero, los sentimientos de un menestral o de un campesino. Ellos
continúan siendo lo que son: justos si justos, por más que hayan representado a
la perfección el papel de malvados, y monstruos de maldad por más que hayan
representado perfectamente a un santo.
Muchos, demasiados por más que por la ley que
aparentan servir, parecen a los ojos del mundo circuncisos – o decapitados más
bien por la triple concupiscencia – a los ojos de Dios y de los habitantes del
Cielo aparecen con sus serpientes vivas en el corazón. Estos no, no pueden
decirse circuncidados en el corazón, antes a su naturaleza no mutilada por la
triple concupiscencia, patrimonio del pecado heredado de Adán por todos los
hombres, añaden otra serpiente más: la de la hipocresía, la de la traición que
hacen a sus semejantes mostrándose ante ellos como en verdad no son y creyendo
hacerlo igualmente con Dios, como si pudieran engañar a Dios con el polvo dorado
que lanzan al aire para que el mundo les admire.
Polvo. Dios no acepta polvo de oro. Lo que acepta es oro
puro, macizo, precioso. La verdadera
caridad. La verdadera caridad que es obediencia a la Ley , y por ello, circuncisión
del corazón que se desprende de la triple concupiscencia para ser realmente
hijo de la Ley y
por tanto, hijo de Dios.
Y Yo os digo que si el Padre Santísimo sabe aún ser todo misericordia para los de buena voluntad sobyugados traidoramente por Satanás, por la carne y por el mundo, sin su consentimiento y sin buscar ellos voluntariamente la tentación, es en cambio, todo rigor para los hipócritas, y tanto más lo es cuando más uno, bien por ser Sacerdote, Religioso o Profeta de Dios, Voz de Dios, discípulo de Dios, se halla en condición, ya por gracia de estado o por don sapiencial extraordinario, de ser más perfecto que la masa, tiene el deber de ser perfecto, no solo por reconocimiento a Dios que le eligió Sacerdote, Religioso o Profeta suyo (voz), más también para no ser escándalo para los pequeños de la grey.
Digo escándalo.
Muchos son los escándalos que se dan en el mundo y la masa apenas si se
conmueve un instante por ellos mientras dura el rumor del escándalo. A veces,
sobre todo en momentos de general relajación de los valores morales – no hablo
ya de los espirituales sino simplemente de los morales – ni siquiera se conmueve
por ellos…
Más danse escándalos que hieren la emoción sincera de
los justos y hasta la de los indiferentes, haciendo a veces a los justos
disgustados y escarnecedores de los indiferentes. No hay para qué decir lo que
son ciertos escándalos, en manos de los enemigos de Dios y de su Iglesia. Son
como palanca aplicada a un bloque, como mina bajo un edificio, como agujero en
una barca. Estos escándalos ponen en serio peligro a la Fe y a la Iglesia. Muere por ello la Fe en muchos corazones y la Iglesia sufre rudos golpes
de importancia incalculable.
Así, pues cuando se suceden los escándalos, viene a
ser como un alargarse de círculos nudosos en un lago turbado por un lanzamiento
de piedras. Una sola piedra provoca una serie de círculos que al fin se
extinguen muriendo en la arena. Más si las piedras se suceden y estas son cada
vez mayores hasta llegar a ser el desplome completo de la ladera de un monte,
los círculos entonces se cambian a olas encontradas y estas en acometidas de
agua contra las riberas produciendo estragos.
Así es con los escándalos de quienes “llevan nombres
de Judíos, descansan en la Ley
y se glorían en Dios”… y sobre todo, de ser “ministros de Dios”, no siendo
lámparas para los que buscan la luz, guías para los que están ciegos, ni
maestros verdaderos para los pequeños de la grey, antes, confusión, crepúsculo,
desorden y negación. Si, Negación, porque enseñan a los demás pero no a si
mismos”, porque su vida está llena de las culpas o debilidades que reprochan a sus corderos. Ellos con su vida de
pastores-ídolos, de pastores mercenarios, deshonran a Dios conculcando la Ley que conocen y predican.
“Y por su culpa, el nombre de Dios es vituperado entre
las gentes”. Si. Vituperado. Porque los enemigos de Dios presentan al desprecio
de los pueblos a los siervos de Dios, harto pecadores o también demasiado
imperfectos, perezosos, tibios, desprovistos de fe verdadera. Ciertamente, hay más fe en los corderos que
en la mayoría de los pastores que de su ministerio han hecho un oficio, más que
una misión regia. Si. Vituperado. Porque, invirtiendo la observación que
los gentiles de los primeros siglos hacían sobre los Sacerdotes Católicos y que motivó su conversión a Cristo:
“Mirad como se aman entre si y que perfectos son sus Sacerdotes”, ahora los
más, aún entre los Católicos fervorosos, dicen, o se lo dicen a sí mismos dentro
de su corazón: “¡Mira como son los Sacerdotes! peores que nosotros.
Si de verdad fueran ministros de Dios, Dios no permitiría esos escándalos”. Y concluyen: “Por eso creo, (o comienzo a creer) que no existe ese Dios que predican, que no hay una segunda vida, que no existen los Sacramentos…”. Y ya tenemos aquí la muerte dela Fe ,
de la Gracia y
de la Vida.
Si de verdad fueran ministros de Dios, Dios no permitiría esos escándalos”. Y concluyen: “Por eso creo, (o comienzo a creer) que no existe ese Dios que predican, que no hay una segunda vida, que no existen los Sacramentos…”. Y ya tenemos aquí la muerte de
Pero existe
Dios que toma a los gentiles, a esos a quien los orgullosos ministros de Dios–
orgullosos y pecadores, escándalo para sus pequeños corderos– desprecian,
combaten y persiguen porque no les parece a ellos, orgullosos e imperfectos
pastores-ídolos que un cordero haya de saber lo que ellos no saben y que lo
halla de saber directamente de Dios, cuya Voz Santísima esos pastores-ídolos no
merecen oír; porque no les parece justo así mismo que un cordero pueda ser “Voz
de Dios” y continuar así la
Revelación.
Toma a los gentiles. Llamemos así a quienes no son
ministros de Dios, no son los “depositarios de la Revelación y de la Sabiduría ”, no son
aquellos que “cierran la puerta del Reino a los pequeños, no entran ellos ni
dejan entrar a los demás”. A estos, a quienes los doctos desprecian, persiguen
y condenan, los toma y los pone en medio de las turbas que no ven, no saben y
no creen muy distintamente, y los hace “nuncios” suyos, del modo como aparece
expresado en el salmo profético sobre el cual tan inútilmente se cansan los
doctores : “Tiene la palabra mi Señor. Afortunados
anunciadores (los profetas y los ángeles) gritan: “milicia numerosa”. S, 67.
Esta “milicia numerosa” prometida por Dios a través de
los profetas y de los espíritus a los asediados por los enemigos de Dios y sus
hijos, semejante a “lluvia benéfica sobre la heredad del Señor” – lluvia que
restaura, voz que fortalece, palabra de buena nueva que consuela – es el de las
“voces”. De las “voces” que siempre
hablarán en nombre de Dios, de ese Dios que – lo prometió y no falta a su
palabra – dará su Palabra, su siempre Buena Nueva a los continuadores de
Cristo, Verbo y Maestro eterno.
Las voces:
las que están sobre el monte, sobre el monte de Dios, monte pingüe, el de las
múltiples cimas, sobre el que el Señor se complace en estar rodeado de sus siervos ocultos, solo por Él conocidos en
lo que son y amado por ellos del modo como solo ellos, llenos de Él, saben
amar. Las voces. Los que forman el
cortejo triunfal de Dios, esplendente de Caridad.
Y ¿os sorprendéis de que existan “Voces” y que ellas sean numerosas? ¿Acaso no lo dice el Salmo,
oscuro para los doctos, aunque no para Mí? ¿No dice tal vez, que “son millares los exultantes y el Señor está
en medio de ellos”? Son las voces de los profetas de todos los tiempos; son
esas almas que son voces de Dios,
sino con la palabra, si con su ejemplo; son los Santos, los elegidos de la Tierra ; almas ya
paradisíacas esparcidas por la
Tierra para dar testimonio de Dios; son los “pequeños
Benjamines en el éxtasis del alma”. En vano los atropellan las fieras del cañal
y las manadas de toros querrían quitar de en medio a estos que se hallan
probados como la plata.